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Perros que
ladran de noche



COLECCIÓN TEATRO EMERGENTE











José Alberto Gallardo






Perros que
ladran de noche













EDICIONES EL MILAGRO












I have almost forgot the taste of fears.
The time has been, my senses, would have cooled
To hear a night-shriek, and my fell of hair
Would at a dismal treatise rouse, and stir,
As life were in’t. I have supp’d full with horrors:
Direness, familiar to my slaughterous thoughts,
Cannot once start me.

SHAKESPEARE

Macbeth, escena V, acto V


[Ya casi he olvidado el sabor del miedo.
Hubo un tiempo en que hubiera congelado mis sentidos
oír sus gritos nocturnos, y todos mis cabellos
se habrían erizado con cualquier historia de terror
como si vivos estuviesen. Ya estoy saciado por atrocidades.
El horror, tan familiar para mis criminales pensamientos,
ya no me sobresalta.]

SHAKESPEARE

Macbeth, escena V, acto V


PERSONAJES








PAULINA

34 años. Esposa de Pablo


PABLO

38 años


JOSÉ

65 años. Íntimo amigo del padre de Pablo


JUAN

66 años. Un mesero y servidor público










I
LA APARIENCIA
HOY

Noche del funeral de Pablo. Casa de Pablo y Paulina.

PAULINA No estoy paralizada ni me encuentro al borde. Yo conozco la felicidad por instantes, mas éste no es uno de ellos. En apariencia me encuentro buscándome algo para la apariencia: un vestido y unos lentes oscuros, un suéter —no un abrigo, los abrigos pesan— y unas medias, y, aunque no quisiera, quizá unas botas para cubrirlas. Y el conjunto todo en negro. Oscuro.

JOSÉ Cuando oscurece te aseguras de que todas las luces que circundan tu hogar se hallen encendidas; te aseguras de que los pasillos cuenten con la mínima iluminación. Y te has hecho poner pisos de parqué, duela o mosaico. No mármol, como él. Mucho menos alfombra. Porque ni la alfombra ni el mármol crujen lo suficiente si alguien llegara a caminar o a gatear sobre ellos. Mas a él, a él le gustaba el mármol.

PAULINA Pero siento que los colores oscuros no me van. Como que me avejentan. O le restan luz a mi cara. ¿No cree?

JOSÉ ¿Perdón? ¿No “cree”?

PAULINA ¿No “cree” que me vendría mejor algo más claro? No digo que algo festivo, sino…

JOSÉ ¿“Cree”? ¿Festivo?

PAULINA Es que a él nunca le gustó, nunca le ha gustado… no le gustaría que me vista de negro. Perdón, voy a cambiarme. Por cierto, ¿avisó a alguien?

JOSÉ ¿A alguien?

PAULINA A alguno de los suyos.

JOSÉ ¿De “los míos”?

PAULINA No de “los suyos”. De los de “él”, de los del padre de él.

JOSÉ Me pareció que debía.

PAULINA Eso pensé.

JOSÉ ¿Quieres que llame a alguien en particular?

PAULINA No. Solamente a… sabes a quién no.

JOSÉ De acuerdo. Aunque supongo que se habrá enterado. No dudo que acudirá. Lo siento, Pau…

PAULINA Déjalo entonces, no tiene importancia.

JOSÉ ¿Quieres algo? ¿Qué te traigan algo? ¿Algo de comer? ¿O de beber?

PAULINA No, gracias; desayuné.

JOSÉ ¿Desayunaste?

PAULINA Sí. ¿Tú no?

JOSÉ Desde luego, sí, claro, pero… Perdóname, no quiero entrometerme, pero… es sólo que por la hora…

PAULINA Desayuné aquí.

JOSÉ ¿Aquí?

PAULINA Sí.

JOSÉ Entiendo que habían preferido deshacerse de… ayudantes.

PAULINA Ayudantes.

JOSÉ Servidumbre.

PAULINA Así les llaman, sí. Sí, hace más de dos años.

JOSÉ ¿Te… preparaste tú…?

PAULINA ¿El desayuno yo sola? No.

JOSÉ ¿Había alguien más?

PAULINA Él. Mi esposo. Él nos lo preparó. Después subió, me despertó: no con un beso, tampoco una caricia; me desperté cuando él estaba ya adentro de mí. Me dijo algo al oído que no entendí, mientras me hacía el amor. Terminó. Besó mi cuerpo. Se levantó, me dijo que el desayuno estaba servido. No me cubrí. Entró al baño. Bajé y probé el café, al que le había puesto algo de licor, como si fuera un irlandés. A usted le gusta el café irlandés, ¿cierto? Escuché ruido, le llamé seis veces, la sexta gritando, pero no me moví de ahí, porque pensé que preparaba una sorpresa. Descubrí que la cortina se hallaba corrida y que del edificio de enfrente un hombre observaba mi desnudez. Entonces escuché el disparo.

JOSÉ Por Dios.

PAULINA ¿Perdón?

JOSÉ Perdón… Dios. ¿Le… le has… le has relatado todo esto, algo, a… a la policía, a “alguien”?

PAULINA ¿Qué?

JOSÉ ¿Cómo que qué? ¡Todo esto! Los ruidos, la persona que te miraba desde el edificio de enfrente, la cortina…

PAULINA ¿Para qué?

JOSÉ ¿Cómo? ¡¿Cómo para qué?! Perdón, Pau, Paulina, pero… entiendo que ahora…

PAULINA Me quedé entonces sentada, era un omelette, de salmón con queso crema y espinacas. Y por supuesto algo de fruta, papaya.

JOSÉ ¿Papaya? No has descansado nada, creo que llamaré a un… un amigo que conozco, es médico, no tradicional, tal vez él…

PAULINA Está muerto. ¿Qué más —puta madre— puede importar?

JOSÉ ¿Perdón? Perdón, Pau, pero… yo… Dios… Yo, yo he sido amigo de su padre y a ti, a ustedes los he querido como si fueran mis propios hijos y creo que es mi deber…

PABLO A José (amigo íntimo de mi padre; don José, por lo tanto; para mí simplemente tío; a veces —la mayoría—, simplemente José); a José le preocupaba que nuestra casa estuviera frente a un conjunto de edificios y en una colonia más bien transitada, casi popular y no residencial. Le inquietaba sobremanera que tuviéramos ventanales tan amplios que, aunque dan al jardín, el interior bien puede ser observado desde alguno de los departamentos de enfrente. Y, sobre todo, que parte del piso fuera de mármol y otra, de alfombra. A mí, en lo particular, no me gusta el mármol. Por eso alfombramos algunas partes. La verdad, siempre me ha gustado la duela —como sugería él—, pero no hemos juntado para ponerla.

PAULINA Voy a cambiarme.

JOSÉ ¿Qué? Claro, claro, perdona. Adelante.

PAULINA ¿Le gustaría quedarse?

JOSÉ ¿Perdón?

PAULINA Unos días.

JOSÉ ¿Quedarme? ¿Aquí?

PAULINA En el cuarto de visitas.

JOSÉ Claro, eh… bueno, no lo sé. Mi esposa, tendría que… lo platicaré con ella…

PAULINA Si quieres, puedes traerla.

JOSÉ ¿Cómo? ¿A ella? Claro, sí… ¿No preferirías mejor pasar tú unos días con nosotros?

PAULINA No, gracias. Olvídelo, perdón, no se sienta presionado. Voy, voy a cambiarme.

JOSÉ