Qué aprenderás

Ninguna empresa está exenta de dramas en las relaciones de poder: choque de personalidades, competir por los mismos objetivos, guerras que se inician en los departamentos… Conflictos que pueden desestabilizarte por mucho que mires hacia otro lado y te concentres únicamente en tu trabajo.

Pero no puedes mantenerte al margen de los problemas mucho tiempo. Tienes que saber trabajar de manera productiva con cualquier compañero, incluso con los más competitivos, por el bien de la empresa y de tu propia carrera laboral.

¿Cómo puedes conseguirlo sin cruzar la línea y caer en su mismo juego? No puedes perder de vista en ningún momento que las dinámicas de poder y las reglas no escritas existen en cualquier ámbito: has de saber manejarlas. La palabra «poder» no tiene por qué llevar siempre una carga negativa. Puedes cosechar éxitos en el trabajo sin convertirte en una persona que solo quiera acaparar poder o en un arribista sin escrúpulos. Los expertos consejos de esta guía te ayudarán a conseguirlo y a mejorar en:

CAPÍTULO 1

El jefe que no
te deja crecer

El problema

Hace tiempo que estás realizando el trabajo de tu jefe sin que nadie se dé cuenta. Él confía en ti plenamente para que le ayudes en todo: desde analizar los informes mensuales hasta evaluar las exigencias del mercado para apaciguar a los accionistas malhumorados. Y, a pesar de todo, sigue apareciendo únicamente su nombre en los correos electrónicos que van dirigidos a vuestros superiores para explicar cómo avanzan los proyectos. Te sientes como el tramoyista de la función. Sin ti no habría espectáculo, pero es él el actor principal que, desde el escenario, se lleva el aplauso del público.

¿A qué se debe esta situación?

Cuando la persona que debería guiarte y animarte en tu trabajo mantiene ocultas tus acertadas aportaciones, es evidente que no te está valorando. Aunque no sea su ­intención minar tu moral o frenar tu carrera, es difícil que te sientas motivado; después de todo, ya sabes que no se van a reconocer tus esfuerzos.

A algunos jefes no les gusta compartir los méritos en el trabajo. A otros les pone nervioso que los puntos fuertes de sus subordinados dejen en evidencia sus carencias. Puede que te encuentres con alguno de estos problemas con un jefe recién llegado a su puesto y que se sienta amenazado por tus amplios conocimientos de la empresa o por tus estrechas relaciones con tus compañeros. O quizás hayas acabado en su equipo tras una restructuración de puestos de trabajo y él haya descubierto que aportas nuevas cualidades imprescindibles para el equipo, cualidades que todos daban por descontado que él ya tenía.

¿Qué puedes hacer al respecto?

Quizás hayas fantaseado con la idea de cambiar de trabajo, pero probablemente no sea necesario recurrir a esa solución. Puedes mejorar el trato diario con tu jefe, pero tendrás que ser tú quien promueva el cambio.

Controla el problema

Jessica Pryce-Jones, presidenta y fundadora de la asesoría para la mejora del rendimiento en el trabajo iOpener, con sede en Reino Unido, y autora de Happiness at work, afirma que a menudo las personas son dadas rápidamente a tildar de desastrosa una relación laboral, antes de asumir su parte de responsabilidad e intentar arreglarla.

¿Cómo puedes hacerlo? Recuerda que tu jefe quiere prosperar en su trabajo, tanto como tú en el tuyo. Pensar así te ayudará a adoptar una actitud constructiva para que puedas dejar a un lado la frustración y mejorar la dinámica de trabajo. Piensa en las cosas que tienes en común con tu jefe y no en vuestras diferencias. Como señala Pryce-Jones, si solo compartís conversaciones de negocios, es poco probable que podáis establecer una relación cercana. Pero si encontráis algo que os una será más fácil conectar en el plano profesional. ¿Sois de la misma ciudad? ¿Admiráis a las mismas personas?

Encontrar cosas en común con él te puede ayudar a ver vuestras actividades diarias y vuestras interacciones de una forma positiva. ¿Existe alguna explicación racional para que percibas esas señales negativas? Puede que tu jefe te excluya de reuniones cruciales con su superior porque piensa que una reunión privada es más eficiente, sin que signifique que quiera impedir que crezcas en la empresa o que asciendas.

Si compartís el mismo punto de vista, podrás empezar a tratar a tu jefe como te gustaría que te tratara. Encuentra el momento propicio para ayudarle a quedar bien. Pryce-Jones sugiere lo siguiente: «Cuéntale a algún compañero de tu jefe a quien respete alguna visión que compartáis o algo que él haya logrado que tú admires». Muéstrale tu agradecimiento cuando te ayude a conseguir alguna meta importante en tu carrera o a solventar algún problema. No tienes que ser efusivo, solo agradécele con sinceridad lo que ha hecho por ti. Como mínimo, conseguirás que baje la guardia y, en el mejor de los casos, podrás sentar un buen ejemplo que él querrá seguir.

AMPLIAR HORIZONTES: LA HISTORIA DE ALEXY

QUÉ PASÓ

Una vez, tuve un jefe que era un «bombardero». Desaparecía durante semanas, sin apenas dar señales de vida, hasta que llegaba a sus oídos me encontraba trabajando en algún proyecto. Entonces, siempre aparecía de la nada y me acribillaba a correos electrónicos pidiéndome informes, datos o cualquier información relevante que tuviera de mi trabajo, aunque fueran las diez de la noche o, incluso, más tarde. Muchas veces, en las reuniones de la junta directiva, pasaba toda la información que yo le había proporcionado como si se tratara de su propio trabajo. Después, se tomaba el lujo de explicarme lo importante que era tenerlo al tanto de todo.

QUÉ HICE

Intenté mantener a mi jefe al día de todo, pero él siempre ignoraba mis mensajes y siempre parecía que le llegaban por sorpresa. Tenía que recordarle todos los correos electrónicos y las notas que le había mandado semanas antes; algo que también le molestaba. Empezaba a sentir que estaba alejándome del resto de la empresa, por lo que hablé con sus superiores, y les pregunté si podría ser de ayuda con alguna iniciativa de otro departamento. Así, cuando volviera a pedirme que le rindiera cuentas de mi trabajo, podría decirle: «tal persona lo ha aprobado» y zanjar así la conversación. Además, comencé a compartir con otros compañeros qué ideas y qué aportaciones que mi jefe se había atribuido eran realmente mías. Puse en copia en los correos en los que le informaba de mi trabajo a las personas adecuadas, comencé a participar más en las reuniones, hacía intervenciones que mostraban el gran conocimiento que poseo sobre el tema e incluía mi nombre en los documentos que redactaba para el jefe.

¿HIZO ALEXY LO CORRECTO?

Es difícil alcanzar un equilibrio saludable con un jefe que en ocasiones se muestra indiferente y, en otras, dependiente y que te aísla del resto de compañeros. Alexy fue inteligente al poner su nombre en las aportaciones que realizaba y al establecer relación con otros jefes de departamento. Así, logró no quedarse aislado y resentido en su trabajo, pero seguramente el actuar a espaldas de su «jefe paranoico» —o pasar por encima de él— no era la mejor opción. Así, tan solo logró reafirmar la percepción que tenía de que no se podían fiar de su independencia y visibilidad.

Contacta con algún antiguo empleado

Si tienes la oportunidad de ponerte en contacto con alguien que ya haya trabajado para tu jefe, invítale a un café. (Si llevas tiempo trabajando en la misma empresa, seguramente conocerás a alguien que haya tenido una buena relación con él. Si no es así, puede que tengas que confiar en algún amigo que, con discreción, te ayude a encontrar a la persona adecuada). Cuéntale que tienes ganas de crecer en tu puesto de trabajo y que te gustaría saber cómo fue su experiencia laboral con tu jefe, todo lo que aprendió de él. Preséntale ese encuentro como una oportunidad para aprender de tu jefe, no como una reunión para quejarte de él. Intenta que te explique la forma que tiene tu jefe de enseñar y deja que te aconseje cómo puedes ganarte su confianza para que se sienta más a gusto cuando te encargue algún proyecto o cuando te incluya en algún equipo de trabajo multidisciplinar. Aunque te sientas cómodo y creas que puedes confiar en esa persona, ten en cuenta que cualquier cosa que digas puede llegar a oídos de tu jefe, así que muéstrate siempre cauto en tus palabras.

Si no te aporta nada positivo, y solo confirma que tu jefe es un cretino, al menos te habrá servido para que estés prevenido. Sabrás que no es un asunto personal y que hay ­alguien en el mundo que entenderá por lo que estás pasando si necesitas hablar y sentirte comprendido.

Katie, una investigadora científica, sufrió durante años el menosprecio de su jefe. La había contratado el superior de su jefe para un buen puesto de trabajo, y creía que este estaba resentido por esta razón. Para no causar problemas, no planteó la situación y tan solo intentó hacer su trabajo lo mejor posible. Pero un día, hablando con uno de sus ­antiguos empleados se dio cuenta de que su jefe no la odiaba, sino que no sabía ejercer su cargo y siempre estaba de mal humor. La charla le dio ánimos a Katie para hacerle frente en una reunión privada. Katie recuerda: «Me ayudó mucho saber que no solo me pasaba a mí. Dejé de tomármelo como un ataque personal y empecé a pensar cómo podía hacer para que me dejara en paz».

Relaciónate con sus colegas

Asegúrate de que los colegas de tu jefe sepan cuánto trabajas y cuánto te importa la empresa. La profesora universitaria de desarrollo laboral y liderazgo, Herminia Ibarra, afirma que, si tu jefe no te da la oportunidad de demostrarlo, tendrás que hacerlo sin prisas, poco a poco, creando tus propias relaciones personales con las personas influyentes en la empresa. Comienza por conocer a un par de personas fuera de tu entorno más próximo (véase el capítulo 16, «Construye alianzas»). Pueden ser encuentros casuales en los que habléis de cualquier cosa, de películas o de aficiones… o puedes pedir a alguien que os presente. Si no sabes quién podría hacerlo, pon en práctica la idea de los seis grados de separación: ¿Qué persona de mi círculo me la podría presentar?

Un aliado no es suficiente, por mucho poder que tenga. No importa el cargo que ocupe; tu jefe puede dañar tu reputación dentro de la empresa si no tienes a ningún aliado de su mismo rango que pueda velar por ti.

Paula lo aprendió de la peor manera posible. Tras una reestructuración a gran escala de la empresa, conservó su trabajo, pero pasó a tener una nueva jefa, Liz. Aunque Paula era una pieza vital y la necesitaba para sacar adelante el trabajo, pronto las cosas se pusieron tensas entre las dos. Paula tenía una buena relación con el director ejecutivo de la empresa. Cuando este le pidió que se pusiera al frente de un proyecto, Liz se lo tomó como una amenaza y comenzó a criticarla en reuniones e intentaba sacar defectos de su trabajo. Paula creyó que contar con el apoyo del director ejecutivo le aseguraba conservar su puesto de trabajo, por lo que continuó evitando responder ante Liz e ignorando lo que le pedía. Pero conforme pasó el tiempo, Liz logró socavar su reputación, y la confianza que tenía el director ejecutivo depositada en Paula comenzó a erosionarse. Al final, la despidieron de la empresa.

El asesor de liderazgo Ron Ashkenas cree que si Paula hubiera entablado relación con personas influyentes de uno o dos niveles superiores al que ella ostentaba, habría sido menos vulnerable a los incesantes ataques de Liz.

Enfréntate

Si sutilmente no has conseguido cambiar estas dinámicas con tu jefe, puede que haya llegado la hora de hablar con él abiertamente sobre el tema. Para Ashkenas es un movimiento arriesgado, pero puede que sea tu mejor y última baza para ponerle solución. Si no te sientes preparado para cambiar de trabajo, es mejor que no tengas dicha conversación, ya que podría resultar contraproducente si tu jefe te la tiene jurada. De todos modos, si ese fuera el caso, no querrías seguir en tu puesto de trabajo.

Intenta tener un acercamiento constructivo con tu jefe. Hazle saber que estás de su lado. Déjale claro que quieres seguir buscando la forma de apoyarle. No conseguirás nada cruzándote de brazos enfadado, ni lamentando tu situación. Aunque tengas la razón, tu jefe no responderá de una forma sosegada, se pondrá a la defensiva.

Una vez establezcas un buen clima de conversación, pon las cartas sobre la mesa, deja claras tus necesidades y lo que necesitas para seguir creciendo en tu trabajo. Explícale qué esperas aportar a la empresa, cómo él podría orientarte. También coméntale que probablemente comenzarás a barajar otras oportunidades laborales en el futuro —dale un margen prudencial de tiempo, un año quizás—. Ofrécele algo concreto con lo que pueda trabajar, descríbele tus metas profesionales y cómo crees que puedes conseguirlas. Supón que tienes ganas de mejorar tus habilidades analíticas: ofrécete voluntario para asumir cualquier labor que requiera recopilar e interpretar datos. Por ejemplo, revisa la tasa de renovación de los clientes para comprobar si siguen algún patrón que se deba tener en cuenta. Pregúntale a tu jefe si tiene alguna otra propuesta que pueda seguir desarrollando tus habilidades en tu actual puesto o si te puede recomendar alguna fórmula para conseguir que los superiores de la empresa vean en ti el potencial que necesitan.

Claro que, una vez puestas las cartas sobre la mesa, sé consciente de que las cosas quizás no salgan como esperas. Pero, al menos, habrás dado el paso de conseguir que tanto tú como tu jefe encaucéis la situación por el buen camino.

Introducción

En cualquier oficina existe algún juego de poder.

Durante años, fui una ingenua y pensé que trabajaba en una oficina en la que esto no pasaba. Veía la oficina como un lugar donde se mantenía un equilibrio de justicia, un ambiente sano de trabajo y muy abierto, quizás demasiado, en la toma de decisiones. Siempre le comentaba con orgullo a los futuros empleados que los compañeros competían con ellos mismos y no entre ellos. Algo de lo que estaba convencida.

¿Estaba equivocada pensando que todo sucedía así? Hoy en día creo que no, pero solo hasta cierto punto. Competíamos contra nosotros mismos, es verdad, pero también contra los demás. Todos sabíamos que nuestros superiores tenían a sus favoritos. Nos quejábamos cuando ascendían a alguien que creíamos que no se lo merecía o cuando nos asignaban tareas que no veíamos adecuadas. Algunas personas encontraban la forma sutil de abrirse paso a codazos para ascender al cargo más alto de la empresa. Por supuesto, en nuestra oficina también existían los juegos del poder.

La asesoría de gestión empresarial con sede en Reino Unido, Revelation, llevó a cabo un estudio en 2011 que reflejaba que el 95% de los encuestados afirmaban que se habían visto afectados por la manipulación y por las intenciones ocultas de algún compañero de su lugar de trabajo. Si trabajas para una buena empresa y alguno de estos problemas enturbian tu trabajo, puede que compartas oficina con un compañero que no te deja en paz, que constantemente cuestiona tu trabajo y te mina la moral durante las reuniones. Si no, puede que tu jefe propicie que compitas contra tus compañeros o que tengas que lidiar con un hermético grupo de amigos que ejerce un gran e inusitado poder dentro de la empresa. Quizás hayas tenido que hacer frente a traiciones, a muestras públicas de superioridad o a alianzas que cambian de la noche a la mañana.

No podemos escapar de los juegos de poder. No importa qué cargo desempeñes o qué función cumplas dentro de la empresa. Eso es lo que Franke James, fundador de OfficePolitics.com, ha aprendido de miles de profesionales de todas partes del mundo que han compartido sus vivencias en su página web. Afecta a todos los trabajadores, incluso a los autónomos. James sostiene que: «Si tienes que tratar con los clientes, te enfrentarás a una situación en la que las relaciones de poder son ineludibles. Tienes que dejarlas en buen lugar, entender qué ocurre detrás del telón». ¿Significa esto que debes aplicar el ojo por ojo, diente por diente? ¿Deberías confabular y conspirar en el trabajo? ¿Ser el primero en lanzar la piedra? La respuesta es no. Como sostienen los expertos y asesores de esta guía, puedes resistirte o participar en los juegos de poder sin tener que vender tu alma al diablo. Sustentan sus argumentos en ­investigaciones sobre el terreno, en su trabajo con distintos clientes y en multitud de experiencias personales. Además, todos los consejos se apoyan en ejemplos reales que he incluido en los capítulos, en los que se guarda la identidad de las personas involucradas.

¿Cuál es la solución? Crear dinámicas constructivas y de entendimiento personal entre tus compañeros, trabajar juntos para vuestro beneficio mutuo y, por último, concentraros en conseguir lo mejor para la empresa.

¿Qué pasa si simplemente haces tu trabajo y no te inmutas si algún compañero le dora la píldora al jefe? Beth Weissenberger, asesora ejecutiva y cofundadora del grupo Handel, piensa que eso supondrá el fin de tu carrera laboral. Ha visto multitud de casos así durante los años que lleva dedicada al asesoramiento: normalmente, aquellos que intentan mantenerse completamente al margen de las disputas de poder no consiguen sus metas laborales, metas a las que suelen llegar aquellos que hacen frente a esas contiendas. Weissenberger recomienda a sus clientes que dejen de ponerse nerviosos ante las injusticias que se cometen en la oficina y que construyan una relación positiva con sus compañeros, cosa que les ayudará a hacer mejor su trabajo.

Ron Ashkenas, uno de sus compañeros dedicado al ámbito empresarial en la asesoría Schaffer Consulting, está de acuerdo con ella. Como bien señala: «Resulta sencillo poner como excusa los juegos de poder cuando no se consigue alguna meta o que sirvan como vía de escape de tu frustración. Aunque resulta mucho más efectivo usar las relaciones de poder para hacer bien el trabajo». Esta guía te ayudará a conseguirlo. No es realista afirmar que puedes crear todas tus relaciones laborales con cordialidad y un trato distante. Seamos realistas, si te toca trabajar con auténticos cretinos, no podrás cambiar la situación por muchos consejos que recibas. Pero, si no tienes una estrategia para lidiar con ellos, puede empeorar la situación. Puedes controlar mucho más tu entorno de lo que imaginas. Estas son algunas premisas clave que recoge esta guía:

Cuando me pidieron que escribiera esta guía, no dudé ni un minuto en hacerlo. Como comprendo todos los desafíos a los que nos enfrentamos en nuestro trabajo, sabía que la escribiría desde la empatía. Aunque, en lo más profundo de mi ser, también me sentía un poco petulante: creía que había conseguido salir victoriosa de todos los problemas ligados a las relaciones de poder que se me habían presentado en mi carrera. Pero, después de entrevistar a más de veinte expertos y tras sintetizar sus consejos ante distintos dilemas, reconocí algunos errores cometidos en los años que llevo ejerciendo mi profesión: lamento algunas injusticias, en ocasiones luche en el bando equivocado y me tomé algunos problemas como algo personal cuando no debí hacerlo. A día de hoy, viéndolo todo con perspectiva, desearía haber llevado a cabo antes esta investigación.

Nunca es tarde para aprender, y es algo por lo que debo dar las gracias.

Entonces, ¿cuál sería el punto principal que englobaría todo este aprendizaje? Susan Heathfield, experta en recursos humanos y desarrollo empresarial, aconseja que no intentes ser el favorito de tu jefe, sino el favorito de tus compañeros. Así, dedicarás tu energía a ser un empleado y un compañero fantástico. Descubrirás que te preocupan menos todos los competidores que están a tu alrededor y estarás más centrado en un objetivo positivo, como puede ser el desarrollar tu carrera o el crecimiento y la realización personal.

SECCIÓN UNO

Retos en la
relación de
poder con tu jefe

CAPÍTULO 2

El jefe que te
enfrenta con
tus compañeros

El problema

Tu jefe espera que compitas contra tus compañeros para ganarte su atención y respeto. Como ocurría en la película «Operación Reno», solo uno puede alzarse con el codiciado premio, ya sea la oportunidad de dirigir al equipo, conseguir un ascenso o tener su momento de protagonismo. Ha creado un ambiente de trabajo de competencia despiadada que no se corresponde con el espíritu de responsabilidad compartida de sus empleados.

¿A qué se debe esta situación?

Aunque algunos jefes no sean conscientes de crear este tipo de problemas, en muchos casos se trata de una táctica deliberada: encargar a varias personas el mismo reto empresarial para ver quién es el vencedor. Incluso en ocasiones en las que ni siquiera se baraja un ascenso, los altos ejecutivos crean situaciones ambiguas, de duplicidad de tareas y de responsabilidades, para evaluar a sus subordinados. Crean un clima de tensión para comprobar quién controla la presión, quién demuestra estar a la altura y quién ansía salir adelante, aunque sea pisando cabezas.

REPRESALIAS: LA HISTORIA DE ANDREA

QUÉ PASÓ

Trabajaba para una pequeña empresa. Tenía la misma titulación que una compañera, aunque teníamos puestos de trabajo completamente distintos. Nuestro jefe no veía ningún problema en dicha ambigüedad, pero era algo que creaba tensión. Yo coordinaba a un equipo de personas. Mi compañera no tenía a nadie bajo su responsabilidad, pero era una figura con mucha influencia dentro de la empresa. Cada vez que se le presentaba la oportunidad, me desacreditaba y hablaba mal de mí a mi equipo. Ellos siempre me defendían, pero la situación les ponía nerviosos. Algunas veces, acudían a mí para contarme lo que estaba sucediendo.

QUÉ HICE

Se lo conté a mi jefe y me dijo: «No te preocupes, pondré cartas en el asunto». Supuse que habló con ella porque, unos meses después, cesó su comportamiento. Pero después comenzó a mandar correos electrónicos desagradables hablando de mí, y a veces, «sin darse cuenta», me ponía en copia. Pero esta es la peor parte: descubrí que a las personas que actuaban así se las podía manipular porque tienen la certeza de que los demás están todo el día maquinando en su contra. Fue fácil contraatacar. Comencé a decir cosas que la sacaban de quicio: «Acabo de encontrarme con los dueños de la empresa y hemos estado charlando». Dejaba entrever que había tenido una conversación privada con los jefazos. Aunque no la había tenido, ella creía que sí, y eso la sacaba de quicio. Al final, su actitud se le fue de las manos y comenzó a hablar sin tapujos delante de todos. La despidieron casi el mismo día que dejé la compañía.

¿HIZO ANDREA LO CORRECTO?

La táctica de Andrea surtió efecto, tanto ella como su compañera pagaron un precio muy alto. Bajó a su nivel, y eso no la hizo sentirse más feliz, sino más culpable. Tendría que haber apuntado más alto: tendría que haber hablado con su compañera de su mal comportamiento y haberle pedido a su jefe que creara dos puestos de trabajo diferenciados, donde quedaran implícitas las responsabilidades de cada una.

Abraham Lincoln creó el famoso «equipo de rivales». Aprovechó la competitividad de los miembros de su gabinete para sacar lo mejor de cada uno de ellos para que llegaran juntos a la mejor solución en el gobierno. Los jefes hacen lo mismo. Según opina la asesora de liderazgo Jessica Pryce-jones, en algunos negocios, como en la banca de inversiones o en las consultorías, lo consideran casi un rito de iniciación. Si los jefes han llegado a sus puestos siendo los mejores en una competición sana, ¿por qué no lo habrían de hacer sus empleados?

¿Qué puedes hacer al respecto?

Un ambiente laboral así resulta frustrante tanto para ti como para el resto de tus compañeros y puede llegar a dañar el rendimiento de todos. Cuando se aúna todo el esfuerzo en vencer a los demás, inevitablemente se pierden de vista las metas a largo plazo del trabajo y el bien colectivo. Se pueden establecer otras dinámicas que promuevan la colaboración y que creen lazos entre los compañeros, incluso cuando el jefe —de manera consciente o no— plantea ese clima de conflicto.

Llega a un acuerdo

Tanto tus compañeros como tú podéis encontrar vuestra propia forma de trabajar codo con codo sin que aumente el clima de competición. La asesora de liderazgo Kathryn Heath se dio cuenta de esto cuando empezó su carrera. Su jefe, sin darse cuenta, enfrentó a Heath con otro compañero: «Aunque no estábamos en el mismo departamento, teníamos que trabajar juntos. Nuestro jefe no delimitó nuestras funciones ni tomaba decisiones claras, por lo que tuvimos que buscar una solución nosotros mismos». Su compañero quería llevar la voz cantante relegando a Heath a cualquier ayuda que pudiera necesitar. Pero ella no se iba a conformar con ser su ayudante. De hecho, su compañero dependía de recursos que ella controlaba.