Editado por HARLEQUIN IBÉRICA, S.A.

Núñez de Balboa, 56

28001 Madrid

© 2011 Teresa Hill. Todos los derechos reservados.

UNA NOVIA DE DISEÑO, Nº 1932 - abril 2012

Título original: His Bride by Design

Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con permiso de Harlequin Enterprises II BV.

Todos los personajes de este libro son ficticios. Cualquier parecido con alguna persona, viva o muerta, es pura coincidencia.

® Harlequin, logotipo Harlequin y Julia son marcas registradas por Harlequin Books S.A.

® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia. Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

I.S.B.N.: 978-84-687-0053-3

Editor responsable: Luis Pugni

ePub: Publidisa

Capítulo 1

LOS sueños se hacían realidad.

Siempre se lo habían dicho, pero Chloe Allen no se lo creería hasta que se apagaran las luces y tuviera a todo el mundillo de la moda de Nueva York a sus pies.

—Creo que voy a vomitar —susurró al oído de su primo y ayudante principal, Robbie.

Su administradora y contable, Addie, a quien consideraba su hermana, estaba en la parte trasera con la melliza de Robbie, Connie, su segunda ayudante en el negocio familiar.

—Ya vomitarás después —contestó Robbie—. Ahora tienes que echar un último vistazo a las modelos y empezar el desfile antes de que suceda algo.

—¿A qué te refieres? ¿A que puede suceder algo malo?

Y es que Chloe lo presentía. Incluso rodeada de las modelos con sus preciosos vestidos, preparadas para caminar por la pasarela, sentía que se avecinaba la catástrofe.

Robbie la empujó bajo el foco y a partir de ese instante todo se volvió borroso hasta el momento de enviar el último diseño por la pasarela. Eloise, la modelo más estirada del mundo, se situó frente a Chloe con su mohín de modelo y después arrancó con ese curioso caminar, balanceando maravillosamente el vestido color crudo por la pasarela.

El público se puso en pie, aplaudiendo enfervorecido y Chloe empezó a llorar.

¡Lo había logrado!

Las modelos se colocaron en fila y recorrieron juntas la pasarela. Chloe se situó justo detrás de Eloise y su novio modelo que, al parecer, era realmente el novio de la joven.

Al llegar a la altura de Bryce, novio de Chloe y fotógrafo del evento, los amigos repartidos entre el público le animaron a que se uniera a la diseñadora sobre la pasarela. Él obedeció, elegante y atlético, deslumbrando con su particular sonrisa y besando a Chloe en la mejilla. Y allí se quedaron, junto con Eloise y su novio modelo, mientras las cámaras disparaban desde todos los ángulos.

Chloe al fin empezó a respirar y a aceptar que todo había salido a la perfección.

De repente, Eloise se movió inquieta y se oyó una exclamación de protesta. «¡No han podido esperar a bajarse de la pasarela!», pensó. El novio de Eloise respondió a la exclamación, y Bryce también. El público empezó a darse cuenta y se hizo el silencio.

—¡Bastardo! —gritó Eloise, aunque no a su novio, sino a Bryce—. No podías mantener las manos quietas, ¿verdad?

Chloe gimoteó mientras todo el aire escapaba de sus pulmones.

¿Su novio estaba liado con la modelo?

Era tan típico… Y encima allí mismo, sobre la pasarela. Se suponía que era el día de Chloe. ¿Acaso no lo comprendían? Ella era la novia en aquella función.

—Te advertí que te mantuvieras alejado —Eloise agitó un dedo ante el rostro de Bryce—. Te dije que ya no estaba dispuesta a seguir aguantando más.

¿Eloise le decía a su novio que se mantuviera alejado? Entonces… ¿era Bryce el que molestaba a Eloise? ¿La estaba acosando?

Paralizada, oyó cómo las risas del público arreciaban y las cámaras se volvían locas.

De repente se dio cuenta de que Eloise no parecía intentar mantener a Bryce alejado de ella. Se había plantado entre Bryce y su novio modelo.

—¡Es mío!

Aquello no podía estar sucediendo.

Bryce era muy sexy, pero había elegido ser novio de Chloe. La deseaba, a pesar de trabajar como fotógrafo de algunas de las mujeres más hermosas del planeta.

Hubo un cruce de miradas, pero no entre Bryce y Eloise, sino entre Bryce y el novio modelo. El ridículamente bronceado, atlético y atractivo novio modelo.

Una mirada íntima, de disculpa.

Lo cual significaba…

—¡Oh, no! —susurró Chloe, luchando con todas sus fuerzas para no llorar.

La aspirante a diseñadora de vestidos de novia, parte de la maquinaria que contribuía a que los sueños de boda de las mujeres se hicieran realidad, ¡tenía un novio que se acostaba con otro hombre!

James Elliott IV no era en absoluto aficionado a las noticias sobre moda.

Su idea de la moda era, cuando se sentía realmente osado, sustituir su eterna camisa blanca por una de color amarillo claro, o quizás azul.

Pero aquella mañana de septiembre, mientras caminaba desde el apartamento de Tribeca hasta el despacho del distrito financiero, se paró para comprar el Wall Street Journal en el quiosco de siempre y no pudo evitar fijarse en las portadas de la prensa sensacionalista.

Una enloquecida modelo, vestida con un amplio vestido de novia, parecía a punto de arrancarle los ojos a un tipo que intentaba huir.

Mientras esperaba su turno para pagar el periódico, James pensó que parecía loca, claro que, la mayoría de las modelos lo estaba. Morirse de hambre hacía que se volvieran malas y al menos un poco locas. La foto la mostraba, literalmente, lanzándose sobre ese tipo con las piernas enroscadas alrededor de su cintura y las uñas preparadas para atacar.

Al fondo había otro modelo, vestido con frac, y aspecto de querer unirse a la trifulca, aunque sin el suficiente valor para hacerlo. Y un poco más al fondo… parecía…

—¿Chloe?

Su ex.

«La ex», tuvo que admitir. La única que le había llegado realmente al corazón, la que lo había enfurecido, frustrado, hiriéndole como ninguna otra.

El titular de prensa rezaba:

Nueva versión de la novia asesina: derramamiento de sangre en la Semana de la Moda. Eloise la destructora.

¿Novia asesina?

¿Y quién era Eloise?

El siguiente tabloide describía la peor pesadilla de la diseñadora, Chloe, y la modelo, Eloise. Sus hombres las engañaban… ¡entre ellos!

El tercer titular hablaba de la pesadilla de toda mujer el día de su boda: descubrir que el novio prefería a los hombres.

James hizo una mueca de pesar por Chloe. Se sentía realmente fatal.

Había habido un tiempo, tras la ruptura, en que no le hubiera molestado ver roto el corazón de Chloe, pero aquello era demasiado. Suponiendo que fuera cierto…

—¿Señor Elliott? —llamó perplejo el vendedor de prensa, Vince—. ¿Va a llevarse uno de esos?

—¿Cómo? —James miró al hombre que llevaba años vendiéndole la prensa financiera. Nada más que prensa financiera—. Por supuesto que no. Solo esperaba para… pagar.

—Menudo revuelo —Vince se encogió de hombros—. Normalmente la Semana de la Moda no despierta gran interés, pero ¿una pelea entre mujeres por dos hombres? ¡Qué fuerte!

—¿Chloe y esa modelo se enzarzaron?

—¿Quién?

—La diseñadora de vestidos de novia.

—Ya lo creo —Vince asintió entusiasmado—. Allí mismo, sobre la pasarela, según he oído. Espero que alguien lo haya grabado. ¿Conoce a esa chica? ¿Chloe?

—La conocía —asintió él.

—Parece un ratoncillo —observó Vince—, como si esa Eloise pudiera destrozarla si quisiera.

James jamás habría calificado a Chloe de apocada.

Le gustaba aparentar fortaleza y autosuficiencia, sobre todo en su carrera. Pero cuando se trataba de su vida personal, podía ser dulce, delicada y vulnerable en ocasiones. Divertida y llena de vida, hasta volver a un hombre completamente loco. Y nada de eso encajaba con la timidez.

Sin embargo, sí tuvo que admitir que en las fotos aparecía pequeña y triste, y apartada del resto. Un desfile para el que había trabajado toda la vida había quedado arruinado.

—¿Seguro que no quiere llevarse uno de esos? —el quiosquero señaló un periódico.

—No, gracias —no iba a comprarlo abiertamente en la calle. Ya se lo quitaría a su asistente.

Al entrar en su despacho, en la planta veintiséis, saludó a su secretaria, y a la secretaria de su secretaria antes de pedirle a Marcy, su asistente personal, que lo acompañara al despacho, una estancia grande con un enorme y brillante escritorio de madera, sillones de cuero y una impresionante vista del puerto de Nueva York y Battery Park.

Él era un hombre de orden, disciplina, control, trabajo duro, con fe en su buen juicio. Los demás le consideraban un genio financiero. Vivían tiempos difíciles, pero no le habían pillado por sorpresa y le iba muy bien donde otros dudaban. Siempre aconsejaba no creer en las campañas exageradas, sobre todo en temas de economía.

Pero en esos momentos, se preguntaba si no habría exagerado su relación con Chloe. Seguramente no había sido tan feliz con ella como recordaba, ni tan desgraciado sin ella.

—¿Señor Elliott? ¿Se encuentra bien? —preguntó Marcy.

—Por supuesto —le aseguró él sin saber cómo pedírselo. Se aclaró la garganta y se ajustó la corbata—. Necesito… me gustaría echarle un vistazo a tu New

York Mirror.

—Pero si yo no… —balbuceó Marcy mientras se sonrojaba violentamente.

—Claro que sí. Sabes muy bien que tienes uno y yo solo quiero…

—Pero… ¿por qué?

—Ya lo sabes. Apuesto mil dólares a que lo sabes perfectamente.

La joven parecía completamente azorada, pero no negó nada. Había empezado a trabajar para él justo después de acabada su historia con Chloe y lo había visto durante semanas de pésimo humor. Al final había recibido, al igual que otros empleados obligados a aguantarle, una bonificación en el sueldo a modo de disculpa.

—De acuerdo, voy a por él —contestó al fin mientras se dirigía hacia la puerta.

—¡Y no te atrevas a contárselo a nadie! —gritó James mientras la puerta se abría y pudo ver a su secretaria, y a la secretaria de su secretaria, mirándolo con gesto de preocupación.

Genial. Lo que faltaba.

Marcy regresó con el periódico enrollado para que nadie pudiera reconocerlo. Se lo entregó con un mohín y se inclinó para teclear algo en el ordenador.

—El periódico está bien por las fotos, pero lo más jugoso se encuentra aquí —señaló un blog que había aparecido en la pantalla del ordenador y luego se marchó.

James repasó las fotos con desagrado antes de pasar al blog y leyó:

El Blog de la Novia: todas las noticias para novias.

Una bronca nupcial estalla en la Semana de la Moda de Nueva York.

¡Una pesadilla nupcial!

¡Olvidaos de las damas de honor! De quien deben preocuparse las novias es de los demás hombres, tal y como hemos visto en la trifulca que se produjo en la Semana de la Moda de Nueva York.

La diseñadora de vestidos de novia, Chloe Allen, que salió del anonimato meses atrás cuando la estrella del pop, Jaden Lawrence, se casó vestida con uno de sus diseños, presentaba por primera vez su colección cuando, de repente, todo empezó a ir mal.

Al parecer, el novio de Chloe, el veterano fotógrafo de moda, Bryce Gorman, no pudo mantener las manos apartadas del modelo masculino que posaba como novio de la extraordinaria modelo Eloise, en lo que debía ser el momento cumbre del desfile.

¡Y menudo momento!

Uno jamás se imaginaría a una hermosa modelo, como Eloise, preocupada por perder a un hombre, pero eso fue lo que sucedió. Y no dudó a la hora de acusar a Bryce Gorman.

Eloise saltó, literalmente, sobre él, enroscando las interminables piernas alrededor de su cintura y agarrándose con fuerza mientras las largas uñas pintadas de color rosa se clavaban en el rostro del fotógrafo hasta, al parecer, hacerle sangrar.

Bryce se contoneaba en un intento de zafarse mientras la larga cola y el velo flotaba alrededor de ambos en una extraña mezcla de seda, satén y horror nupcial.

Hasta el momento solo hemos visto algunas escenas poco satisfactorias. Un ramo nupcial para la primera persona que envíe a este blog un buen vídeo de la bronca.

Mientras tanto, unas novias traumatizadas, sobre todo aquellas más próximas al gran día, han estado escribiendo enloquecidas a este blog afirmando que van a vigilar de cerca a los testigos de la boda, sobre todo a los amigos de sus novios.

Al parecer, el viejo clásico del altar cuando la novia, rodeada de sus amigos y familiares, descubre que su prometido ha tenido una aventura con una de las damas de honor, ha sido reemplazado por el equivalente de nuestros tiempos.

¡El novio liándose con otro hombre!

Chloe se despertó la mañana posterior al apocalipsis, rezando para que todo hubiera sido una horrible pesadilla.

A su lado estaba Addie, a quien consideraba su hermana a pesar de que no hubiera pruebas de paternidad que lo demostraran. El padre de Chloe se había acostado con la madre de Addie en las fechas adecuadas y eso les bastaba a ambas.

—Dime que no sucedió realmente —suplicó Chloe.

—Cariño, ojalá pudiera —Addie se sentó en la cama y le ofreció su hombro.

Chloe apoyó la cabeza contra el hombro de su hermana mientras pensaba que aquel era sin duda el peor día de su vida. El día anterior había sido horrible, pero su familia había hecho piña en torno a ella. La habían obligado a salir de la carpa y le habían hecho beber hasta que todo se hubo convertido en una neblina.

—Pensaba que este era el bueno —lloriqueó, ya sin el consuelo del alcohol.

—Lo sé, cariño.

Addie obvió amablemente comentar que Chloe siempre pensaba que el novio de turno era «el bueno». No es que fuera estúpida, pero sí una eterna optimista. Aunque después de haber estado prometida en tres ocasiones, sin llegar al altar, cada vez resultaba más difícil de creer.

Su familia adoraba las bodas y se casaba una y otra vez. La boda representaba el momento culminante y, a partir de ese momento, todo iba cuesta abajo. Chloe pensaba que, al no casarse, estaba rompiendo la norma, pero no había evitado su propio maleficio.

El novio número 1 había sido su amor del instituto y, según ella, habían sido demasiado jóvenes para saber lo que querían.

Bryce, el novio número 3, era sexy, divertido, seguro de sí mismo, trabajaba en el mundo de la moda, comprendía lo que costaba alcanzar el éxito y había llegado justo a tiempo.

Había llegado en el momento en que Chloe intentaba superar al novio número 2.

Addie estaba convencida de que esa era la única razón por la que su hermana se había dignado siquiera a hablar con Bryce, pero Chloe no estaba de acuerdo. Ella no se enamoraba de un hombre hasta el punto de querer casarse con él solo para olvidar a otro, ¿o sí?

El novio número 2 era James Elliott IV, uno de los solteros más codiciados de Nueva York. Chloe jamás hablaba del novio número 2.

—Un momento —exclamó Addie—. Ni siquiera estabas pensando en Bryce… sino en él…

—No es verdad —aseguró Chloe.

—¡Sí lo es!

—Bueno, ahora sí lo es. ¿Por qué tuviste que mencionarlo?

—Porque tienes esa mirada. Esa mirada que solo aparece cuando piensas en él. En…

—¡No digas su nombre!

—El viejo número 2 —insistió Addie con gesto triunfal.

—¿Acaso no me han humillado ya bastante? —preguntó Chloe—. ¿Tenemos que repasar mi larga lista de fracasos con los hombres?

—Es verdad —asintió su hermana—. Lo siento.

Chloe frunció el ceño. Aún no se había levantado de la cama y ya se enfrentaba a un día poco prometedor. Su vida amorosa era un desastre, pero siempre le había ido mejor en la profesional. Y en esos momentos, ambas estaban inquietantemente unidas.

—De acuerdo, ¿cómo es de malo? —preguntó—. ¿Se han enterado… todos?

—Y con fotos, me temo —asintió Addie.

Chloe gimió al recordar los flashes de las cámaras.

—Hay personas que aceptarían de buen grado cualquier publicidad —intentó consolarla su hermana.

—Tú nunca has sido así —le recordó Chloe.

—Podría haber estado equivocada todo este tiempo.

No era probable, pero a Chloe le gusto oírselo decir.

—Analicemos la situación —Addie expuso la cruda realidad—. Hoy eres primera página en toda la prensa sensacionalista.

Chloe volvió a gimotear.

—Algo que solo consiguen los famosos y los políticos inmersos en algún escándalo sexual.

—Pero nunca fue una de mis metas profesionales.

—Siendo optimistas, tu nombre suena por todas partes.

—Salvo que he diseñado un vestido para una boda de pesadilla…

—¡No digas eso! —la interrumpió Addie horrorizada—. ¡No vuelvas a decir algo así! las mujeres se vuelven un poco locas con la boda. Raras, manipuladoras y supersticiosas. Pero eso ya lo sabes. Siempre les preocupa que suceda algún desastre.

—Y si deciden casarse con un Chloe original, pensarán que el desastre estará garantizado.

—Chloe, no vuelvas a decirlo, ¿me oyes? Es como atraer el ataque de los Gremlins.

—¡Ya han atacado! Mi prometido se lo hacía con el modelo. ¿Qué más puede suceder?

—¡Cállate! —Addie se tapó la boca con una mano—. Si las mujeres empiezan a pensar que tus vestidos traen mala suerte, estarás acabada. Somos personas felices que vendemos sueños de boda. Creemos en el amor, los cuentos de hadas, los finales felices y esas tonterías.

—De acuerdo —obedeció Chloe—. Lo siento. He tenido un mal momento, pero ya estoy bien —exclamó antes de recordar vagamente el llanto, el alcohol de la noche anterior… y haber hablado con alguien. ¿Había hecho algo inconveniente aparte de llorar y beber mucho?

Debía de haber sido una pesadilla.

A fin de cuentas su prometido se acostaba con el novio modelo. ¿Qué podría superar eso?

Addie salió del dormitorio y Chloe se quedó en la cama mientras se armaba de valor para afrontar el día. Cerró los ojos y su mente se instaló en la bruma entre el sueño y la vigilia.

Estaba de nuevo en el bar. Reía, lloraba, y entonces miró al otro lado de la barra y lo vio.

James.

Gimió entre el dolor y el anhelo, consciente de estar loca por siquiera pensar en él.

Tenía un aspecto estupendo, como siempre. De hecho, se habían conocido cuando lo había confundido con un modelo de uno de sus desfiles. Era una hermosura sin perder hombría.

Él se había acercado y había extendido una de sus perfectas manos para enjugarle las lágrimas. Ese delicado gesto les había aislado del resto del bar, creando un espacio de seguridad en el que poderse acurrucar contra él.

Le había confesado, casi sufriendo, que aún pensaba en ella, que la echaba de menos.

Ridículo.

Incluso para un sueño.

James Elliott era demasiado orgulloso, terco e independiente para siquiera admitir echar de menos a alguien. Pero había sido un sueño delicioso, agridulce y dolorosamente real.

Y entonces se despertó de nuevo.

James luchó durante todo el día contra el impulso, pero al anochecer, se encontró frente al viejo edificio victoriano situado cerca de Prospect Park, en Brooklyn, donde vivía Chloe con varios parientes, todos los cuales trabajaban para ella en el taller de la primera planta.

Miró hacia la ventana del pequeño ático convertido en apartamento.

Necesitaba comprobar si estaba bien.

Esperó hasta que la luz del ático se apagó y le pareció ver su silueta, un poco fantasmal, a través de las cortinas. Se la imaginó metiéndose en la cama, con los pies fríos, dejando que él se los calentara y que le acariciara la fría y pálida piel con sus cálidas manos.

Como tantas noches compartidas en ese ático.

La había vuelto loca, y ella a él. Era un hombre racional con los pies en la tierra, y no le cabía la menor duda de que nadie querría volver a sufrir lo mismo una segunda vez.

De modo que en cuanto la luz se hubo apagado y él supo que estaba sana y salva en su cama, al menos por aquella noche, se dio media vuelta y se dirigió a su casa mientras se juraba a sí mismo que jamás regresaría.

Capítulo 2

A LA mañana siguiente, James paró frente al quiosco de prensa con la esperanza de ver los habituales titulares sensacionalistas sobre famosos, políticos corruptos, avistamientos alienígenas o jugadores de béisbol inflados con esteroides.

Sin embargo, la modelo loca, Eloise, estaba de regreso, esposada y con el vestido de novia aún puesto, los cabellos revueltos y el rímel chorreando por toda la cara. ¿Eso eran gotas de sangre en el vestido? La novia asesina, como la conocían, estaba en todas las portadas.

¿Y qué pasaba con Chloe? Repasó las noticias. Al parecer, en un rapto de ira, había destrozado todos los vestidos de su taller con unas enormes tijeras. Él no se lo tragó.

Chloe amaba demasiado la ropa que hacía para destruirla. Y Chloe no sufría raptos de ira.

—Su chica ha vuelto —anunció Vince mientras James le pagaba el Wall Street Journal.

—Ya lo he visto.

—Al parecer, hay un vídeo de la bronca —continuó el otro hombre—. En YouTube.

—Le echaré un vistazo, Vince —asintió James, consciente de que no iba a poder evitarlo.

Al llegar a la oficina, miró significativamente a Marcy para que lo siguiera al despacho.

—¿La gente está viendo un vídeo sobre la pelea durante el desfile de Chloe?

—Ya lo han visto más de cien mil personas —contestó Marcy.

—¿Es que tienen a alguien contándolas? —él dio un respingo.

—Por supuesto. Al ritmo que van las descargas, se convertirá en un bombazo.

—Hay que evitar que suceda —aquello sería malo para Chloe.

—No se puede evitar. Ya está colgado en Internet. Tiene vida propia.

—Tiene que haber alguna manera —insistió James.

—No la hay, señor —Marcy hizo una mueca—. Y me temo que hay algo más. Ha llamado Adam Landrey. Dice que la empresa de Chloe necesita otra inyección de dinero.

—¿Cuánto? —James intentó disimular cualquier expresión.

—Al menos seis cifras —contestó la joven claramente contrariada—. Se separó de ella, vendió las acciones de la empresa a su amigo ¿y luego le garantizó que no perdería dinero?

—¿Y qué si lo hice? —protestó él.

—¡Se separaron! —insistió Marcy.

—No hace falta que me lo recuerdes, gracias —la miró furioso—. ¿Ya has terminado?

La joven abandonó el despacho cerrando la puerta tras de sí.

James se lanzó sobre el ordenador y descargó el vídeo del que le había hablado Vince y luego llamó a Adam. Tras separarse de Chloe, ella había insistido en que dejara de invertir en su empresa, pero no había muchas personas dispuestas a arriesgarse en la industria de la moda. James se sentía culpable por el modo en que había acabado todo entre ellos y no soportaba la idea de que fuera a perder también su empresa. La única forma de conseguir traspasar la inversión a otra persona era garantizarle que cubriría cualquier pérdida.

A Chloe no le iba a gustar descubrirlo. Hacía que pareciera un tipo controlador, arrogante, metomentodo… todo aquello de lo que le había acusado cuando lo único que había hecho era intentar ayudarla. ¿Qué clase de novio sería si no la ayudara?

El Blog de la Novia: todas las noticias para novias.

Espectacular vídeo-confesión de la diseñadora de vestidos de novia, Chloe: en realidad nunca creyó en el amor.

Tras tres noviazgos fallidos, ¿habrá lanzado alguna maldición secreta sobre sus vestidos para que las demás tampoco consigan un final feliz?

La pregunta que está en mente de todas las futuras novias es ¿cómo puedes casarte con un vestido de Chloe y creer en el amor eterno?

Al parecer, las novias están acudiendo en masa al taller de Chloe en Brooklyn para devolver los vestidos y exigir que les sea reintegrado el importe de los mismos.

¿Cuánto tiempo aguantará así la empresa Casa Chloe?

El tiempo, queridas novias, lo dirá.

El tiempo lo dirá.

Aquella mañana, Addie no se atrevía a bajar. No sabía qué se encontrarían tras la publicación de los últimos comentarios en el famoso Blog de la Novia y de un nuevo vídeo de Chloe en el que aparecía borracha en el bar la noche de la trifulca hablando sobre sus tres desastrosos compromisos y afirmando que jamás había creído en el amor. Entró en el taller sin encender la luz y echó una ojeada a través de las persianas en la esquina más alejada de la puerta. Y allí estaban: una, dos, tres novias de aspecto histérico con enormes bolsas que sin duda contenían los temidos y malditos vestidos de novia.

—¡Cielo santo! —exclamó Addie antes de apartarse de la ventana por temor a ser vista.

La tienda no se abría hasta el mediodía porque ese era el día en que permanecían abiertos hasta las ocho de la tarde. Y apenas habían dado las nueve de la mañana. Estaban a punto de arruinarse por culpa de esa estúpida del Blog de la Novia.

A James no le sorprendió ver el gesto incómodo de Adam al otro lado de la mesa mientras se disculpaba por no poder invertir más dinero en la empresa de Chloe. Otro amigo ya le había comentado que Adam no pasaba por su mejor momento económico.

—Yo me ocuparé —James sacó una chequera.

—Si es lo que quieres… —Adam tenía aspecto de morirse de ganas de preguntarle qué demonios pretendía avalando a una mujer que lo había abandonado año y medio atrás.

—Es estupenda en la cama —contestó James encogiéndose de hombros.

—Yo no sé nada de eso —la mirada del otro hombre evidenciaba que no se lo creía.

—Me alegro —exclamó James, ridículamente feliz de saberlo.

—Quiero decir que es adorable, divertida, parece muy dulce, tiene un talento evidente…

James asintió. Era cierto. ¿Qué más podía decir? No soportaba la idea de verla sufrir, de que perdiera su negocio, su sueño. Aparte de eso… no sabía.

—¡Disturbios en el taller de Chloe! —Marcy entró con aspecto pasmado.

—¡Disturbios! —repitió James, mirándola boquiabierto.

—La señora esa del blog —Marcy asintió— dice que hay disturbios en la tienda de Chloe. Las novias descontentas entran en tropel exigiendo la devolución del dinero pagado por los vestidos malditos. Está en el Twitter. Pensé que querría saberlo de inmediato.