Cubierta

ASCENSIÓN BELART

UN VIAJE HACIA EL CORAZÓN

El proceso terapéutico del ego al Sí mismo

Herder

www.herdereditorial.com

Diseño de cubierta: Arianne Faber

Maquetación digital: José Toribio Barba

© 2007, Ascensión Belart

© 2007, 2009, Herder Editorial, S. L., Barcelona

1ª edición digital, 2014

ISBN DIGITAL: 978-84-254-3170-8

La reproducción total o parcial de esta obra sin el consentimiento expreso de los titulares del Copyright está prohibida al amparo de la legislación vigente.

 

Herder

www.herdereditorial.com

ÍNDICE

Prólogo (de Berta Meneses, maestra zen)

Presentación (de Sofía Laso, psicóloga psicoterapeuta)

1. Introducción

2. Los síntomas y el sufrimiento del alma

3. El cuerpo habitado

4. La terapia como camino hacia uno mismo

5. La familia de origen: la relación con los padres

6. El reencuentro con el niño interior

7. El ego como estructura mental de supervivencia

8. Aproximación al eneagrama

9. La sombra: el lado oscuro

10. Lo masculino y lo femenino internos

11. Los programas de masculinización y feminización

12. La pérdida de uno mismo en la relación de pareja

13. El verdadero encuentro entre seres en proceso

14. El amor incondicional como estado de apertura del Ser

15. La separación de la pareja como encrucijada hacia uno mismo

16. El sentido de las crisis y las pérdidas: las «pequeñas muertes»

17. La psicología del Ser: nuestra auténtica naturaleza esencial

18. Trascendiendo el ego: la meditación

19. La muerte: la otra cara del ciclo de la vida

20. Síntesis final

Bibliografía

INFORMACIÓN ADICIONAL

ASCENSIÓN BELART (Madrid), es psicóloga y terapeuta de pareja y familia. Su orientación es de base humanista con una visión sistémica y fenomenológico-existencial y una perspectiva terapéutica sobre la psicología del alma, o transpersonal. Está especializada en acompañamiento a procesos de enfermedad, pérdida,muerte y duelo.

Dedicada fundamentalmente a la práctica privada de la psicología clínica, ha desarrollado escuelas de padres, grupos de autoestima y comunicación, y grupos de hombres y mujeres en proceso de separación. Es miembro de la asociación Adis para el acompañamiento a enfermos críticos y terminales. Es también coautora del libro El ciclo de la vida, Una visión sistémica de la familia (1998).

SÍNTESIS >>

Este libro constituye un viaje interior hacia las profundidades de uno mismo. Es una invitación a atravesar todos los estratos que impiden a la persona ser auténtica y acceder al centro de su corazón. Aúna la trayectoria del proceso terapéutico de autoconocimiento de la personalidad que cada uno se ha conformado para sobrevivir, con el propio recorrido espiritual, tendiendo puentes entre los aspectos condicionados del ego y el núcleo esencial de la persona.

La principal innovación de esta obra estriba en investigar en profundidad el ego (personalidad) para llevarlo, capa a capa, al ser esencial (alma) de la persona; de este modo, nos acerca a la nueva psicología del ser (transpersonal), perspectiva desde la cual todos somos Uno.

La autora ofrece respuestas a la creciente necesidad de autoconocimiento y realización espiritual, unificando la trayectoria psicológica con la espiritual y mostrando un camino de autorrealización.

De interés para psicólogos, profesores y estudiantes de psicología, médicos naturópatas y homeópatas. Centros de espiritualidad y Escuelas de enfermería. Trabajadores sociales. Público interesado en la psicología en general y, en particular, en temas trascendentales, de autoayuda, autoconocimiento y crecimiento personal.

Desde aquí puedes acceder a la ficha del libro y a la ficha de la autora.

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AGRADECIMIENTOS

A mi padre, Fernando −in memoriam−, que me enseñó a mirar hacia el Cielo, y a mi madre, M.a del Carmen, que me mostró cómo caminar sobre la Tierra. Este libro está dedicado a ellos y a mis hijos, Jonás y Aina Clara, que me eligieron como madre. Mi gratitud a mis padres por cuanto de ellos he recibido, que, como no puedo devolvérselo, he procurado traspasar a mis hijos.

Gracias a Jonás por su colaboración incondicional con los gráficos, y a Aina por la sesión de fotos.

Gracias a mis hermanas, Carmen, Lourdes y Gracia (y a Inmaculada, in memoriam), por su aliento y confianza incondicional, especialmente a Carmen por sus correcciones, aportaciones y sugerencias al manuscrito. Mi afecto hacia mis hermanos, Fernando, Javier e Ignacio.

Gracias a mi maestra Berta Meneses por su apoyo cuando este libro era sólo una idea-semilla. Su ánimo y convicción en mi creatividad posibilitó este proyecto. A través de ella he encontrado un Camino en el que canalizar mi espiritualidad.

Gracias a mi psicoterapeuta Sofía Laso Gazitúa por su respaldo y disposición a colaborar. Su presencia y experiencia profesional me dieron el impulso que necesitaba en un momento de oscuridad.

Gracias a mi amiga y colega Ana Fernández-Manchón por su generosidad y capacidad para ir más allá de las diferencias y valorarlas.

Gracias a Victoria Cifre Díaz-Oyuelos por su generosa respuesta, críticas y sugerencias.

Gracias a mi ex colaboradora Maria Ferrer, a quien siempre puedo recurrir porque sé que puedo contar con ella, y a Isidro, su marido.

Gracias a mi colega Carles Panadés por la valoración incondicional del manuscrito, y por compartir conmigo el título de psicólogo del alma.

Gracias a Joan Sampol Company por la confianza en mi trabajo y su rigurosidad en las correcciones.

Gracias a Salvador Miralles por su valoración y meticulosidad en la revisión del manuscrito.

Gracias a Teresa Bibiloni por brindarme la posibilidad de dirigir grupos de personas en proceso de separación a través de su asociación y centro de mediación.

Gracias a mi amiga y colega Bel Ferrer por crear y promover la asociación Adis, a través de la cual he podido acercarme a los enfermos críticos y terminales.

Gracias a los enfermos y a las enfermeras de la planta de hematología del Hospital de Son Dureta de Palma de Mallorca, con quienes he aprendido sobre el sufrimiento, el dolor y la muerte.

Mi gratitud a las personas que se acercaron a mí para iniciar un proceso terapéutico, y a los innumerables maestros que me trasmitieron su sabiduría en el arte de la terapia, de manera presencial o a través de su obra escrita.

Gracias a todas mis amigas y amigos por esos momentos de comunicación, meditación, fiestas y excursiones. Vosotros enriquecéis mi vida.

Por último, gracias a mi editor y al equipo editorial por su acogimiento y a todos sus colaboradores por el cuidado de la obra.

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NOTA A LA SEGUNDA EDICIÓN

Esta segunda edición de Un viaje hacia el corazón es para mí motivo de gran satisfacción. Desde que vio la luz la primera edición he recibido decenas de mensajes de personas que me dicen que este libro llegó a sus manos de manera mágica, en un momento crucial de su proceso de crecimiento personal y que durante su lectura han encontrado la paz, el alivio y la claridad, así como respuestas y aperturas a sus circunstancias vitales. Les ha ayudado a comprenderse y conectar consigo mismas.

Quiero puntualizar que Un viaje hacia el corazón no es un libro de autoayuda, sino de autoconocimiento. Una propuesta para que nos adentremos con conciencia en un viaje interior. Un recorrido para el que hace falta coraje, determinación, compromiso, paciencia y perseverancia. Un viaje que merece la pena porque ¿qué puede ser mejor que conocerse, respetarse, ser fiel a uno mismo, madurar y volverse un ser humano auténtico, genuino y completo?

Que muchas personas consideren este libro como una suerte de mapa que los guía en territorios desconocidos, una brújula que les proporciona orientación, luz y estímulo en la búsqueda de sí mismos, es para mí una gran alegría. Saber que les es útil para acceder, cada vez más, a ese espacio interior de quietud y serenidad desde el que nuestras relaciones son cada vez más auténticas y comprometidas.

Desde la apertura de corazón, la presencia amorosa y la vulnerabilidad que emerge de la aceptación de la impermanencia de todos los fenómenos y la conciencia de la fugacidad de los todos los instantes, les invito a leerlo y disfrutarlo.

 

PRÓLOGO

Un viaje hacia el corazón es algo más que un libro. Es un camino, un proyecto, una invitación a atravesar todas las capas o barreras que nos frenan o nos impiden realizar el viaje; porque las personas tenemos necesidad de saber, creer y experimentar que las verdades que percibimos se arraigan en las profundidades inmutables del propio corazón.

El corazón, visto en el sentido más amplio del término, el corazón, ese ámbito profundo del ser humano, esa mente-corazón, el Shin para los japoneses, donde se experimenta toda la verdad que nos configura.

Aunque la naturaleza humana es intrínsecamente buena y con tendencia innata a la autorrealización, la percepción que tenemos de nosotros mismos y la forma como nos identificamos con nuestro yo o «ego» puede dificultarnos este proceso. De ahí que la propuesta de este libro pueda servir de guía a través de cada uno de los diferentes estados y niveles de conciencia a que podemos llegar.

Por otra parte, esta obra plasma una percepción diferente y profunda de las personas como seres únicos e irrepetibles cuya maduración implica un proceso desde la conciencia de la situación personal, mediante el trabajo terapéutico, hasta experimentar la trascendencia del ego y el direccionamiento hacia la totalidad que somos. Para llevar a cabo este trabajo no siempre poseemos la herramienta adecuada que nos permita la plena realización a que estamos llamados. Un viaje hacia el corazón constituye una buena herramienta que nos ayuda a construir un mapa global de los diferentes procesos psíquicos y espirituales que todo ser humano en su camino de autorrealización puede o tiene que recorrer.

De ahí que estas páginas propongan un análisis de los diferentes problemas y encrucijadas en que toda persona se ve inmersa, sin perder de vista que, en menor o mayor grado, vivimos condicionados por ellos. Por eso, es de suma importancia para la autora recorrer caminos cada vez más integradores, donde las partes de nosotros mismos que están interactuando o condicionando nuestra vida, así como nuestro mundo de relaciones, puedan ser clarificadas e integradas con la totalidad que nos configura. Como seres humanos hemos de lograr realizar en plenitud esta totalidad para llegar a ser libres y felices.

Esta nueva perspectiva desde la que se contempla a la persona es realmente dinámica y profunda, pues percibe al ser por sus características humanas únicas. Es el ser humano en busca de sentido, que es capaz de ejercer su libertad y dirigir responsablemente su vida.

Los caminos hacia la autorrealización pueden enseñarnos muchas cosas acerca de nuestros propios errores, deficiencias, acerca de las direcciones adecuadas en que nos desarrollamos y aquellas en que quedamos atrapados por factores diversos.

En esta obra se impone un ritmo ascendente. Comienza con un aprender a reconocer las heridas del alma, poner nombre a aquello que no entendemos y que nos hace sufrir, aceptar que la vida tiene un dolor inherente que hay que conocer y nombrar para poder liberarnos de él. El proceso se inicia en el propio cuerpo. Es más, implica el reconocimiento del cuerpo como una fuente válida de mensajes acerca de lo que somos, hacemos y sentimos, así como medio de expresión de nuestras intenciones y pensamientos. Funcionamos como un organismo total. Mente y cuerpo son distinciones hechas sólo para facilitar la comprensión teórica, pero ambas constituyen la expresión de una única realidad de dimensiones infinitas ya que incluye los aspectos más espirituales y trascendentes.

Así, la sugerencia de una terapia como camino implica reequilibrar todas las dualidades y polaridades, y revalorizar sincera y profundamente el mundo emocional.

Aquí la autora se adentra en el estudio de diferentes ámbitos donde el ser humano ha podido quedar marcado de manera negativa, donde la psique ha elaborado diversos mecanismos de supervivencia que han ido configurando su yo, pero no siempre el proceso de individuación ha sido correcto. Con frecuencia, al paso del tiempo hemos de trabajar para liberarnos del yugo que nos habíamos creado, al menos de la falsa identificación con un «ego» que no nos permite llegar a ser el verdadero yo que somos.

La cultura occidental ha tendido a valorar lo racional sobre lo emocional, la acción frente a la contemplación, etcétera. Esto desequilibra nuestro organismo ya que se desconocen aspectos valiosos de nosotros mismos o se los subestima, relegándolos al control de otros. El cultivo de lo emocional, lo intuitivo, lo contemplativo por parte de la psicología humanista e integrativa es un intento por reestablecer ese equilibrio.

De ahí que la autora acepte y desarrolle las diferentes aportaciones que la psicología ha desarrollado a lo largo del tiempo. Apoyándose en estas investigaciones nos muestra las diferentes herramientas útiles según la situación en que se encuentra la persona. Dichas investigaciones van desde la psicología analítica junguiana hasta las importantes aportaciones de la psicología humanista, la gestalt o la terapia sistémica; aportaciones que no solamente son fruto de un estudio más o menos conceptual, sino que se han experimentado personalmente y como terapeuta.

En Un viaje hacia el corazón es importante ver que el itinerario realizado por la autora supone la base más enriquecedora del libro. Sabemos que sólo es buen terapeuta aquel cuyos sentimientos y experiencia son accesibles a su conciencia, aquel que es capaz de vivirlos profundamente y compartirlos en la relación con los otros individuos, porque tiene esta capacidad de comunicarlos, si fuese necesario. Éste es el terapeuta que entra en un encuentro personal directo con su cliente, un encuentro de persona a persona, sin negar su personalidad. Esta condición constituye uno de los grandes retos del buen terapeuta.

La capacidad de empatía, de intuición, de escucha sin rechazo sólo es posible cuando uno ha llevado a cabo seriamente su propio trabajo y por eso sabe lo que ocurre dentro de sí mismo, es decir, cuanto más capaz es de vivir sin temor la complejidad de los propios sentimientos. De ahí que el libro rezume la propia experiencia de la autora, lo que le confiere mayor credibilidad (ya que no elude ninguno de los lugares donde el alma puede quedar atrapada) y lo reviste de coherencia.

Siguiendo esta ascensión continuada, el texto nos lleva desde el amor incondicional hasta la aceptación de las pérdidas, invitándonos a descubrir en todo cuanto nos suceda caminos de aprendizaje y senderos de realización personal. El hallazgo de nuestra dimensión más profunda nos abre la puerta también a la aceptación de que somos frágiles e impermanentes, pero la naturaleza de la que el ser humano forma parte expresa una sabiduría mayor, y es esta comprensión la que nos abre un camino infinito que nos trasciende. Por lo tanto, como seres humanos podemos experimentar esta sabiduría y confiar en la forma en que ocurren las cosas, evitando desesperar cuando la realidad es dolorosa.

Por eso son sumamente interesantes las aportaciones que la autora realiza desde el ámbito de la experiencia espiritual. Como practicante de zen, conoce la importancia de la vía del no apego, la cual sin duda es una importante fuente de salud mental y salvación espiritual. Para acceder a este ámbito de profundo equilibrio interior es preciso cultivar unas actitudes que emergen de la práctica meditativa, en que un nuevo nivel de conciencia aparece y en que el ser humano se reconoce más allá de los límites que su racionalidad o sus sentidos le imponen.

Resulta de primordial importancia darse cuenta de que cuando el ser humano se reconoce totalmente en todas sus dimensiones con absoluta sinceridad, aceptando de manera ecuánime sus cualidades y carencias, sus sombras y luces, su fortaleza y fragilidad, necesita también la experiencia de su verdadero yo para poder fluir libremente, superar cuanto pudiera ser un obstáculo y celebrar con gran libertad la maravilla del Ser que es.

Dicha trascendencia la describe muy bien Rilke en su poema Alabo, pues alabar implica amar, ser fiel a uno mismo, sentirse parte del universo, ser estrella y a la vez comprender la impermanencia de todo.

Alabo.

Oh, dinos, poeta, ¿qué haces?

Alabo.

Pero los días devastadores y los días violentos,

¿cómo los soportas, cómo los recibes?

Alabo.

Pero lo indecible, ¿cómo elevas eso,

cómo invocas lo innominable?

Alabo.

¿Qué derecho tienes, al pasar por cada fase,

en cada máscara, a permanecer fiel?

Alabo.

¿Y a qué se debe que tanto la quietud como la

salvaje reyerta te conozcan, como estrella

y tormenta?

Porque alabo.

R. M.ª Rilke

El libro que tenéis en vuestras manos es un camino, un itinerario, una carta de viaje, para los que quieran saber con verdadera sabiduría que abrazando todos los ámbitos de nuestro Ser podemos avanzar mucho más allá de cualquier límite, lo que nos permite acceder a una vida más libre y feliz.

BERTA MENESES
Maestra zen

 

PRESENTACIÓN

Es una alegría para mí ver que una persona a quien he tenido la oportunidad de apoyar en su desarrollo interior y profesional escribe acerca de su proceso y tiene la generosidad de compartirlo con los demás a través de un libro como éste. Además, me parece un acto de valentía hablar de aquello que uno mismo ha experimentado íntimamente a lo largo de mucho tiempo. Y de aquí lo que considero uno de los primeros valores de esta obra: no está escrita solamente según otros libros o autores, nace de la experiencia de haber recorrido el camino que está indicando.

Al leer el libro uno va atravesando los diferentes parajes que normalmente se recorren cuando una persona toma la decisión firme de trabajar con sus contenidos mentales y emocionales e iniciar una salida de la neurosis, fuente del sufrimiento en la que en general se vive. Un camino que no sólo nos ayuda a sanar psicológicamente sino que también puede llevarnos un poco más allá, a un reconocimiento de nuestra naturaleza más profunda, nuestro Ser esencial.

Cuesta reconocer que vivimos en algo así como un «disgusto permanente» y que a veces es necesario llegar a niveles de malestar tan fuertes, que la persona no tiene más remedio que plantearse buscar ayuda terapéutica. Una separación, una muerte, la pérdida de un empleo, una decepción, una enfermedad… queremos vivir tan de espaldas a todo esto que cuando llama a nuestra puerta hemos estado tan apartados y hemos querido huir tanto, que nos sorprende sin herramientas, sin las comprensiones necesarias.

Nuestra vida se hunde, porque durante mucho tiempo sólo nos hemos preocupado de lo exterior y hemos abandonado nuestro mundo personal, interno, en el que únicamente puede reinar cada uno de nosotros. Ese espacio que por lo general está desolado, abandonado porque la conciencia, que es su dueña, se halla perdida en conseguir logros, objetivos y promesas de felicidad. Y lo de fuera, irremediablemente, más tarde o más temprano, termina por fallarnos.

A través de la lectura de Un viaje hacia el corazón se revela la habilidad de la autora para combinar de forma fluida sus experiencias, sus conocimientos y la aportación de otros autores. Integra múltiples disciplinas, todas ellas centradas en el ser humano, y nos entrega una guía valiosa que nos ayuda a conocernos mejor para entendernos y trascendernos, y a la vez nos entretiene con un estilo ameno y un lenguaje fácil de comprender e interiorizar.

Su modo de plantear las cuestiones que trata va llevándonos de una idea a otra a través de pensamientos, experiencias, citas y narraciones que nos ayudan a entrar de lleno en el universo de lo humano y, por tanto, a encontrarnos con lo que, aunque sólo parezca ser parte de un libro, es una parte esencial de cada uno de nosotros. Nos identificamos, vemos que se nos habla de lo que nos ocurre todos los días. Nos emociona una historia que nos cuenta, nos ayuda a entender algo vivido o nos sorprende con algún mensaje sobre el que nunca nos habíamos parado a reflexionar.

En mi opinión, este libro se encuadra en el movimiento de la psicología humanista. Abarca todos los temas referentes a la persona: mente, emoción, cuerpo y espíritu. Y lo hace ampliamente, separando cada uno de ellos y luego integrándolos en una comprensión unitaria. Respetando así la aproximación holística de esta corriente, que aborda a la persona como un conjunto indisociable de movimientos y relaciones interconectadas y dinámicas.

En definitiva, la autora describe de manera abierta y clara los problemas cotidianos a que hemos de enfrentarnos, sea cual sea nuestro lugar en el mundo. Porque aunque seamos muy diferentes en lo externo, lo que nos configura en lo interno es de la misma materia sutil. Miedo, amor, dolor, resentimientos, penas, entusiasmos, pensamientos, alegrías, valores, condicionamientos, normas, acuerdos y desacuerdos son comunes a todos.

La fórmula en que tales aspectos se combinan en cada uno nos da el perfil de nuestra personalidad, ese «ego» que tanto se nombra y que no siempre se sabe identificar. De esa combinación única es de lo que se ocupa el proceso terapéutico que la autora va definiendo y describiendo paso a paso a lo largo de estas páginas. Va llevándonos con verdadera maestría a través de ese viaje hacia el corazón, donde encontramos lo que llevamos buscando desde siempre: a nosotros mismos, tan perdidos en no se sabe qué vuelta del camino que nos trajo hasta aquí.

SOFÍA LASO GAZITÚA
Psicóloga psicoterapeuta

 

1.
INTRODUCCIÓN

Durante más de una década he trabajado como terapeuta desde una perspectiva fundamentalmente sistémica, es decir, me he dedicado sobre todo a la terapia familiar y de pareja. Por circunstancias de la vida o los recodos del camino, en los últimos siete años la experiencia clínica me ha conducido a la terapia individual, a profundizar un poco más en el proceso de crecimiento personal. En esta etapa me he interesado en ahondar en el proceso de autoconocimiento, el camino que lleva a conocerse, aceptarse y amarse a uno mismo, aquel que se dirige hacia el centro del corazón.

Todos formamos parte de una familia, pertenecemos a un sistema familiar único y exclusivo, con su historia, condicionamientos, reglas y alianzas, y a veces incluso coaliciones entre algunos de sus miembros. A una familia con una singular forma de comunicación, un sistema de valores y creencias más o menos compartido y un mito o ideal familiar. Y también desempeñamos el papel que nos ha tocado interpretar en ella, el que nos fue otorgado por descarte o el que elegimos porque «sintonizábamos» con él. Encarnamos una personalidad, una manera de ser y actuar con la que llegamos a identificarnos y que en un principio fue necesaria para sentirnos alguien, encontrar nuestro lugar y poder relacionarnos con los demás.

La palabra «personalidad» proviene del latín persona, que, según la etimología tradicional se derivaría a su vez del verbo personare, «resonar», y aludiría a la máscara que los actores usaban en el teatro antiguo y que daba a sus voces un sonido vibrante. Jung toma prestado este término para referirse al disfraz del personaje teatral o a la fachada con la que nos presentamos al mundo. La personalidad es nuestra falsa identidad, el «ego» o falso yo. Nos formamos una personalidad coloreada con tonalidades de orgullo, arrogancia, egoísmo, envidia, o bien dependiente, vanidosa, tímida o perfeccionista para conseguir el amor, la aceptación y la valoración de los demás, en un principio de nuestros padres. Más allá del ego, sin embargo, se encuentra el Ser esencial, el alma, el Sí mismo; distintos nombres para referirnos a lo mismo: nuestra auténtica naturaleza esencial.

Así pues, ¿con qué vamos a encontrarnos cuando decidimos recorrer el sendero hacia nuestra esencia? ¿Cuál es el camino para convertirnos en lo que verdaderamente somos, el proceso de «pulido» para llegar a ese Ser brillante y puro como las facetas de un diamante? A lo largo de esta obra pretendo trasmitir el proceso de individuación o transformación personal para trascender el ego y acceder a nuestro Ser esencial. Eso es lo que he denominado Un viaje hacia el corazón.

El principio de individuación, concepto acuñado por Jung en 1938, es el proceso para llegar a ser uno mismo, con las singularidades y peculiaridades propias. Partiendo de una determinada estructura de personalidad, aportaciones y carencias de la infancia, conflictos y experiencias procedentes de la familia de origen, así como de ciertos mecanismos de defensa, contradicciones internas y pautas condicionadas de relación con los otros, se trata de llegar a ser la expresión más completa de uno mismo y el propio destino.

Un viaje hacia el corazón es una expedición hacia las profundidades de uno mismo, el proceso de crecimiento para convertirnos en seres humanos maduros y plenamente desarrollados. Este viaje requiere, en primer lugar, una limpieza o clarificación psicológica en la que vamos tomando conciencia de nuestros condicionamientos, limitaciones y defensas para finalmente acceder y desarrollar nuestro Ser esencial.

Para construir una individualidad auténtica hemos de conocer primero las pautas de infancia, nuestras imágenes limitadoras y conductas autodestructivas, los modelos de relación disfuncionales, la negación de nuestras necesidades, el miedo al amor y al abandono y los apegos. Primero hemos de reconocer y trabajar con este material psicológico para llegar a trascender esas pautas inconscientes. Trabajar con nuestra propia herida, reencontrarnos con el niño o niña que hay en nuestro interior, habitar el cuerpo, expresar nuestra voz, reconciliarnos con nuestros padres, reconocer las proyecciones, asumir nuestra sombra y abandonar las dependencias. Todo ello constituye un viaje hacia el interior de nuestro corazón, hacia la esencia.

Existe una fuerza que permanece latente, presta para actuar, para que se manifieste su presencia en toda su plenitud, que busca amar, manifestarse, ser. Una semilla que apremia a brotar, crecer y desarrollarse plenamente. La vida busca hacerse consciente de sí misma, hacia su propia integración y totalidad.

Esa semilla es el Sí mismo, el centro del Ser, la imagen verdadera de nosotros mismos, la unidad de crecimiento de la persona, el principio unificador, organizador y guía que proporciona dirección y sentido a la existencia. Es a la vez expresión de la individualidad y de la totalidad; para algunas visiones místicas tanto orientales como occidentales, supone la encarnación de la divinidad en el ser humano.

El proceso de individuación es el desarrollo y la integración de la personalidad en el Ser, lo que implica una búsqueda de la totalidad. Es la expansión y trasformación de la conciencia sin que nada quede excluido, y por ello conduce a la unidad y a la plenitud, al verdadero Sí mismo; su meta es la transformación interior, el encuentro con uno mismo, la espiritualidad y Dios. Es, en definitiva, la realización de la totalidad de la persona, el proceso de maduración hasta su máximo potencial, el encuentro, armonización e integración de contenidos conscientes e inconscientes, así como también el desarrollo de la creatividad latente.

La individuación es para Jung (1981: 415) «el proceso en que una persona se convierte en un individuo psicológico, es decir, una unidad o totalidad separada e indivisible». Es un proceso de integración de lo inconsciente en el consciente que proporciona propósito, significado, finalidad y dirección. La verdadera individualidad es el resultado de un esfuerzo por hacer conciencia. En los niveles más profundos impera la necesidad de ser una totalidad, cuyo sentido último busca la unión con lo numinoso o sagrado; es Dios, que desea encarnarse en nosotros.

En otras palabras, la individuación supone convertirse en uno mismo, abarcando la totalidad de nuestro Ser único más profundo y pleno. Es el camino de la autorrealización, el impulso psicológico del Sí mismo para realizarse, siendo el Sí mismo a la vez el centro y la circunferencia, y abarcando tanto lo consciente como lo inconsciente. Constituye el impulso de la vida de realizar y expandir la conciencia por medio de la función trascendente, la evolución de la conciencia a partir del inconsciente.

Mi vida es la historia de la autorrealización de lo inconsciente. Todo cuanto está en el inconsciente quiere llegar a ser acontecimiento, y la personalidad también quiere desplegarse a partir de sus condiciones inconscientes y sentirse como un todo.

C. G. Jung, Recuerdos, sueños, pensamientos
(1981:16)

El Sí mismo se representa como un círculo pequeño dentro de otro círculo (que en el lenguaje astrológico simboliza el sol), la conciencia e individualidad; el pequeño es el consciente, y lo demás es lo inconsciente que puede convertirse en consciente, como una isla rodeada de mar.

A medida que va ampliándose la personalidad a través de la integración de diferentes contenidos inconscientes, emerge nuestra verdadera naturaleza, que es lo auténtico, genuino y singular de la persona. El ego, estructura mental de la personalidad, va cediendo espacio y ha de ser en parte «sacrificado» o disuelto para que emerja el Ser esencial, cuando este último empieza a hacerse consciente y se libera de la identificación con el ego.

El proceso de individuación conduce progresivamente del ego al Sí mismo, de la inconsciencia a la conciencia, de lo personal a lo transpersonal mediante una actitud activa y un esfuerzo consciente. Es un impulso hacia la luz, una senda de autorrealización o transformación espiritual.

Para Jung, descubridor del inconsciente colectivo, la terapia o «cura de almas» es en última instancia una aproximación al ser trascendente o espiritual que todos somos. Jung declaraba: «Sé el que eres». En el mismo sentido, en la adaptación cinematográfica de la novela del escritor J. R. R. Tolkien El señor de los anillos, el líder medio elfo Elrond exhorta a Aragorn: «Sé aquello para lo que has nacido».

Este proceso lo impulsa el Sí mismo, y aunque el ego o personalidad no lo genera ni lo controla sí que puede participar en él. Lo ideal es tener un ego transparente y flexible al servicio del Sí mismo, que va integrando contenidos del inconsciente. El ego debe «morir» repetidas veces para renacer, para crecer, en una espiral de desarrollo hacia la totalidad, para convertirnos en lo que realmente somos. Se trata de que partiendo de lo personal lleguemos a lo transpersonal o espiritual, donde nos unimos a toda la humanidad y brota espontáneamente la compasión y el amor universal.

El ego o personalidad es la percepción de nuestro yo, una construcción mental como entidad separada, sólida e independiente cuyo sentido en un principio es proporcionar estructura y seguridad, pero que acaba convirtiéndose en una barrera entre uno mismo y el mundo. Porque el ego no sólo separa, se defiende e impide la comunicación auténtica con el exterior, sino que finalmente es también una coraza que impide acceder al Sí mismo y a sus capacidades latentes, como la bondad, la compasión, la alegría, el gozo, el amor incondicional, la creatividad y la generosidad. Así pues, el ego es en buena medida un obstáculo para llegar a nuestra esencia, y suele constituir la raíz de los problemas y del sufrimiento.

En realidad, más que disolver el ego lo que sólo es posible en determinados momentos, por ejemplo, cuando meditamos, estamos en contacto con la naturaleza, en los encuentros íntimos o en los procesos creativos, entre otras cosas, porque el ego nos es útil para manejarnos en el mundo, es necesario disolver el punto de vista falso que tenemos sobre él. Se trata de comprender que somos infinitamente más que cuanto creemos ser cuando nos identificamos con nuestro ego o personalidad, lleno de distorsiones y falsas percepciones sobre sí, lo que significa que en realidad no somos lo que nos creemos que somos. Al liberarnos de la esclavitud de nuestra visión egocéntrica descubrimos que tenemos posibilidades ilimitadas.

En efecto, en el proceso de individuación el ego no ha de ser destruido, sino subordinado al Ser. El ego ya no constituye el centro de la persona, no ocupa una posición central. El ego va disolviéndose por medio de su observación y reconocimiento, y sin embargo sigue actuando en la vida cotidiana. Renunciamos entonces a las aspiraciones centradas en nuestro ego para vincularnos a un contexto más amplio de la vida, con el Ser del que todos formamos parte. Nos unimos a todo cuanto existe.

Mientras que en el ego las leyes que imperan son las del desear y tener, el Sí mismo actúa basándose en las leyes del ser y dar. Del ego se transita al Ser a través de diversas crisis de crecimiento, cuando las estructuras y enfoques mentales dejan de ser operativos y funcionales, y se resquebrajan. Se construyen nuevos valores universales, y del vivir por y para uno mismo, a menudo de una manera enfermiza y destructiva, se puede pasar a un yo sano en función de un tú. Entonces tomamos conciencia de la interdependencia de todos los seres y de la unidad fundamental de la existencia.

Ignoro qué idea o imagen del núcleo del Ser tendrán otros autores. Para mí es como una presencia tierna, luminosa e irradiante, a la que que rodea el ego, como una muralla que la envuelve, protege y a la vez aísla del exterior. Uno se halla protegido al mismo tiempo que atrapado por el ego, que impide también el acceso y la conexión con el Ser, imposibilitando que sienta y desarrolle todas sus capacidades, impidiendo la irradiación o emanación de sus potencialidades. Imaginemos que la muralla se rompe y deja un círculo de segmentos a través de los cuales el Ser irradia todo su poder y esplendor. Es una posible imagen.

Otra imagen: el ego se hace cada vez más fino y transparente, como una malla agujereada que envuelve suavemente al Ser esencial, permitiendo que éste irradie a través de él. Porque eso sí, el Ser es irradiante y atraviesa el ego.

El alma ha de romperse con violencia en su propia luz. De la noche y de la luz brota un fuego, un amor.
Es así como el alma ha de entrar en el orden divino.

Maestro Eckhart

A lo largo de estas páginas ahondaré en especial en la formación y funcionalidad del ego o personalidad para manejarnos en la vida, así como en la posterior necesidad de despojarnos de este caparazón tras el encuentro con las crisis, las pérdidas y el sufrimiento. En última instancia el sentido de este despojamiento es la toma de conciencia del Sí mismo o Ser esencial, la trascendencia del ego y el acceso a una espiritualidad enraizada, encarnada, auténtica.

Mi intención es construir un puente entre el trabajo terapéutico y el camino espiritual, transmitir un «mapa» del proceso de maduración individual para posibilitar la integración de la realización espiritual en la vida cotidiana.

Desde hace varias décadas muchos ensayistas y maestros espirituales han afirmado que estamos en la Era de la Conciencia. El propio Jung manifestó que la vida y el mensaje de amor, compasión, entrega y sacrificio de Cristo pertenecía o quedaba circunscrito a la constelación zodiacal o Era de Piscis ( )( ), que será seguida por la de Acuario (). Este último es simbolizado como un hombre que vacía y comparte así con los hombres el contenido de una jarra: el conocimiento y la sabiduría. Acuario representa la libertad, la generosidad, la evolución del ser humano y la fraternidad. Las eras tienen una duración de unos dos mil años. La influencia de la Era de Acuario se cifra en una creciente necesidad de vivir con mayor conciencia el recorrido o viaje de nuestra vida, las diferentes fases y transformaciones internas que se suceden y son comunes a todos los seres humanos.

Por eso, cuando pasamos por alto esas transformaciones o tratamos de refrenar las transiciones de la vida, cuando vivimos en la inconsciencia de quienes somos, estamos generando, sin saberlo, la probabilidad de entrar en una crisis vital importante con su consecuente sufrimiento.

A esto se añade que en nuestra sociedad apenas existe conciencia de la impermanencia inherente a la vida, de la transitoriedad de todos los fenómenos, de modo que nos cuesta mucho aceptar cambios, separaciones y pérdidas, sucesos, por otra parte, a la orden del día en un mundo vertiginoso y acelerado.

Necesitamos aprender a desprendernos de lo viejo para abrirnos a lo nuevo. Sin embargo, la tendencia es aferrarnos «con uñas y dientes» a lo familiar y conocido, actitud vital que termina conduciéndonos casi inevitablemente al sufrimiento. En este sentido, el uso de rituales es interesante porque nos ayudan a tomar conciencia y proporcionan significado a las transiciones, a la vez que confieren apertura, confianza y aceptación de lo que está sucediendo.

Los rituales se hallan presentes desde tiempos inmemoriales en todas las culturas y han servido para facilitar un estado de «atención despierta» con el fin de dotar de significado a un acontecimiento. En ellos se usan símbolos cargados de significado, al tiempo que se repiten algunas palabras para propiciar un cambio de conciencia y pueda establecerse una nueva perspectiva. En los rituales se unen la información metafórica y la digital, lo que posee la virtud de unir ambos hemisferios cerebrales. Se trata de abrir un foco hacia donde dirigir la energía y la intención, para invocar y/o afrontar un cambio.

El uso de rituales es un instrumento importante para franquear las propias experiencias vitales, para señalar y respaldar transiciones y ritos de pasaje, para iluminar y dar conciencia a las diferentes circunstancias y vicisitudes de nuestra vida.

En otro orden de cosas, en el mundo occidental está produciéndose un curioso fenómeno que bien pudiera ser un intento social inconsciente de reestablecer el equilibrio alterado debido a la exagerada importancia dada a lo material. Y así, mientras que la gran mayoría de las personas viven inmersas en un mundo básicamente mental y material, y se han construido sólidas defensas que las mantienen apartadas de aspectos espirituales, otras en cambio están demasiado abiertas y buscan la espiritualidad a través de rutas y caminos que podríamos denominar esotéricos o del tipo New Age. Estas últimas pretenden acceder a la vía espiritual que los anima a renunciar a sí mismassin haberse encontrado primero, hecho que, cuando menos, conduce a que se construyan una nueva y falsa identidad o «ego espiritual».

Ha de tenerse en cuenta que es indispensable disponer de una estructura egoica fuerte con la que trabajar para poder renunciar a ella y trascenderla, pues es evidente que no podemos renunciar a lo que no tenemos. Trabajar en la disolución del ego requiere estar bien asentado en la tierra, dado que se corre el riesgo de derivar hacia experiencias psicóticas de pérdida del sentido de la realidad. En éstas se produce una inundación de imágenes inconscientes de disolución, aniquilación, falta de límites y estructura del yo, así como sensación de pánico, angustia y confusión.

Al intentar trascender el ego nos encontramos ineludiblemente con nuestra sombra, por lo que son necesarias ciertas condiciones seguras, un trabajo de disolución y a la vez de consolidación, sin precipitaciones ni atajos. Como siempre, ha de buscarse el equilibrio y en este caso han de equilibrarse las experiencias de presencia y trascendencia, de actividad y contemplación; en otras palabras, se trata de estar bien enraizado en la Tierra para poder alcanzar con la cabeza el Cielo. Dedicarse exclusivamente a meditar en lugar de iniciar en muchos casos un necesario proceso terapéutico puede dar lugar a problemas de todo tipo.

En este sentido, Jung afirmaba que las personas que descubren la espiritualidad antes de la mitad de la vida tienen problemas, y quienes no la hallan después de la mitad de la vida experimentan graves crisis de sentido.

La trayectoria vital del ser humano consiste en compaginar el trabajo psicológico y el espiritual, construirse primero un ego para después llegar a trascenderlo. Aparentemente son actividades opuestas, pero en realidad son complementarias. La transformación de la personalidad supone, en definitiva, llegar a convertirnos en lo que realmente somos, como si se tratase de un proceso alquímico de purificación.

Mientras que la psicología occidental se centra en construir un ego fuerte y sólido, una elevada autoestima y una sana capacidad de controlar los impulsos, la filosofía oriental afirma, por el contrario, que el ego es irreal y superfluo, sólo una coraza de la que hay que desprenderse para poder acceder a nuestra verdadera naturaleza. Si el trabajo psicológico nos es útil para encontrarnos, conocernos y amarnos, el trabajo espiritual nos ayuda a renunciar a nosotros mismos y trascender la condición separada para experimentar la Unidad de la existencia. Aunque parezcan contradictorios, en realidad ambos procesos son complementarios y pueden transitarse simultáneamente, lo que constituye precisamente el propósito de este libro.

Trataremos de unificar, de hacer coincidentes, el proceso terapéutico de toma de conciencia, revisión y elaboración de aspectos condicionados de la personalidad (que llegado un determinado momento de la vida no son más que un pesado lastre, causa de malestar y sufrimiento), y el camino espiritual. Y como si de las capas de una cebolla se tratase, iremos despojándonos de dichos aspectos, con el fin de poder acceder al núcleo del Ser, al corazón tierno y dulce, nuestra auténtica naturaleza y esencia Divina.

 

2.
LOS SÍNTOMAS Y EL SUFRIMIENTO DEL ALMA

A lo largo de nuestra vida todos tenemos que afrontar determinadas situaciones generadoras de tensiones y conflictos. Además hay una serie de acontecimientos que son especialmente estresantes, como la muerte de la pareja, la separación y el divorcio, el fallecimiento de seres queridos, los despidos o reajustes en el trabajo y la jubilación. Lo que tienen en común todas estas circunstancias es que nos obligan a adaptarnos, nos apremian para que aceptemos los cambios que conllevan, lo que implica, por una parte, incorporar algo nuevo que de entrada nos da miedoy, por otra, dejar que se vaya algo que conocemos que, aunque doloroso, resulta a la vez tranquilizador.

Frente a los cambios, reaccionamos no sólo según nuestra personalidad, más o menos adaptable, flexible y tolerante, sino también a partir de un sistema de creencias que interiorizamos fundamentalmente durante la infancia. Personalidad y creencias constituyen estructuras mentales que a menudo se sienten amenazadas ante los cambios, y como consecuencia se da cierto rechazo y resistencia a ellos. Ya decía el filósofo griego Epicteto que no son los sucesos en sí mismos lo que aflige a los hombres, sino las opiniones que de ellos tenemos.

Así, frente a una circunstancia vital especialmente compleja, unida a una falta de recursos internos y ciertas dificultades para adaptarse a ella (tanto por la manera de ser como por la actitud ante la vida), el ser humano puede generar toda una serie de síntomas, físicos y/o psicológicos, que desde una perspectiva integradora pueden verse como una voz desde el interior que pretende que se la escuche.

Veamos unos ejemplos. Una persona que haya dependido siempre de otros, a quien cueste tomar decisiones, que piense que es débil y que no confíe en sí misma experimentará dificultades a la hora de afrontar, por ejemplo, la incorporación a un contexto laboral muy exigente, y no es extraño que desarrolle síntomas de ansiedad. A otra puede resultarle difícil adaptarse a la nueva etapa de la vida que representa el proceso de emancipación de los hijos, y más si a esto se añade la pérdida de alguno de los progenitores cambios que exigen una profunda reestructuración interna, y, si carece de recursos personales, es posible que genere síntomas de depresión. Y así sucesivamente.

Por lo general, una persona decide iniciar un proceso terapéutico porque su malestar empieza a ser tan acentuado que se ve «obligada» a pedir ayuda, a buscar a alguien que pueda proporcionarle un alivio a sus síntomas y luz en su camino. A veces, esa petición llega incluso mucho después de haber soportado durante un largo período esa oscuridad o sufrimiento existencial.