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psicología

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psicoanálisis


DIRIGIDA POR OCTAVIO CHAMIZO


FREUD: A CIEN AÑOS DE TÓTEM Y TABÚ (1913-2013)


coordinado por

NÉSTOR A. BRAUNSTEIN

BETTY B. FUKS

CARINA BASUALDO


textos de
ANNE DUFOURMANTELLE * DANIEL KOREN
NÉSTOR A. BRAUNSTEIN * OCTAVIO CHAMIZO
PAOLA MIELI * JACQUES NASSIF
CARINA BASUALDO * PATRICIA GHEROVICI
BETTY BERNARDO FUKS * CATERINA KOLTAI
MÁRCIO SELIGMANN-SILVA * PAULO ENDO




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POR AMOR A TÓTEM Y TABÚ

Si se me preguntase cuál de las atrevidas e innovadoras contribuciones de Sigmund Freud al conocimiento del ser humano ha sido para mí la más relevante y cuál de sus obras literarias es la primera en venirme a la mente cuando escucho su nombre, yo diría, sin pestañear, que es Tótem y tabú, el gran tratado en cuatro partes […] ello se debe a que esa obra trasciende ampliamente sus intenciones e intuiciones en el campo de la medicina para introducirse en las ciencias humanas en general y, más que nada, porque abre, de manera esclarecedora, para el lector que reflexiona sobre las cuestiones de la humanidad, perspectivas increíbles sobre el pasado anímico, la profunda protohistoria moral, social, mítico-religiosa de la prehistoria y los comienzos de la historia […] Se trata, sin duda, desde un punto de vista puramente artístico, del mejor de los trabajos de Freud: por su construcción y por su forma literaria es una obra señera de la ensayística alemana que se emparienta y se incluye entre sus realizaciones más logradas.1


Thomas Mann [1929], “Die Stellung Freuds in der modernen Geistesgeschichte”.


“Todo yo soy Tótem y tabú.” Así, con estas palabras, Freud declaraba a Sándor Ferenczi, en una carta fechada el 11 de agosto de 1911, la medida en que se sentía absorbido por la escritura de un texto que lo llevaría —aludiendo aquí a las reflexiones de Michel Foucault en ¿Qué es un autor?—,2 a comprometerse en una nueva y extraña relación consigo mismo. Muchos de los comentaristas de Freud consideran que esta obra, escrita entre 1911 y 1912, publicada en 1913, es tan sólo una aplicación de la teoría psicoanalítica a la antropología. Es evidente que ésa sería una lectura apresurada y equivocada. El libro en cuestión es un escrito metapsicológico que ofrece, como subproducto, el esclarecimiento del principio psicoanalítico del vínculo indisoluble que hay entre lo individual y lo colectivo, algo que es más claro hoy que hace cien años. Esa postulación exige que el analista ocupe el lugar de crítico de la cultura en la que rinde su testimonio. Siendo así, es más que legítimo afirmar que Tótem y tabú es uno de esos textos señeros que habrán de ser considerados fundamentales, no sólo en el ámbito de la obra de su autor, sino como una de las mayores creaciones del siglo xx. El ensayo inaugura lo que era hasta entonces impensable: un mismo espacio, un espacio común, para aprehender la psicología individual y la psicología colectiva. Recordemos: “La psicología individual, es al mismo tiempo y desde un principio, psicología social”: Psicología de masas y análisis del yo (1920).

Trece años después de publicar en La interpretación de los sueños (1900) algunas de las narrativas personales que le abrieron las puertas de acceso a la singularidad del deseo, Freud construyó, en Tótem y tabú, la escena que funda la vida social, el mito del asesinato del padre. ¿Por qué fue necesario forjar un mito en ese momento, cuando casi todos los conceptos psicoanalíticos extraídos de la clínica configuraban ya una teoría aceptada y reconocida?

En primer lugar debe decirse que la tarea fue ardua, según lo muestra otra carta de Freud a Ferenczi, la del 30 de noviembre del mismo año, 1911: “El trabajo sobre el tótem es una bazofia. Leo grandes libros que carecen de verdadero interés pues ya conozco las conclusiones, según me lo dicta el instinto. Pero tengo que rastrearlas a través de todo el material; mientras tanto, las intuiciones se oscurecen”. Era así porque los datos de la literatura antropológica y etnológica que se describen en los cuatro ensayos que integran Tótem y tabú confirmaban, de un modo u otro, lo que Freud estaba habituado a escuchar de sí mismo y de sus pacientes. Por lo tanto, era preciso extraer una inferencia lógica del material propagado por los libros de Charles Darwin, George Frazer, W. Robertson Smith, James J. Atkinson y tejer una trama literaria que fuese capaz de manifestar la verdad analítica sobre los orígenes de la religión (tótem) y de la moral (tabú).

El espíritu crítico del padre del psicoanálisis se adelantó a los estudios más modernos sobre la función de los mitos en la cultura como relatos de una creación que, habiendo emergido en un pasado remoto, se perpetúa en aspectos de la realidad presente. Como historias dramáticas que autorizaban las costumbres, los ritos y las creencias o permitían sus mutaciones, los mitos se ubican entre, por una parte, la dominación y, por otra, el conocimiento de la naturaleza; de ahí procede su eficacia simbólica. De modo general, Freud, contrariando a la tradición, rompió con la clásica devaluación del mito por parte de la razón esclarecida; lo exaltó como una narración de alto valor social e individual cuya función consistía en expresar una verdad sobre los orígenes y la arquitectura del espíritu humano. En tal sentido, la entrada de las construcciones míticas en el campo psicoanalítico va más allá de un simple ensamblaje de ilustraciones: es, al mismo tiempo, un modelo inaudito de expresión del pensamiento científico.

Tótem y tabú, un mito científico, es el escándalo que el psicoanálisis introduce en el corazón del saber moderno como efecto de la alta estima en que Freud tuvo a la confluencia de mito y logos. Nunca estará de más recordar que, a pesar de todas las críticas recibidas, el maestro de Viena jamás renunció a echar mano del mito, cuyo relato adquiere el tono de una gran leyenda, para representar, gracias a él, un origen desconocido pero que es siempre necesario. “Un día los hijos expulsados de la horda por el padre que gozaba de todas las mujeres, regresaron, lo mataron y devoraron el cadáver, poniendo fin a la existencia de aquella arbitraria figura de poder.” El asesinato es el acto que instaura la cultura. Esa ecuación puede también ser expresada en términos metapsicológicos: el asesinato representa el momento mítico de instalación de la represión primaria (Urverdrängung), ese mecanismo que organiza las representaciones en el interior del aparato psíquico.

En la década de los treinta, al sentirse cada vez más convencido de que los mitos poseen un valor incalculable para la investigación científica, Freud escribe a Einstein: “Acaso tenga usted la impresión de que nuestras teorías constituyen una suerte de mitología y en tal caso ni siquiera una mitología alegre. Pero ¿no desemboca toda ciencia natural en una mitología de esta índole? ¿Les va a ustedes de otro modo en la física hoy?”3 El mito de Tótem y tabú, ¿una especie de mitología nada alegre? Más aún, cabe preguntar: ¿qué hay de agradable en la verdad histórica de que cada padre es un padre muerto y cada hijo un asesino involuntario? Sí; un mito desagradable. Sin embargo, es una herramienta poderosa y precisa para la inteligencia del psiquismo y del orden social: el pasado remoto, perdido en el tiempo y en el espacio, florece en el presente y alcanzará al futuro del sujeto individual y, en su conjunto, a la cultura. En ese sentido Freud teje la célebre y discutible serie de analogías entre el niño, el neurótico, el salvaje y el hombre prehistórico para poner en acción teórica al tabú del incesto, al deseo prohibido. No sin razón el análisis de Juanito es recuperado en Tótem y tabú: se trata de demostrar cómo la fobia infantil con relación a ciertos animales presenta analogías con el totemismo, esa primera forma de religión que advino después y a modo de conmemoración del asesinato del padre.

Cada vez que Freud percibía al mundo como condenado al agobio y a los impases de la desorganización social, regresaba a la narrativa mítica que se prestaba para ser leída como una historia del pasaje de la naturaleza a la cultura. En otros términos, el mito relata la adquisición del lenguaje como palanca primordial para la formación de los lazos sociales. Ahora bien, retornar al mito no podría dejar de implicar el intento de inscribir a lo real (que no deja de no escribirse) como resto de la operación simbólica que funda al sujeto tanto en lo individual como en lo colectivo. ¿Habría sido ése el mensaje —inscribir a lo real en el centro de la teoría— que el padre del psicoanálisis dejó a sus herederos cuando reiteradamente, en tres ocasiones, mencionó el mito del asesinato en su obra testamentaria, El hombre Moisés y la religión monoteísta (1939)?

Fue poco más tarde cuando la civilización sufrió los inimaginables horrores de la segunda guerra que sumieron a la cultura moderna en un estado de barbarie nunca experimentado por ninguna tribu salvaje, ni siquiera en los albores supuestamente primitivos y brutales de la humanidad. El mito ilustra, en parte, ese retroceso inefable e inescrutable, puro efecto de las estrategias mortíferas de recuperación de lo esencialmente perdido por el asesinato del padre. La narración transmite el instante supremo de la muerte del poder arbitrario y del nacimiento de la vida comunitaria. Es ése uno de los grandes legados de Freud al campo de las ciencias humanas, en particular aquellas que se imbrican con la tercera herida narcisista de la humanidad: la presencia de lo inconsciente en la relación entre los hombres.

Es por esa grandeza insólita que adquiere Tótem y tabú en la historia del pensamiento occidental y por aquello que esbozan sus entrelíneas como lo que estaría en el horizonte, que tomamos la decisión de rendirle homenaje, el homenaje no exento de crítica que el texto pide y merece. En nuestra obra se reúnen ensayos de psicoanalistas y profesionales de otras áreas, oriundos de diferentes países. Esas diferencias, sumadas a la lengua materna de cada uno de los autores, se desvanecen ante el entusiasmo de todos por la magna obra freudiana que, estando más allá o más acá de nuestra contemporaneidad, sin un tiempo determinado, nos convoca a producir otros textos en el surco que él roturó. En fin, es la transferencia al texto de 1913 la que inspira el tributo de los once autores de esta recopilación.

Vivimos hoy en el futuro de la obra de Freud. 100 años han transcurrido y el mítico pasado totémico que él inventó o develó se prolongaba clínicamente en los neuróticos y en los psicóticos, los de su tiempo y también los del nuestro. La estructura conserva su armazón y, por eso mismo, el texto de Tótem y tabú mantiene su vigencia. En el inconsciente el pasado no pasa: es intemporal, impermeable al flujo de los hechos sociales y a la transitoriedad de los fenómenos culturales y políticos que han transformado la faz de la tierra pero no las posiciones subjetivas de sus habitantes. 100 años han transcurrido y la actualidad del texto se conserva impertérrita, más aún, se ha confirmado con las más abyectas pero también con las más sublimes acciones. Nuestra humanidad se ha manifestado tanto en las guerras genocidas como en los avances de la medicina, en el rostro descarnado de los mercados como en las producciones del arte, en la devastación y el asesinato del alma de los hijos por los padres de Schreber como en el comienzo del fin del colonialismo y del régimen patriarcal, en la destrucción ecológica como en la abolición del tiempo, el espacio y el monopolio en las comunicaciones. Tótem y tabú, como ya se ha indicado, es un texto memorable que exhibe las huellas del pasado en el presente y, por eso mismo, una obra profética: el pasado continuará modelando el futuro y las imprevisibles transformaciones que acarreará el desarrollo de las ciencias exacerbará la lucha forjadora de la historia entre las titánicas fuerzas de Eros y Tánatos. 100 años es una marca temporal, arbitraria, que permite enfocar una visión retroactiva y, por lo mismo, es una manera de avizorar el futuro con sus amenazas y sus promesas, con el avance simultáneo —a la vez que conflictivo— del cálculo y del pensamiento que alimenta en nosotros, herederos de Freud, la esperanza de su recíproca fecundación.


SOBRE EL PRIMER CAPÍTULO

Hemos decidido publicar, a modo de preludio, una serie de documentos relacionados con el texto de Tótem y tabú con la intención de abrir nuevos caminos al lector para la comprensión histórica y conceptual de la obra. En primer lugar, hemos seleccionado algunos fragmentos de varios epistolarios de Freud y de los colegas con los cuales mantuvo una interlocución antes, durante y en el momento siguiente a la publicación de los cuatro ensayos. Muchas de esas cartas muestran la evolución en Freud de algunos puntos que fueron abordados en Tótem y tabú. Son, en efecto, marcas elocuentes del proceso creativo seguido por el autor. Comenzamos por vislumbrar una referencia premonitoria a la temática de Tótem y tabú en el Manuscrito N dirigido a Wilhelm Fliess y anexado a la carta del 31 de mayo de 1897. En lo que se refiere a la relación del psicoanálisis con la mitología, el intercambio epistolar con Carl Gustav Jung es altamente iluminador. Permite entrever que, mientras el itinerario del entonces presidente de la Asociación Psicoanalítica Internacional se orientaba en la dirección de encontrar en la mitología pruebas de la presencia de un inconsciente colectivo, Freud está convencido de que los mitos lo ayudan a la comprensión del alma humana individual y de las organizaciones sociales. La correspondencia con Sándor Ferenczi muestra los afectos, las angustias y la relación pasional que hizo presa de Freud durante la escritura de la obra. Las correspondencias con Karl Abraham y con el pastor Oskar Pfister ubican al lector en el centro de los conflictos que sacudían al movimiento psicoanalítico, el telón de fondo político e institucional de la construcción del texto. Este trasfondo aparece como determinante en la correspondencia entre Freud y su biógrafo Ernest Jones; allí se trasluce una doble inserción: por un lado el lector se entera de las escaramuzas entre Jung y Freud y, por el otro, sale a la luz una serie de discusiones teóricas altamente polarizadas.

Los lectores en lengua española y portuguesa encontrarán por primera vez en este libro un anexo inédito a las obras completas de Freud publicadas en sus lenguas respectivas. Este complemento apareció como un primer prólogo a Tótem y tabú bajo el título “De quelques concordances dans la vie d’âme des sauvages et des névrosés”, que fuera publicado en Francia en la edición de las OEuvres complètes dirigida por Jean Laplanche.4 El anexo está formado por cinco párrafos impresos en marzo de 1912 en la revista Imago como introducción a la primera parte de Tótem y tabú. Como nota al pie de página, los editores franceses aclaran que los susodichos párrafos fueron sustituidos, cuando se publicó el libro, por un nuevo prefacio escrito en septiembre de 1913. Fueron omitidos en las ediciones sucesivas de la obra y sólo volvieron a emerger del olvido en que se los tuvo en 1987, en el Nachtragsband de las Gesammelte Werke en alemán.

La inclusión del anexo en este volumen es uno de los afortunados resultados del trabajo de colaboración llevado a cabo por los tres responsables. El entretejido de las tres lenguas y el trabajo de traducción continuo de los once textos provenientes de varios países está en el origen de este inesperado develamiento. Grande fue nuestra sorpresa cuando nos percatamos de que esta introducción nunca fue incluida en las múltiples versiones de las obras de Freud publicadas en español y en portugués.

Dejemos a nuestros lectores descubrir la riqueza de este texto desconocido. Anticipemos tan sólo que en él se avizora y es legible la ambivalencia de Freud hacia Jung. En efecto, a la vez que reconoce que Jung fue el primero en llamar la atención sobre el paralelismo entre el desarrollo ontogenético y el filogenético, Freud se disculpa por publicar Tótem y tabú de modo apresurado, a causa de “diversas instigaciones exteriores”… Como lo indican los editores franceses, la publicación de Jung5 fue, sin duda, la causa motriz de la precipitación de Freud para asentar su posición en el campo de la antropología. Eso, a su vez, trajo consecuencias para el movimiento psicoanalítico internacional… Por otra parte y paradójicamente, como a menudo sucede con Freud, puede leerse en estas breves páginas su humildad ante el saber antropológico que, como tenía clara conciencia, sería sacudido por la osadía de Tótem y tabú.


NÉSTOR A. BRAUNSTEIN

BETTY BERNARDO FUKS

CARINA BASUALDO








CORRESPONDENCIA