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Editado por Harlequin Ibérica.

Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

 

© 2004 Susan Meier

© 2016 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

Tu admirador secreto, n.º 5471 - diciembre 2016

Título original: Love, Your Secret Admirer

Publicada originalmente por Mills & Boon®, Ltd., Londres.

Publicada en español en 2004

 

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.

Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

® Harlequin, Jazmín y logotipo Harlequin son marcas registradas propiedad de Harlequin Enterprises Limited.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.

Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited. Todos los derechos están reservados.

 

I.S.B.N.: 978-84-687-8794-7

 

Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

Índice

 

Portadilla

Créditos

Índice

Prólogo

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Epílogo

Si te ha gustado este libro…

Prólogo

 

Tenemos un problema –le dijo Carmella López a Emily Winters, quien alzó la vista de inmediato.

Emily estaba sentada en su escritorio, ante una pared de cristal desde la que se divisaba todo Boston. Las luces nocturnas de la ciudad intensificaban el color marrón de su pelo y el azul de sus ojos.

Hacía tiempo que la mayor parte de los empleados de Wintersoft Industry se había marchado a casa.

Emily era una mujer dedicada a su trabajo, hermosa e inteligente. Por eso Carmella López estaba tan molesta con la conversación que había oído aquella tarde. El padre de Emily le había estado argumentando a su hermana por qué Emily necesitaría un hombre que la ayudara a dirigir la empresa cuando él se retirara.

–Cuenta –dijo Emily.

Carmella entró en el despacho y cerró la puerta.

Llevaba veinticinco años trabajando como secretaria ejecutiva de Lloyd Winters, y era una entregada y leal asistente. Procedía de una familia que había sido expulsada de México por Pancho Villa hacía ya algunas generaciones, y sabía que la discreción no era un arma efectiva. La acción sí. Aunque jamás había sido ni sería desleal a Lloyd, sentía cierta responsabilidad hacia su hija. De algún modo, proteger a Emily era proteger a Lloyd.

–Tu padre quiere hacer de casamentero.

Emily palideció.

–¿Otra vez?

–Creo que se le ha olvidado que ya lo intentó una vez y falló estrepitosamente. Esta mañana, al mirar el organigrama de la empresa, reparó en que la mayor parte de los vicepresidentes de departamento son solteros. Todos han demostrado ser grandes ejecutivos y, por supuesto, materia prima para convertirse en futuros yernos.

Emily parecía a punto de desvanecerse.

–Cielo santo, ¿es que no ha aprendido de mi primer fracaso matrimonial? –dijo ella refiriéndose a su boda con Todd Baxter, uno de los altos ejecutivos de la empresa–. Si me casa con todo el que esté disponible, va a hacer de mí un objeto de burla.

Carmella suavizó su tono. Sabía que, a pesar de sus anticuadas estrategias, Lloyd Winters tenía un gran corazón.

–No lo hace con mala intención.

–Lo sé, pero es lo que consigue. Cuando mi matrimonio con Todd fracasó, perdí toda mi credibilidad frente al personal de la empresa. Me ha costado cinco años de duro trabajo recobrarla.

–Y lo has conseguido. También te has ganado a pulso la vicepresidencia. Durante esos cinco años has probado que no has accedido a un puesto de responsabilidad sólo por ser la hija de Lloyd Winters. Nadie puede acusarte de no merecer lo que has logrado.

–No, pero llegarán a perderme el respeto. ¿Quién puede tomar en serio a una mujer cuyo padre trata de venderla al mejor postor? –Emily se pasó los dedos por el denso y brillante pelo–. Voy a tener que dimitir.

Carmella negó con la cabeza.

–No puedes dimitir. Tendrías que justificar tu marcha ante tu padre y tus motivos le dolerían terriblemente. Él sólo trata de ayudarte, aunque sea del modo menos oportuno. Supongo que piensa que casándote con uno de los altos ejecutivos, tú serías libre para ejercer tu papel de madre y esposa… si eso es lo que quieres.

–No sé aún lo que quiero. Quizá sea eso, pero quiero tomar mis propias decisiones –Emily resolló frustradamente–. Las cosas serían más fáciles si mi padre y yo pudiéramos hablar. Pero desde que ocurrió lo de Todd parece que ya no hablamos el mismo idioma.

–Cuando a tu padre se le mete una idea en la cabeza es imposible quitársela. Tiene un centenar de razones para querer verte casada y con hijos. Así que tendrías que buscar otros tantos motivos para invalidar los suyos.

Emily gimió.

–¡Estoy perdida!

–No desesperes. Lo que tenemos que hacer es buscar algo que lo distraiga o que imposibilite sus planes.

–Podríamos casar a todos los solteros antes de que mi padre ponga en marcha su plan –dijo con sorna.

Carmella soltó una sonora carcajada.

–¡Eso sería estupendo!

–¡Oh, no! –trató de pararla Emily–. No empieces con tus locuras. Esto no es Siete bodas para siete hermanos.

–Tienes razón. No creo que tengamos tantas mujeres con las que casar a nuestros directivos –Carmella agarró el organigrama que Emily tenía en su mesa.

Observó los nueve nombres que aparecían en la línea inmediatamente inferior a la de Lloyd Winters.

–Alan Richards y Chad Evers ya están casados. Melinda McIntosh es una mujer. Así que, sin contarte a ti, nos quedan cinco vicepresidentes: Matt Burke, Grant Lawson, Brett Hamilton, Nate Leeman y Jack Devon –señaló a otro bloque–. Reed Connors está a punto de ser ascendido y también es soltero. Así que no creo que debamos dejarlo fuera.

Emily miró la hoja.

–Ahora entiendo por qué mi padre está planeando casarme. Todos estos candidatos son frutas maduras a punto de caer del árbol.

–Lo que significa que tenemos la oportunidad perfecta de llevar a cabo nuestro plan.

Emily miró fijamente a Carmella.

–Pero si nosotras tratamos de casar a esos seis hombres, estaremos actuando del mismo modo que mi padre.

–Es diferente –le aseguró Carmella–. Nosotras vamos a ser extremadamente cuidadosas. Vamos a resolver este problema como una cuestión de negocios.

Emily se quedó pensativa analizando ese último concepto.

–De acuerdo. Pero si lo hacemos así, tendremos que escoger con sumo cuidado a las candidatas.

Carmella sonrió.

–Así lo haremos.

Emily golpeó nerviosamente la mesa con el lápiz.

–El único problema es que un plan como ése nos podría llevar unas cuantas semanas y, realmente, no tenemos tanto tiempo.

–Podríamos retrasar los planes de tu padre si finges salir con alguien.

–Si me resultara tan fácil conseguir un novio, no me encontraría en esta tesitura.

–Puedes hablar con Steven Hansen y pedirle que nos ayude.

–¿Steven? Pero si es…

–Ya, ya, pero eso no nos importa –dijo Carmella. Sin querer entrar en detalles sobre Steven, volvió al tema que les interesaba–. Puedo conseguir información sobre todos los directivos en Internet, así podríamos hacerlo casi todo sin movernos del edificio –Carmella hizo una pausa y frunció el ceño–. Pero convencer a tu padre de que estás saliendo con Steven no va a ser fácil. Probablemente no se tragará la farsa más allá de la gala de caridad que hay a fin de mes. Creo que lo mejor será que empecemos por el más fácil.

Señaló uno de los nombres escritos en el papel.

Emily sonrió.

–¡Es perfecto!