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A Jesús, mi Señor
todo honor y toda gloria

EL ORIGEN DE LAS PREGUNTAS

Hace muchos años, en el momento en el que mi Maestro iniciara a darme luces acerca del significado espiritual de la vida de Jesús, recordé a mi padre, hombre serio, honesto y objetivo, que en épocas muy difíciles investigaba todas las ciencias místicas sin desfallecer y, en la medida en la que lo hacía, nos comentaba sus averiguaciones, dudas y certezas, en la gran libertad de su alma libre de prejuicios.

Aún me pregunto si es probable que sea necesaria la mezcla de ideologías para forjar la libertad de investigar y admitir. Podríamos considerarnos en esa convicción como imprudentes y pretenciosos. Soy producto de la unión de dos culturas hermanas cuasi opuestas: mi madre, de familia ancestralmente hebrea, y mi padre, de cuna austriaca bávara, posteriormente alemana y de educación rigurosamente luterana, quienes al reunirse en la costa de Colombia, nos formarían en un hogar pasivo y relativamente católico. Esas circunstancias causan un impacto positivo en la mente y propician un natural desapego de los arraigos filosóficos y religiosos especiales, haciendo que se abra el panorama de lo que nos rodea y logrando que nos concentremos en lo general.

Mi padre conocía el mensaje hermético de Jesús y entendía perfectamente las alegorías. Los libros viejos, traídos de su Bremen de juventud, eran su debilidad y entre esos, los más extraños y complejos eran sus preferidos. De allí obtendría valiosos datos que nos diera en esos años, apuntes que en aquel tiempo no sabríamos apreciar en debida forma. Tuvimos que crecer para enlazar sus palabras con otros conocimientos y así llegar a pensar que estaríamos aproximándonos a la luz de la verdad.

Recuerdo mis notas de radio, muchas de ellas tomadas de las palabras de mi Maestro, que versaban sobre el grial, el grado de Cristo y la misión de los seres de luz. Ese sería el fundamento sagrado para hacer el ejercicio de retrospección y regresar a los libros de mi padre, bellamente descuadernados. En esos libros de Chrétien de Troyes regresé a las historias de Perceval, Lancelot y el Romance del Grial, y junté mis anotaciones a las de los templarios, los cátaros y las escrituras misteriosas de Gérard de Séde, para emprender un viaje lleno de descubrimientos y, de alguna manera, aproximarme a la simbología mística del Adorable Mesías.

Los tiempos han cambiado. En épocas pasadas las voces se silenciaban y la quietud y el temor guardaban las fuentes de nuevo en las bibliotecas ocultas, y hasta las tradiciones hablaban en voz baja para eliminar el riesgo. La vida moderna impone un cambio formidable, las palabras se alzan y salen a la luz las verdades más insospechadas, por mes, por día, por minuto; y en ese mismo momento, es muy posible que el mundo conozca algo en tiempo real. Por esto, la evidencia no puede ocultarse, porque se ha diseminado en la malla global de las comunicaciones; y en este escenario, lo incuestionable coincide, se corrobora, se impone, recobra vida y prevalece.

Ha finalizado la absurda era del miedo y en la investigación de la verdad todos dan un paso al lado, frente a sus convicciones y costumbres, para abrirse camino ante la maravilla de lo que se descubre. Y en estas revelaciones, personas de todos los credos y costumbres guardan un homenaje de silencio ante los mudos testimonios de las piedras, los papiros e inscripciones. Es como reencontrarse con la memoria de los padres. Los inseguros dudan más de su fe y se decepcionan, los crédulos se llenan de incertidumbre, a los incrédulos les nace por primera vez una pequeña llama de probabilidad y los místicos afianzan su camino y se acercan a la sabiduría universal que van conquistando paso a paso, pero que desde el principio ya tendrían apropiada por intuición.

La historia está mal fechada y equivocadamente contada, es una colcha desordenada de retazos que le tiene miedo a la verdad. Pudiéramos pensar que si por arte de magia saliera la realidad a la luz, tendríamos que desaparecer los libros de historia y las enciclopedias. Esto ya está ocurriendo, es increíble lo que se replantea todos los días, lo que se desbanca y revisa; nada ha quedado intacto, la historia toda está en tela de juicio. La realidad no coincide con la historia y la memoria conocida del tiempo no se teje con realidad, sino con hechos acomodados de los que ostentan el poder.

La historia de Jesús no solamente no es la excepción, sino que es uno de los casos más exagerados en cambios y tergiversaciones. Ningún suceso histórico, por trascendental que fuera, ha generado tal movilización de mudanzas, intereses, conveniencias, prohibiciones, guerras, cortinas de humo, pretextos, odios, egoísmos, persecuciones, sectarismos, discriminaciones y creencias dañinas; la sagrada imagen de El Redentor ha sido explotada de maneras insospechadas a lo largo de dos mil años.

La esencia mística del mensaje que impartiera el Adorable Salvador Jesús el Cristo ha desaparecido de las traducciones y de los textos de los copistas, no está en los registros oficiales, ha sido borrada por inconveniente en las centurias de mercadeo para los fieles, se ha desvanecido en las discusiones y en la institución corporativa de las opiniones con referencia a Jesús. La mística cristiana está solapada con el velo de los dogmas, de los símbolos fríos sin la memoria profunda de los significados, y ha estado envuelta en una espiritualidad material. Los signos sagrados que evocan el poder de cerrar los ojos y viajar hacia el interior han sido escondidos por los agentes defensores de la máquina mental. Los conceptos que sueltan las alarmas positivas para el despertar de la conciencia han estado guardados en estos dos milenios por los avaros de un conocimiento que ni siquiera ellos mismos tienen. Han ocultado la majestad del Ser Átmico o del Cristo interno, dueño de la magia de la luz del corazón y contestador interno de todas las preguntas.

¿Cómo entender que la vida de un Cristo es un libro de enseñanza? Ese conocimiento es misterioso, tiene muchas vertientes y, al mismo tiempo, se asimila a la evolución humana. Comprende la visión interior, la facultad del éxtasis y del desdoblamiento, en la milagrosa facultad humana de viajar en otras dimensiones; es la Navidad de la energía ascendente que ilumina el árbol de luz de la médula espinal, es la muerte búdica de los vicios y los apegos, la revisión universal de la sabiduría del alma, el poder de unión del corazón y la compenetración de amor en el tejido tántrico del Cosmos. La vida de un Cristo tiene en cada pasaje y circunstancia el significado fundamental de estos pasos de conciencia, desde que nace hasta que desaparece, en su enseñanza y en la prevalencia de su mensaje en la extensión de los siglos.

Los autodenominados expertos en materia espiritual pregonan que la Era del Mesías está llegando a su fin, que la supremacía de Jesús sería desplazada por los artificios esotéricos de los tiempos modernos, de angelitos de porcelana, agüeros inventados, adivinaciones asustadoras y maestros pomposos sólo de hábito. Se ha llegado a afirmar que llegaría la forma de sustituir la regia imagen del Adorable con magia simpática de salón. Todos estos son, desde luego, sofismas y mentiras que se desgajan de la mal entendida New Age milenarista, que vendía la nueva posibilidad de ser espirituales en las interpretaciones ligeras de la salvación colectiva, heredadas por la recién nacida Next Age más centrada en la persona, más egoísta, más egocéntrica, de culto y bienestar individual, sin pensar en la tela humana que existe alrededor.

Está ocurriendo todo lo contrario. La enseñanza de Jesús estaba dormida en la “forma” durante 20 siglos y ahora despierta en el “fondo”, en la esencia. El verdadero aguador es Cristo mismo, que llega en toda su majestad, cabalgando en el tiempo, en el corcel blanco de Sagitario, destapando los tesoros y secretos, recobrando el esplendor de la doctrina consciente. Transcurría en el pasado el tiempo de la sabiduría escondida de Jesús, en el oscurantismo de los arcanos. Y ha llegado el momento de la enseñanza iluminada del Cristo. Esta, en verdad, es la edad dorada del Cristo que regresa.

¿Quién puede dictar cátedra acerca de Jesús?, ¿quién tiene la última palabra? La respuesta es: nadie. No existe un ser humano, por estudioso o docto que parezca, que pueda entender la dimensión monumental de la vida mística del Mesías. Crecerán en número y cantidad los descubrimientos, se desencadenarán investigaciones imparciales y amañadas, grandes grupos se dedicarán a toda clase de estudios, discutirán las corrientes religiosas sobre los motivos de la condenación por hablar de lo descubierto; y le adjudicarán palabras al Salvador para sentenciar, desaprobar, maldecir y condenar. Pero todo será en vano, la luz de Cristo Jesús triunfará en el amor desinteresado por la humanidad, sin sesgos ni discriminaciones religiosas, culturales, sociales o geográficas.

Nosotros, entre tanto, grandes desconocedores de Jesús y de su extraordinaria enseñanza, sólo podremos concebir levemente su grandeza, haciendo incontables preguntas alrededor de su mensaje Y tratar de encontrar la respuesta en las ciencias místicas del alma.

CAPÍTULO I
LA HISTORIA DE JESÚS

El tema de Jesús es muy extenso y su abordaje exige investigación en todas las direcciones. Es indispensable conocer la tradición oculta de las grandes culturas, ya que Él podría estar relacionado con la sabiduría védica, con el budismo, la selva, el fenómeno ovni, con la India milenaria, con los lamas tibetanos o con los mayas. Jesús está más allá de los escándalos, del ego de los escritores, de los traumas humanos y de los sesgos mentales de los líderes religiosos. La majestad espiritual de Jesús supera la distorsión y el ruido mental de todos. Su vida tiene muchos secretos y enigmas, la parte pública, la parte secreta y los momentos importantes de su apostolado. Esa es la razón por la que todo lo escrito acerca de Él es novelado, influenciado por la tradición de las normas y por las corrientes religiosas.

La vida de Jesús, con toda seguridad, fue más importante de lo que sabemos o podemos concebir; en el Sagrado Corazón del Adorable solamente debe existir el interés genuino por la evolución de la especie humana. Para Él, por el sentido lógico de la iluminación, no existen sectas, escritores, revistas o escándalos de noticiero, todos generalmente equivocados, frecuentemente sesgados con su propia opinión y su propia inclinación.

La verdadera misión de Cristo ha descendido a un nivel equivocadamente psicofísico. Su memoria se ha entendido como bálsamo “calmante” de los males mentales y no como “curativa” o guía de la vida espiritual. La enseñanza indirecta de Cristo (a través de los alumnos de sus discípulos) se ha distorsionado, las sagradas escrituras han sido transformadas arbitrariamente por seres que jamás entendieron su valioso significado y que vieron inconveniencia en las palabras del Señor, durante más de dos mil años; y, como si fuera poco, el pequeño remanente de originalidad que aún existe, es malentendido, leído a letra muerta.

Esta posición ante la interpretación ha sido recomendada y avalada por jerarcas, directores y miembros activos de los diferentes grupos cristianos. Cristo es actualmente una figura utilizada a manera de comodín por parte de los religiosos mentales, quienes se amparan en lo que quieren entender para seguir cometiendo barbaridades. El hombre, en su inocencia destructiva, aún está convencido de que puede obrar desequilibradamente, y para ello sigue la secuencia estandarizada e intencional de pecado y arrepentimiento, una y otra vez.

La historia conocida de Jesús es una ilusión muy alejada de la realidad; difícil decirlo, pero es cierto. Ha sido tergiversada y cambiada por poderosos, sesgada para favorecer sectas y organizaciones mundiales, cambiada para desorientar, recortada para no comunicar la verdad, traducida a un lenguaje confuso para que las verdaderas palabras fuesen propiedad de una élite que ya desapareció, simplificada para eliminar las explicaciones y las preguntas, y para reunir a la gente en una gran fuerza más mental que espiritual. Porque en eso se han convertido hoy en día los fanáticos, apegados a un dogma mental al que se aferran, sin opinión, sin análisis y sin crítica, y al que dan crédito de manera irreflexiva. En este club entran también todas las pequeñas sectas esotéricas que nacieron en el siglo XX, muchas de ellas con la mejor intención de lograr la evolución espiritual, pero que se estancan en el dogma, al igual que todos, dogmas paralizantes que no dejan avanzar.

Así nació el cristianismo, en grupos de puristas y detractores, que luego murieron o se fortalecieron. Sectas a las que les aplicaron estrategias de marketing, como en cualquier empresa del mundo moderno. Hermandades a las que no les convenía la verdadera historia de Jesús, a las que no les convenía la verdad, por eso el cambio, el recorte y el maquillaje de los libros sagrados ocurridos hace 1.800, 1.700 y 1.600 años.

Las fuentes

La verdadera historia de Jesús, definitivamente, no está del todo en los Evangelios. En ellos solamente encontramos pequeños apartes y pequeñas situaciones de la vida de Jesús que, por estar escritas en clave, se han conservado a través de los años. Era tan difícil la situación religiosa y política del tiempo de Jesús, que se vio obligado a idear una forma de enseñar, con ejemplos ocultos, las leyes de la energía y de la evolución, y luego dar en secreto las explicaciones a sus discípulos. Hablaba en parábolas que posteriormente aclaraban los seres de luz que lo acompañaban, pero los Evangelios solamente contienen algunas de esas parábolas muy transformadas y algunas interpretaciones apostólicas al respecto.

Con El código Da Vinci se formó un escándalo sorprendente en el que su autor, Dan Brown, figuraba aparentemente como gran investigador. El escritor creó hábilmente una historia para la que siempre ha tenido dos respuestas: en la primera y para vender el libro, decía que todo estaba sustentado en investigaciones serias, pero si era muy atacado y veía que estaba en dificultades, esgrimía la segunda respuesta: “Esto no es más que una novela”, sólo que la historia es más compleja. Dan Brown elaboró El código Da Vinci con base en más de cien estudios de grandes investigadores sobre la vida de Jesús, las introdujo todas en una bolsa y “utilizó partes al azar”, creando un adefesio que mezcla una cosa con la otra, con la sola finalidad comercial.

La otra supuesta fuente son los apócrifos; pero ¿cuáles apócrifos? Muy seguramente puede pensarse en los libros nombrados como tales, que se editan desde mediados del siglo XX, con evangelios, historias, cartas y diversos Apocalipsis que hablan supuestamente de la vida de Jesús. Libros desconectados e incompletos que no relatan su verdadera historia y tampoco encontramos sus enseñanzas y la grandeza de Jesús, el Maestro de los Cristos.

Investigaciones sobre Jesús hay muchas, dos mil años escudriñando en todos los parajes en donde se encontrara la verdad. Pero, particularmente en la segunda mitad del siglo XX, investigadores sensatos y notables han logrado llegar “al borde del mantel”. Son muchos y sería difícil mencionarlos a todos, grupos enormes que indagan acerca de la Tierra Santa en época de Jesús, y las más recientes se hicieron desde los estudios de la Orden de Temple que hiciera Digot después de 1890. Bastantes son los descubrimientos, algunos accesorios, otros sustanciales, unos bien sustentados, otros sin ninguna base, pero en todo esto hay una característica notable: muy pocos son los precursores o los iniciadores de la búsqueda, los demás simplemente plagian lo descubierto. Es una verdad desagradable, pero evidente.

Los siglos XX y XXI forman la era del descubrimiento de la vida y obra de Jesús, particularmente desde 1920, y en años recientes, intensos en hallazgos, uno tras otro, no solamente lo encontrado en Francia, sino en todos los asentamientos abiertos de Tierra Santa: Nag Hammadi, Qumram, las cuatro excavaciones importantes en los suburbios de Jerusalem, las situadas en las cercanías de Egipto, las del Mar Muerto y distintas a las de Qumram, las del Alto Egipto diferentes a las de Nag Hammadi, y muchas otras.

¿Qué ha pasado con esto? Las circunstancias han “distribuido” lo encontrado para los aparentes análisis, entre diversas organizaciones internacionales y grupos religiosos que rondan las excavaciones con distintos intereses. Ellos no están ocasionalmente, vigilan a los expertos y a las universidades que hacen las investigaciones con la intención de intervenir. Esas participaciones tienen efectos secundarios negativos que avanzan y que desinforman, se está tejiendo una historia paralela de Jesús, supuestamente mística, pero que también es falsa, historia que encaja con la locura insensata de la nueva era, que inventa absurdos y conspiraciones, que son sólo imaginación.

Es imposible creer que se tienen todas las respuestas acerca de Jesús, con toda seguridad, nadie goza de ese privilegio, probablemente no existe ser humano o sobrenatural que tenga un conocimiento completo acerca del tema. Sin embargo, en la tradición mística, tanto en los conocimientos ancestrales como en la experiencia directa de los seres iluminados, se conocen muchos datos y se sabe mucho sobre la misión de Jesús el Cristo.

La primera pregunta que nos formulamos es si la única fuente de conocimiento sobre Jesús es el Nuevo Testamento, es decir, los Evangelios; pero no son la única referencia que nos habla sobre Jesús. Bastantes escritos antiguos que datan de su época narran historias maravillosas, evangelios legítimos, prohibidos por las comunidades cristianas primitivas, desde el siglo III hasta nuestros días, gran cantidad de libros sagrados, muchos de ellos desaparecidos para siempre, lamentablemente; pero “así tenía que ser”. Son los evangelios apócrifos, textos ocultos, no autorizados y considerados heréticos, por contener información de prácticas y dogmas secretos que, según quienes los prohibieron en el siglo III, “se prestarían para equivocadas y desviadas interpretaciones”. También existen narraciones oficiales y extraoficiales del Imperio Romano que en esos años invadió Tierra Santa; escritos como el de Publio Léntulo, gobernador de Judea; los manuscritos del Mar Muerto, encontrados en vasijas de arcilla en cuevas y pequeñas ciudades enterradas, algunos de ellos en estado perfecto de conservación y legibilidad; también los papiros de Nag Hammadi, encontrados en Egipto, que constatan la educación superior de Jesús en los misterios mayores de la evolución; y por último, tantas investigaciones acerca de Él, que sería imposible nombrarlas. Búsquedas de científicos, arqueólogos, historiadores, expertos en idiomas antiguos, etc., algunas muy acertadas, objetivas y reales; otras sesgadas, tendenciosas y desviadas, pero en gran parte de ellas es posible corroborar la misión mística y oculta de Jesús, con los días, más imposible de ocultar, porque siempre hay algo que sale a la luz y que es tan aplastante y contundente, que deja sin argumentos a los que niegan la verdad.

Existen más evangelios, el Nuevo Testamento no es ni el uno por ciento de los libros que se candidatizaron en la época de su formación. Existen evangelios de todo tipo, contemporáneos a Jesús y de pocos años después de que Él partiera, tal como ocurre con los cuatro Evangelios que conocemos, y otros posteriores. Los historiadores han comprobado que los evangelistas, Mateo, Marcos, Lucas y Juan, no conocieron a Jesús, aunque algunos digan que por lo menos dos de ellos sí eran apóstoles. De cualquier forma, eran narradores de la época, pero esto no es grave ni extraño, es común de esos tiempos. Recordemos libros tan importantes como La Odisea y La Iliada, atribuidos a Homero, que se sabe que nunca los escribió, pero contaba estas historias de pueblo en pueblo. Posteriormente se realizó la compilación de lo que contaba Homero y se formaron los dos libros más grandes de la épica de todos los tiempos.

Los apóstoles, o discípulos de Jesús, eran almas desarrolladas, lo sabemos por la grandeza de su Maestro; no eran seres ignorantes, insensibles y desconocedores de los misterios ocultos, como nos los han querido presentar, y no eran doce, eran más.

Doce es un número cabalístico que significa “misión” o “apostolado”, los discípulos eran más de cincuenta, todos ellos desarrollados y conscientes, algunos escribieron textos muy difíciles de interpretar por su profundidad y contenido esotérico, enseñanza encaminada a la formación espiritual de quienes los seguían, conocimiento místico, solamente interpretado por los que conocen los códigos evolutivos. Fueron discípulos de Jesús sus propios hermanos, quienes, según cuenta la tradición, eran numerosos por parte de José, que ya tenía hijos antes de unirse a la Virgen.

Existen evangelios de dogma místico, como el de Pedro; con detalles de su vida, como los de sus hermanos Santiago y Jaime; llenos de simbologías y conocimientos divinos, como el del “otro Juan”, el que sí conoció a Jesús (uno diferente al evangelista); y los hay polémicos, como el de Felipe, confundido con las sectas místicas de aquellos tiempos. Todos libros prohibidos, pero utilizados también por quienes los prohibieron. El evento ejemplo que señala esa doble conveniencia es la Asunción de la Virgen María, que no está en el Nuevo Testamento, sin embargo, es un dogma proclamado por Pío XII en 1950. Este episodio del tránsito, o Asunción de Nuestra Señora, se encuentra en los evangelios apócrifos, así como muchas otras tradiciones que no se encuentran en los Evangelios que conocemos y que se han difundido ampliamente en la tradición popular.

Jesús

Jesús no fue un hombre común, un ser de su estatura espiritual no puede ser ordinario, el grado de Cristo es el máximo en la escala evolutiva material, astral y mental. Seres como Él se funden con el corazón de la humanidad. Él tiene las mejores características de los guías de la raza humana, su presencia y doctrina pertenecería a todos, más allá de las religiones y de los fanatismos; por definición, es la encarnación de la perfección y del amor.

Al hablar de Jesús, recordamos a los grandes seres espirituales, los yoguis en India, los chamanes en América, los sacerdotes faraones de Egipto o los druidas de Europa del norte. Vinculamos a Jesús con las historias extraordinarias de los seres conscientes, como Siddharta, Babaji o Zoroastro; para ellos, así como para Jesús, lo de menos es caminar sobre las aguas, ser tan pesados como una montaña o tan livianos como una pluma; para ellos, es natural aparecer en varias partes, recorrer distancias enormes en un segundo, revibrar la materia o viajar en vórtices interdimensionales, sólo para citar algunos ejemplos.

Jesús no era un ser común o un simple maestro, como dicen muchos, su majestad se manifestaba sobre su infinita humildad y sencillez. Todos estos seres sorprendentes han sido calumniados, segregados y maltratados por propios y ajenos, por fuerzas opuestas a su misión; pero su doctrina de ayuda y amor siempre sale adelante y es un éxito. “Por sus obras los conoceréis”, nos enseño Él mismo.

Jesús es presencia viva y actual, en el sentido literal de las palabras. Para hacer tal afirmación, es necesario comprender el verdadero significado de resurrección.

¿Qué diferencia hay entre resurrección, longevidad y reencarnación? En Oriente se conocen las sendas y las metas de la disciplina espiritual, los rigurosos caminos para alcanzar los objetivos de la conciencia, las vías para el despertar o la iluminación. Los monjes que han alcanzado altos grados de espiritualidad, cuando desencarnan en Tíbet, India, China o Tailandia, se autoincineran o permanecen con sus cuerpos incorruptos durante años. Algunos de ellos desaparecen en el momento de desencarnar; casos extraordinarios, pero que no son ni resurrección ni eternidad del cuerpo. Más allá de esto se encuentra el insondable misterio de Jesús, con su categoría de evolución; las tradiciones místicas hablan de su existencia en Cuerpo Glorioso o en estado de resurrección.

Resurrección es una palabra compleja que pertenece a los dogmas de las grandes religiones, incluidas las cristianas, pero pocos parecen conocer en profundidad lo que significa el término “resurrecto”. Para entenderlo, es necesario nombrar casos de otros grandes guías, seres extraordinarios escasamente conocidos en Occidente. Citemos el caso de Babaji, el yogui inconmensurable de India, un ser inconcebible para la mente común, que ha estado apareciendo desde hace cientos de años con el mismo cuerpo atlético y joven de 30 años. Existen muchas pinturas de él en siglos pasados, con su cabello largo y en posición perfecta de “Padmasana” (con los pies cruzados). Él es el padre del Kriya Yoga, disciplina que combina la meditación con la repetición, el mantra y el poder mental. La gente en India suele decir: “Mi abuelo vio a Babaji en 1910”. En otro relato del siglo XVIII, existe una pintura en aceite de Babaji, otras que no tienen fecha y, hace poco, en una fiesta espiritual de India, apareció de nuevo. Babaji tiene muchos nombres, aunque en sí significa “padrecito”, en otros lugares se le denomina el “Atman viviente”, o el “Atman que no muere”, en otras palabras, Babaji es considerado por las religiones orientales como un Cristo encarnado durante miles de años.

También sus discípulos son considerados seres de luz, su discípulo Lahiri Mahasaya es conocido en India como un elevado maestro espiritual, no con atributos semejantes a los de Babaji, pero el sólo hecho de ser su aprendiz dice algo extraordinario de él. Todo lo que existe alrededor de Babaji es mágico: apariciones y desapariciones súbitas; instrucciones dadas a muchas personas en sueños y en cuerpo físico acerca del Kriya; narraciones extraordinarias de sus seguidores, etc. Como Babaji, otros seres de menor rango han vivido durante mucho tiempo. Recordemos a Saint Germain, que apareció en toda Europa durante 500 años, hasta 1880, cuando perdió el cuerpo para encarnar normalmente y ayudar a la humanidad en el camino de la evolución. Recordemos también al conde Cagliostro, que no solamente vivió cientos de años, sino que podía estar simultáneamente en varios sitios: aparecía en París, Venecia, Insbruck y Caláis al mismo tiempo, en una época en la que el avión aún no existía ni estaban desarrolladas las comunicaciones. Además, aquí, en la América prehispánica, las narraciones que se han encontrado acerca de Bochica, su sola descripción corresponde a un maestro celta; o del sur de India, donde de él también se dice que tenía el don de la ubicuidad. Entre los incas podemos encontrar los poderes extraordinarios de Viracocha, que dominaba los elementos, enseñaba curación y magia en todos los Andes y en la selva.

Examinando la historia de Jesús, encontramos que caminaba sobre las aguas, hacía sanaciones, impartía enseñanza mística, protagonizaba hechos milagrosos, manejaba los elementos, etc. Se habla de su resurrección al tercer día (como en tantos otros casos de seres extraordinarios) y en distintas escrituras espirituales está consignado que su ser iluminado vive eternamente y que su Sagrado Corazón está unido al de toda la humanidad.

Las ciudades perdidas

Jesús, por su condición de grado crístico, es actual, viviría eternamente en las ciudades secretas, unidas por el poder del corazón a los centros evolucionados del Cosmos, en planos superiores de conciencia, en espacios que se encuentran en otras dimensiones que se concentran en algunos puntos del planeta. Así, por ejemplo, se encontraría la verdadera Tule (que está cerca de Chile en una isla y no en el norte como siempre se ha creído). Así se cuenta que está Teotihuacán, en México. Así estaría el templo astral de la sierra de la Macarena en Colombia, justo sobre el río de los Siete Colores. En estado astral estaría la ciudad sagrada de Müspellheim, que se encuentra al norte de Escocia. Y también, la ciudad de Heimdall, en todo el centro de Greenland. Cada uno de estos puntos no son más que la entrada al gran centro-corazón de la Tierra, en donde vivirían, con sus cuerpos incorruptos, los grandes guías de la humanidad, a este centro se podría llegar por ciudades sagradas, portales, entradas o vórtices.

Un ejemplo, infortunadamente conocido por catastrófico, es el famoso triángulo formado entre Florida, las Islas de las Bermudas y la isla de Saint John, en el Océano Atlántico, y que es conocido como el mar de los Sargazos, entre los meridianos 65 y 70, longitud 27. Allí existiría un vórtice, regido por los rectores del karma, quienes pasaron por este y desaparecieron como por encanto. Como tantos barcos, buques, aviones y pequeñas embarcaciones, serían seres agrupados de manera consciente y dirigida, ellos deberían dar un salto natural y cambiar su karma en otras dimensiones, para ayudar a la humanidad.

También al norte de Calcuta y cerca de una población en India, denominada Chandarnagar, nos dice la tradición que existe una de las grandes entradas al Templo de Agarti, o Shamballa, antesala central del centro-corazón de la Tierra. Más al norte, en Nepal, está la población de Gorkha; al occidente de Katmandú estaría el vórtice de entrada de los Himalayas; y aun, entre el Potala, que está situado en Lhassa y la ciudad de Dagzé, los monjes poderosos del pasado acaso hicieron un vórtice en esas regiones montañosas inaccesibles, para recibir instrucción directa de los grandes maestros. Hoy, esta región pertenece a la China himaláyica.

Y existirían otras entradas, como la que se encuentra en una sierra del Tíbet, llamada Gangdise Shan, en donde nacen los ríos Indo y Brahmaputra, también pertenecientes actualmente a China; en Brasil, cerca de Belén de Pará, habría otra; y en Yucatán, en las cuevas situadas cerca de Cancún, se hallaría otro vórtice, desde mucho tiempo antes de que aparecieran los mayas.

Quizá los vórtices o portales más famosos y publicitados son los polares. Al del Polo Sur, dicen los místicos, se llega desde Nueva Zelanda, hasta el monte Kirkpatrick en la Antártida. También aquí han desaparecido muchos aviones porque habrían entrado en una cortina interdimensional. A las puertas del Polo Norte se llegaría desde una isla conocida como Tierra de Francisco José, cerca del mar de Kara, en Escandinavia; y al norte de la desaparecida Unión Soviética podrían existir dos vórtices de entrada al corazón terrestre. En muchas ocasiones han fotografiado estas puertas, cuando se encuentran abiertas, y las han confundido con los agujeros de la capa de ozono, pero no habría forma de explicar cómo pueden salir en una placa fotográfica normal.

Los místicos relacionan profundamente a Jesús con las ciudades y templos de otros planos. Él tendría el poder de hacer presencia en las ciudades sagradas, en el centro-corazón de la Tierra. Su ser pertenece a la humanidad entera, junto a Él vivirían las almas más excelsas de todas las culturas y corrientes espirituales, en permanente comunicación con seres iluminados del Cosmos. Su ser es crístico, como el de otros pocos que tienen sus cuerpos resurrectos, allí también están las almas en estado búdico y que en Occidente son llamados ángeles, todos ellos en permanente comunicación con nosotros, con el poder del corazón. Por esta razón, la comunicación en oración con Jesús jamás sería infructuosa, pues su relación de conexión con la red humana mundial sería indudable.

Los esenios eran una secta hebrea que se desarrolló cerca del año 150 antes de Jesús, a partir de otro grupo más antiguo y que data de cientos de años más atrás. Era una comunidad muy estricta: bautizaban con agua, practicaban el celibato, pero hacían ejercicios de luz y energía psicofísica; sus tenencias, bienes y posesiones eran comunitarios; no aceptaban la poligamia, es decir, condenaban la infidelidad o deslealtad con su pareja. Estas son razones que siempre han llevado a los investigadores a afiliar a Jesús dentro de la secta esenia, no obstante, aunque Jesús era compatible con ellos, parecía no pertenecer del todo a esta organización. No era completamente esenio, probablemente porque era un grupo manifiestamente agresivo con los que consideraban paganos, y pensaban que la ocupación romana estaba aceptada y avalada por los mismos sacerdotes judíos, aunque ellos, al igual que los judíos, esperaban un Mesías político y social que los liberara de la esclavitud. Jesús no cumplía con estas expectativas, dado que su revolución era netamente espiritual, las proporciones monumentales de su mensaje no se restringían únicamente a Palestina, cambiarían al mundo y lo dividirían en eras. Jesús tampoco estaba de acuerdo con la violencia y el exterminio de los paganos; para Él, todos somos potencialmente divinos y evolucionados, y sus leyes de evolución pertenecen a la humanidad entera. Esta es una característica de los grandes seres, de los salvadores y de las almas que han logrado su cristificación; su enseñanza no está afiliada a una secta en particular ni está dirigida a un grupo específico de personas: su sabiduría es universal y es aplicable a todos los seres humanos.

CAPÍTULO II
EL NACIMIENTO DE JESÚS

Es necesario recordar el misterio del advenimiento de Jesús antes de repasar aspectos de su vida. En primera instancia, encontrar el registro del significado profundamente espiritual de la Navidad y algunos elementos asociados que se encuentran en libros que, rechazados por considerarse inconvenientes, no son menos sagrados.

La Navidad no es física, es espiritual. Sus galas, luces y colores pertenecen a las dimensiones superiores, la mente en su aspecto elevado las percibe, las traduce, las acomoda y, por último, las cristaliza en el mundo tridimensional. El hombre viste inconscientemente la imagen del ser espiritual interior con los hermosos ropajes de la luz crística, con la existencia de reyes, palacios, terciopelos, sedas, suntuosos muebles, espléndidos jardines llenos de flores, linda música, comodidad; es la abstracción que hace el ser humano con materia de su profundidad interior, de su única realidad.

Luces y campanas nos invitan al desarrollo de la conciencia, el espíritu saca a relucir sus símbolos en la Navidad para anunciar, tal como dijo el adorable Salvador, que es necesario el nacimiento de Cristo, del Niño de Oro, en el interior del humano, en la caverna fría y contemplativa del ermitaño; en invierno crecerá entre mercaderes y murmuradores, y superará la muerte en primavera, luego vestirá los majestuosos ropajes de los reyes de invierno, viviendo para siempre en lo más puro y sublime de todos los seres que habitan el universo.

La Navidad es mística

El 25 de diciembre, día de Navidad, es cuando se conmemora el nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo, hace más de dos mil años. Esta afirmación es correcta para los cristianos, quienes aceptan en su fe y en su devoción un dictamen que no fue impartido por el hecho de su nacimiento en esa fecha, sino por jerarcas religiosos de la época.

Es interesante investigar la causa exacta de la celebración en ese preciso día, por lo que vale la pena mencionar algo sobre ello. El 25 de diciembre no siempre ha sido el día de Navidad, más de cien veces el hombre ha cambiado la conmemoración del nacimiento de Cristo. Sólo hasta el año 336 se fijó la fecha actual, no porque el Señor hubiese nacido en ese día, sino por dos razones fundamentales:

Jamás se pudo calcular el día exacto del nacimiento, apenas se ha podido saber algo del año en que ocurrió una gran conjunción planetaria, seis años antes de la fecha oficial. Navidad es el día en que nace Nuestro Señor Jesucristo en Bethlehem. Tal aseveración en parte es cierta: su importancia y gran significado evocan y simbolizan muchos aspectos que la humanidad ha olvidado.

Navidad es el gran acontecimiento de la vida espiritual, es el registro anual que se celebra en este planeta del nacimiento del Cristo-Espíritu-Puro en el interior de cada ser humano, después de haber trabajado en la construcción de su camino de iniciación. Ese fue el mensaje del Señor, enseñado con su propia vida en una de las épocas más oscuras de la humanidad.

La tendencia general es señalar esta fecha como una celebración únicamente histórica, perdiéndose con esto la esencia del suceso. Existe, obviamente, la persona de la cristificación, que es Jesús, figura suprema aun entre los seres elevados de otras tradiciones religiosas. Existen también las características de los maestros iluminados que han logrado el estado de la cristificación y que, en mucho, coinciden en su advenimiento con las circunstancias que se presentaron el día del nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo.

Y existe el verdadero mensaje del Señor, la cristificación de los seres espirituales, de los que practican la senda de las cuatro vías de la conciencia:

Cristo como persona histórica

Jesús es el ser más grande que ha estado entre nosotros, en el plano material y en las dimensiones superiores. Es la suprema manifestación del Padre en una sola persona, es el maestro de los seres cristificados en este sistema, es la síntesis de la espiritualidad, la devoción, la rectitud, la recta moral, el equilibrio, el sendero correcto, la pureza, la veracidad, la perfección y el amor.

Su ser crístico inmaculado se encuentra disperso en todos los seres del mundo, su infinito amor es para todos: americanos, asiáticos, oceánicos, europeos, africanos, negros, blancos, amarillos, etc. Para su corazón no existe criatura alguna que no merezca su presencia, es la síntesis de las síntesis, la espiritualidad más elevada y el misterio de los misterios. Nació hace más de dos mil años (seis años antes de nuestra era, más los agregados por el cambio de los calendarios) en Bethlehem de Judea (Palestina), de Nuestra Señora la Virgen María y el venerable sacerdote José, descendiente del rey David, por lo cual, es de suponer la sangre real de Jesús; era hijo de reyes.

En libros apócrifos, que no se incluyeron entre las Sagradas Escrituras, se cuenta que una mujer partera  ayudó en el alumbramiento de la Virgen María. Dicha mujer habla claramente y da testimonio del misterio de la virginidad de Nuestra Señora y cuenta, además, algunos prodigios de gran importancia:

Es interesante saber que los esenios tenían características paralelas con los yoguis de India y con los sacerdotes egipcios.

Toda la familia del Señor pertenecía a la orden de los esenios, grupo hebreo que se distinguía de los demás por sus rituales hermosos, llenos de ocultismo y simbología. El sistema de vida esenio era bastante riguroso: tenían voto de pobreza, tal como los franciscanos; debían practicar la transmutación mental diaria, es decir, todo el día trabajaban con sus propios errores; observaban conocimiento y profunda sabiduría en lo referente al manejo de la energía sexual y otras energías; meditaban de la misma forma que lo hacen los lamas; conocían y practicaban rituales egipcios e hindúes; realizaban rituales completos de purificación, comprendían perfectamente la transmigración de las almas (reencarnación); sabían del tránsito del hombre por la senda de la evolución hacia la conciencia y la iluminación; e iniciaron la costumbre del bautismo, tomada de ritos sagrados antiquísimos.

Desde el mismo nacimiento, Jesús mostró su ser sobrenatural y poco a poco adoptó una vida absolutamente esenia. En los años ocultos de su vida, fue iniciado por egipcios, himaláyicos, indos y esenios, acumulando el conocimiento de las grandes doctrinas de la antigüedad. Él es el Cristo del que nos habla la historia, la personificación del perfecto espiritualismo, la vivencia del proceso interno de la cristificación, encarnado por el más grande de todos los seres celestiales. Seres enormes en su espiritualidad, también han encarnado en condiciones similares.

¿Cuáles son estas circunstancias y qué significan? El Señor nació de una virgen, pero ¿de qué virginidad habla la tradición? Jesús, al igual que otros seres de similar magnitud, nació de una virgen, de una mujer purísima, iniciada en los grandes misterios y con la conciencia despierta. El nacimiento de Jesús es un hecho importante que no pudo haber sido improvisado: los seres que lo rodearían, sus padres, sus discípulos, la época en que nació, todo se reunió y planeó con antelación para que se presentara el acontecimiento.

Según los textos antiguos del cristianismo primitivo, que no fueron contemplados en el Nuevo Testamento, Nuestra Señora la Virgen María, para ser merecedora de llamarse madre de Cristo, debía ser un espíritu excepcional. Nuestra Señora observó con seguridad cada uno de los estrictos mandatos de la orden esenia. En su infinita pureza tenía sus sentidos y poderes despiertos, y su comunicación con las esferas elevadas era permanente. La Virgen María gozaba de la sabiduría de los esenios más iluminados, por ello, su cuerpo estaba preparado en materia y aura para recibir al Hijo del Cielo.

He aquí algo raro en los misterios que acompañaban la venida de un ser crístico como Jesús, algo que no sólo ocurre en el caso de Nuestro Señor, también sucede en otros sagrados advenimientos. El padre adoptivo, o el que hace las veces de padre, es una figura necesaria, pero secundaria en las Sagradas Escrituras, aparece como actor de varios sucesos en la historia, pero de su vida personal no existe narración escrita, excepto en los libros apócrifos, elaborados por personas cercanas a Jesús, tan genuinos como la Biblia, pero tan ricos en escritos ocultos que provocarían toda clase de polémicas.

En dichas obras, y específicamente en el libro denominado “Evangelio de la Natividad de María”, existen varios capítulos dedicados a san José y, entre ellos, el que se refiere a su escogencia para esposo de la Virgen. Es el que contiene más elementos esotéricos y dice bastante sobre quién era José y por qué fue elegido. Veamos:

Capítulo VIII: “Y había, entre otros, un hombre de la casa de la familia de David, llamado José, y ya entrado en años. Y, al paso que todos fueron ordenadamente a llevar sus varas, él omitió llevar la suya. Y, como nada apareció que correspondiera al oráculo divino (ninguna produjo flores), el gran sacerdote pensó que había que consultar de nuevo al Señor, el cual respondió que de todos los que habían sido designados, sólo el que no había entregado su vara era aquél con quien debería casarse la Virgen. José fue así descubierto. Y, cuando hubo llevado su vara y en su extremidad reposó una paloma venida del Cielo (es de suponer que también floreció la vara), todos estuvieron de acuerdo con que a él le pertenecía el derecho de desposarse con María. Y, una vez celebrados los desposorios, se retiró a Bethlehem, su patria, para disponer su casa y preparar todo lo necesario para las nupcias; en cuanto a María la Virgen del Señor, volvió a Galilea, a casa de sus padres, con otras siete vírgenes de su edad y educadas con ella, que le había otorgado el gran sacerdote”.

Del anterior texto se podría obtener las siguientes conclusiones: