Historia de los medios de comunicación en España

 

 

 

 

 

 

De la comunicación institucional

a las fake news

 

 

 

 

Manuel Ángel Menéndez

Luis Peiro

Carlos Berbell

Jesús Serrano Martínez

Editorial El Ángel

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

De la comunicación institucional a las fake news

 

 

 

 

Manuel Ángel Menéndez

Luis Peiro

Carlos Berbell

Jesús Serrano Martínez

 

 

 

 

 

 

 

Coordinación: Manuel Ángel Menéndez

Reservados todos los derechos

© Manuel Ángel Menéndez Gijón, 2018

© Luis Peiro, 2018

© Carlos Berbell, 2018

© Jesús Serrano, 2018

© Editorial El Ángel, 2018

info@elangel.es

ISBN: 9788494780431

 

 

 

 

 

Índice

 

 

 

Introducción

 

Capítulo 1

Comunicación de guerrillas en la era de las fake news y de la posverdad

Por Manuel Ángel Menéndez

 

Desde el interior de la guerra de guerrillas

El experimento de las elecciones del 14 de marzo de 2004

Los canales de acción y el movimiento social alternativo

Los correos electrónicos, los SMS y la irrupción de los blogs

La trama rusa y las redes chavistas en la crisis catalana

El fenómeno Yotutube, las televisiones de partido y el podcasting

Manipulación histórica, campañas falsas, información fraudulenta... ¿todo vale?

Los abusos con las nuevas tecnologías: mobbing, insultos, amenazas y acoso sexual

 

 

Capítulo2

Comunicación institucional, el volcán interior

Por Luis Peiro

 

El capón al “ministro milagro”

La radio tienes que tenerla puesta

Fuentes de Oñoro y míster Hess

El gal o la lista Falciani

El periodista intrépido

“El comisario” y el periodista invisible

Ministerios fríos y calientes

Sobre la “actuación proporcionada”

“Lo llaman democracia y no lo es”

La gran noticia no es para ti

¡Me ha llamado Aznar!

Aunque te pongan a parir

De la calumnia y el soufflé

¿Quién puede con el duque de alba?

 

 

Capítulo 3

La comunicación de la Justicia

Por Carlos Berbell

 

El otro lado

El caso de la justicia española

Salto cuántico

La percepción ciudadana de la justicia

Cambiar la percepción

Violencia de género y reglamento de honores

 

 

Capítulo 4

Comunicación institucional y nuevas tecnologías

Por Jesús Serrano

 

Pero, ¿hablar con quién?

Nuevas tecnologías

Aplicaciones prácticas

Plan de modernización

Factoría de contenidos

Televisión del congreso de los diputados

 

Bibliografía

 

 

 

 

 

Introducción

 

 

Con el título “La TV pública y local en España. Su historia y sus retos”, de Manuel Ángel Menéndez, Editorial El Ángel inició a finales de 2017 una nueva línea editorial bajo el enunciado genérico de “Historia de los medios de comunicación en España”; una línea orientada a un público sensible a todo lo relacionado con la información y la comunicación, sus canales, sus accesos y sus medios; pero igualmente, y de forma más específica, orientada también hacia los dircom, los comunicólogos y los estudiantes de Ciencias de la Información en cualquiera de sus ramas.

A ese primer libro le siguieron otros dos, “El complicado escenario de la televisión digital en España” y “La radio: La pelea por el sonido”, que completaban un escenario de la historia moderna de los medios periodísticos audiovisuales. Pero, como es natural, el temario es muchísimo más amplio: abarca tantas áreas que se va a necesitar un titánico esfuerzo de investigación, análisis y actualización para conformar un biblioteca básica sobre la comunicación.

En ese esfuerzo se encuadra el libro que el lector tiene en sus manos, “De la comunicación institucional a las fake news”. ¿Cómo se comunican con la sociedad las grandes y pequeñas empresas, públicas o privadas, o las instituciones u organizaciones de cualquier tipo? ¿Cómo son las relaciones de los dircom -directores de comunicación- con los medios de comunicación social y, en definitiva, con los ciudadanos? Es decir, ¿cómo es la comunicación institucional en la era de la revolución tecnológica que conlleva también peligros como el fenómeno de la llamada posverdad y de las fake news?

Cuatro periodistas y comunicadores firman este extraordinario trabajo. Por un lado, Manuel Ángel Menéndez, con una dilatadísima carrera como escritor y como periodista desde medios impresos a digitales y audiovisuales, presenta una visión panorámica de lo que podríamos denominar la comunicación de guerrillas en la era de las fake news y de la posverdad; es decir, de cómo las nuevas tecnologías y la revolución que conllevan son aprovechadas por intereses oscuros, y sin duda electoralistas, para lanzar falsos mensajes a la sociedad con la intención de dividirla y enfrentarla. Algo que Menéndez analiza específicamente y sin eufemismos en el caso del secesionismo catalán.

En segundo lugar, un periodista y comunicólogo como Luis Peiro, que dirigió la emblemática revista Cambio 16 y fue responsable de prensa en el Ministerio del Interior del último gobierno de Felipe González, analiza la comunicación desde ese Ministerio, uno de los más complicados por contener todas las claves policiales para la seguridad ciudadana y del Estado. ¿Cómo se eslabona esa cadena entre policías y periodistas? ¿Cómo es la información desde Interior, un Ministerio del que surgen noticias de terrorismo, delincuencia común o lucha contra la corrupción a gran escala? ¿Existe algún tipo de feedback, de retroalimentación, entre periodistas y policías? Peiro ofrece unas interesantes respuestas en su trabajo “Comunicación institucional, el volcán Interior”.

En tercer lugar, relacionado con el epígrafe anterior, ¿cómo es la comunicación desde la Justicia española? Las claves nos las ofrece el periodista Carlos Berbell, actual director del diario digital Confilegal, especializado en justicia, fiscalía y abogacía. Berbell fue asesor de imagen del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) entre 2003 y 2014, así como director de Tribunal Televisión, el primer canal de juicios de Europa (1997-2002), que se emitía a través de Vía Digital. Y es, además, consultor internacional de comunicación y escritor.

Nadie como Berbell, por tanto, para analizar y exponer los vericuetos de los canales de información de la Justicia. Fue Berbell, precisamente, quien a partir de 2003 modernizó esos canales para adecuarlos al siglo XXI e imbricarlos en los nuevos medios electrónicos que ya se estaban extendiendo por toda la sociedad. A partir de esos planes iniciales se desarrollaron digitalmente los nuevos gabinetes de prensa de los Tribunales Superiores de Justicia y se consiguió, por fin, que la Justicia pudiera de verdad ser pública con la retransmisión de los principales juicios, o de los más mediáticos.

Finalmente, si el Ministerio del Interior representa la fuerza del poder ejecutivo y el CGPJ la parte correspondiente del judicial, la comunicación de la tercera pata de un sistema democrático, la del legislativo, la ha desarrollado para este libro Jesús Serrano, jefe del Departamento de Prensa del Congreso de los Diputados, con su trabajo “Comunicación institucional y nuevas tecnologías”. Si la comunicación institucional debiera ser aséptica, meramente informativa, en las Cortes Generales, sede de la soberanía popular, esa regla es de oro: los intereses políticos son tan variados que la comunicación oficial del Congreso camina por una finísima línea que, de saltarse, originaría gravísimos problemas políticos.

¿Cómo informar de las actividades del Congreso? ¿Admite la Cámara Alta algún tipo de interrelación con la ciudadanía en general, más allá de la relación propia con los profesionales de los medios de comunicación? ¿Qué y cómo se debe comunicar, teniendo en cuenta los intereses dispares de los Grupos Parlamentarios que conforman la Cámara? Nadie como Serrano, que lleva décadas dirigiendo la comunicación del Congreso para analizar estas cuestiones.

 

 

 

Capítulo 1

COMUNICACIÓN DE GUERRILLAS EN LA ERA DE LAS FAKE NEWS

Y DE LA POSVERDAD

 

Manuel Ángel Menéndez

 

No existía un manual al uso, pero allá por la campaña electoral de marzo de 2004, para derribar al Gobierno de José María Aznar -aunque el candidato fuera Mariano Rajoy-, la oposición radical desarrolló así una guerra de guerrillas de la comunicación en medios convencionales: irrupción masiva en las tertulias y en las encuestas radiofónicas basadas en llamadas telefónicas, superación de los filtros para entrar en antena, utilización masiva de la sección de cartas al director de los medios impresos, uso y abuso del generador de números de DNI’s para confundir y parecer más numerosos y creación de multitud de direcciones a través de internet.

Eran los primeros meses de 2004, las redes sociales no estaban tan evolucionadas, no habíamos desarrollado aún el concepto de las fake news tal y como hoy lo conocemos y ni muchísimo menos la cínica definición que algunos dan a la posverdad. Aunque el presidente ruso Vladímir Putin ya campeaba por los restos de la antigua Unión Soviética, su máquina de mentiras no había sido aún puesta en marcha, o al menos no con todos sus engranajes, pero los radicales españoles, sobre todo desde grupos de Izquierda Unida (IU), de separatistas de Esquerra Republicana de Cataluña (ERC) y de partidos de la izquierda extraparlamentaria, utilizaron a conciencia lo que las nuevas tecnologías ya les brindaban: teléfono móvil, correo electrónico, SMS, chat, Messenger y unas incipientes redes sociales fueron sus cócteles molotov para construir una nueva teoría de la comunicación que rompiera la exclusiva de la información que detentaban los medios tradicionales, ya fueran audiovisuales, impresos o digitales.

El resultado final fue que el pueblo español pidió explicaciones a Aznar, en primer lugar, por habernos metido en una guerra ilegal, ilegítima e injusta como fue la de Irak, y, segundo, por habernos mentido sobre la autoría de ETA en los aterradores atentados islamistas del 11-M en Madrid. Las consecuencias de esas y otras situaciones que no es dado ahora analizar son conocidas: Rajoy perdió las elecciones generales, el PP saltó del Gobierno y se creó un tripartito en el que por primera vez en la democracia reciente una opción separatista, ERC, ‘cogobernó’ -perdónesenos la licencia- con el Partido Socialista y con IU. Licencia que nos tomamos porque fueron las fuerzas que cogobernaban realmente en Cataluña y que, junto con el PNV, sostuvieron durante años al gobierno central de Rodríguez Zapatero.

Naturalmente, hubo otros factores en esas elecciones manchadas con la sangre de las víctimas del 11-M, el mayor atentado terrorista habido hasta ese momento en Europa. Pero, para el tema que nos afecta sobre el desarrollo moderno de la prensa y la comunicación sobre la base de la revolución tecnológica y desde el punto de vista de la estrategia informativa o manipuladora de los partidos y organizaciones sociales o empresariales, lo que se calificó entonces como ‘la guerra de guerrillas en medios convencionales’ tuvo una gran influencia para destapar y servir de caja de resonancia la mentira gubernamental que quería hacernos creer que había sido ETA la que cometió los crímenes del 11-M, como veremos mejor en el Capítulo 2.

Aún hoy, y aunque parezca increíble, se ha teorizado poco y escrito aún menos sobre la denominada ‘guerra de guerrillas de la comunicación’. Eso es así porque, aunque la guerra de guerrillas es un concepto tan antiguo como la humanidad, en el sentido que aquí le damos significa un fenómeno íntimamente ligado a la revolución tecnológica que caracteriza el siglo XXI. En los mass media, las teorías tradicionales sobre la comunicación, desde los típicos conceptos de emisor y receptor hasta el paradigma de Laswell -”¿Quién dice qué, a quién, por qué canal y con qué efecto?”, formulado en 1948-, han saltado prácticamente por los aires.

El viejo concepto de ‘comunicación’, al menos tal y como lo hemos entendido, ha experimentado tal cambio que los grandes comunicólogos y sociólogos deberán teorizar en profundidad sobre ello. Ya no vale -al menos no como antes- la definición de que la comunicación es el proceso de transmisión de información que involucra a un emisor, un mensaje que será o es transmitido a través de un canal seleccionado y a un receptor. Y no vale porque hasta la ‘Teoría de los efectos’ en la comunicación tradicional se ha visto alterada por fenómenos como las redes sociales.

Esa teoría, que nació en el siglo XX del estudio de importantes sociólogos como Max Weber, Emile Durkheim y Max Horkheimer, veían como principio del periodismo a la sociedad de masas; es decir, a un público indiferenciado al que se le enviaba un mensaje para lograr un efecto específico y al que se trataba de persuadir acerca de algo concreto a través de los medios de comunicación. Pero los medios de comunicación que analizaron Weber o Dukheim han cambiado radicalmente en este primer tercio del siglo XXI, tanto como les han empujado las nuevas tecnologías.

Si seguimos creyendo que el medio es el mensaje, como aseguraba McLuhan, tendremos hoy en día grandes problemas para explicar por qué con tan escasos medios, y desde luego tan faltos de profesionalidad, algunos radicales han conseguido resultados espectaculares que han cambiado hasta intenciones de voto -parece que así fue en el caso del Brexit, en el Reino Unido, o hasta en la elección de Donald Trump en Estados Unidos- o han cambiado actitudes con mentiras estructurales, utilizando, por cierto, los principios de la manipulación de Goebbels, como en el caso de Cataluña. En cierta forma, eso es lo que este ensayo pretende al menos esbozar.

 

Desde el interior de la guerra de guerrillas

 

En abril de 2004, el periodista Miquel Martín ocupó la jefatura de prensa del Grupo Parlamentario de ERC en el Congreso de los Diputados. Catalán independentista, Martín conocía muy bien la guerra de guerrillas que su partido había venido desplegando desde las elecciones autonómicas catalanas de 2003, y la conocía tan bien porque la había practicado. De hecho, dejó un inestimable artículo en un libro colectivo editado en 2006, coordinado por quien suscribe este otro trabajo y que se tituló “La guerra de guerrillas en la comunicación”. Para tratar este primer caso concreto nos vamos a basar en cierta forma en aquel artículo de Martín, uno de los protagonistas de esa guerra tan peculiar.

En realidad, todos los agentes sociales con una mínima implicación en cualquier asunto de trascendencia pública, pero principalmente en la actividad política, han usado tácticas de guerrilla de la comunicación. En otras partes de este libro así lo señalamos: desde la más básica de difundir un bulo contra un adversario hasta lanzar publicidad negativa (propaganda gris) usando las siglas del contrincante. Así que lo que ERC e IU desarrollaron en aquella campaña no fue algo nuevo en su planteamiento, pero sí en los medios utilizados: las nuevas tecnologías acudieron en su ayuda.

Desde tiempos remotos, esa peculiar guerra de guerrillas constituía una tarea desempeñada por los ‘fontaneros’ o ‘comunicólogos’ -desde jefes de prensa, sobre todo, a psicólogos o sociólogos- que pululan por todos los partidos o asociaciones de una cierta relevancia. Como ‘fontanero de la comunicación’ que era, Martín definía entonces la guerra de guerrillas en la comunicación como “todas aquellas acciones destinadas a comer la moral al adversario y debilitar su posición, que, con frecuencia, lleva asociada una marcada carga de negatividad sobre el rival”. Ésa, en el fondo, es la esencia de lo que con la guerrilla se pretende conseguir y cómo.

El segundo efecto que se pretende con esas guerrillas ajenas a los medios de comunicación tradicionales -que a veces, sin embargo, se ven involucrados, al caer en las fake news, por ejemplo, como veremos luego-, es adquirir notoriedad de uno mismo o de la organización para la que trabaja explorando una vías alternativas a la publicidad política convencional. Es decir, que se planifican acciones para estar en boca de todos sin tener que pagar costosas campaña de marketing: conseguir que un buzz (zumbido, literalmente, pero más exactamente comentario o rumor en positivo transmitido por el boca-oreja) sobre una organización sea omnipresente y tema de conversación. De obligada lectura en este punto es el trabajo “Relaciones públicas, ataque integral”, de Richard Laermer y Michael Prichinello (Editorial McGraw-Hill / Interamericana de México, México, 2004).

Algunos ilustres ‘fontaneros’ de los aparatos de los partidos, organizaciones empresariales o sindicatos reconocen que esta táctica de comunicación desinformativa es útil y necesaria desde el momento en que determinadas informaciones no pueden ser difundidas desde sus órganos oficiales de comunicación: no es posible disparar contra el rival desde la web oficial de un partido, pero sí desde un blog anónimo, por ejemplo. Además, los guerrilleros de la comunicación tienen muy en cuenta dos factores:

- Primero, que resulta muy difícil difundir informaciones positivas acerca de su propia organización, porque los medios de comunicación convencionales jamás reproducirán exactamente el mensaje que el apparatchik quiere transmitir.

- Segundo, que las campañas publicitarias tradicionales o de propaganda política como tal han perdido la mayor parte de su efectividad: la publicidad convencional difundida por los medios de comunicación tradicionales ha llegado a un extremo tal de saturación para el consumidor que ha obligado, sobre todo a los partidos pequeños, a buscar otras vías de enganche para llegar a su público objetivo. Por eso, en los primeros años de la década de 2000 los principales gurús de la publicidad empezaron a explorar vías como el marketing viral, el marketing a través del teléfono móvil o el mismo buzz.

En ese sentido, desde 1995 y hasta 2004 ya se había producido la suficiente revolución tecnológica -sin llegar aún, ni mucho menos, a los cauces de 2017- como para hacer efectiva, a través de diferentes formas y medios, una comunicación de proximidad para que, posteriormente, el mensaje fuera transmitido por el clásico boca-oreja, sólo que con medios tecnológicos de por medio: es decir, se puso en marcha el famoso “pásalo” que tan excelentes resultados daría en las concentraciones contra las sedes del Partido Popular en las jornadas previas a las elecciones del 14 de marzo de 2004.

Esas elecciones resultaron un experimento para esa nueva forma de guerra de guerrillas en la comunicación. Partidos pequeños, que contaban con escasos medios económicos y que, por otra parte, habían descubierto que las campañas tradicionales apenas eran eficientes en el electorado, pusieron en marcha una nueva estrategia basada en las reuniones de proximidad, conocidas popularmente como tupperwares por estar inspiradas en el esquema de las reuniones de venta de los conocidos envases de la compañía Tupperware, en Estados Unidos.

 

El experimento de las elecciones del 14 de marzo de 2004

 

Así, lo que ocurrió en la jornada de reflexión del sábado 13 de marzo de 2004 significó un punto de inflexión para el tema que estamos tratando. Era una jornada de reflexión vertiginosa. El Gobierno insistía en la autoría de ETA en los atentados del 11-M, cometidos tres días atrás, a pesar de que el Cuerpo Nacional de Policía ya sólo barajaba la hipótesis de Al Qaeda. A las cuatro de la tarde de ese sábado se produjeron, además, las primeras detenciones de islamistas.

Media hora después de que los sospechosos fueran detenidos en Alcorcón y Lavapiés (Madrid), los medios de comunicación se enteraron de la noticia. Pese a su importancia -suponía la confirmación definitiva de que no había sido ETA, sino los islamistas-, ningún medio tradicional se atrevió a difundirla: faltaba la confirmación oficial. No obstante, el rumor recorrió el país ‘vía radio macuto’ a un ritmo vertiginoso. Las ganas de saber inundaron el correo electrónico y, sobre todo, los teléfonos móviles. Hubo mensajes de texto, los llamados SMS, que iban de una punta a otra del país con idéntico mensaje. Lo hacían en castellano, en gallego, en catalán:

- “Hoy 13-M a las 18.00. Sede del PP, calle Génova 13. Sin partidos. Silencio por la verdad. Pásalo”.

- “Queremos a verdade antes d votar. Mani sede pp 20h. Pasao”.

- “¿Le llaman jornada de reflexión y Urdaci trabajando? Pásalo”.

- “A las 19.00 es convoca a tothom amb cassoles, a les fonts de Canaletes. Passa’l”.

A la centralita del 091 llegó una llamada desde Telemadrid. Eran las 19.40 horas del sábado 13 de marzo de 2004. Una llamada anónima había comunicado a la cadena que se había depositado una cinta de vídeo en una papelera, cerca de la mezquita de la M-30. El silencio estaba a punto de romperse. La noche cayó con fuerza sobre la jornada de reflexión. La policía llegó a la papelera y acordonó la zona. No era una trampa. Era un vídeo con la reivindicación de Al Qaeda.

A las ocho de la tarde, compareció Ángel Acebes en la sede del Ministerio del Interior, Paseo de la Castellana, 5. Ya había hablado con el dirigente socialista Alfredo Pérez Rubalcaba. Una conversación muy tensa. Sabía que la noticia se había filtrado y se vio obligado a informar a la opinión pública de que se habían producido siete detenciones de musulmanes en el curso de la investigación. Acebes concluyó su comparecencia con una frase: “Creo que no debemos descartar nada”. Era un giro radical sobre la autoría de ETA que hasta ese momento había mantenido férreamente el Gobierno. Se asegura -y nunca se ha desmentido- que alguien en el Palacio de la Moncloa llegó a decir: “Si es ETA, ganamos las elecciones; si han sido los islamistas, las perdemos”.

Pero ya era tarde: en esos momentos, convocados por SMS, que mostraron ese día su auténtico poder, ya había unas 1.000 personas frente a la sede del PP en Sevilla y unas 5.000 frente a la de Madrid, coreando:

- “¡Ya he reflexionado y no te voy a votar!”.

- “¡Queremos la verdad!, ¡queremos la verdad antes de votar!”.

En todo ese caos informativo, la peculiar jerga de los mensajes de texto no dejaba de fluir en los móviles:

- “Conéctate a bloomberg.com y new york times todo el mundo escandalizado x la manipulación y mentiras del PP. Pásalo”.

- “¿Se va a ir Aznar de rositas?”.

Convocados por correos electrónicos, SMS, chat y otros medios informáticos, de distintos barrios de Barcelona salieron grupos de manifestantes para encontrarse en la plaza de Sant Jaume, primero, y en la sede del PP, en la calle Urgell, después. A las diez de la noche había 5.000 personas reunidas ante el cuartel general de los populares en Cataluña. A las doce sumaban 7.000. A las cuatro de la madrugada, la gente seguía gritando en la calle: “¡Antes de votar, queremos la verdad!”.

Los resultados electorales del día siguiente, 14 de marzo, son conocidos: el PP perdió las elecciones generales y el PSOE pudo formar gobierno con el apoyo de IU y nacionalistas vascos y catalanes.

apóstoles