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“Mucho es lo que se va con la muerte de un hijo, y nada, absolutamente nada, regresa. Permanece tan sólo el recuerdo, herramienta imprescindible para defenderte de todo: del pasado que ha huido, del presente que vives y del futuro que no llegará. Aromas de una ausencia pretende hacer presentes las ausencias, la de Hugo y la de tantos Hugos que hay y que seguirá habiendo. Busca también justificar las presencias ausentes, la mía y la de tantas madres que descubrieron un día que en este mundo nada, absolutamente nada, puede superar en dolor la muerte de un hijo. Intenta analizar la labor del tiempo, al descubrir que el primer año no inmuniza, sino que tan sólo es el primero del resto de una vida. Pretende, en fin, ir un poco más allá de la espontaneidad y transparencia de los sentimientos, para adentrarse en fríos pensamientos y en hondas reflexiones. Tras la pérdida de un hijo hay que seguir viviendo, hay que aprender a hacerlo, incorporando a ese vivir diferente aromas de una ausencia.”

MARIA%20JOSE%20BRITO22.tifMaría José Brito Romeva nació en Les (Val d’Aran, Lleida, 1960). Es licenciada en derecho. Tras la muerte de su hijo Hugo, escribió su primera obra Amarga lluvia, en la que plasmó los primeros sentimientos, los más inmediatos, impulsivos y desgarradores. Ahora, un año después, contenidos estos, con el mismo estilo llano y directo, deja constancia de profundas reflexiones a las que le ha llevado la ausencia de su hijo.

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© María José Brito Romeva, 2009

© de la edición impresa: Editorial Milenio, 2010

Sant Salvador, 8 - 25005 Lleida

www.edmilenio.com

editorial@edmilenio.com

Primera edición: febrero de 2010

ISBN: 978-84-9743-350-1

DL L 134-2010

Encuadernación: Fontanet

Impreso en Arts Gràfiques Bobalà, SL

Printed in Spain

© de la edición digital: Milenio Publicaciones, SL, 2013

www.edmilenio.com

Primera edición digital (epub): abril de 2013

ISBN (epub): 978-84-9743-524-6

Conversión digital: Arts Gràfiques Bobalà, SL

www.bobala.cat

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A Hugo, por su ausencia presente, por

seguir siendo y seguir estando.

A Ares y a Ángel, por llenar ausencias,

por ser y por saber estar.

“Después de un tiempo…

uno aprende a construir todos sus

caminos en el hoy, porque el terreno

de mañana es demasiado inseguro

para planes…

y los futuros tienen una forma de caerse

a la mitad.

Y después de un tiempo uno aprende

que si es demasiado, hasta el calorcito

del sol quema.

Así que uno planta su propio jardín

y decora su propia alma, en lugar

de esperar a que alguien le traiga flores.

Y uno aprende que realmente puede aguantar,

que uno es realmente fuerte,

que uno realmente vale,

y uno aprende y aprende…

y con cada adiós uno aprende.”

ANÓNIMO

Índice

Sinopsis y biografía

Presentación

1. Hace un año

2. Buscando respuestas

3. La vida discurre hacia delante

4. El tiempo

5. ¿Dios se esconde?

6. La felicidad

7. La muerte

8. Las razones de la sinrazón

9. Deambulando melancólicamente

Palabras para Hugo

Carta de Hugo

10. Andando por la cuerda floja

Agradecimientos

PRESENTACIÓN

Mucho es lo que se va con la muerte de un hijo, y nada, absolutamente nada, regresa. Se va el presente y, aunque pudiera parecer que el presente se nos va cada día que pasa, el que se esconde entre las palabras de Aromas de una ausencia, es otro muy diferente.

Yo hablo de un presente, que de manera imprecisa pero no equivocada, califico de perenne. Ese presente, que al mismo tiempo que avanza sigue estancado, queda retenido en la felicidad, en la alegría, en la esperanza, en la ilusión y en la confianza, porque a la vez que todo va variando, estos pilares, estos contrafuertes y otros muchos permanecen intactos. Hablo de un presente que se tiene entre las manos y que tan pronto quieres que corra como que se detenga; de un presente que es pasado y al mismo tiempo futuro. Este es el presente que ha desaparecido, el que se ha ido y jamás regresará, ese que estaba formado por infinidad de ingredientes: cosas grandes y pequeñas, buenas, malas, importantes, superfluas, por situaciones, por vivencias, por anécdotas… Todo un engranaje que hace funcionar la vida, todo eso que va cayendo en la caja fuerte de lo inolvidable.

También se va el futuro, no el futuro que vendrá, sino el que hubiera venido. Y a pesar de que tanto uno como otro están emplazados en el apartado de la imaginación, el futuro que hubiera venido, aquí se imagina con sufrimiento, porque ese, ese nunca llegará. Y aunque todo futuro es incierto, esperanzador, desconocido, dudoso e indeterminado, el que nos ocupa es, sin embargo, irrefutable, indiscutible e incuestionable.

Poco es lo que queda tras la muerte de un hijo. Permanece el recuerdo, herramienta imprescindible para defenderte de todo, del presente que ha huido, del presente que vives, y del futuro que no llegará; y para defenderte también de la ausencia, de esa ausencia siempre presente, que queda abismada permanentemente contigo tras la muerte de tu hijo. La ausencia se convierte en presencia, y la “falta de” se convierte en “con”, porque a pesar de su ausencia, Hugo sigue presente y sigue conmigo.

Aromas de una ausencia pretende hacer presentes las ausencias, la de Hugo y la de tantos Hugos que hay y que seguirá habiendo. Pretende justificar las presencias ausentes, la mía y la de tantas madres que descubrieron un día que en este mundo, nada, absolutamente nada puede superar en dolor la muerte de un hijo, y que descubrieron también que, a partir de ese momento, su presencia, la de ellas, la mía, sería siempre ausente.

Pretende encontrar ese punto de inflexión, cuya aparición, aparentemente, tiene que surgir de forma obligatoria tras el paso de un año, intenta analizar la labor del tiempo, de ese primer año que no es más que la antesala del resto, de ese tiempo que puede jugar a favor y en contra, que se ramifica doblemente, que corre, pero que al mismo tiempo se momifica, de ese tiempo que no puede curar, sino simplemente enseñar a vivir diferente, a vivir con el dolor, como con una enfermedad crónica, porque el dolor por la muerte de un hijo además de ser acerado y punzante, no puede ser sino eternamente crónico.

Aromas de una ausencia habla del frío que produce la ausencia de un hijo fallecido, y del calor que transmite a veces su ausencia presente, de la necesidad de asumir esa ausencia y de la también necesidad de sentir su presencia. De él, de Hugo, de su aroma, de lo que sigue provocando aún después de no estar presente. De mí, de mis sentimientos, pensamientos y reflexiones que pueden parecer muy personales, y lo son, pero que también son universales. De esa parte de mi vida vacía sin su presencia ausente y llena de su ausencia presente. De la lucha por llenar esos vacíos imposibles, de nostalgias, de añoranzas, de búsquedas y de preguntas. De lo que piensas y de lo que quieres pensar, de lo que haces y de lo que querrías hacer, de lo que vives y de lo que desearías vivir. De ese año que ha pasado, del descubrimiento de que ese año sólo es el primero del resto de una vida, y es entonces cuando el tiempo desaparece, ya no lo miden las agujas del reloj, se transforma en la presencia de una ausencia.

Y tras todas estas pretensiones, se arrastra la duda, y casi casi, el convencimiento de no haber logrado todo lo pretendido, por no ser las palabras aquí escritas las adecuadas, por no tener la suficiente fuerza, por no decir lo que deberían decir, por ser débiles, por la imposibilidad de transcribir el sentimiento real en palabras o en un papel, pues no existe vocabulario, no existen términos lo suficientemente descriptivos. Valga, por lo tanto, mi intento por conseguirlo y la imaginación y la empatía del lector por descifrarlo, pues como aseguraba el filósofo Michel de Montaigne, las palabras son mitad de quien las pronuncia y las escribe, y mitad de quien las escucha y las lee.