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IRLANDA

El lugar donde desperté para seguir viviendo

José González

IRLANDA

El lugar donde desperté para seguir viviendo

{Colección etcétera}

Primera edición, marzo 2017

© José González, 2017

© Esdrújula Ediciones, 2017

ESDRÚJULA EDICIONES

Calle Martín Bohórquez 23. Local 5, 18005 Granada

www.esdrujula.es

info@esdrujula.es

Edición a cargo de

Víctor Miguel Gallardo Barragán y Mariana Lozano Ortiz

Maquetación: Tiffany Martínez Sánchez

Diseño de cubierta: Juan Di Pane

Impresión: Ulzama

«Reservados todos los derechos. De conformidad con lo dispuesto en el Código Penal vigente del Estado Español, podrán ser castigados con penas de multa y privación de libertad quienes reprodujeren o plagiaren, en todo o en parte, una obra literaria, artística, o científica, fijada en cualquier tipo de soporte sin la preceptiva autorización.»

Depósito legal: GR 331-2017

ISBN: 978-84-16485-96-3

Impreso en España· Printed in Spain

Os siento como la lluvia, cuando me acaricia su olor,

instantes antes de que sus gotas rocen mi piel.

A Ana, Noel y Saúl.

TEXTOS: José González

ILUSTRACIONES: Juan Di Pane.

PRÓLOGO: Rodolfo Serrano y Marwan Abu-Tahoun.

EPÍLOGO: Blas Martínez Fernández.

COMENTARIOS EN LOS POEMAS:

Rosa Regàs, Manuel López Azorín, Alejandra Saiz Jiménez, Maria Guivernau, Fernando Valverde, Víctor Alfaro, Andrea Valbuena, Joaquín Piqueras, Osvaldo Hernández Alas, Chica Metáfora, Salvador Aviña, Fran Fernández, María del Carmen Herrera, Inma Luna, Elvira Sastre, Loreto Liz, Carles Campomar, Sara Búho, Paris Joel, Karina Montero, Pala, Eva Cámara, Carlos Chaouen, Ana Barrero, Alfonso Baro Alcedo, Óscar Sejas, Juan Di Pane, Kike Marcos, Andrés Sudón, Joan Camps, Sonia Pérez, Bruno Sotos, Eva Sandoval, Jon Andión, David G Zamudio, Begoña Abab, Suso Sánchez Sudón, Jorge Galán, Dani de la Torre, Vicky Gastelo, Emiliano del Río, Saray Alonso, César de Centi, Montserrat Villar González, Lucas Pez Mago, Luis Ramiro, Luis Cano, Mónica Gae, Escandar Algeet, Fernando Maes, Xenon, Yo no soy Alejandra, Defreds, Fernando Lobo, Macarena Tabacco, Raúl Campoy Guillén, Sonia Fides, Rafa Mora, Mar Blanco, Adán Latonda, Marcus Versus, Susana González, Daniel Buendía Martínez, Blas Martínez, Verónica Echegui, Alejandro Martínez, Uxía Rodríguez, Santi Rodríguez, Rafa Pons, Irene X, María Jeunet, Xurxo Mares, Rebeca Jiménez, Soraya Herráez, Paula Bozalongo, César Ulla, Javier Álvarez, Miguel Á. Bernao, Fernando Torres Vico, Andrea Heb, Javier Gil, Ari Jiménez, César Maldonado, Ana Calvo, Zahara, Mónica Tranque, Leonor Antón, Manolo Bautista, Tontxu, J. Álvaro Gómez, Rodrigo Garrido Paniagua, Hernán Lerner, Gerard Calvo, Fátima Tejedor, Paola Valverde, Mario Cuenca Sandoval, Neltazar, Jesualdo Jiménez de Cisneros Quesada, Cristina Merino, Hipólito García Fernández, Otoniel Guevara, Francisco José Martínez Morán, Fernando Cayo, Manuel Gutiérrez Aragón, Quike D-B, Juan Trova, Fernando González Lucini, Daniel Rodríguez Moya, Agustín Calvo Galán, Ignacio Martín Lerma, Raúl Vacas, Leo Zelada, Pedro Reñé, Carlos Salem, Javier Bergia, Joel Reyes, Gsús Bonilla, David Moya, Sergio C. Fanjul, Pedro Andreu, Diego Ojeda, Roy Galán, César Poetry, Javier Gutiérrez Lozano, Soymisstake, Paula Aguirrezabala, Irene DeWitt, Dácil Santana y Carlos J. Aldazábal.

Introducción



Como en esos sueños donde despiertas y todo parece más claro, las letras y el papel me empujaron a renovarme en nuevas vidas, en nuevos proyectos. Después de ciertas guerras que no han sido más que detonadores de un gran regreso, hace ya casi dos años, volví a la vida, a mi vida hecha versos, a las metáforas y las letras que hoy me llevan a verme en el espejo y sentirme de nuevo yo. Después de cada caída, de cada huida, de cada hueco en el corazón, siempre ha llegado como un ejército a salvarme la poesía para recordarme de dónde vengo y quién soy. Hoy sigo viviendo a través de historias... A veces mías, a veces no. Pero todas y cada una me llevaron hasta donde estoy, feliz de poder decir que los sueños están para cumplirse, que despertar es una manera más de hacerlos realidad; aquí estoy trazando posibilidades y logros, sonriendo a cada paso, a cada verso...

Comenzamos, entonces, con un ligero resumen de ese trayecto. Y en este libro, que hoy es mi vida, ese viaje comienza con la Lluvia, presente, siempre, para dejar correr lo que duela, llevarse consigo algunas tristezas y alimentar con agua (como diría Cortázar) la lenta máquina del desamor.

Visitamos Dublín, donde detrás de ventanas húmedas y noches tibias encontré el amor mil veces en una, o una y mil veces más. Iremos cruzando Puentes, comunicadores, abriendo los ojos a realidades que no deberían, pero existen. Puentes que unen, que aferran y ayudan a resurgir en la distancia. Y así, con esfuerzo, aunque casi sin querer llegaremos al Futuro, donde cada uno que se anima a soñar conmigo, sentirá y entenderá de diferente forma esta magia infinita que es para mí escribir.

En este camino vital, existen referencias que envuelven la andadura, referencias que lo acompañan a uno durante los años, en forma de música, letras e imágenes. En este reflejo sitiado de negras plumas de cormorán no quería perder la oportunidad de invitar a estas personas a dar una visión, una respuesta, una emoción a estos poemas, a riesgo de que esos párrafos que me han regalado tengan mayor calidad que los textos que los provocan. En estas páginas vas a encontrar sus comentarios que vienen a acompañar a mis versos en este viaje. Aquí quedan pues, reunidos mis versos y sus impresiones. Este libro es mi manera de compartir con ellos, y contigo que me lees, las huellas de lo que están siendo mis primeros gestos en el lugar donde desperté para seguir viviendo.

José González, julio 2014

Refugio y poesía

Unas palabras de Rodolfo Serrano

La poesía es el refugio. El lugar descubierto para ocultarse a un mundo que aún —y nunca— comprendemos. La soledad está en la poesía, y la esperanza. Los versos de José González transitan por esos lugares-refugio. Por esa soledad de noches y de encuentros, de ciudades que no son más que sentimientos donde encontrar la belleza.

Dice José González: «Dejo atrás el invierno en el salón». Y ese verso es más que un verso. Es, tal vez, otra forma de huida de la rutina hacia esa poesía bendita que nos ayuda a sobrevivir. Esa poesía que, como él asegura, es «humo en los porqués,/veneno en sangre».

Es este un poemario de amor y de ausencias. En el que la poesía transcurre serena y, muchas veces, haciéndonos ver que en la cotidianeidad está la belleza que nos empeñamos en buscar muy lejos, teniéndola tan cerca. Hay amor en los versos, no siempre desesperados, noches fabulosas en las que siempre queda el aliento de la esperanza: «La noche es muy larga para no querernos». ¿Hay algo más exacto? Y rincones mágicos encontrados en el mobiliario de la casa: «Escarcha humeante sobre aquel sillón rojo… /donde encontramos el secreto del destino».

Para José González el amor está en ella —en ellas—, pero también está escondido en las páginas de los diarios, donde puede encontrar la desesperación de estos días, el dolor, la amargura y la lucha de tantos. Corren por sus versos las esperanzas de toda una generación que, al final, tal vez, solo encuentre en el cuerpo amado la única redención de unos tiempos duros y difíciles.

La poesía, refugio de tantos. Refugio para el dolor y la certeza de que el hombre sufre y vive entre los nervios de la tierra. Poesía para leer, tranquilamente, mientras bebe uno el vino de la nostalgia, ese vino dulce y amable. Y, como escribe José González a Emiliano Del Río: «mucho vino y lo que la luna merezca».

La luna lo merece todo.

Poemas para amantes sin días

Prólogo de Marwan Abu-Tahoun



Este libro dispara hacia varios lugares pero tiene tres verdaderas dianas: el desasosiego, la fascinación y lo social, entendiendo por esto, poemas que acercan a personas entre sí o poemas que acercan a personas a sus ideales.

Los primeros poemas de José González los entenderás si sabes mirar un derrumbe: un sueño derrumbado, un pecho derrumbado, dos cuerpos derrumbados… Son poemas donde crujen las despedidas, son poemas para amantes sin días como él muy bien explica. Creo que esa frase también podría ser el título, el centro del libro: Amantes sin días. Esas tres palabras resumen el desasosiego que reina en gran parte del mismo. Se trata en esta primera parte de poemas que dejan claro que un recuerdo no es igual en la añoranza que en la calma porque quien extraña un cuerpo sabe que el mundo tiene más de muro que de paisaje.

El paisaje aparece después, en forma de cuerpo de mujer. José lo refleja con maestría cuando deja ver que junto a ella hay «instantes de colores en perfecto equilibrio», y confirma lo que decía Ismael Serrano, que «no hay nada más revolucionario que una canción de amor», porque el amor cuando llega lo limpia todo, convierte la vida en «personajes que contigo son nuevos», lo depura todo, es como una explosión donde los cristales vuelven a ser botella, la ceniza vuelve a ser madera y los ojos de golpe reabsorben las lágrimas. ¿No es así José?

Y del ideal amoroso surge un puente hasta el ideal social, un lugar para la esperanza, un lugar donde no existe el desmantelamiento a la sociedad que estamos viviendo en estos días, donde los jóvenes no agitan pañuelos de despedida en ninguna estación, donde la poesía corre a sus anchas trazando puentes entre España y Centroamérica, tranzando recuerdos pendientes en El Salvador, recuerdos que nadan por el río Lempa y acaban desembocado en Gaza. Todo unido por puentes, puentes tendidos de continente a continente, de corazón a corazón. Precisamente esos puentes que a día de hoy apenas existen, esos jodidos puentes que muchos nos preguntamos cuándo cojones los vamos a construir.

LLUVIA

La silueta del hombre triste... pero vivo

En el suelo gélido de un verano extinto,

reposo consumiéndome en la pena,

como una persona que ya no está.


Los recuerdos se desvanecen

como una brisa de diciembre,

al alba, cuando pedí perdón

antes de caer en el fondo,

en la sombra donde dejé de sentirte

entre los aullidos del desconcierto.


Suspiros que terminan,

entre mi boca y el vino amargo

que se derramó con el último impulso,

ese impulso que paraliza mis emociones

hasta su ausencia.


Puede que mi silueta marque mis límites

o la tristeza encierre mis sonrisas,

incluso que la sombra de mi rostro

no deje mirar a mi ojos mas allá,

pero lo que es seguro

es que al romper los cristales,

mi corazón volvió a tener pulso.


El latido final,

la moneda que entregué

a cambio del último viaje,

un viaje de ida y vuelta

al lugar donde desperté

para seguir viviendo.

Los hombres mueren y se acaban. Alguien leerá el poema cuando yo esté muerto, y el poema seré yo.

Manuel Gutiérrez Aragón (Director de cine)

Testigo apasionado, de las heridas que el tiempo inexorable va dejando por el camino, acude el poeta, actor de un ensayo vertiginoso como quiera que es la vida, al saludable ejercicio de hacer memoria e implorar con desgarradora vehemencia al espacio infinito, donde el silencio devora los sentidos; una respuesta que calme el dolor irreparable que el amor y la soledad nos brindan como anticipo a una solución acaso más devastadora; que cabe, en este festín de incertidumbre, belleza y desolación, que por fortuna, apenas nos acaricia.

Javier Bergia (Cantautor)

Llorando tu ausencia

No encuentro tu sonrisa,

mis abrazos llenos de aire

se pierden en el tiempo y

la cama es un océano frío,

con escarcha, agrietando mi piel.


Extraño tus caricias,

el escalofrío con tu sola presencia,

tu mano junto a mi espalda,

la deflagración de dos cuerpos.


Busco tus besos, su misterioso sabor,

los nervios del primero,

las lágrimas del segundo,

la eternidad del tercero

donde floté para siempre.


Perdido, buscando tus lunas

para caer en tu atmósfera,

paseando ingrávido

mientras añoro tu querer.

Llorando tu ausencia.

Ausencia a flor de piel, todas esas sensaciones y recuerdos que afloran cuando hay una pérdida de ese sentimiento universal que nos roza y nos sobrecoge a todos que es el amor, dejándonos en ese estado ingrávido como la niebla, que tú nombras.

Rebeca Jiménez (Cantautora)

No son lágrimas, son goteras en la memoria que empapan nuestras fotos.

Diego Ojeda (Cantautor y poeta)

Polen

Las sábanas tienen tu tacto y ya estás lejos.

Me diste la espalda y te fuiste entre amenazas.

Ya solo nos quedan relámpagos sin sombra

con la pena de dos cuerpos que juntos

no se sienten y sufren la alergia de gustarse y no tolerarse.

Como esa flor que no puedo oler aunque sea mi deseo.


Horas eternas en las que rompo en lágrimas,

solo, contigo de frente.

Entre el ruido y la carne fría sin sangre

me olvido entre escalofríos.

Tiro así mi vida, mi historia, mi futuro.

Caigo al lodo por culpa del nivel que no alcancé,

ese que aprendí a no tener en cuenta

y que en realidad siempre estuvo.

Un suelo de cristal agrietado

y debajo, una caída que me despierta del sueño.

En aquel lugar donde despierto para seguir muriendo.

En ocasiones, los sentimientos —el dolor también— son tan fuertes que resulta imposible sujetarlos en nuestro interior y salen, de cualquier manera, a veces, incluso, en forma de versos.

María Guivernau (Poeta)

Virus

Alma desnuda

que busca tu carne

para vestirse de vida.

Hambre, apetito voraz, vorágine que consume, urgencia vital.

Paris Joel (Cantautor)

Se define «virus» como el organismo capaz de reproducirse solo en el seno de células vivas. Así pasa en los poemas donde retazos se van multiplicando en mensajes hasta nosotros: pasan el tiempo y el miedo para aprender que la vida a veces nos espera en la intimidad de las sombras.

Paula Bozalongo (Poeta)

La vida se nos presenta, a veces, breve. Un suspiro concentrado de vida y de muerte. Así me he encontrado con este poema, este virus... como la vida misma.

César Maldonado (Cantautor)