Nieve Roja

 

Bárbara Padrón Santana

 


Primera edición en digital: Octubre 2016

Título Original: Nieve Roja

©Bárbara Padrón Santana

©Editorial Romantic Ediciones, 2016

www.romantic-ediciones.com

Imagen de portada © Pongpipat Sriwaralak,.

Diseño de portada y maquetación, SW Design

ISBN: 978-84-16927-01-2

Prohibida la reproducción total o parcial, sin la autorización escrita de los titulares del copyright, en cualquier medio o procedimiento, bajo las sanciones establecidas por las leyes.

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Dedicado a todos los que confiaron en mí.


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Agradecimientos.


1

 

Se había perdido en aquel bosque y no hacía más que llorar llamando a su hermano. El aire frío hacía que le doliera el rostro, aunque por suerte llevaba su abrigo de capucha color rojo. Era un color que destacaba en el nevado bosque donde se encontraba.

Se sentó junto a un árbol sin dejar de llorar. De repente, notó algo mojado y un poco peludo que le acariciaba la mejilla. Abrió los ojos y vio a una preciosa loba de color blanco que trataba de consolarla. Junto a ella iba un cachorro totalmente negro que la observaba con curiosidad.

—Me he perdido —dijo a la loba como si ella fuese a entenderla y eso le pareció cuando esta volvió a posar su hocico con delicadeza en su mejilla—. Mi hermano se enfadó conmigo y me alejé de casa.

Lloraba desconsoladamente y entonces sintió que el cachorro se subía a su regazo y elevaba su cuerpecito para que lo abrazara, cosa que agradeció y poco a poco su llanto fue remitiendo.

—¡Selena! ¡Selena!

La niña levantó la mirada y sonrió mirando a los lobos.

—¡Es mi hermano! ¡Vino a buscarme! —La pequeña se levantó aún con el cachorro en brazos y gritó con todas sus fuerzas—: ¡Aquí!

Dejó al cachorro en el suelo, junto a la madre.

Al momento apareció su hermano, que al verla junto a los lobos, sacó una pistola algo diferente a las normales.

—¡Aléjate de ellos, Selena! ¡Rápido!

La niña lo miró sin comprender y volvió la mirada a la loba que gruñía a su hermano.

—Pero son buenos, no me han hecho nada.

—¡He dicho que te alejes!

Ella hizo un mohín y se cruzó de brazos.

—¡No quiero! ¡Son buenos!

—No lo son, Selena, son bestias inmundas.

Su hermano no dejaba de apuntar a la loba que fue a saltar hacia él. Entonces se oyó un disparo y la niña gritó asustada cuando vio caer el cuerpo de la loba al suelo entre ambos hermanos. El pelaje blanco comenzó a teñirse de rojo y el cachorro corrió hacia su madre gimiendo para darle lengüetazos esperando que se levantase. Al ver que no reaccionaba, el pequeño lobo lo miró gruñendo y el joven también le disparó.

—¡No! —gritó la niña acercándose al cachorro, que al parecer el disparo solo le había rozado todo el costado y a pesar de ser un roce, la herida parecía mortal con toda esa sangre saliendo y con parte de la piel chamuscada—. ¡¿Qué has hecho?!

Su hermano no contestó, sino que se acercó a ella, la agarró del brazo y la arrastró lejos de allí.

—Vámonos.

—¡No! ¡No!

—¡No!

Selena se incorporó en su cama respirando agitadamente y sudores fríos recorriendo su cuerpo. Todas las noches la misma pesadilla. Suspiró pasándose la mano por el pelo de color rojo, recogido en una larga trenza media deshecha.

Se levantó y se dirigió al baño. Se miró en el espejo y pudo apreciar las ojeras bajo sus ojos de color verde. Se giró con los brazos cruzados y se apoyó en el lavamanos.

Todas las noches soñaba con aquel horrible momento en que su hermano había matado a aquellos lobos que le habían cuidado cuando se había perdido en el bosque. Desde aquel día ya no había vuelto a ser la misma con su hermano. Nunca más volvieron a llevarse como se llevaban antes de aquel día.

De repente, unos leves golpes en la puerta la sacaron de su ensimismamiento.

—¿Selena? ¿Estás bien? —preguntó su hermano desde fuera.

—Estoy bien, Richard. —Ni siquiera lo había vuelto a llamar Richie como cuando era pequeña, tantas cosas habían cambiado…

—¿Seguro?

—Sí, déjame sola —dijo ella, cortante.

—¡Maldita sea, Selena! ¿Cuánto tiempo piensas seguir con esta tontería? Han pasado diez años.

—No quiero hablar de eso, Richard, voy a ducharme para irme a la universidad.

Selena oyó el suspiro de su hermano y lo sintió alejarse. La joven cerró los ojos por unos instantes y luego se acercó a la ducha para abrir el agua. Mientras se calentaba, se fue despojando de su ropa y no pudo evitar mirar aquel tatuaje que se había hecho no hacía mucho y que ocultaba a los ojos de su hermano. Probablemente se hubiera puesto como una fiera.

Se lo había hecho en un costado justo al lado del pecho que era un lugar bastante fácil de esconder. El dibujo era el de un lobo blanco que tenía la cabeza levantada como si estuviese aullando y a su lado, un cachorro negro. Para Selena era una forma de homenajear a los dos lobos que había matado su hermano ante sus ojos y los llevaría siempre consigo como aquel tatuaje.

Se metió en la ducha y estuvo cerca de veinte minutos allí intentando sacar de su mente aquellas imágenes. Tendría tiempo de atormentarse esa noche de nuevo. Cuando salió, se cubrió con la toalla y fue hasta su habitación para vestirse y peinarse un poco. Luego cogió su mochila y su carpeta y bajó a desayunar.

Al entrar, se topó con su hermano que la miró. Ella prefirió ignorarlo porque sabía que vendría la misma charla de todos los días después de aquella pesadilla.

—Selena, por favor, acaba con esto de una vez.

—¿Acabar con qué? —preguntó ella mientras se preparaba un tazón de leche y le echó cereales—. ¿Con las pesadillas de cada noche? Siento decirte que eso es imposible. Tu acción aquel día ha marcado mi subconsciente.

—Lo hice para salvarte. Esos animales eran unas bestias.

—Me cuidaron cuando me perdí, no me hicieron daño en ningún momento. El único que hizo daño aquella noche fuiste tú, matándolos.

—Tú no lo entiendes. Esos animales no eran lo que tú pensabas.

—Eran lobos, ¿qué más podrían ser? Mira, Richard, no quiero seguir hablando del tema, empiezo a estar harta de tener todos los días la misma conversación. Yo sé lo que vi y jamás lo podré olvidar, aquella noche todo cambió, no volverá a ser lo mismo. Acéptalo de una vez por todas.

Selena se levantó sin terminar de desayunar, cogió sus cosas y salió de la casa. Se subió en su coche y puso rumbo a la universidad.

 

 

Lo que Selena no sabía era que alguien vigilaba la casa en aquellos momentos y que a pesar de tener los oídos muy finos, no había podido escuchar nada, seguro que ese tipo tenía los cristales de las ventanas de doble grosor para evitar que se oyeran cosas desde el exterior, en especial para seres como él.

Lo que sí que no podía evitar esos cristales era la visión. Había visto la discusión entre ambos hermanos y cómo ella salía sin apenas haber comido nada.

También había tenido la oportunidad de seguir todos los pasos de ella dentro de aquella casa desde hacía bastante tiempo. Ella era el objeto de su venganza y tenía que controlar sus horarios.

—Ella ya se ha ido hacia la universidad, ¿qué vas a hacer ahora? —preguntó alguien a su espalda.

—Iré a la universidad, debo acercarme a ella y hacer que confíe en mí para luego hacer posible mi venganza.

—¿Cómo piensas ir a la universidad, a mitad de semestre? Es ilógico. No puedes entrar como estudiante.

—¿Quién ha dicho que vaya a entrar como estudiante? He oído que uno de los profesores está de baja y están buscando a un profesor sustituto, metí mis datos en el ordenador del decano para que me contratara y así lo hizo. Hoy es mi primer día.

—¡Estás loco! No tienes ni idea ni de lengua ni de literatura.

—Pero sí de mitología.

—¿De verdad vas a dar clase de mitología solo para acercarte a ella?

—Es la mejor forma.

—¿Por qué no acabas rápido con todo esto? ¿Cuánto más piensas alargarlo? Tú mismo dijiste que querías vengarte cuanto antes.

—Lo pensé mejor y quiero que vivan una agonía como la que yo sufrí.

Dicho esto, se incorporó y salió de detrás de los arbustos en los que se hallaba escondido.

—¿Estás seguro?

—Por supuesto, se van a arrepentir de todo.

El otro se encogió de hombros y salió detrás de él. El primero se acercó hasta su coche, un Porsche 911 GT3 Sportcar de color negro con cristales tintados. Lo puso en marcha y se dirigió a la universidad donde estudiaba Selena. Hoy tendría su primera clase y en ese momento comenzaría la primera parte de su plan.

Cuando llegó a la facultad de filología se dirigió al despacho que ocuparía mientras diese clase allí. El decano le había facilitado todo lo necesario para las clases y para lo demás. Cogió una carpeta donde estaba la planificación y observó lo que debía dar ese día.

Tras revisarlo, se asomó a la ventana que daba a una zona de césped donde los estudiantes se relajaban y allí vio a Selena sentada leyendo un libro ávidamente. Se trataba de “La Odisea” de Homero.

—Vaya, así que te gusta la mitología, ¿eh? Eso es muy interesante, espero que tu nuevo profesor te caiga bien, pequeña. —Miró su reloj de pulsera, aún quedaba casi una hora para su clase así que decidió bajar y comenzar con su plan. Se acercó a ella por detrás y dijo—: La Odisea, es mi favorito.

Selena se sobresaltó y levantó la mirada para encontrarse con un hombre alto, del pelo corto castaño y unos ojos grandes y azules. Tenía una barba de tres días y le sonreía amablemente. Vestía unos tejanos oscuros con una camisa azul marino y encima una chaqueta de cuero. La verdad es que era muy guapo y no pudo evitar sonrojarse un poco para luego apartarse el pelo en un gesto de timidez.

—También es mi favorito —dijo ella, intentando sonreír.

—Oh, vaya, no me he presentado. Soy Ethan, soy el profesor sustituto de la asignatura de mitología.

Selena sonrió ampliamente.

—Menos mal, no sabe lo que me alegra oír eso, echaba de menos las clases de mitología.

—Pues desde hoy vuelves a tener clase de mitología y no me trates de usted por favor, que casi tenemos la misma edad.

—Oh, lo siento, es la costumbre de tratar a los profesores de usted. Yo soy Selena.

—Encantado, Selena. —Él sabía perfectamente quién era, no hacía falta que se presentase, aun así, fingió una sonrisa—. ¿Puedo saber por qué no estás en clase ahora mismo? Antes de mi clase tienes otra.

—Sí, pero llegué un poco tarde y, además, quería terminar de leerme el libro.

—Veo que te apasiona la mitología.

—Desde siempre. Prácticamente me he criado con libros sobre mitología y es un mundo que me apasiona. —La joven sonreía entusiasmada al hablar con alguien de su gran pasión.

Lo que ella no sabía era que tenía ante sí a alguien que la odiaba tanto a ella como a su hermano.

—La mitología es lo más interesante que puedas encontrar, creo que participarás mucho en clase y eso me gusta, tu punto de participación lo tendrás seguro —dijo Ethan sonriendo falsamente—. ¿Y te gusta algo más que no sea la mitología? No sé, el mundo paranormal, por ejemplo.

—¿A qué te refieres?

—Vampiros, ángeles, demonios, licántropos…

—Es un mundo interesante, pero es imposible que existan ese tipo de seres. Está bien para una novela, no para la vida real.

—¿De verdad lo piensas? Yo creo que estamos rodeados de ese tipo de criaturas. He oído que por la zona pululan muchos lobos y dicen que algunos de ellos pueden ser licántropos.

Selena se abrazó al oír la palabra “lobo”. Esos animales eran un tema espinoso en su vida.

—Cambiemos de tema, por favor. Ese tipo de criaturas… no puedo.

—¿Ocurre algo?

Selena se levantó y recogió sus cosas.

—Voy a la biblioteca a devolver el libro, nos vemos en clase —dijo ella alejándose rápidamente.

Ethan enarcó una ceja, pero aun así, sonrió con malicia.

 

 

Selena corrió hacia la biblioteca, pero en vez de entrar, se quedó oculta en uno de los laterales con la respiración agitada. Oír hablar de lobos la ponía enferma. Se abrazó a sí misma y se agachó hasta quedar en cuclillas, intentó respirar con normalidad ya que su mente solo era capaz de ver dos lobos muertos en medio de un bosque.

Se llevó las manos a la cabeza y se negó a pensar en ello. Ese recuerdo no la estaba dejando vivir. Alguien se agachó frente a ella y tras posar una mano sobre su hombro, la joven reaccionó.

—¿Te encuentras bien, Selena?

Esta miró a la chica más o menos de su altura, con el pelo a la altura de los hombros de color castaño y ojos entre marrones y verdes. Selena intentó asentir, pero su rostro revelaba una gran angustia.

—Se me pasará, no te preocupes, Sandra.

—¿Estás segura? Te has puesto pálida.

—Estoy bien, de verdad. ¿Ya acabó la clase?

—Sí, estamos en el descanso antes de la clase de mitología. La delegada dice que ha llegado un profesor sustituto.

—Lo vi hace un momento —dijo Selena incorporándose lentamente.

—¿De verdad? ¿Cómo es?

—Es casi de nuestra edad, lo que me sorprende bastante porque es casi imposible que acabase la carrera y esté dando clase, aunque sea sustituyendo.

—Podría ser becario.

—No tenía pinta de eso. No sé, es misterioso.

Ambas entraron en la biblioteca en la que Selena devolvió el libro para luego dirigirse al aula donde los habían asignado a principio de curso a ella y a sus compañeros.

Se sentó en primera fila donde siempre se ponía, con cierto nerviosismo. Sabía que ahora vendría el profesor sustituto y algo en él la ponía nerviosa. Había sido muy amigable al principio, pero tras hablar sobre lobos y licántropos quiso huir de él, como si el instinto le advirtiese de algo.

Tras los pocos minutos de cortesía, apareció Ethan que dejó una carpeta sobre la mesa y se posó en esta. Selena pudo oír a sus compañeras murmurar por lo bajo, lo guapo que era.

Ethan tosió para hacer callar a todos y luego se incorporó.

—Buenos días, clase. Me llamo Ethan y desde hoy hasta que se incorpore vuestro profesor, seré el sustituto de este, en esta asignatura. Por el momento no he podido comunicarme con él, así que no tengo el material que estáis trabajando. Si alguien me los deja, se lo agradecería.

Todas las chicas se ofrecieron voluntarias para dejarle los archivos con los que estaban trabajando, pero Ethan se acercó hasta el lugar donde se sentaba Selena. Ella levantó la mirada y, por un momento, su respiración se cortó. Aquellos ojos claros la miraban fijamente.

—¿Le importaría dejarme los suyos?

Selena desvió la mirada y se percató de que todas sus compañeras la miraban fijamente con cejas enarcadas por lo que cogió sus apuntes y se los entregó sin apenas mirarlo.

—Tiene algunas notas que he puesto —dijo ella.

—Gracias, espero que me ayuden un poco. ¿Podría decirme por dónde iba el otro profesor?

—Estábamos hablando del Inframundo.

—Oh, ya veo. Perfecto, entonces seguiremos donde lo dejaron para ir acorde con lo que está estipulado.

Selena bajó la mirada y cogió su libreta para tomar apuntes de lo que dijese Ethan.

Sandra le tocó el brazo y cuando la joven la miró, esta sonreía.

—La verdad es que es muy guapo y creo que le interesas.

Selena abrió los ojos sorprendida y, rápidamente, negó con la cabeza.

—No digas esas cosas. Es un profesor y nada más.

—Todas las demás casi se le echan encima con tal de que cogieran sus apuntes y solo te los pidió a ti.

—Bueno, supongo que era porque cuando me lo encontré le dije que me encantaba la mitología.

—Ya, claro —dijo Sandra con cierto retintín.

—Déjalo, Sandra, quiero coger apuntes, no pienses más en eso.

Sandra levantó las manos rindiéndose y no dijo nada más.

 


2

 

Selena salió de clase y se montó en su BMW Z4 Cabrio de color azul eléctrico para dirigirse a su casa. Ethan, el nuevo profesor de mitología la había puesto nerviosa, en la clase le había pedido los archivos que el antiguo profesor les había pedido que imprimieran y no dejaba de mirarla constantemente.

¿Por qué había mostrado tanto interés en ella? Alguien que siempre procuraba pasar desapercibida y que llevaba tantos años siendo una chica solitaria por miedo a que la hicieran daño los que se acercaban a ella. Sandra se había acercado a ella el primer día de clase, pero Selena siempre intentó mantener las distancias por miedo.

Suspiró cansada y aparcó delante de su casa. Tardó un rato en salir del coche mientras seguía pensando en la extraña mañana que había tenido con el nuevo profesor. ¿Por qué había sacado el tema de los lobos? Después de varios minutos se bajó del coche y entró en la casa.

Pasó al lado del comedor donde estaba sentado su hermano limpiando algo que brillaba bastante. Cuando vio lo que realmente era, retrocedió.

Era el arma que había utilizado cuando mató a aquellos lobos. El cuerpo de Selena tembló al rememorar aquellas imágenes y se tapó los oídos como si estuviese oyendo esos disparos. Cayó de rodillas al suelo.

Richard que sintió el golpe, se giró y al ver a su hermana en el suelo se acercó corriendo y tras arrodillarse junto a ella intentó hacerla reaccionar.

—Selena, mírame.

Ella se sacudió y gritó:

—¡Aléjate! ¡No quiero que me toques con esas manos manchadas de sangre! ¡Fuera! ¡Llévate esa arma! ¡Asesino! —La joven gemía por el sufrimiento de aquellas imágenes.

Richard se apartó al oír aquellas palabras con cierto dolor.

—Necesitas ayuda profesional, Selena, tienes que olvidar lo que ocurrió.

—¡No! ¡Mataste a dos animales inocentes! ¡Todo esto es por tu culpa!

—¡Basta, Selena! ¡Te salvé la vida! ¡Eran lobos! ¿Es que no lo entiendes?

La joven levantó la mirada con el odio reflejado en sus ojos verdes.

—Lo que no entiendo es la razón por la que tienes un arma desde hace tanto tiempo y por qué mataste a esos dos lobos.

—Eso no es de tu incumbencia, pero hazme caso, necesitas ayuda profesional, tu vida se está basando en ese día y no estás avanzando.

—Jamás podré avanzar con esas muertes pesando sobre mi conciencia.

—Pues tendrás que hacerlo. Empiezo a estar harto de estas estupideces. Eran animales, bestias inmundas.

—¡Que no me estaban haciendo daño! Me protegían —dijo con un lamento—. Ojalá no hubiese entrado en ese bosque. Esos lobos ahora estarían vivos.

—¡No lo iban a estar, tarde o temprano acabaría matándolos!

—¿Por qué?

—¡Porque sí! Más tarde o más temprano los hubiera encontrado y los hubiera matado. Son unos monstruos.

Selena negó con asco.

—El monstruo aquí eres tú. Yo no puedo seguir viviendo con alguien así. Debo alejarme de esta casa.

—¿Qué quieres decir?

—Que me voy.

Richard la agarró del brazo.

—No vas a irte de aquí.

—¿Quién me lo va a impedir? Soy mayor de edad —dijo ella mirándolo fijamente.

—No puedes, Selena. Por favor, no te vayas.

La joven se soltó del agarre de su hermano.

—Para que me quede tendrás que encerrarme bajo llave y aun así, lograré escaparme. Tú ya no mandas sobre mí.

—Lo hago por tu seguridad.

—Ya no te creo nada, Richard, dices que haces las cosas por mi seguridad y lo único que quieres es no quedarte solo, porque así estás ahora mismo. Solo.

Selena sintió la mejilla arder tras la bofetada que le acababa de dar su hermano. La joven se llevó la mano a esta y el odio se intensificó.

—Me da igual que me odies, pero no puedes irte de aquí bajo ninguna circunstancia.

—¿Acaso hay algún acosador cerca? —preguntó ella con ironía.

—Intento protegerte, Selena. Sé que me odias ahora mismo, pero por favor, quédate en casa.

Selena lo miró.

—Me quedaré hasta que encuentre un lugar donde poder vivir lejos de ti.

Dicho esto, la joven abandonó la planta baja y se dirigió a su habitación encerrándose con llave.

Con la espalda apoyada en la pared, descendió lentamente hasta quedar sentada en el suelo. No podía seguir viviendo así.

De repente su móvil comenzó a sonar recibiendo un whatsapp. Lo sacó del bolsillo del pantalón y vio que era de su compañera Sandra. En este le decía si le apetecía salir a dar un paseo por el parque y tomar unos helados.

Selena pensó que sí que necesitaba salir de esa casa, el ambiente estaba caldeado entre su hermano y ella, por lo que aceptó la invitación de su compañera.

Abrió su armario y sacó un amplio suéter que dejaba uno de sus hombros al descubierto y unos vaqueros cortos. Se los puso y luego cogió unos calcetines largos que le llegaban a las rodillas para luego ponerse unas botas, estilo militar, de cordones. Se trenzó el cabello y se miró en el espejo.

Era raro que ella saliese con amigos. No tenía a nadie que pudiese considerar como tal. Siempre había sido una niña solitaria que prefería pasarse el día leyendo un libro que jugando con muñecas. En las horas de recreo en el colegio y en el instituto, siempre se lo pasaba sentada en un rincón leyendo y no le interesaba lo que ocurría a su alrededor.

Quizás, la única persona que podría considerar cercana era Sandra que siempre se preocupaba por ella y por su trauma, del que no conocía detalles. Seguro que la invitación había sido por lo ocurrido aquella mañana tras la biblioteca. Sonrió con cierta tristeza a su reflejo. Luego cogió su bandolera y salió de la habitación.

Al bajar las escaleras rezó para no volver a encontrarse con su hermano y suspiró aliviada al no verlo allí. Salió de la casa y se dirigió al parque caminando mientras oía música con su reproductor de música.

Cuando llegó al parque, se encontró a Sandra sentada en un banco cerca de un pequeño lago vallado en el que había una familia de patos que nadaban alegremente.

Se acercó a ella intentando sonreír.

—Pensé que no vendrías —dijo Sandra cuando se saludaron—, no eres de las que les gusta salir cuando se lo proponen, me sorprendió que aceptaras.

—Necesitaba salir de mi casa.

—¿Has vuelto a discutir con tu hermano?

—Como siempre —dijo Selena encogiéndose de hombros.

—¿Vamos por unos helados?

—Sí, claro.

Ambas fueron hasta una heladería que había cerca y tras pedirse cada una el suyo, se sentaron en otro banco que encontraron.

—Sé que no nos conocemos lo suficiente, pero desde el primer día me caíste bien y quisiera ayudarte —comenzó a decir Sandra mirándola.

—Tú también me caíste bien —dijo Selena.

—Quizás no tengamos suficiente confianza, pero me gustaría ayudarte con esa carga que llevas encima y que tanto afecta a tu vida. Esta mañana cuando te vi no pude evitar preguntarme la razón de que estés así. Tuvo que ser algo muy fuerte.

Selena bajó la mirada hacia su helado y suspiró.

—No soy una persona que cuenta su vida a nadie, básicamente porque nunca he tenido amigos y me resulta raro estar aquí contigo ahora. No sé cómo actuar. La razón por la que me comporto así quizás no sea tan grave para otras personas, pero para mí fue muy duro y nunca he podido contárselo a nadie.

—Solo tienes que ser tú misma, abrirte un poco y contar tanto tus penas como tus alegrías. Confiar. Es difícil encontrar buenos amigos que entiendan la palabra “amistad” así que es normal que te cueste. En mí tienes a alguien que te apoyará porque algo me dice que eres una persona maravillosa. —Sandra posó una mano en el brazo de la joven con una sonrisa sincera.

—Es una historia muy larga, ¿tendrás tiempo para escucharme?

—Claro que sí.

Selena inspiró hondo y comenzó a relatarle a la joven todo lo ocurrido hacía casi diez años atrás.

—Siempre he vivido con mi hermano Richard porque mis padres murieron cuando yo apenas tenía cinco años y para mí, mi hermano era un héroe al que admiraba. Siempre me cuidaba y me daba todo lo que quería. De vez en cuando me enfadaba con él por tonterías que fácilmente se solucionaban salvo lo que ocurrió aquella noche. Sinceramente, no recuerdo la razón exacta por la que nos peleamos, solo sé que fue tan duro que me escapé de mi casa y me interné en el bosque sin darme cuenta. Me perdí y me asusté mucho. Solo podía llorar y llamar a mi hermano para que me fuese a buscar. De repente apareció una loba con su cachorro que se acercaron para consolarme, sé que puede parecer una locura, pero esos lobos consiguieron aliviar mi temor. La loba era preciosa, de pelaje suave y de color blanco como la nieve, sin una mancha, y su cachorro, en cambio, era negro como el carbón. Todo iba tan bien hasta que llegó mi hermano y apuntó con una pistola a los dos animales.

—Pensaría que eran peligrosos —dijo Sandra.

—Yo traté de disuadirlo porque no eran malos, cuidaron de mí en ese rato que estuve perdida, pero no me hizo caso y sin siquiera oírme los mató ante mis ojos. La nieve se cubrió de rojo… —La joven miraba a la nada recordando ese angustioso momento—, el rojo de la sangre de dos animales inocentes.

Las manos comenzaron a temblarle y Sandra le quitó el helado antes de que se le cayera.

—No te pongas nerviosa, puedo imaginar que es duro para ti recordarlo, pero creo que tu hermano intentó protegerte y quizás cometió un error.

—Él nunca había usado un arma, ¿por qué llevaba una esa noche? Tengo la sensación de que me ha engañado durante casi toda mi vida. Disparó como un profesional. No sé qué pensar ya.

Se tapó el rostro con las manos y negó. Su compañera intentó tranquilizarla. Cuando descubrió su rostro para mirar a Sandra agradecida, algo alejado de ellas, estaba Ethan, que las miraba fijamente.

Selena frunció el ceño al verlo y más cuando él le sonrió.

—¿Ocurre algo? —preguntó Sandra al percatarse del cambio en la joven.

—El profesor nuevo, está ahí, sonriéndome.

—¿De verdad? ¿Dónde? —Sandra miró a todos lados y cuando lo vio, Ethan las saludó con la mano—. Tú dirás lo que quieras, pero ese tío es muy sexy, y esa mirada…, madre mía, de repente me ha entrado calor.

A Selena también le parecía muy sexy, pero algo en su interior le decía que algo no iba bien con respecto a él. Demasiada casualidad que se topara con ella esa mañana y también esa misma tarde. Quizás se estaba volviendo una paranoica y estaba viendo cosas donde no las había.

—¿Qué te parece si damos una vuelta? Necesito despejarme y quitarme de la cabeza mi pasado —dijo Selena levantándose.

Sandra se incorporó y agarró del brazo a su amiga.

—Claro que sí.

Selena asintió y ambas se alejaron. Ella miró sobre su hombro y vio que Ethan seguía mirándolas fijamente y le sonreía. Un escalofrío recorrió su espalda. Volvió la vista hacia adelante para seguir caminando y alejarse de él.

 

Ethan observó cómo se alejaba Selena de allí casi corriendo y no pudo evitar sonreír.

—Esta es la segunda vez que nos vemos y tienes miedo… Me encanta —murmuró para sí mientras se sentaba en el banco donde ella había estado antes con su compañera de clase—, eso es precisamente lo que quiero, Selena, que me tengas miedo. Voy a convertirme en tu peor pesadilla.

—Su hermano salió hace rato y se dirige al bosque —dijeron a su lado.

Ethan volvió la vista y vio a su amigo de la infancia. Este era un tipo casi de la misma altura que él, con el pelo corto de punta color oscuro y ojos grandes y azules.

—Como todos los días, Callum, no ha cambiado su rutina desde hace mucho tiempo.

—¿Crees que piensa que estás vivo?

—La verdad es que no lo sé. Él sospecha algo, pero no puedo asegurarlo. Ha reforzado la seguridad en su casa por lo que supongo que le han estado llegando mis mensajes.

—¿No crees que es arriesgado enviarle mensajes? Podría atraparte en una de tus incursiones y matarte.

—Eso es lo que él desea, pero no podrá atraparme y espero que sufra cuando hagamos lo que tengo pensado hacer.

—Ella acaba de salir huyendo al verte —dijo Callum sonriendo.

—Lo sé. Creo que la estaré esperando cerca de su casa y cuando ella vuelva, acorralarla para devolverle sus apuntes.

Ethan se levantó y se alejó lentamente para ir hasta la casa de Selena a esperarla. Sabía por experiencia que su hermano no volvería hasta bien entrada la noche para ir a cazar a los suyos.

Odiaba a ese tipo con toda su alma y muy pronto obtendría lo que más deseaba desde aquella noche: la venganza. Le habían arrebatado a alguien a quien había querido más que a su vida, la que le había enseñado todo lo que sabía. Le había mostrado los valores de los humanos y en los que él ya no creía porque la crueldad que había vivido aquella noche había matado lo que le habían enseñado.

Cuando llegó a la casa de la joven, se sentó en la acera justo delante de la puerta para que cuando llegara lo viera perfectamente.

Y así fue.

Cuando Selena llegó a su casa con algunas bolsas en las manos y vio a Ethan, se detuvo de repente.

Este, que había sentido los pasos de la joven desde lejos, la miró y sonrió levemente con cierta culpabilidad y se incorporó.

—Me olvidé completamente de entregarte los archivos que me prestaste para la clase de hoy. ¿Necesitas ayuda? —preguntó acercándose.

La joven dio un paso atrás sin saber muy bien por qué. Algo en él no le gustaba.

—¿Cómo has sabido dónde vivo? —preguntó la joven.

—Me permití mirar tu expediente, pensé que necesitarías los apuntes para estudiar.

—¿Y dónde están? Yo no los veo.

—Los tengo en mi coche.

—No te hubieras molestado, podrías habérmelos dado en la próxima clase.

—Lo sé, pero me sentí un poco culpable.

Ethan medio sonrió y dio un paso hacia ella. La joven no se movió y sintió cómo una de las manos de él rozaba la suya para coger algunas bolsas. Selena dejó de respirar unos segundos mirándolo y luego bajó la mirada avergonzada.

Sin decir nada, se acercó hasta la puerta de su casa y la abrió para dejar las bolsas dentro. Ethan la siguió y le alcanzó el resto. Luego entornó la puerta y lo miró. No confiaba tanto en él como para dejarlo entrar.

Él se rascó la nuca y señaló hacia algún punto detrás de él.

—Iré a mi coche a buscar tus apuntes.

Selena asintió y vio cómo Ethan se alejaba para dirigirse a un Porsche del que cogió una carpeta. Se acercó y se la tendió a la joven que la cogió y miró el interior.

—Me he permitido fotocopiarlos porque tienes unas notas muy interesantes y que me gustaría que compartieras con el resto de la clase.

—Mejor que no. Son cosas que uso para estudiar, algunas no tienen mucho sentido.

—Yo creo que merecen la pena ser compartidos. Es solo una opinión, tú eres la que decides.

—Ya veré.

La joven volvió la vista hacia él, que volvía a sonreírle.

—Espero no haberte hecho sentir acorralada y pensar que te seguía.

—No te preocupes. Supongo que en un lugar como este es normal coincidir.

—Sí, llevo poco tiempo por la zona y no conozco muchos sitios, así que cuando puedo paseo por las calles.

—Entiendo.

—Quizás podrías hacerme de guía un día de estos. —Volvió a rascarse la nuca—. Vale, quizás no ha sido muy adecuado pedírtelo siendo una alumna, pero es que no conozco a nadie salvo a mis alumnos.

Selena lo miró y al ver ese rostro tan seductor y esa sonrisa ladeada, a pesar del miedo que le inspiraba, no pudo evitar sentirse atraída por él, así que asintió.

—¿El fin de semana te parece bien? —preguntó ella.

—Me viene perfecto, nos vemos en el parque sobre las once.

—Vale.

—Pues adiós y nos vemos en la próxima clase.

—Sí, adiós.

Tras esto, Ethan se alejó y tras meterse en su coche se alejó de allí bajo la atenta mirada de Selena.

 


3

 

Richard se ocultaba tras un gran árbol tras haber oído un ruido no muy lejos de donde él estaba. Todas las tardes se metía en el bosque en busca de esas terribles criaturas que solo sabían hacer daño a los seres humanos.

Los licántropos eran seres muy peligrosos y debía acabar con ellos costase lo que costase. Por culpa de esas criaturas, su hermana ya no lo trataba como cuando era pequeña, había tenido que matarlos frente a sus ojos y aquello la traumatizó tanto, que todas las noches podía oír sus gritos de terror ante aquellas pesadillas. Por más que él intentaba acercarse a su hermana, más se alejaba ella de su lado hasta el punto de que esa misma tarde lo había amenazado con marcharse de la casa.

—No puedes irte, Selena. Yo soy el único que puede protegerte —decía a la nada.

Les había prometido a sus padres justo antes de que ellos murieran que la cuidaría con su vida si hacía falta. Seres como los de aquella noche fueron los que acabaron con la vida de sus padres y jamás iba a dejar que ninguno de ellos se acercase a lo único que le quedaba en el mundo que era su hermana.

Tanto su madre como su padre habían sido cazadores de licántropos y él había seguido sus pasos cuando tuvo la edad suficiente para aprender a usar un arma que disparaba balas de plata. Balas que hacían mucho daño a los licántropos.

Solo él y algunas personas más se encargaban de velar por la ciudad en la que vivían manteniendo alejados a esas criaturas que lo único que querían era carne fresca para alimentarse y por el simple hecho de disfrutar matando.

De repente, su móvil comenzó a sonar y lo tomó.

—Dime.

—Tienes que venir al este de la ciudad, hay varios licántropos merodeando por aquí, se dirigen a una de las discotecas de moda.

—¿Estás sola?

—Como siempre, Richie.

Richard sonrió con tristeza al oír el diminutivo de su nombre que ya su hermana no empleaba.

—Voy para allá.

—Te espero, no me falles como la última vez.

—Te prometo que voy para allá, el bosque está tranquilo hoy.

—De acuerdo.

—Sigues teniendo miedo, ¿verdad?

—¿Tú qué crees, imbécil? No es fácil superar un ataque como el que sufrí.

—Lo importante es que estás viva, Cloe.

—Lo sé.

—No te preocupes, entonces, ya voy para allá.

—Vale.

Richard colgó y tras guardar su móvil se dirigió al este en su moto Honda VFr 800 para ayudar a Cloe.

 

 

Selena se había acostado en el sofá de la sala para ver una película y no se dio cuenta de que se había dormido hasta que volvió a aparecer en aquel bosque con aquellos lobos.

Intentó con todas sus fuerzas abrir los ojos, pero no podía. Solo podía observar lo que ocurría y cuando por fin pudo despertar, lo había hecho gritando por aquella dantesca imagen de los dos lobos tirados en el suelo y cubiertos de sangre.

La joven encogió las rodillas y se cubrió el rostro llorando de rabia, pero a la vez con dolor.

—No puedo más… —susurró entre lágrimas, apartó sus manos y miró al techo—. ¡Lo siento! ¡No pude hacer nada! Por favor, dejadme en paz… llevo diez años así y es horrible. ¡Yo no quise ese final para vosotros! ¡Perdonadme! —El llanto era desgarrador y hacía que su cuerpo se convulsionara por los sollozos incontrolables—. Solo quiero dormir una noche sin pesadillas, no pido mucho, solo una noche.

Se levantó del sofá y se dirigió a la cocina a comer algo, aunque apenas probó bocado, el estómago se le cerraba después de la pesadilla, por lo que prefirió ir a su habitación a estudiar un poco.

Se sentó delante de su escritorio y cogió los apuntes de mitología. Cuando los abrió pudo comprobar que había más apuntes de los que ella había puesto, escritos con una letra muy elegante y masculina. Su profesor había completado lo que ella no tenía y había cosas que le parecieron muy interesantes.

Abrió rápidamente su portátil para buscar aquella información añadida a la que ella tenía y se sintió fascinada por todo lo que estaba descubriendo.

Quizás Ethan no fuera tan malo después de todo, lo que había dicho de los lobos había sido una simple casualidad, además, le había llevado los apuntes y casi parecía sentirse culpable de haberla tenido un poco asustada. Le daría una nueva oportunidad al día siguiente que tenía clase de mitología de nuevo y también ese fin de semana que le enseñaría la ciudad.

De repente, su móvil comenzó a sonar y lo cogió sin siquiera mirar quién llamaba.

—¿Diga?

—Selena, soy Cloe, la amiga de tu hermano.

La joven enarcó una ceja y suspiró.

—Mi hermano no está en casa, supongo que sabes que sale todas las tardes.

—Lo sé, está conmigo y está malherido.

Selena se levantó rápidamente.

—¿Qué?

—Tienes que venir, hay que llevarlo a un hospital.

—¿Qué le ha pasado?

—Un lobo lo ha atacado.

Las manos de Selena comenzaron a temblar.

—¿Un… un lobo?

—Luego te lo explicaré todo, tienes que venir ya, está perdiendo mucha sangre.

—Ya… ya voy.

Selena colgó y con el cuerpo temblando buscó su bolso para salir a buscar a su hermano. Salió corriendo de su casa y se metió en el coche.

 

—No tenías que… haberla avisado…

Richard apenas podía respirar bien, aquel arañazo en su cuello y hombro eran profundos y estaba perdiendo mucha sangre.

Cloe lo tenía entre sus brazos y lo miraba con aquellos ojos oscuros como la noche y su cabello castaño claro estaba recogido en una alta coleta para despejar su cara. Llevaba una camiseta de manga larga para ocultar una horrible cicatriz que le había hecho un lobo no hacía mucho tiempo en el brazo.

—Es tu hermana.

—Me odia…

—Si le contaras la verdad no estarías sufriendo de esta forma.

—No… no quiero… meterla en… en este mundo…

—Tarde o temprano se enterará. —Richard cerró los ojos por un momento—. ¡No! ¡No te duermas! No te duermas… —Cloe le acarició la mejilla con suavidad—. Háblame, vamos.

Richard intentó abrir los ojos y sonrió levemente.

—Eres la única… que se preocupa… por mí.

—No digas eso, los demás también lo hacen.

El joven negó con la cabeza e hizo una mueca de dolor.

—¿Por qué?

—¿Por qué, qué?

—Te preocupas… por mí.

Cloe se sonrojó, pero no contestó, ya que, en ese momento, apareció Selena corriendo hacia ellos y se arrodilló junto a ellos.

La joven no podía hablar, aquellos arañazos eran horribles. Su hermano la miró y sonrió con tristeza.

—Ayúdame a levantarlo —dijo Cloe. Selena asintió y ayudó a la joven a incorporarse con su hermano al que llevaron en el coche de Cloe, y pusieron rumbo al hospital. Una vez allí, lo bajaron y dos enfermeros lo pusieron en una camilla para llevárselo al interior—. Avisen al doctor Costa, solo él puede atenderlo.

—Le avisaremos —dijo uno de los enfermeros.

Cloe se abrazó y miró a Selena que miraba la puerta por la que había desaparecido su hermano.

—¿Por qué tenía arañazos de lobo? —preguntó Selena.

La otra chica se acercó a ella y tras tomarla del brazo la llevó a la sala de espera. No podía contarle nada porque Richie se lo había pedido.

—Eso no importa ahora, lo primordial es que se recupere y salga bien de esto.

—Voy a avisar a una amiga para que me excuse mañana en clase porque supongo que esto irá para largo, ¿no?

—Probablemente, sí.

—De acuerdo.

Selena salió de la sala de espera hacia el exterior del hospital y llamó a su compañera Sandra que contestó al instante.

—¿Selena?

—Hola, Sandra, me gustaría pedirte un favor.

—Claro, dime, ¿ha pasado algo?

—Mi hermano está en el hospital, está herido y no creo que pueda ir mañana a clase.

—¿Es grave?

—Más o menos, ¿se lo dirás a los profesores?

—Sí, claro, no te preocupes.

—Gracias. Bueno, te tengo que dejar.

—Que se mejore tu hermano.

—Eso espero.

Tras despedirse, Selena colgó el teléfono y se apoyó en la pared del hospital. Las heridas de su hermano eran garras de lobos. ¿Es que acaso esos animales no iban a salir de su vida?

Volvió al interior y vio a Cloe con el móvil en las manos mirando algo. Se sentó a su lado y vio que la joven observaba una foto de su hermano.

—Yo tengo la culpa de que él esté ahí dentro… parece que no puedo hacer nada sin él.

Selena miró el rostro de la joven que mostraba una inmensa culpa y la joven no pudo evitar posar una mano en su brazo.

—Nadie tiene la culpa —intentó decir Selena—. Ocurrió porque tenía que ocurrir.

—Tú no sabes nada, Selena, nada es lo que piensas, pero le prometí a tu hermano no contártelo.

—¿Qué es lo que no quiere contarme?

Cloe negó con la cabeza.

—No, no me preguntes, por favor. Solo puedo decirte que no existen los lobos buenos.

—Eso no es cierto, yo estuve con dos lobos que no me hicieron daño, no digas que todos no son buenos.

—Tarde o temprano te hubieran hecho daño, Selena. —La joven se levantó la manga para mostrar las cicatrices de un arañazo de la garra de un lobo—. Esto me lo hizo uno de ellos, casi me arranca el brazo. Tu hermano hizo aquello para protegerte. Me contó toda la historia.

—Por lo que veo mi hermano confía mucho en ti.

Cloe se encogió de hombros.

—La verdad es que no lo sé. A veces creo que sí, pero otras parece tan distante conmigo que no sé qué pensar.

—Lo quieres. —Fue más una afirmación que una pregunta.

La joven asintió.

—Pero él no se ha dado cuenta y si, por casualidad lo ha hecho, no ha demostrado nada. He perdido las esperanzas. Al menos sé que lo tengo cerca.

—Quizás no sea la más adecuada para dar consejos y menos cuando no me llevo bien con Richard, pero deberías decirle lo que sientes.

—¿Valdrá la pena? Vive atormentado por ti. Mató a dos lobos delante de ti y, aún sabiendo que hacía lo mejor, se siente culpable por todo lo que estás pasando.

—Nadie sabe lo que estoy pasando, Cloe, absolutamente nadie. Te puedo asegurar que ni él, ni tú, sabéis lo que es estar diez años sin poder dormir una maldita noche sin tener pesadillas, ¿verdad? Mi hermano se despierta porque oye mis gritos, no porque sueñe con ese maldito momento. No vengas a decirme que hizo lo mejor y que se siente culpable. Estoy harta de todo esto.

Selena se levantó y se paseó por la sala prácticamente vacía bajo la atenta mirada de Cloe.

Un rato más tarde, un médico, alto, de largo cabello castaño y ojos verdes se acercó a ellas. Cloe al verlo, se levantó rápidamente y agarró un brazo del hombre.

—Danny, ¿cómo está Richie?

Selena los miró a ambos sin decir nada.

—De momento está estabilizado, pero ha perdido demasiada sangre y en el banco no hay existencias de la de su tipo. —Miró a Selena por un momento—, ¿por casualidad compartes el mismo tipo de sangre que él?

La joven asintió.

—Sería de gran ayuda ahora mismo que pasaras a donar sangre, tu hermano la necesita.

Cloe la miró con ojos suplicantes.

—De acuerdo.

El médico sonrió y le indicó que lo siguiera al interior. Antes de entrar miró a Cloe que le sonrió agradecida.

Una vez dentro la llevó a una habitación donde le hicieron algunas pruebas previas rutinarias y finalmente le sacaron sangre que rápidamente llevaron a Richard para que se pudiera recuperar.

—¿Te encuentras bien? —preguntó el médico acercándose a ella que estaba sentada mirando a la nada.

La joven levantó la mirada y asintió levemente.

—Sí, solo estoy un poco cansada.

—Puedes quedarte por aquí hasta que te recuperes, estamos en una zona especial, separados del resto.

Selena frunció el ceño.

—¿Separados? ¿Por qué?

—¿Tu hermano no te ha contado nada?

—¿Qué debería contarme? Cloe también sabe algo y no me quiere decir.

Danny se agachó junto a ella y le tomó la mano. Le pareció muy pequeña y suave.

—Lo mejor sería que te lo contara él.

—No me gusta tanto secretismo.

—A nadie le gusta.

Selena lo miró fijamente y Danny se sintió atraído al momento por la belleza indómita de aquella joven.

—Quiero que me digan exactamente qué ha pasado. ¿Por qué justamente un arañazo de lobo? ¿Es acaso una maldición que tengo?

—Estás cansada, lo mejor sería que te quedaras por aquí y trataras de dormir un poco, si tu hermano se despierta con el paso de las horas, yo mismo iré a avisarte. ¿Te parece?

Selena se encogió de hombros y se dejó guiar de nuevo por Danny hasta una sala de médicos en la que no había nadie.

—Gracias por preocuparte —dijo la chica.

—De nada, el sofá se hace cama y no está nada mal, encima tienes una manta. Mientras tanto iré a hablar con Cloe.

Selena asintió y tras colocar el sofá en modo cama, se tendió en él aunque no pudo cerrar los ojos. Sabía que si lo hacía volvería a tener la pesadilla de siempre y no quería importunar a nadie allí. Se sentó y se abrazó las rodillas.

Su hermano le iba a tener que dar muchas explicaciones cuando despertara y esperaba que fuera pronto.


4

 

Danny salió de la sala de médicos y se dirigió a la de espera, donde estaba Cloe. Por el camino iba pensando en la hermana de su amigo Richard. Era la primera vez que la veía y le pareció lo más hermoso que podía pasar por allí.

Cuando llegó a la sala de espera, se acercó a Cloe.

—¿Por qué no sabe nada de lo que hacemos?

—Richie no quiere contárselo. Después de lo que ocurrió hace diez años no ha querido contarle la verdad y yo respeto su decisión.

—Se está haciendo muchas preguntas, sabes que nuestra sección está alejada del resto.

—Lo sé, pero él no está dispuesto a decirle nada.

—Un arañazo de licántropo no es fácil de esconder y ella ya ha tenido una mala experiencia con lobos. Tarde o temprano se enterará de todo y seguro que no, por parte de Richard.

—Su odio hacia él crecerá, ¿verdad?

—Es probable.

—Me gustaría verlo —dijo Cloe tras una pausa.

Danny sonrió levemente.

—No le has dicho nada, ¿no?

La joven negó y sonrió con tristeza.

—Prefiero no decirle nada por el momento.

—Ya veo. Sígueme, entonces. —Danny y Cloe entraron dentro y se dirigieron a la habitación de Richard. Cuando entró, corrió hacia la cama y le cogió la mano—. Ahora está descansando, intenta no despertarlo, ¿vale?

Cloe asintió y volvió la mirada hacia Richard.

—No lo haré, si descansando se recupera, que descanse.

—Iré a ver a otros pacientes —dijo Danny acercándose a la puerta y luego salió.

La joven acarició la mejilla de Richard con delicadeza.

—Gracias por salvarme. Si no fuera tan débil, no hubiera ocurrido esto, lo siento.

Apoyó la cabeza junto a las manos unidas y besó dulcemente la de él. Luego cerró los ojos y se dejó llevar por el cansancio.

Algunas horas más tarde, Richard abrió los ojos y miró a su alrededor, confuso.

—¿Dónde estoy?

Al sentir que alguien tenía agarrada una de sus manos, movió un poco la cabeza y vio a Cloe. Sonrió levemente y la llamó para despertarla.

Cuando ella abrió los ojos y lo vio despierto, se incorporó rápidamente.

—¡Richie! ¿Cómo te sientes?

—Bien —dijo haciendo una mueca de dolor cuando volvió a la posición inicial.

—Avisaré a Danny.

—No, no lo avises que me pondrá otro calmante y no quiero dormir más.

—Necesitas descansar.

—Estoy bien, de verdad.

—Necesitas descansar —repitió ella.

—Estoy bien, en serio.

Richard asintió.

—No te preocupes.

La joven se sentó y le contó todo lo ocurrido desde que perdió el conocimiento.

 

Danny se dirigió a la sala de médicos para ver si Selena estaba cómoda tras la larga noche que se había presentado. Estaba abriendo la puerta cuando sintió a la joven gritar, por lo que entró corriendo.

Selena estaba sentada en el sofá-cama con las manos tapando sus oídos y la mirada perdida mientras gritaba desgarradoramente. El joven médico se acercó a ella y tomó las muñecas de esta para apartarlas.

—Selena, reacciona.

—¡Los has matado! ¡Mataste a dos lobos! —gritó mirando a Danny, aunque no parecía reconocerlo, en la mente de la joven veía a su hermano con la pistola en su mano.

—No soy Richie, vamos, mírame.

—¡No! No… Ellos no eran malos…

La joven tenía las mejillas empapadas de lágrimas y Danny se las limpió con delicadeza.

—No llores, Selena, vamos, regresa del sueño.

El médico apoyó la frente en la de ella sin dejar de limpiar las lágrimas que escapaban de los ojos de Selena y le susurraba para calmarla.

La joven parpadeó un par de veces como saliendo del trance en el que se encontraba y ante sí vio a Danny que la miraba, le acariciaba y le susurraba palabras tranquilizadoras.

—Da… Danny…

Él se apartó un poco, suspirando aliviado.

—Has vuelto…

—¿Qué…? ¿Qué ha pasado?

—Esta es la pesadilla de la que hablaba tu hermano, ¿verdad? Cuando entré, estabas gritando y cuando me puse frente a ti, no me veías a mí, estabas viendo a tu hermano y diciéndole que los lobos no eran malos.

Selena se apartó un poco y se encogió, abrazándose las rodillas.

—¿Cómo me pude quedar dormida? —se preguntó escondiendo la cara.

—Estás traumatizada —dijo Danny—, este tipo de pesadillas es normal, pero llevas mucho tiempo arrastrando esto y no es bueno para tu salud mental. ¿Por qué no te dejas ver por un especialista?