La colección Emaús ofrece libros de lectura

asequible para ayudar a vivir el camino cristiano

en el momento actual.

Por eso lleva el nombre de aquella aldea hacia

la que se dirigían dos discípulos desesperanzados

cuando se encontraron con Jesús,

que se puso a caminar junto a ellos,

y les hizo entender y vivir

la novedad de su Evangelio.

Bernabé Dalmau

Dietario de un
misionero de la Misericordia

Colección Emaús 134
Centre de Pastoral Litúrgica

Director de la colección Emaús: Josep Lligadas

Diseño de la cubierta: Mercè Solé

© Edita: CENTRE DE PASTORAL LITÚRGICA

Nàpols 346, 1 – 08025 Barcelona

Tel. (+34) 933 022 235 – Fax (+34) 933 184 218

cpl@cpl.es – www.cpl.es

Edición digital octubre 2016

ISBN: 978-84-9805-760-7

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Introducción

El papa Francisco, después de anunciar que la Iglesia católica celebraría un Año Santo extraordinario dedicado a la misericordia, publicó su convocatoria. La Bula Misericordiae Vultus decía, entre otras cosas:

Durante la Cuaresma de este Año Santo tengo la intención de enviar a los Misioneros de la Misericordia. Serán un signo de la solicitud materna de la Iglesia por el Pueblo de Dios, para que entre en profundidad en la riqueza de este misterio tan fundamental para la fe. Serán sacerdotes a los cuales daré la autoridad de perdonar también los pecados que están reservados a la Sede Apostólica, para que se haga evidente la amplitud de su mandato. Serán, sobre todo, signo vivo de cómo el Padre acoge a cuantos están en busca de su perdón. Serán misioneros de la misericordia porque serán los artífices ante todos de un encuentro cargado de humanidad, fuente de liberación, rico de responsabilidad, para superar los obstáculos y retomar la vida nueva del Bautismo. Se dejarán conducir en su misión por las palabras del Apóstol: «Dios sometió a todos a la desobediencia, para tener misericordia de todos» (Rom 11,32). Todos entonces, sin excluir a nadie, están llamados a percibir el llamamiento a la misericordia. Los misioneros vivan esta llamada conscientes de poder fijar la mirada sobre Jesús, «sumo sacerdote misericordioso y digno de fe» (Hb 2,17).

Pido a los hermanos obispos que inviten y acojan a estos Misioneros, para que sean ante todo predicadores convincentes de la misericordia. Se organicen en las diócesis «misiones para el pueblo» de modo que estos Misioneros sean anunciadores de la alegría del perdón. Se les pida celebrar el sacramento de la Reconciliación para los fieles, para que el tiempo de gracia donado en el Año Jubilar permita a tantos hijos alejados encontrar el camino de regreso hacia la casa paterna. Los Pastores, especialmente durante el tiempo fuerte de Cuaresma, sean solícitos en el invitar a los fieles a acercarse «al trono de la gracia, a fin de obtener misericordia y alcanzar la gracia» (Hb 4,16).

Hubo cierta expectación para saber quiénes serían estos «misioneros» y en qué consistiría su tarea. La Santa Sede designó a algunos de ellos. Otros se ofrecieron ellos mismos. En otros lugares, fueron los obispos diocesanos los que los designaron. En un momento determinado se fijó un límite de setecientos que, en la práctica, sobrepasa ligeramente el millar. Antes que nada, estaba prevista una ceremonia de envío en el inicio de la Cuaresma. He aquí las reflexiones de uno de ellos.