portada

LETRAS MEXICANAS

Marginalia
PRIMERA SERIE
 [1946-1951] 

ALFONSO REYES

Marginalia

PRIMERA SERIE
 [1946-1951] 

Fondo de Cultura Económica

Primera edición electrónica, 2017

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Alfonso Reyes (Monterrey, 1889-Ciudad de México, 1959) fue un eminente polígrafo mexicano que cultivó, entre otros géneros, el ensayo, la crítica literaria, la narrativa y la poesía. Hacia la primera década del siglo XX fundó con otros escritores y artistas el Ateneo de la Juventud. Fue presidente de La Casa de España en México, fundador de El Colegio Nacional y miembro de la Academia Mexicana de la Lengua. En 1945 recibió el Premio Nacional de Literatura. El FCE emprendió, en 1955, la publicación de sus Obras completas, que abarcan 26 volúmenes, y en 2010, la de su Diario, que ocupa 7 tomos.

ÍNDICE

MARGINALIA
PRIMERA SERIE
 [1946-1951] 

Nuevo León

Arche

La UNESCO

Cuatro preguntas

Los abuelos gigantes

El petit lever del biólogo

José Moreno Villa en México

La radio naciente

Respeto a la materia

Ritmo y memoria

Acertijos

Teoría y práctica

Afán de lucro

Pichegru

Contagios humanos

Una paradoja novelística

Del buen sentido y su sentido

La muñeca

Pintura de viva voz

San Jerónimo, el león y el asno

Anécdota de antología

El justo medio y la cuerda floja

Criaturas de amor

Carta al profesor Marchand

Saludo para el Ateneo Español de México

Toño Salazar

Contra el “genocidio”

Carta a Moisés Ochoa Campos

En torno a la notación matemática

Sobre el disimulo del yo

América vista desde Europa

Respuestas a la revista Arquitectura

El nomadismo

De ciertas filosofías

Cosas del tiempo

Ante los altos hornos

Carta sobre López Portillo

La virgen de Lipchitz

Carta a Max Henríquez Ureña

Himno a Gabriela

Prólogo a don Fernando Ortiz

Una entrevista

Ímaz

Croquis en papel de fumar

Fragmento sobre la interpretación social de las letras iberoamericanas

MARGINALIA

PRIMERA SERIE
 [1946-1951] 

contraportada

NUEVO LEÓN*

LA FUNDACIÓN del Nuevo Reino de León, origen del actual estado de Nuevo León, es uno de esos episodios destacados de la Conquista en que vemos a osados capitanes, Carvajales, Leones, Montemayores, internarse por regiones que el mismo Imperio de Moctezuma no había logrado abarcar en sus dominios, y que reproducen en menor escala y con modalidades distintas la empresa de Cortés. También aquellas avanzadas de colonización militar obraban un poco por cuenta propia e iban atenidas a sus solas fuerzas.

La ciudad de Monterrey tuvo que ser fundada dos o tres veces, porque las tribus salvajes de la región, que ni siquiera eran sedentarias, caían sobre ella de tiempo en tiempo. Y todavía ha tenido que ser reedificada varias veces más, a lo largo de su historia, porque el río de Santa Catarina, que habitualmente es un arroyo, de repente crece por sorpresa, empujado por los huracanes que entran desde el Golfo, al nordeste, y entonces el río se lleva los puentes y arrasa barriadas enteras.

Nuevo León no parecía señalado por la naturaleza para ser un lugar próspero. El hombre ha tenido allá que crearlo todo. Nuevo León es hijo de la voluntad humana, hijo del civismo y la capacidad de sus hombres. Ha contado con algunos gobernantes de condición excepcional y nunca ha olvidado su ejemplo. Sus naturales han acudido siempre, con un buen juicio y un sentimiento de la responsabilidad que bien pudiera enorgullecerlos, al mejor servicio de su región.

Hoy la capital de Nuevo León es la capital industrial de la República. Sus productos se derraman por el país, fomentando la riqueza local y ayudando a la gradual emancipación económica de la nación, y además, logran pasar las fronteras y competir sin desdoro en tierras extrañas.

En la frontera, ese límite sensible en que se juntan dos pueblos, la capital regiomontana es centinela, a la vez, del decoro y de la concordia, y cumple su destino de sostener la respiración internacional, sin la cual se ahogan los pueblos.

Por su formación misma, por la salubre regularidad de su vida, aquella sociedad es la más naturalmente democrática del país, y allá no hay más alto honor que el trabajo. Y así, desde tiempos de Porfirio Díaz, pudo adelantarse, sin violencia ni estrago, a muchas evoluciones que después tuvieron que realizarse con dolor y esfuerzo en el resto del país. Allá se dictaron las primeras leyes sociales. Allá los ciudadanos saben lo que deben al Estado, y el Estado espera y acoge la iniciativa de los ciudadanos, como si todos ellos formaran parte del gobierno: verdadero ideal de las democracias. Allá las industrias que todos conocen y admiran dan muestra del vigor de los hombres, y éstos demuestran ser, sin hipérbole, la gente más adulta de la República, la más evolucionada y mejor dispuesta a afrontar los empeños públicos.

Nuevo León es el laboratorio del civismo nacional. Sus valores espirituales tampoco están a discusión. Desde fray Servando Teresa de Mier —bravo y algo fantástico luchador de la Independencia— hasta nuestros días, se suceden los trabajadores de las letras y la inteligencia. Algunos de ellos han alcanzado renombre dondequiera que se habla nuestra lengua, y aun más allá. Saludemos a Nuevo León, vivero de buenos mexicanos. Saludemos a Monterrey, alarde de la humana virtud abrigado en su estupendo valle, donde se alzan como centinelas el Cerro de la Silla y el Cerro de la Mitra, con sus caprichosas siluetas, y aquel bastión de la Sierra Madre que el poeta Manuel José Othón ha cantado bajo el nombre de Las montañas épicas.

22-IX-1946.

ARCHE

EL PINTOR cubano Jorge Arche es, por lo pronto, autor de cierto retrato de Martí, desnudo de prendas convencionales, superior a las contingencias, que bien podrá llegar a ser el Martí de la posteridad.

Arche, de entonces acá, ha venido adquiriendo la ciudadanía mexicana por derecho de interpretación visual.

Pero lo mejor del caso es que su retina insobornable (véanse ese bosque de Chapultepec y, sobre todo, ese Janitzio japonés) pone un tinte propio o un acento propio en lo que interpreta, tanto por el enfoque mismo como por el dibujo despojado y por el amor a la luz y a los colores claros.

Tengo a la vista los retratos de una rubia y de una morena que me hacen volver sobre todas las discusiones añejas respecto al conocimiento sensorial y el conocimiento psicológico, y sobre la representación de lo objetivo como cifra y jeroglifo de lo invisible.

Al pintor pueden sorprenderle estas divagaciones, como a Renoir las teorías estéticas sobre ciertos animalitos de Dios que pintó una vez, de paseo por el campo, donde lo que menos se propuso fue “resolver problemas”. Pero no hay artista verdadero que escape a esta fatalidad; y Arche tendrá que resignarse a que la gente vea en sus cuadros, como en las nubes de Hamlet, ora un ángel, ora un dragón. Y, sobre todo, a que lo vean y lo descubran a él por transparencia, o lo pretendan al menos.

Quienes no ejercemos profesionalmente la crítica de la pintura quisiéramos que nos dejaran decir, sencillamente: —Este pintor me gusta; hallo en sus cuadros gracia, entendimiento y deleite; reposo y contemplación apacibles; don de trasladarme ante las figuras humanas que retrata, y de hacerme entrar en la situación y el ambiente de sus paisajes; gustosa compañía de los ojos, gratas evocaciones, y ese no sé qué de ciertos pinceles que —una vez ejecutado su oficio— se van del cuadro.

1947.

LA UNESCO

LA FILOSOFÍA de la UNESCO se reduce a procurar la paz por la inteligencia. La idea es tan vieja como el hombre; al menos, como el hombre de buena voluntad. Pero ahora por primera vez se la presenta incorporada, tangible y visible, en una institución de plena autoridad internacional, sostenida e inspirada por la unión de naciones democráticas que gobiernan al mundo. Se ha dado, pues, un paso más en la senda ya iniciada por el antiguo Instituto Internacional de Cooperación Intelectual, amparado años atrás bajo la égida de la Sociedad de las Naciones, precioso antecedente que sería injusto olvidar.

De paso, al proponerse así a los pueblos el ideal de la paz por la inteligencia, se robustece a las clases intelectuales, a los trabajadores de la cultura en todos los órdenes, concediéndoles una autoridad moral que hasta ahora se les concedía sólo de dientes afuera y como al soslayo. Aquel acto excepcional, de que apenas acabamos de tener noticia por la publicación de documentos inéditos, en virtud del cual el gobierno de Francia acudió a la suma autoridad de la inteligencia, y envió a los Estados Unidos al filósofo Henri Bergson, para que éste moviera —como lo hizo— la voluntad del presidente Wilson en favor de las democracias durante la Guerra núm. 1 —es decir: en favor de la paz definitiva—, no aparecerá ya como la “golondrina que no hace verano”, sino como la golondrina que lo anuncia.

¿Se logrará tan bello ideal, la paz por la inteligencia? Callen los escépticos. Ningún ideal se logra plenamente, cuando alcanza proporciones tan excelsas y absolutas, y por eso es un ideal. Basta que se luche por él; basta que se lo defina claramente ante la conciencia humana. Algo se ha adelantado con eso, y ya el tiempo dará de sí. Piénsese que, no hace mucho, se hubiera considerado como cobarde y traidor a un soldado que expusiera públicamente ideales pacifistas. Pero ahora, por lo menos, aunque no se haya alcanzado ya la paz, se ha alcanzado trasladar el honor al otro bando; algo es. Más será cuando la noción de la UNESCO penetre plenamente en el espíritu de todos los hombres.

X-1947.

CUATRO PREGUNTAS

1. ¿UN BUEN recuerdo de su profesión o de su vida? 2. ¿Un mal recuerdo? 3. ¿En qué época le hubiera gustado vivir? 4. ¿Qué personaje célebre, real o imaginario, hubiera querido ser?

1

Uno de los recuerdos mejores y más emocionantes de mi vida es el momento en que, después de once años de ausencia pasados en Europa (parte en París, pero sobre todo en España), volví a ver, en mi Monterrey natal, mi Cerro de la Silla.

2

Siendo niño, se me ocurrió una vez, llevado de mi naciente pasión por el teatro, fabricar yo mismo unos títeres.

Pero cuando después de hacer los muñecos y el escenario, y de escribir las comedias, presenté triunfalmente mi obra a mis hermanos y a mis amiguitos, ellos… ¡no quisieron jugar!

Aquel fracaso me produjo una desilusión tan cruel, que en él suelo ver el origen de mi melancolía, y a él suelo achacar la responsabilidad de cuantas cosas tristes me suceden en la vida.

Sí, cada vez que me ocurre algo desagradable resurge en mí la amargura de aquel recuerdo infantil, y me repito, casi inconscientemente, una frase que a través de los años me persigue como una obsesión: “¡Me quedé a solas con mi teatrito!”

3

Dada mi afición a la historia, veo cosas buenas y malas en todas las épocas. No padezco el ilusionismo de la distancia, ni veo gran ventaja en cambiar. Sin embargo, mis gustos me inclinan hacia la Edad Clásica, el Renacimiento y un momento del siglo XIX.

Es aquel momento en que se conquistó el respeto a la persona humana, lo único quizá que merece y debe perdurar por encima de todas las teorías políticas, y después de todas las esperanzas y todas las desilusiones.

4

Admiro, naturalmente, a todos los grandes cerebros que ha producido la Humanidad, pero no “me veo” metido en ninguno.

Si tuviera que elegir necesariamente alguno para cambiarme por él, y vivir su vida, tendría que hacer como aquel griego, cuando trazó su Afrodita, tomando la nariz de una y la boca de otra, de ésta la frente, de aquélla las manos o los ojos.

21-XI-1947.

LOS ABUELOS GIGANTES

LA RELIGIÓN es orden aparte, intocable y suficiente en sí mismo. La ciencia no puede fijar sitio y hora para la aparición del hombre en la tierra. Además de que tal hecho no pudo ser un hecho súbito, sino el resultado de un largo proceso. Si, según quieren algunos, se da como criterio determinante del “hombre humano” el producir en vista del futuro, difícil será trazar la frontera entre el animal que ocasionalmente aguza un palo o afila una piedra, y el hombre que practica lo uno y lo otro de modo ya habitual.

Desde luego, se está todavía muy lejos de haber agotado las buscas de todos los restos humanos que pueden aparecer en Europa, Asia y África, siquiera en la proporción en que se han investigado los suelos de Francia y la Gran Bretaña. Hasta ahora, sin embargo, se tiene por provisionalmente averiguado que el hombre asoma por primera vez en el extremo sudoriental del Asia o en las islas malayas, antes de la época de los hielos.

Hace unos cincuenta años se encontró en Java cierto Pitecántropo al que se reconocen caracteres humanos, y más recientemente, en Pekín, cierto Sinántropo con rasgos semejantes, que, además, usaba el fuego ya de un modo metódico; es decir, que francamente producía en vista del porvenir.

En mayo de 1945, el doctor Franz Weidenreich informó a la Sociedad Americana de Etnología sobre los descubrimientos llevados a cabo, en Java, de 1939 a 1941, por el doctor Von Koenigswald, del Servicio Geológico de las Indias Orientales Holandesas, desaparecido desde que sobrevino la conquista de Java por el Japón. Ya en Science se había publicado previamente una relación sumaria.

Entre las cenizas volcánicas de Trinil, Java central, el sabio desaparecido, o mejor sus ayudantes javaneses, encontraron un montón de cráneos y mandíbulas inferiores que son definidamente restos humanos, algunos de los cuales resultan muchísimo mayores que cuantos fósiles humanos se conocen hasta hoy. El cráneo más completo, por ejemplo, supera con mucho al cerebro de cualquier mono, aunque no sería enorme para las conmensuraciones del hombre moderno. Se supone que la cabeza era de magnitud humana, dado el espesor de los huesos; se advierte la presencia de un reborde en lo alto del cráneo, donde probablemente se insertaban grandes músculos maxilares como los del gorila. La mandíbula superior era tan grande que dejaba un espacio entre los caninos y los incisivos, pero ya los caninos eran humanos y no colmillos animales. Este tipo ha sido llamado Pithecanthropus robustus.

Hay un fragmento de mandíbula inferior de orden todavía mayor, como de un gran gorila macho, pero también de contorno humano. Este tipo ha recibido el nombre de Meganthropus palaeojavanicus.

Por último, en algunas boticas de Hong Kong, Von Koenigswald logró comprar hasta tres molares de tipo humano primitivo y de talla algo desmedida: seis veces el volumen de la corona del hombre moderno, y dos veces el del gorila macho. Si el resto del cuerpo estaba en igual proporción, la criatura pudo haber pesado una media tonelada. Se supone que estos molares provienen de las cuevas de Szechuan, Yunnan o Kwangsi. Si así fuere, las excavaciones científicas podrán descubrir los esqueletos gigantescos, o al menos los fémures como en el caso del Pithecanthropus, que permitan establecer la postura erecta y dar una idea aproximada de la estatura.

No hay que apresurarse, con todo, a usar estos documentos como posible explicación de las leyendas de gigantes que aparecen en tantos libros vetustos —la Biblia, el Mabinogion, las Eddas—, pues éstos datan, a lo sumo, de dos o tres mil años (y ya es mucho conceder), en tanto que los gigantes fósiles datan acaso de unos 500 000 años.

Lo más notable en estos fósiles es que los mayores son los más antiguos, es decir, los que presentan caracteres más acentuadamente simiescos. El doctor Weidenreich acaba de publicar, en su obra Apes, Giants, and Man, Universidad de Chicago, 1946, el último estado de la cuestión. Piensa él que aquellas extrañas criaturas se encuentran sin disputa en la línea de la evolución humana. Si así fuere, las muelas que compró Von Koenigswald en las boticas de Hong Kong pueden pertenecer a un abuelo del lector de estas líneas, a 20 000 generaciones de distancia. Y entonces resulta que se trata de un abuelo, o abuela, de toda la humanidad viviente. Pero otros paleontólogos se inclinan a pensar más bien que los gigantes forman una familia lateral, la familia de los tíos-abuelos.

Se diría, pues, que, de entonces acá, como acontece con las lagartijas antediluvianas, la talla se ha ido empequeñeciendo. Lo cual, según ciertos especialistas, facilita considerablemente el entendimiento de la evolución humana. Pues no era de fácil explicación el que el tipo humano hubiera perdido buena proporción del pelo y los colmillos zoológicos cuando empezó a fabricar armas y a usar del fuego. En la nueva hipótesis, el enigma se aclara un tanto. Un ser gigantesco en un país cálido difícilmente consigue refrescarse, y en general comienza a perder el pelaje, como el hipopótamo, el elefante y el rinoceronte. Un ser capaz de desgarrar a un tigre con las manos no necesita grandes colmillos. Al empequeñecerse, en cambio, el ser va necesitando de armas, fuego, y tal vez mayor sociabilidad para combinar las empresas de cacería y defensa contra las fieras. Desde luego, estamos en el pleno desierto de las especulaciones hipotéticas. El gran desarrollo de los estudios biológicos en China, bajo hombres tales como el profesor Lim (hoy, general Lim) prometen algunas esperanzas.

Toda esta historia es característica del proceso científico. Un hecho completamente inesperado, tanto como lo fue la actividad del radio o la diferencia entre los cromosomos de uno y otro sexo, lo cambia todo de repente. Altera las teorías en boga, más bien por confirmación que no por rectificación de perspectivas. Y, al cabo, encuentra su sitio propio, dando luz, a su vez, sobre etapas anteriores y antes no comprensibles.

I-1948.