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Editado por HARLEQUIN IBÉRICA, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

© 2010 Teresa Carpenter. Todos los derechos reservados.

CHISPAS DE AMOR, N.º 2409 - julio 2011

Título original: Sparks Fly with Mr. Mayor

Publicada originalmente por Mills and Boon®, Ltd., Londres.

Publicada en español en 2011

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con permiso de Harlequin Enterprises II BV.

Todos los personajes de este libro son ficticios. Cualquier parecido con alguna persona, viva o muerta, es pura coincidencia.

® Harlequin, logotipo Harlequin y Julia son marcas registradas por Harlequin Books S.A.

® y ™ es marca registrada por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

I.S.B.N.: 978-84-9000-648-1

Editor responsable: Luis Pugni

ePub: Publidisa

Inhalt

CAPÍTULO 1

CAPÍTULO 2

CAPÍTULO 3

CAPÍTULO 4

CAPÍTULO 5

CAPÍTULO 6

CAPÍTULO 7

CAPÍTULO 8

CAPÍTULO 9

CAPÍTULO 10

CAPÍTULO 11

CAPÍTULO 12

Promoció

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Portada Sueños de amor

www.harlequinibericaebooks.com

CAPÍTULO 1

–CUANDO sea mayor voy a casarme con Cole –anunció una vocecita desde el asiento trasero del coche.

–¿Ah, sí? –Dani Wilder miró a su hija de tres años por el espejo retrovisor. Sus rizos de color caoba eran una mezcla perfecta del pelo color chocolate de su padre y el tono cobrizo de ella. Y el destino la había bendecido con los ojos azules de Kevin, ya que los suyos eran de un tono gris más bien aburrido.

–Sí –le confirmó Faith, con una sonrisa. Siempre inquieta, la niña empezó a patear el asiento delantero con sus botitas–. Cole me ha dicho que soy su chica favorita.

Dani apretó los dientes, decidida a hablar con Cole Sullivan a la primera oportunidad.

Una imagen del hombre apareció en su mente entonces: apuesto, de pelo oscuro y brillantes ojos azules. Era alto, ancho de hombros y con aspecto de atleta.

Se habían mudado a Paradise Pines diez meses antes y no llevaba allí más de una semana cuando le hablaron de la reputación del alcalde con las mujeres. Por lo visto, era un seductor, el tipo de hombre que las amaba y las dejaba después. Y eso lo decía todo para ella. Daba igual que, misteriosamente, se llevara bien con todas sus ex novias. En cualquier caso, no pensaba dejar que encandilase a su hija.

Dani giró a la izquierda para entrar en el aparcamiento del restaurante y buscó un espacio libre. Iban a cenar con Samantha Sullivan, su mejor amiga desde el instituto, y su familia.

Samantha era la razón por la que había elegido vivir en Paradise Pines, un sitio tranquilo y seguro para criar a Faith.

–¿No crees que deberías consultar conmigo antes de casarte con alguien?

–Me casaré cuando sea muy mayor. Pero te lo preguntaré de todas formas, mamá.

Dani sonrió mientras aparcaba el coche. Era una suerte tener una niña tan buena, pensó mientras se daba la vuelta en el asiento para arreglarle el vestidito rosa con chaquetita a juego, las dos piezas con un remate en negro.

–Estás muy guapa esta noche, cariño.

Contenta, Faith pasó las manos por la falda del vestido.

–Tú también estás guapa, mamá.

–Gracias. Y recuerda: tienes que ser buena, debes portarte bien en el restaurante.

Faith asintió con la cabeza mientras Dani salía del coche para sacarla de su sillita de seguridad.

–Cole podría ser mi papá en lugar de casarme con él –dijo la niña–. Entonces podría vivir con nosotras y no tendré que esperar hasta que sea mayor.

A Dani se le encogió el estómago. Estaba claro que su hija necesitaba un padre. Le había hablado mucho de Kevin y solía enseñarle fotografías, pero sabía que nunca sería real para su hija.

Faith quería alguien con quien poder jugar, alguien que la arropase y le contase cuentos por la noche.

–No es tan fácil, cariño.

Especialmente con Cole Sullivan que, por lo que decían, era alérgico a cualquier forma de compromiso.

–¿Por qué no? –Faith tomó su mano mientras entraban en el restaurante.

–Porque un papá es parte de la familia. Tú y yo somos ya una familia.

–Pero podríamos preguntarle a Cole si quiere ser de la familia.

O no.

–No funciona así, cariño. Se supone que las mamás y los papás tienen que quererse y yo no conozco al señor Sullivan.

Lo cual era cierto. Aunque lo había visto en varias ocasiones, en su capacidad de alcalde, socialmente sólo lo había visto tres veces y siempre en grupo. Y siempre mantenía las distancias.

Era el cuñado de Samantha y lo conocía porque su amiga cuidaba de Faith por las tardes tres veces a la semana. Aunque sabía que Cole disfrutaba jugando con los niños y visitaba frecuentemente la casa.

–Ah, claro –entristecida, Faith dejó escapar un suspiro.

Menuda actriz, pensó Dani, disimulando una sonrisa.

–Ah, aquí está mi chica favorita –escuchó una voz masculina tras ella.

–¡Cole! –exclamó Faith, soltando su mano para agarrarse a las piernas del hombre–. ¿Qué haces aquí?

Buena pregunta. Dani esperaba que no fuese a cenar con ellas.

Cole tomó a Faith en brazos y la niña rió, encantada.

–¡Mira, mamá, soy más alta que tú!

–Sí, ya lo veo. ¿Le importaría dejarla en el suelo, alcalde? Le está arrugando el vestido.

Cole la miró con sus burlones ojos azules, pero no dijo nada.

–No me importa, mamá. Me gusta –dijo Faith, enredando sus bracitos en el cuello de Cole.

–No, tu mamá tiene razón, no queremos arrugar ese vestido tan bonito –Cole dejó a la niña en el suelo y miró a Dani–. Y no hace falta que seas tan formal, puedes llamarme por mi nombre.

¿Estaba riéndose de ella? Qué cara, pensó Dani. Ella tenía todo el derecho del mundo a proteger a su hija como quisiera.

–Cuando tengas unos minutos, me gustaría hablar contigo –le dijo. La sonrisa de Cole desapareció.

–Sí, por supuesto –el alcalde se volvió hacia el camarero–. Tenemos una mesa reservada a nombre de Sullivan.

En ese momento se abrió la puerta y los Sullivan entraron, con el consiguiente caos de saludos y besos. A pesar de tener la misma estatura y color de pelo, el aspecto físico de Alex y Cole era diferente. Mientras Cole era fibroso y más bien delgado, Alex era fuerte. No le costaba nada llevar el moisés con su hijo de siete meses dentro.

Dani sabía que eran seis hermanos Sullivan. Los cuatro a los que conocía eran hombres guapísimos, fuertes y varoniles de pelo oscuro y ojos azules. Y no tenía la menor duda de que los gemelos, a los que no conocía, serían igualmente guapos.

Sabía que Samantha tenía ilusiones de que acabase con alguno de ellos, pero lo único que Dani quería era criar a su hija y llevar su negocio. No tenía tiempo para hombres.

Sami llevaba en brazos a su hijo de dos años, Seth, mientras el de cuatro se acercaba para abrazar a Faith.

–Hola, cariño –Dani besó a su amiga y a Seth, que había alargado los bracitos hacia ella–. Me alegro de que hayamos podido reunirnos todos.

–Yo también –Samantha le pasó un brazo por los hombros–. Vamos a pasarlo muy bien. ¿Ya tenemos nuestra mesa?

–Sí, enseguida –dijo el camarero. Una vez sentados a la mesa, con los niños en sus tronas, Cole tomó a Dani del brazo.

–Perdonadnos un momento. Vamos a charlar fuera un rato.

–No teníamos que hablar ahora mismo –protestó Dani mientras salían del restaurante–. Podríamos haber hablado después.

–No –Cole la soltó cuando estuvieron fuera–. Yo creo que estas cosas hay que hablarlas cuanto antes, así no hay falsas expectativas.

–¿Falsas expectativas? –repitió ella, sorprendida. ¿De qué estaba hablando?

Una vez sentados en un banco frente a la puerta, Dani intentó apartarse todo lo posible. Pero tan decidida estaba a apartarse que estuvo a punto de caer por el otro lado y, sin querer, acabó agarrándose a su pierna. Riendo, Cole la sujetó, dándole una palmadita en la mano.

Mortificada, ella levantó la mirada para pedir disculpas y se encontró con sus burlones ojos azules.

–Eres una mujer guapísima –empezó a decir él–. Y estoy seguro de que también eres inteligente, ingeniosa y tienes mucho que ofrecerle a un hombre. Pero no eres mi tipo.

Dani parpadeó, atónita.

–¿Crees que iba a pedirte que salieras conmigo?

–No tienes por qué sentirte incómoda…

–No estoy incómoda, estoy enfadada –lo interrumpió ella–. Sé que no soy tu tipo. Evidentemente soy demasiado mayor para ti. A ti te gustan jóvenes, mucho más jóvenes que yo.

La postura de Cole se volvió defensiva.

–¿De qué estás hablando?

–Estoy hablando de los planes de boda que mi hija iba haciendo mientras veníamos al restaurante. ¿Estás loco, hacerle un comentario así a una niña de tres años?

–Ah, ya –murmuró él–. Pensé que un compromiso ficticio la distraería de lo que realmente quiere: un padre de verdad.

–¿Te ha dicho eso?

Cole se encogió de hombros.

–Más o menos.

–Yo le hablo de su padre todo el tiempo.

–Sí, lo sé. Se llamaba Kevin, se ha ido al Cielo y lo echas mucho de menos.

El corazón de Dani se encogió de pena por el marido al que había perdido y por la hija que quería reemplazarlo en su vida.

–No es real para ella –pensó de nuevo. Pero enseguida se dio cuenta de que lo había dicho en voz alta.

–No, ya lo sé –dijo Cole–. Algún día Faith te agradecerá haberlo conocido a través de las cosas que le cuentas, pero ese día aún está lejos.

–Lo dices como si lo supieras por experiencia.

–Perdí a mis padres cuando tenía diez años. Y los recuerdo, pero a mi abuelo sólo lo recuerdo por las cosas que me contaba mi abuela. Dicen que me parezco mucho a él.

–Mira, lo siento mucho y reconozco tus esfuerzos para ayudar a Faith, pero como sé que no te interesan los compromisos te agradecería mucho que te alejases de ella –esperando que eso diera por terminada la conversación, Dani se levantó dispuesta a volver al restaurante.

–No puedo prometerte eso.

–¿Perdona?

–Haré lo que pueda para alejarme de Faith, pero sólo la veo cuando voy a visitar a mis sobrinos. No voy a dejar de ver a mis sobrinos, así que no puedo prometer que me alejaré de Faith.

–Soy su madre, tienes que hacer lo que yo te pida.

–¿Y crees que alejarme de tu hija cambiará algo?

–Faith dejará de… estar fascinada por ti.

–Si yo desaparezco de su vida sencillamente buscará otro posible papá.

–No hay nadie más.

–No hay nadie en tu vida, ya lo sé. Faith sale más que tú.

Un hecho triste, pero cierto. Y no era muy caballeroso por su parte señalarlo.

–Mira, yo nunca le haría daño a tu hija –siguió Cole–. Es una niña encantadora, lista y feliz. Me gusta estar con ella y soy su amigo. Pero si insistes, intentaré visitar a mis sobrinos cuando ella no esté en casa. Y no la animaré, pero tampoco voy a ignorarla, no quiero herir sus sentimientos.

Dani hubiera querido protestar, pero sabía que tenía razón. Además, aunque quisiera culparlo, la raíz del problema estaba en Faith, no en él.

–Deberíamos volver antes de que alguien salga a buscarnos. No sé tú, pero yo tengo hambre.

***

Dani estaba de mal humor, pero debía disimular por Samantha y los demás. De modo que se obligó a sí misma a sonreír durante toda la cena.

No tardó mucho en darse cuenta de que Cole era muy divertido y asombrosamente bueno con los niños y eso la hizo sentir como una tonta.

Además, estar disgustada por lo que había pasado le dolía más a ella que a él y no pensaba dejar que le arruinase la noche.

De modo que respiró profundamente y se volvió hacia Samantha para contarle una anécdota de la señora Day, que había pedido un champú y una permanente para su caniche, Pebbles.

Samantha soltó una carcajada.

–¿Y la has convencido de que no podías hacerlo?

–No, Lydia, de la oficina del comisario, le puso una multa por violar las reglas de sanidad llevando un perro a la peluquería. La señora Day escapó a toda velocidad, te lo aseguro.

–Me habría gustado verla. Por cierto, Lydia no puede poner multas, sólo es personal administrativo.

Dani parpadeó.

–No lo sabía. Y, afortunadamente, tampoco la señora Day.

–Mi abuela está encantada con tu peluquería, Dani –dijo Alex entonces–. Según ella, la haces parecer más joven y moderna.

–La abuela es joven y moderna –señaló Cole.

–Es joven de corazón, que es lo que importa –asintió Dani. Matilda Sullivan, la matriarca de la familia, era una mujer inteligente y con la energía y agilidad de una persona treinta años más joven–. Yo la admiro muchísimo.

–Ten cuidado –le advirtió Alex, de broma–. Yo la adoro, pero le gusta meterse en la vida de todo el mundo.

Sí, era cierto. Y su objetivo del momento era encontrar una mujer que se presentase a las elecciones del Ayuntamiento en contra de Cole, el presente alcalde. Aparentemente, no se ponían de acuerdo sobre qué hacer con una parcela donada por la familia Anderson a la comunidad. La mayoría de los hombres querían un complejo deportivo y la mayoría de las mujeres un jardín botánico que fuese, a la vez, un museo de Ciencias Naturales.

–Me arriesgaré. Tu abuela me ha ayudado mucho con la peluquería.

–Porque se ha convertido en el lugar de encuentro del grupo que se opone al complejo deportivo. Está usando tu peluquería para buscar apoyos.

–Hablamos de ese tema, es cierto, pero también hablamos de muchas otras cosas –replicó Dani–. Yo no censuro las conversaciones de mis clientes mientras paguen.

–Ah, claro, tú eres una buena empresaria.

–¿Qué es impresaria? –preguntó Faith.

–Significa que tu mama es una mujer de negocios muy inteligente –contestó Samantha–. Y con eso dejamos la conversación –añadió, mirando a Cole con gesto de advertencia.

–¿Vamos a tomar postre? –preguntó Gabe, de cuatro años.

–Sí, claro –Alex le hizo un gesto al camarero y, después de pedir postres para todos, apretó la mano de su mujer–. Y ha llegado el momento de contaros el propósito de esta cena.

Samantha miró de Cole a Dani, con una sonrisa en los labios.

–Vosotros sois nuestras personas favoritas y nos gustaría mucho que fuerais los padrinos de Jake.

Emocionada y asustada a la vez, Dani miró a Cole y descubrió que tenía una expresión extrañamente vulnerable.

–¿Seguro que no quieres que lo sean Brock o Ford? –preguntó Cole.

–No, queremos que seas tú –respondió su hermano.

–Jake te quiere mucho –añadió Samantha–. Nadie le hace reír más que tú.

–Entonces será un honor –asintió él por fin.

Dani vio que lo decía de corazón. Le había sorprendido la petición y estaba emocionado. Tal vez no sería tan horrible que ellos dos fueran los padrinos de Jake. Y, afortunadamente, los padrinos no solían tener grandes responsabilidades.

Aquélla era una decisión que no tenía que pensarse dos veces. Además, Samantha era su mejor amiga. Había estado a su lado en el peor momento de su vida y ella adoraba a sus hijos.

–¿Dani?

–Por supuesto que sí –contestó ella–. Es un honor que me lo pidas.

–Ya sabes que, de corazón, eres mi hermana. No confió en nadie más que en ti –dijo Samantha.

–Lo mismo digo. Puedes contar conmigo.

–Siempre lo he hecho. Me alegro tanto de que vivas en Paradise Pines. Los Sullivan son maravillosos y me han recibido con los brazos abiertos, pero Faith y tú sois también mi familia.

Dani tuvo que carraspear, emocionada. Ella había crecido en casas de acogida. Casas decentes, en general, pero siempre impersonales. Salvo el tiempo que vivió con Kevin, no recordaba lo que era formar parte de una familia. Y no sabía lo que significaba tener una hermana, pero Samantha era lo más parecido.

–Yo también me alegro de haber venido. Y a Faith le encantan tus hijos. Por cierto, mientras veníamos hacia aquí, mi hija me ha dicho que iba a casarse con Cole cuando fuese mayor –le contó Dani en voz baja.

Samantha rió, encantada.

–Cole es un seductor y Faith es fan suya –le dijo, dándole una palmadita en el hombro–. Su madre debería tomar nota, por cierto. Ah, aquí está el postre. He pedido dos helados de chocolate con nueces para nosotras. Tenemos que celebrarlo.

–Desde luego que sí –asintió Alex, besando a su mujer.

Dani giró la cabeza y descubrió que Cole estaba mirándola.

–Parece que no vamos a poder mantener las distancias como querías.

Genial, sencillamente genial. Sin decir nada, Dani tomó su cuchara para probar el helado. Que dijera lo que quisiera, esa noche estaban de celebración.