Cubierta

Ser padre hoy

Terapia Gestalt y paternidad

Albert Rams

Plataforma Editorial

A mi padre,
Alberto Ramón Rams Castillo (1929-2014),
in memoriam.

«Toda la investigación freudiana […] se reduce a esto: ¿qué es ser un padre?»

JACQUES LACAN1

Índice

  1.  
    1. Agradecimientos
    2. Prefacio de Pedro de Casso
    3. Prólogo de Elena Revenga
  2.  
    1. PRIMERA PARTE
      1. Introducción
      2. 1. Gestalt y paternidad
        1. ¿La aportación gestáltica?
      3. 2. Trazos personales
        1. Culpa, dolor y gozo
        2. Una perspectiva caracterial (el eneatipo)
          1. La grieta, el dolor de la paternidad
          2. Epicuro
      4. 3. La distancia estructural
        1. Un asunto caracterial, de nuevo (el subtipo ahora)
          1. Lo intimísimo, el gozo de la paternidad
    2. SEGUNDA PARTE
      1. 4. ¡Ay, los padres…! ¡Hay los padres…!
        1. La tragedia del padre
        2. Testimonios de Padres Primerizos
          1. Testimonio 1: «En esa tríada, yo no existía» (E7)
          2. Testimonio 2: «Yo también he pasado la noche en vela» (E6)
          3. Testimonio 3: «Supongo que estoy empachado…» (E3)
        3. Los padres: Primeros padres-que-no
          1. El Padre Ausente
          2. El Padre Autoritario
          3. El Padre Intermitente
          4. El Padre Narcisista
        4. Cinco canciones del padre-que-sí
          1. «Cáliz», de Buarque / Umbral / Prada
          2. «Pare», de Serrat
          3. «Padre», de Aute
          4. «Palabras para Julia», de Goytisolo / Ibáñez
          5. «If…», de Rudyard Kipling
        5. Otros padres-que-no
      2. 5. Los padres y lo semántico
        1. El Padre Biológico
          1. Lo imaginario, lo simbólico y lo real
        2. La «imago paterna»
        3. El Gran Padre
          1. La «verdadera» tradición cristiana en lo espiritual
          2. Sobre el amor / Amor, claro
          3. Lo femenino excluido
          4. Un testimonio personal
          5. Una posición profesional
          6. El Gran Padre, así pues
          7. Preparación del «rezar»
          8. Mi versión del padrenuestro / avemaría
        4. El Padre Interno
      3. 6. Los padres y lo declinativo: (el) declinar (de) lo paterno
        1. El Padre Infinitivo
        2. El Padre Nominativo
        3. El Padre Genitivo
        4. El Padre Dativo
        5. El Padre Acusativo
        6. El Padre Ablativo
        7. El Padre Vocativo
      4. 7. Ser el tercero… y otra cosa menos dicha
      5. 8. De Edipo a Telémaco
      6. 9. Fuerza y honor frente a vulnerabilidad y honor
        1. La hombría y el miedo
      7. 10. Un trabajo experiencial / simbólico con lo paterno
        1. «Padre» (lo masculino)
        2. Animal / Cuerpo
        3. El artista y el animal
        4. Nuestras tareas en el grupo
      8. 11. El padre, la lengua y el lenguaje
        1. Una perspectiva lacaniana
        2. Una perspectiva espiritual
        3. «Hablar la lengua de quienes carecen de ella»
    3. TERCERA PARTE
      1. 12. Los hijos simbólicos: obras (libros) y discípul@s
        1. Los libros (las obras)
          1. La gestación de un hij@ simbólic@
        2. L@s discípul@s
          1. La transferencia negativa
          2. La transferencia narcisista
          3. La transferencia sexual
      2. 13. El terapeuta hombre como Padre Reparador / Reparentalizador
        1. Antes, un ejemplo personal
          1. Mi figura paterna
          2. ¿Quién es «el suave»…?
        2. Testimonios
          1. Testimonio 1: «Me entregué, me dejé y tú lo viste…» (E7)
          2. Testimonio 2: «Ser respetada en mi manera» (E4)
          3. Testimonio 3: «Arte y parte» (E4)
          4. Testimonio 4: «Una ola de vergüenza…» (E9)
          5. Testimonio 5: «Llorar en tu falda» (E5)
          6. Testimonio 6: «Una voz interna más amable» (E2)
          7. Testimonio 7: «Un simple te quiero» (E2)
          8. Testimonio 8: «Ir cubriendo vacíos afectivos que ni yo sabía» (E5)
          9. Testimonio 9: «Un padre reparado» (E7)
          10. Testimonio 10: «Poder confiar en un hombre similar a mi padre» (E3)
          11. Testimonio 11: «No hay razón para temer ni tampoco para avergonzarse» (E4)
          12. Testimonio 12: «¡Qué simple y reparador!» (E2)
          13. Testimonio 13: «No tenía derecho a “todo”» (E4)
          14. Testimonio 14: «Desconfianza / Confianza» (E6)
          15. Testimonio 15: «Una experiencia transformadora» (E8)
          16. Testimonio 16: «Ser a mi manera» (E5)
          17. Testimonio 17: «Y entré en un lugar desconocido a tu lado» (E3)
          18. Testimonio 18: «Poniendo lo que no hubo» (E4)
          19. Un resumen de los testimonios
  3.  
    1. Epílogo
    2. Notas bibliográficas
    3. Bibliografía

Agradecimientos

A mis hij@s, Anna, Martí y María, porque son lo mejor que me ocurrió en la vida.

A sus madres, Cristina y Marina, por lo que me amaron «a pesar de todo» y por lo que me dejaron amarlas hasta donde supe.

A Pedro de Casso por cederme su magnífico texto para el prefacio.

A Elena Revenga, por su generoso prólogo y por tantos años de amistad.

A las personas que han aportado sus testimonios, por su coraje y por su magnanimidad.

A l@s amig@s y colegas –tres esta vez– que tuvieron la amabilidad de leer el manuscrito original y aportar sus críticas y comentarios: Ramón Ballester, Cristina Nadal y José Luis Pérez.

Y a mi madre, Isabel, pues aunque este libro está dedicado a mi padre y escrito en su memoria, como no podría ser de otro modo, sin ella «Nada de Todo» habría ocurrido.

Prefacio

Me ha parecido pertinente empezar este libro con una introducción breve y general a la terapia Gestalt, sobre todo para aquell@s lector@s que no conozcan este enfoque de la psicoterapia, de la educación, de la salud, del trabajo con grupos… Y también de este enfoque vital, de esta manera de ponerse en la vida o frente a la vida, tal como se lo ha definido desde algunos sectores del colectivo profesional.

Y resulta que hace relativamente poco cayó en mis manos esta «perlita» de Pedro de Casso al respecto, que no por casualidad figura en la web oficial de la AETG (Asociación Española de Terapia Gestalt),2 la asociación que reúne a l@s gestaltistas español@s.

Así que le pedí a Pedro si podía incluir su texto en este libro a modo de prefacio, con la finalidad principal, como digo, de servir de guía a l@s lector@s que se acerquen por primera vez (o casi) a eso de «lo gestáltico».

Accedió amablemente, y aquí sigue el escrito. Espero que ayude a l@s lector@s a contextualizar mejor algunas de las cosas que siguen en páginas posteriores, y que quizá no he explicitado debida o suficientemente.

¿Qué es la terapia Gestalt?, de Pedro de Casso

Si la terapia Gestalt es ante todo, en palabras de Claudio Naranjo, la forma de hacer terapia originada por Fritz Perls, la pregunta acerca de las raíces de este tipo de terapia necesariamente nos remite a aquellas en que pudo beber o inspirarse el propio Perls (1893-1970).

Los intereses del Fritz adolescente no se orientaban precisamente a lo teórico. Rebelde, enfrentado a la tradición religiosa judía familiar –que consideraba hipócrita–, y fascinado por su temprana experiencia teatral con Max Reinhardt, ve interrumpidos sus estudios de medicina, iniciados por compromiso frente a la presión paterna, para pasar por la terrible experiencia de las trincheras en la Primera Guerra Mundial. Graduado como neuropsiquiatra una vez terminada esta, su espíritu inconformista, desencantado, y a la vez vitalista, le pone en contacto con la vanguardia del movimiento de la Bauhaus de Berlín. Aquí, entre una pléyade de artistas, poetas, arquitectos y pensadores disidentes, encuentra al filósofo neokantiano Solomon Friedländer, en cuya teoría sobre la «indiferencia creativa» –basada en la complementariedad de los opuestos y la existencia entre ellos de un «punto cero» de equilibrio– iba a encontrar Fritz, en sus propias palabras, «un antídoto contra mi confusión y extravío existenciales». Por esta época, no obstante, iba a acudir también en busca de solución a la que habría de ser su primera psicoanalista, y a la vez su primera introductora crítica al mundo del psicoanálisis: Karen Horney.

Los influjos se superponen. Por un lado, el de su tratamiento y ulterior formación psicoanalítica en Fráncfort, Berlín y Viena, de la mano de otros famosos analistas que le llevan a establecerse y mantenerse él mismo como psicoanalista ortodoxo por más de diez años, primero en Berlín y luego, huyendo de los nazis, en Sudáfrica, donde irá fraguándose su propia síntesis terapéutica. Particular importancia ejerció en él como terapeuta Wilhelm Reich, que habría de agudizar su conciencia de la importancia del cuerpo como factor de anclaje y expresión de los conflictos neuróticos.

Por otra parte, aún en Alemania, coincidiendo con sus inicios psicoanalíticos, resultará decisivo su contacto –sobre todo, a través de Lore, su futura mujer– con la Escuela de la Psicología de la Gestalt de Fráncfort (Köhler, Wertheimer, Kurt Lewin, etcétera) y las conclusiones de esta en el estudio de los mecanismos de la percepción. Según tales conclusiones, toda percepción sensorial es fruto de la interacción que tiene lugar entre los estímulos presentes en el medio y la «configuración significativa» (Gestalt) que de ellos hace el sujeto en un momento dado. Es decir, el sujeto no percibe lo que hay, la totalidad caótica de estímulos presentes («fondo»), sino que los organiza selectivamente o destaca tan solo aquello que en cada momento o situación le resulta significativo («figura»).

Estos psicólogos no pretendían utilizar sus investigaciones para fines terapéuticos, pero Perls, guiado por su agudo instinto práctico, rescataría más adelante como base de su futura terapia la idea de que toda vivencia psicológica humana (y no solo la percepción sensorial) se estructura de esa misma forma interactiva entre el sujeto y lo que constituye su medio o entorno en cada momento. Organismo y medio forman, pues, un «todo», un campo interactivo. Y como en toda situación psicológica el medio lo forman otra u otras personas, las distintas personas implicadas en una situación configuran a esta como conjunto significativo (Gestalt), en términos de figura y fondo, que resulta diverso para cada uno en función de sus respectivos intereses o necesidades del momento. De ahí la posibilidad de conflictos, pero también la posibilidad de soluciones armoniosas derivadas de la consideración de la totalidad del «campo». Toda Gestalt es dinámica, procede de una necesidad y tiende a satisfacerla. Por eso, cuando el organismo satisface su necesidad vuelve a un punto cero de equilibrio (coincidencia con Friedländer), hasta que la tensión surgida de una nueva necesidad vuelve a generar una nueva Gestalt de la situación en orden a satisfacer aquella y alcanzar así un nuevo equilibrio dentro del ciclo permanente de «autorregulación organísmica» que caracteriza la vida. Cuando la satisfacción, por uno u otro motivo, no se alcanza, la Gestalt queda «inconclusa», y puede quedar en el individuo una energía interrumpida que a través de situaciones repetitivas busque más tarde su necesaria compleción.

Precisamente, para Perls, el eje de su terapia giraría, en primer lugar, en torno a una fe inquebrantable en la capacidad humana de «autorregulación organísmica», a título individual y social (esto quiere decir fe en la capacidad «biológica» del organismo humano, individual o grupal, para traer al primer plano, directamente o a través de síntomas, la conciencia de la necesidad pendiente de satisfacción). En segundo lugar, y consecuentemente, basándose en el concepto dinámico operativo de «Gestalt inconclusa», Perls orientaría su terapia a la detección y resolución en el presente de las «situaciones inacabadas» en la vida del individuo, en cuanto que están en el origen del estancamiento de su energía y, por tanto, de su neurosis.

De aquí que Perls acabara tardíamente por cambiar el nombre de su específica forma de terapia, a la que en un principio denominaba «terapia de la concentración» (en los síntomas), y optara por darla a conocer como «Terapia Gestalt» (hacia 1950).

Aparte de estos influjos, hay que añadir, todavía en la etapa alemana, algún contacto más episódico que sistemático con el movimiento existencial (Buber, Tillich, Scheler, etcétera) y con la fenomenología de Husserl. «Al menos me había compenetrado de una cosa: la filosofía existencial exige que uno tome la responsabilidad de su propia existencia», dice en su autobiografía, donde también califica a su terapia de «existencial», al lado de la logoterapia de V. Frankl y la terapia del Dasein de Binswanger. Rasgos existenciales de la terapia Gestalt son también concebir la relación terapéutica como una relación «yo-tú» (Buber), y el énfasis en el «aquí y ahora». La raigambre fenomenológica, presente ya en la misma Escuela de la Psicología de la Gestalt, se hace más patente aún en Perls con su insistencia en el desarrollo de la conciencia de lo obvio («awareness», darse cuenta), sin interpretaciones, como vía de captación de la realidad, y en su alejamiento de todo interés por el inconsciente. Por cierto, Perls, que siempre admiró mucho a Freud, comenta en su autobiografía: «Estoy profundamente agradecido de lo mucho que me desarrollé oponiéndome a él».

De esta forma, Perls, poseedor de una mente poderosa, dotada de una fuerza lógica, crítica e integradora de primer orden pese a no ser ante todo un teórico, iba a adscribirse –más por olfato e instinto vital derivados de su propia personalidad y experiencia que como fruto de una trabajosa decantación intelectual– a las nuevas corrientes filosóficas de su tiempo (fenomenología y existencialismo, sobre todo), y también a la nueva física cuántica y relativista, separándose así de las corrientes cartesianas, asociacionistas y mecanicistas que dominaban la filosofía y la ciencia en el cambio de siglo y que estaban en buena parte en la base de toda la concepción psicoanalítica freudiana.

La síntesis personal de Perls, que empezó a tomar cuerpo tardíamente (con casi cincuenta años), no dejaría de enriquecerse con nuevos aportes hasta en sus últimos años, lo que de por sí pone de relieve, además de su admirable vitalidad, la estrecha coherencia con su propia vida, que presidió desde siempre su particular forma de trabajo terapéutico. Entre esos nuevos elementos, aparte primero la concepción holística de Jan Smuts (con quien trabó amistad en Sudáfrica) y el psicodrama de Moreno o los trabajos de Ida Rolf y Eric Berne, cabe destacar como más importantes, sobre todo, el contacto directo que tuvo con la filosofía oriental y la meditación zen a lo largo de su estancia de dos meses en un «dojo» japonés. En los principios taoístas de integración de opuestos –yin y yang–, y la atención centrada en el presente y el valor del vacío propios del zen, encontraría una confirmación amplificadora de posiciones ya anteriormente adoptadas por él en la misma dirección.

De esta forma, su enfoque terapéutico, firmemente encuadrado dentro del movimiento de la psicología humanista o de desarrollo del potencial humano surgido en California en la década de 1960 de la mano de Abraham Maslow, Alan Watts y Carl Rogers, entre otros, acaba asomándose así a la dimensión espiritual transpersonal, que estaba en germen en ese movimiento, trascendiendo con ello los estrechos planteamientos psicologizantes en que había estado inmerso en gran parte el mundo de la psicoterapia freudiana hasta el momento.

Prólogo

Me siento honrada al prologar este libro de Albert Rams; más aún cuando al proponérmelo me dice que lo hace movido por mi condición de mujer, madre, colega y amiga.

Como mujer, evidentemente lo soy; una mujer con muchos motivos para sentirme agradecida con la vida. Y uno de ellos es fundamental: el haber tenido la oportunidad de ser madre de dos bellas personas. Así que, cuando en los agradecimientos, Albert reconoce a sus hijos como lo mejor que le ocurrió en la vida, comparto y entiendo (como tantos otros padres y madres) el sentido profundo de esas palabras.

La amistad con Albert viene de largo. Se me agolpan recuerdos de días y ratos compartidos, a solas y también con nuestras familias. Disfrutando de los momentos felices, acompañándonos en los menos felices y siempre contentos por la alegría del encuentro. Encuentros propios de «amigos del alma» en los que no caben la formalidad y el disimulo.

Con Albert no cabe la falsedad, el «como si» queda fuera de un contacto en el que, sea a través de la palabra o del silencio, queda expresado tanto lo bonito como lo feo, con tal de que sea verdad en el momento. Esta actitud impregna su vida y su oficio.

Terapeuta humanista desde muy joven, formador y supervisor de terapeutas desde hace décadas.

En 1980 fundó el Equipo Ítaca y el Institut de Psicoteràpia Humanista en Barcelona. Años después, junto a Cristina Nadal, crearon la Escuela del Taller de Gestalt de Barcelona, centro de referencia, también durante décadas, para pacientes, «buscadores», alumnos y discípulos.

«Padre Simbólico» como fundador junto con otros colegas de la Asociación Española de Terapia Gestalt en 1982, donde a día de hoy sigue siendo querido por muchos, y reconocido por muchos más, tanto por su presencia como por su contribución al desarrollo de la terapia Gestalt en este país y fuera de él.

Es autor de tres libros con anterioridad a este que el lector tiene en sus manos, así como de numerosos artículos, publicados buena parte de ellos en la revista de la AETG, publicación de la que es asiduo colaborador. Como cabe esperar de él, en los últimos años es fácil encontrarlo en las redes sociales compartiéndose y compartiendo su saber y su experiencia.

Albert debió de ser un niño curioso y un joven despierto, cualidades que mantiene como hombre adulto –y maduro–, me parece a mí, tal como el lector seguramente podrá percibir a lo largo y profundo del texto en el tema que nos propone Ser padre hoy. En este trabajo investiga, reflexiona y propone sobre el importante asunto de la paternidad en el siglo XXI, desde diversos enfoques y con diferentes perspectivas aparentemente distantes entre sí, abriendo horizontes.

Bien es verdad, y además una preciosa verdad, que la maduración personal nunca termina. Así es, si entendemos que el sentido de la vida es vivirla y el sentido de vivir la vida es el continuo despliegue del ser que somos. Así creo que entiende Albert Rams su vida y su discurso. Acompasando vida y oficio como vía de autoconocimiento, tal como él dice: «Como una vía para dar lo mejor que uno tiene».

Su compromiso con lo que dice y cómo lo dice, combinando lo vivido con lo pensado, su testimonio personal con la reflexión teórica y la práctica clínica (como podrá comprobar en la lectura del texto), implica también una actitud de transparencia, desde donde muestra su punto de mira, huyendo de los «ismos», tal como «reza» el enfoque gestáltico.

Albert Rams nos propone un hombre que se plantea la hombría como un compromiso con la verdad de sí, que sostiene que la fuerza nace de la conciencia de la propia vulnerabilidad, para quien lo patriarcal debe quedar para la historia por su función de «oscurecimiento y degeneración de lo masculino», y de otros muchos males, añado yo aquí.

Nos presenta diferentes modos de ejercer la paternidad y las consecuencias psicológicas y clínicas en sus descendientes; a la vez que establece caminos para el trabajo terapéutico en el proceso de reparación / reparentalización de l@s hij@s, claves que sin duda alguna servirán de gran ayuda a muchas personas y terapeutas noveles y no tan noveles.

Plantea una paternidad desde la práctica del honor, el valor y la transparencia, y entiende como condición necesaria en la apertura al amor la integración de lo que sí y lo que no, para poder afrontar con el mismo coraje tanto el dolor como el amor. Desde ahí sucedió en él, como en tantos otros, la emergencia de lo espiritual, que en su desarrollo supone el reconocimiento de algo más grande, una apertura al amor a todo.

Albert me llega como un hombre satisfecho, que no es lo mismo que autocomplacido, amante de la filosofía, la filología, la música, la poesía, la mitología, los símbolos, la mística y la naturaleza, con una excelente capacidad integradora de todos estos saberes, acrisolados en la obra que nos presenta.

Si bien como él dice: «El texto se ha ido haciendo en la medida que se iba haciendo», creo yo que ese irse haciendo (como él lo llama) no es más que la emergencia en palabra escrita de un gran bagaje de conocimiento de vida y profesión.

El libro tiene diferentes niveles de comprensión. Merece la pena hacer una primera lectura para tener una visión global de la obra, que seguramente al lector le resultará entretenida por lo sorpresivo y creativo de su contenido. A partir de esta primera lectura, puede que al lector le ocurra como a mí, sentirse atraído y motivado a una lectura más profunda y a la reflexión sobre la trascendencia de las diferentes cuestiones que Albert plantea en su obra.

Dice en la introducción al texto que pretende, entre otras cosas, «suspender el ánimo del lector», en el sentido de invitarlo a parar, sentirse, cuestionarse y chequearse en el momento. Declaro que conmigo esto está conseguido, además de que su presencia a través del texto se me ha ido haciendo tan evidente que al leer es como si resonase su voz y su silencio en el salón de mi casa.

Gracias, Albert, por contribuir una vez más a la amplitud y la claridad de conciencia. Y sobre todo al amor.

ELENA REVENGA

Introducción

Borges decía que después de Shakespeare todos somos plagiadores, y lo mismo sucede con Mozart. […] La diferencia es el tono, no el contenido, ese perfume que tiene cada uno de los compositores y que deja en su obra.3

Este libro nació de la propuesta que me hizo Enrique de Diego, querido colega y amigo, de escribir un artículo para el número monográfico de la Revista de Terapia Gestalt dedicado al «padre» (para 2016), en el marco de una trilogía compuesta por un número anterior dedicado a la «madre» (2014) y otro posterior que estaría dedicado a «los hermanos» (2018).

Cuando me llegó esta propuesta en marzo de 2015, yo estaba empezando a escribir «el libro» sobre sexualidad que tantas personas –participantes en el Taller de Sexualidad (1981-2015) y colegas– me habían pedido. Tenía la impresión de que algo no estaba funcionando bien en esa escritura.

Y me encontré cambiando de libro (de la idea de sexualidad a la del padre), y me puse, y me puse… escribiendo casi cada día, como arrebatado por una especie de ola que me llevaba, y al ir escribiendo fui entendiendo el porqué de esa ola. Y de las diez a catorce páginas que me pedían para el artículo me encontré con cincuenta ya escritas. Así que vi que la cosa, además de para artículo, «pintaba para nuevo libro».

Y en esas he estado y estoy. En una reflexión sobre mi propia experiencia como padre, y sobre qué tendría que decir un servidor al respecto de la paternidad. Y también sobre si habría un enfoque gestáltico de la progenitura masculina, y qué podría aportar al respecto quien esto escribe.

Creo que el relativamente reciente fallecimiento de mi propio padre (2104) y los acontecimientos personales y familiares que después relataré tuvieron mucho que ver en ello. Desde luego.

Volviendo a la revista y al artículo, quiero decir que es una publicación, la Revista de Terapia Gestalt, que concurrí a montar, y participé de su creación en su día. Y también es una revista en la que he venido publicando la mayoría de mis artículos, en estos ya más de treinta años, desde aquellos primeros boletines… (¡ay!).

Estamos hablando de una asociación –la Asociación Española de Terapia Gestalt, AETG– que considero, tal como señala Elena Revenga en su prólogo, una especie de «hija simbólica» –y bien está nombrarlo aquí, ya que vamos a hablar de «padres» y yo me considero uno de ellos– que, como quizá ya sabrá el lector, contribuí a fundar en 1981-1982 junto con Paco Peñarrubia, Lluís Pardo y Mónica Sans (aunque esta última apenas participó).

Una «hija simbólica» de la que me siento bien orgulloso, y cuyas jornadas anuales han sido para mí, hasta hace bien poco, la mayoría de las veces, una ocasión de encuentro y deleite con colegas y amig@s. Un gran acontecimiento anual para quien escribe.

¿Qué será así, pues, eso de «ser padre»?

El Diccionario de la Lengua Española, fuente de obligada referencia, da… ¡hasta doce acepciones directas!, e innumerables compuestas o derivadas. Solo citaré las directas:

(Del lat. pater, -tris). 1. m. Varón o animal macho que ha engendrado a otro ser de su misma especie. 2. m. Varón que ejerce las funciones de padre. 3. m. Macho en el ganado destinado a la procreación. 4. m. Cabeza de una descendencia, familia o pueblo. 5. m. Sacerdote perteneciente a una orden religiosa, o por ext., al clero secular. U. m. ante n. p. 6. m. Origen, principio. 7. m. Autor o creador de algo. 8. m. Rel. Primera persona de la Santísima Trinidad. 9. m. pl. padre y madre de una persona o un animal. 10. m. pl. antepasados. 11. adj. coloq. Muy grande. Se armó un escándalo padre. 12. adj. coloq. Méx. estupendo.

Así que nos encontramos en este nivel con un término sumamente polisémico –claro, uno de los conceptos fundamentales de la vida– que denota y connota progenitura, autoría, origen, grandeza, etcétera. Fundamental en el devenir, desde luego.

En un trabajo de investigación que se basó en un seguimiento de más de 70.000 adolescentes y adultos jóvenes de ambos sexos a lo largo de casi 20 años,4 se estudiaron las siguientes variables: 1) riesgo de interrumpir estudios secundarios, 2) riesgo de permanecer sin estudiar ni trabajar por períodos prolongados (idleness), 3) riesgo de embarazo en la adolescencia, comparando a jóvenes que crecieron con un padre con aquellos que crecieron sin un padre. Los resultados obtenidos fueron: el riesgo de permanecer sin estudiar ni trabajar por períodos prolongados es un 50 % más alto para jóvenes que crecieron sin su padre. El riesgo de interrumpir los estudios secundarios es un 100 % más alto. El riesgo de embarazo en la adolescencia es también un 100 % más alto.5

Nada menos…

Para Jung es uno de los principales arquetipos (encarnaciones del «inconsciente colectivo»), y le atribuye la función de proteger al individuo del mundo externo, mientras que la madre, también arquetípicamente, tendría la función de proteger a la persona del mundo interno.

Esta idea se parece mucho a lo que enuncia Tótila Albert, cuyas afirmaciones, citadas por Claudio Naranjo, «incluyen una concepción de las tres capas embrionarias como expresión biológica de los tres componentes o principios universales».6 Encontraremos algo parecido al hablar del trabajo gestáltico de Jean Ambrosi y el cuerpo en páginas posteriores. Dice Tótila Albert:

Ya el huevo fecundado contiene los tres componentes de una forma latente. En la capa externa, ectodermo, de donde provienen la piel y los órganos sensoriales del sistema nervioso central que sirven de enlace con el macrocosmos, podemos encontrar el principio paterno. En la capa interna, el endodermo, del que se desarrolla más tarde la mayor parte de los órganos internos, que constituyen el nexo de unión con la tierra, encontramos el principio materno. En el estrato intermedio, el mesodermo, que consta de una capa que está en contacto con el ectodermo y de otra que lo hace con el endodermo, y de donde procederá el futuro sistema de sustentación (esqueleto), el de la acción (músculos) y la fuente de los impulsos y de la circulación (corazón) y la responsabilidad de preservación de la especie (tejido generativo), encontramos el principio filial.7

Aquí, en este libro, intentaré combinar, como ya traté de hacerlo sobre todo en el libro anterior –Gestalt y atención– el testimonio personal con la reflexión teórica, técnica, actitudinal y clínica; mi experiencia como padre y mi experiencia como terapeuta de padres, y de hij@s, y de formador y supervisor de terapeutas que trabajan con padres… y con hij@s.

Ha sido un texto, como digo, que ha ido surgiendo a partir de lo que aquí en el libro llamo «trazos personales». Una obra work in progress que se ha ido haciendo en la medida en que se iba haciendo. Esta última aseveración parece una perogrullada, pero si nos detenemos un poco, no lo es tanto. Es nada menos que una manera de enunciar, creo yo, el fundamento de lo gestáltico como enfoque experiencial. Pues es a partir de la experiencia que soy, que sé. Pierre Soulages, el pintor abstracto francés, a quien volveré a citar después, lo dice maravillosamente: «Es cuando hago que encuentro lo que busco». Así ha sido para mí, también esta vez. Como en otras anteriores.

A estas alturas (octubre de 2015) creo que ya hemos entrado en esa fase que conozco de otros libros y de otras obras (pinturas, esculturas…) en que esta, la composición, «toma vida propia».

He dividido el libro –o «se ha dividido» a sí mismo– en tres partes.

Una primera corresponde a esta misma introducción –además del prefacio, con un excelente texto que me ha cedido gentilmente Pedro de Casso, y al prólogo, claro, que he encargado esta vez a Elena Revenga, mujer, madre, terapeuta y amiga, por ese orden de significación en este libro– y a ese capítulo que acabo de nombrar como «Gestalt y paternidad», en donde expongo –junto con el siguiente que he nombrado «La distancia estructural»– quizá la parte más íntima de mi experiencia como padre.

La segunda parte quiere ser una especie de «catálogo de padres» y sus respectivas descripciones y eventuales consecuencias clínicas de su ocurrencia, o ausencia, o de su mayor o menor preponderancia. Así como algunas consideraciones adicionales al respecto.

Aunque no solo aparecerán aquí. En una de las partes finales –en el capítulo doce– aparecerán algunos tipos de padres más, como por ejemplo: el papá «abubilla», los Papás «Osos», el Padre «Animus / animal», el Padre Bach o la música del padre, el Padre Montaña / Falo, el «papá de María», etcétera.

En la tercera parte hablo de l@s hij@s simbólic@s (obras, libros y discípulos) y aporto algunos testimonios sobre el terapeuta hombre como Padre Reparador / Reparentalizador gracias a la gentileza de dieciocho valientes y generos@s testimoniador@s. Tod@s anónim@s, claro, excepto una persona que pidió que constaran su «nombre y apellidos».

Debo decir, es obvio, que sigo escribiendo con arroba –@– para el género, pese a algunos amigos, como un homenaje a mis hijas, y por una cuestión política que no detallaré aquí, relacionada –avanzaré, eso sí– con el patriarcado lingüístico. Con algunas excepciones, como también decía en Gestalt y atención,8 como, por ejemplo, «el lector».

Me hago acompañar, de nuevo, por numerosas citas: a mí me gusta, por ahora, interrumpir el discurso lineal, el mío propio, con citas de otr@s con las que tropezar, como en una buena sopa y sus «tropezones». Y es que sigo sintiéndome «ben-decido» por quien «bien-dice», tal como decía en un libro anterior.9

Es esta la obra más colectiva que he escrito, en la que más personas han participado. Por una parte aparecen los valientes testimonios del Padre Primerizo (tres) del capítulo cuatro. Por otra, esa contribución de otr@s se refleja, como acabo de anunciar, en un buen trozo de la tercera parte, «El terapeuta hombre como Padre Reparador / Reparentalizador», a través de las espléndidas declaraciones (¡dieciocho!) de (ex) pacientes, (ex) alumn@s y discípul@s de varios terapeutas hombres a los que solicité colaboración, tal como explicaré después con más detalle. Así como los tres resúmenes que me llegaron cuando solicité colaboración a los propios testimonios sobre los factores comunes que pudieran detectar en una lectura global y más distante y quizá desapegada que la mía. Y por último también constan en este «libro más colectivo» que he escrito algunos comentarios de Facebook que corresponden a lo que he llamado el «proceso de creación compartido» de este texto, y eso es una novedad cuyo sentido explicaré también después. Gracias a tod@s.

Utilizo las abreviaturas Ex (por ejemplo, E7 o E2, o la que corresponda) para referirme a los eneatipos (eneatipo 7 o eneatipo 2, en este caso). Y las abreviaturas E4cons, E5sex y E6soc, verbigracia, para referirme a los subtipos de «conservación», «sexual» y «social», respectivamente. Para quien no conozca el eneagrama, lo remito a los libros que aparecen en la bibliografía de este, y en especial los de Naranjo (Carácter y neurosis) y Barba.

Aunque este es un libro sobre el padre, me he permitido, como verá el lector, algunas excursiones y desvíos, con el fin de mostrar o actualizar algunos aspectos de mi pensamiento clínico o de mi manera de trabajar que acudían al tema central como ramas laterales de un árbol.

A veces tienen estos desvíos un carácter mayor, como en el caso de lo que he llamado la «verdadera» tradición cristiana para hablar del Gran Padre, uno de los cuatro aspectos del padre que distingo desde un punto de vista semántico del término; otros son apenas unos párrafos, como cuando me detengo a hablar sobre mi experiencia con las «piedras» o sobre la escansión, y otros ocupan algunas páginas, como cuando hablo de lo imaginario, lo simbólico y lo real para explicar mi manera de trabajar en consulta con el Padre Biológico.

Recomiendo una lectura pausada y con descansos. No creo que sea un libro para leer de corrido, desde luego. Aunque pienso que no es tan barroco como Veinticinco años de Gestalt –está escrito de otro modo y no es tan disperso, tiene un tema central–, sigue teniendo su densidad, a veces algo de esa densidad que se puede cortar con un cuchillo. Me sigue pareciendo válido lo que advertía en la introducción a aquel.10

Así pues, quiere ser este libro, también, un intento de suspender el ánimo del lector, en el sentido de suspender el automatismo habitual de lectura –de dejar ese ánimo momentáneamente congelado, sorprendido o aturdido en lo posible– para evocar también lo que sienten el cuerpo y el corazón cuando leen, además de lo que piensa y visualiza la cabeza. Y para quien por ahí ande… también lo que pueda decir el alma al respecto. De proponer una experiencia –así que cuerpo, corazón y cabeza, junt@s– que incluya pausas en la lectura, silencios, cabreos, suspiros, menosprecios, perplejidades y desvíos, interrupciones, algún embeleso, complicidades y desvaríos eventuales… si fuera el caso. Decía Kandinsky: «El color es la clave. El ojo es el martillo. El alma es el piano con sus numerosos acordes. El artista es la mano que, al tocar en una u otra clave, provoca vibraciones en el alma».11

Pero mi propuesta –atrevida, lo sé– es también leer un trozo y dejarlo. Para volver quizás en otro momento, a ese sitio o a otro. Reflexionar –re-flexionar, darle una nueva flexión a o hacer una nueva flexión con– o dejarse resonar, o ambas cosas.

Atender a la respiración, a las cadenas de imágenes propias del lector que puedan formarse alguna vez al evocar tal metáfora, definición o asociación. Cerrar los ojos y dejársela visualizar. Escuchar, si aparecen, la bola en el estómago o el entrecejo fruncido al leer tal cosa. Dar en lo posible espacio a lo emocional, a que algo dé rabia, produzca un leve toque de ternura, que alguna lágrima pida paso en el portal de las pestañas; aburrimiento, exabruptos, carcajadas o sonrisas, nada en particular, y remitirlo a lo propio, a la manera de cada cual, tomarlo para quien quiera como un proceso de autoindagación. Dejar venir los recuerdos propios, las evocaciones, las asociaciones personales, etcétera.

Así pues, ya sé que es mucho pedir, propongo tratar el texto, alguna vez al menos, como tratamos los libros de poesía, o los de citas y aforismos, o algunos libros meditativos o de consulta. Como un libro de diálogos, de diá-logos entre lector y autor, pero también entre diversas partes o aspectos del propio lector que así lo desee y sepa hacerlo.

Puntearlo como quien juega con las cuerdas de una guitarra para hacer sonidos, rayarlo, subrayarlo, tacharlo, sobrescribirlo, etcétera. No reprimir en la lectura los típicos garabatos que hacíamos cuando éramos escolares en los cartapacios durante las clases aburridas, si es el caso. Así pues, propongo hacer propio el libro en la medida de lo deseable, de lo posible y de lo pertinente para cada lector.

Para terminar, y a modo de resumen, le pregunté a José Luis Pérez –que, como ya he dicho en los agradecimientos, ha sido uno de los tres lectores del manuscrito original, uno especialmente crítico…, de ahí la pregunta– cómo resumiría en una sola frase lo mejor del libro, o bien aquello por lo cual lo recomendaría. Me dijo: «Haces una propuesta vivencial y vivida de trascender lo “exclusivamente familiar” del término “padre” a una dimensión al mismo tiempo cósmica y óntica».

Asumo sus palabras, desde luego, y me encantaría que fuese así para algun@s lector@s al menos. Oj-Alá…

¡Buena lectura… y buen viaje!

Primera parte

Segunda parte

Tercera parte