Más información

Ficha del libro

 

Giorgio Nardone está considerado como el representante más importante de los investigadores de la llamada Escuela de Palo Alto y es el único alumno y heredero de Paul Watzlawick, con el que fundó el Centro di Terapia Strategica de Arezzo donde lleva a cabo su actividad como psicoterapeuta y docente.
Está internacionalmente reconocido como uno de los terapeutas más creativos y rigurosos gracias a sus numerosos, innovadores y eficaces trabajos sobre Modelos en Terapia Breve y Problem Solving Estratégico.
Entre otras actividades, dirige la Escuela de Postgrado de Especialización en Psicoterapia Breve Estratégica (MIUR) de Arezzo y también la Escuela de Comunicación y Problem Solving Estratégico en Arezzo y Milán (Italia); imparte clases de “Diálogo en la psicología clínica” en la Universidad de Florencia; es miembro del comité consultivo del Consejo de los Derechos Humanos del Niño de la Univ. de San Francisco (EE.UU.); es coordinador de la red mundial de la “Revista Europea de Psicoterapia Breve Estratégica y Sistémica”; co-dirige la revista “Journal of Brief, Strategic and Systemic Therapies “ y es fundador emérito de “The American Association of Brief & Strategic Therapists”.
Giorgio Nardone imparte regularmente conferencias y seminarios tanto clínicos como de “management” por todo el mundo. Además ha publicado 27 libros que han sido traducidos a numerosas lenguas y entre los cuales destacamos Miedo, pánico, fobiasCorrígeme si me equivocoPsicosolucionesTerapia Breve estratégica El arte del cambio (estas dos últimas con Paul Watzlawick).

Elisa Balbi, psicóloga y psicoterapeuta, es docente en la Escuela de formación en Psicoterapia Breve Estratégica de Arezzo.

 

Otros títulos de interés:

 

Giorgio Nardone
Miedo, pánico, fobias (ebook)
Psicosoluciones (ebook)
No hay noche que no vea el día (ebook)
Corrígeme si me equivoco
(ebook)

Giorgio Nardone / Emmanuela Giannotti / Rita Rocchi
Modelos de familia (ebook)


Roberta Milanese / Paolo Mordazzi
Coaching estratégico (ebook)



GIORGIO NARDONE Y ELISA BALBI

 

 

SURCAR EL MAR
 A ESPALDAS DEL CIELO

 

Traducción: Jordi Bargalló Chaves

Revisión: Adela Resurrección Castillo

 

 

Herder

 

 

 

 

 

 

 

 

Se requiere un nuevo modo de pensar
 para resolver los problemas
 producidos por el viejo modo de pensar.

 

ALBERT EINSTEIN

Índice

Portada

Créditos

Cita

 

Introducción

Capítulo 1. Lógica no ordinaria

     Lógica estratégica

Capítulo 2. Autoengaños e interacciones

Capítulo 3. Cambio

     Cambio drástico

     Cambio gradual

     Cambio geométrico exponencial con efecto avalancha

     Seleccionar la tipología de cambio a aplicar

     Niveles lógicos y cambio

     Lógica del cambio y metodología de la investigación: del estudio de los problemas al estudio de las soluciones

Capítulo 4. Cambio y lenguaje realizativo

Capítulo 5. Aprendizaje

     Aprendizaje gradual/diferenciado

     Aprendizaje con efecto descubrimiento

     Aprendizaje global y sistémico

     Seleccionar el tipo de aprendizaje

Capítulo 6. Las lógicas de la ambivalencia

     Lógica de la paradoja

     Lógica de la contradicción

     Lógica de la creencia

     La utilización estratégica de las tres lógicas ambivalentes

Capítulo 7. Constructos operativos, estratagemas terapéuticas

     Los modelos perceptivos-reactivos

     Estratagemas terapéuticas

Capítulo 8. Estratagemas terapéuticas: ejemplos clínicos

     Lógica de la paradoja

     Lógica de la contradicción

     Lógica de la creencia

     Similia similibus curantur: adaptar la solución al problema

Bibliografía

Notas

INTRODUCCIÓN

 

Tratar de lógica no ordinaria aplicada al cambio estratégico es referirse a aquello que nunca ha sido publicado y siempre ha sido desdeñado porque la mayoría de los profesores académicos y de los libros se detiene en las lógicas binarias. En efecto, en la academia filosófica, todo aquello que no encaja en una racionalidad clásica es rechazado como peligroso, aunque hemos tenido grandes personajes en la historia de la filosofía de la ciencia que han luchado contra esto. Whitehead (Whitehead, Russell, 1910-13), uno de los lógicos más grandes, valora toda la filosofía como poco más que una nota a pie de página en la obra de Platón, considerando, por lo tanto, a Platón como la figura más imponente de la filosofía occidental. Esto, desde nuestro punto de vista, explica el hecho de que la filosofía y la filosofía de la ciencia se interesan en teorías lejanas a la realidad y son mucho más propensas a ocuparse de ideas absolutas como las platónicas, antes que de sugerencias pragmáticas (Russell, 1940). Parece que Wittgenstein, con su tratado sobre la filosofía de la psicología (Philosophische Untersuchungen, 1953), haya sido la estrella fugaz de una noche, olvidado por completo. Los trabajos del grupo de Gregory Bateson, que han devuelto finalmente la atención, por primera vez en 2500 años, hacia los efectos pragmáticos de la comunicación y de nuestras teorías, han sido a menudo transformados en nuevos modelos rígidos (Bateson, 1964, 1978).

La lógica no ordinaria, pues, es una especie de diablo temido dispuesto a minar toda idea absoluta, toda creencia, algo muy peligroso para el que quiera presentar una teoría fuerte. En el ámbito de la Psicología y de la Psicoterapia, que se podría definir como la nueva filosofía aplicada del último siglo, hemos asistido recientemente a la que yo llamo, junto a mi querido amigo e insigne psicólogo Ricci Bitti, una auténtica «borrachera cognitiva»: para todos los fenómenos hay que hallar una explicación racional y el control del pensamiento no tiene límites. Vuelve la idea –de nuevo Sócrates y Platón– de que el pensamiento puede superar la percepción y la emoción; sin embargo, esto no encuentra ninguna verificación en la realidad. A cada uno de nosotros, al menos una vez en la vida, le habrá sucedido haber decidido hacer alguna cosa, considerada racionalmente como la mejor opción y, luego, haberse comportado de modo diferente, empujado por las propias emociones. Aunque nos gustaría pensar que somos racionales y poder controlar la realidad a través de nuestro pensamiento, de hecho, se trata solamente de una ilusión, más bien, como a mí me gusta llamarlo, un sublime autoengaño que nos tranquiliza pero nos engaña continuamente.

Si entramos en el campo de la lógica no ordinaria, por lo tanto, antes que nada tenemos que rechazar toda teoría que pretenda describir cómo funciona la realidad y prescribir el cambio de manera racional. Esto no significa que la lógica ordinaria sea una invención inútil o mucho menos algo equivocado, sino que, aunque es correcta y funcional aplicada a fenómenos lineales naturales, es completamente equivocada cuando se utiliza para los fenómenos recursivos autorreferenciales. Werner Heisenberg, en el campo sin sospecha de la ciencia pura, con su principio de indeterminación, nos lo ha indicado, explicando que también en la física el observador, a través de los instrumentos de su observación, influencia aquello que observa, así como a menudo el experimentador construye el experimento a través de sus propias expectativas y sus propios instrumentos. Ésta es la mejor demostración del hecho de que cuando nos ocupamos de fenómenos que tienen que ver con la relación que la mente tiene con la mente, con las otras mentes, con la sociedad, la lógica lineal ya no funciona porque yo influencio todo aquello con lo que interactúo; introduzco continuamente un cambio en la realidad que me retroactúa. Éste es el principio del feedback de la cibernética y del cual tomó impulso, en su momento, la escuela de Palo Alto; la idea de que una vez que se inicia un juego, todo es interacción y no hay nada preestablecido. La causa construye el efecto, el efecto crea la causa. La circularidad sustituye a la causalidad lineal (von Foerster, 1974; von Glasersfeld, 1975, 1979, 1984).

En los últimos veinte años, a través de la aplicación en el contexto clínico y empresarial de un avanzado procedimiento metodológico utilizado para el desarrollo de tecnologías, hemos puesto de manifiesto que la tecnología se desarrolla sobre la base de su eficacia y no sobre la base de teorías a demostrar: conocer el problema a través de su solución, antes que conocer las soluciones a través de los problemas (Nardone, Watzlawick, 1990, 2004; Watzlawick, Nardone, 1997; Nardone, Rampin, 2002; Nardone, Salvini, 2004; Nardone, Portelli, 2005). Una perspectiva, ésta, claramente no ordinaria que, a través de estratagemas, recursos no lineales, nos permite construir una realidad en la cual se puede obtener un cambio allí donde antes no era posible. El paso es de una metodología hipotético-deductiva a otra constitutivo-deductiva, es decir: en vez de conocer para cambiar, cambiar para conocer (Watzlawick, Nardone, 1997).

Introducimos así un tema fundamental: la lógica no ordinaria se ocupa de todas las modalidades útiles para hacer cambiar aquellas percepciones que crean realidades disfuncionales, recurriendo al antiguo conocimiento del arte de la estratagema, de la retórica y de la persuasión, rechazados en bloque no sólo por la lógica ordinaria sino en general por todas las ideologías absolutistas religiosas y políticas. Platón fue el primer filósofo en convertir la filosofía en religión con el concepto de idea absoluta que emana de Dios y, por esto, ha sido tan apreciado durante dos mil quinientos años y aún hoy es reconocido como el excelso filósofo de la religión católica. Por el contrario, cuando hablamos de estratagemas, hacemos referencia a la filosofía presocrática, la filosofía de los siete sabios de la tradición helénica, que era muy pragmática y cuyas enseñanzas, no por casualidad, se transmitían a través de aforismos y del lenguaje persuasivo.

Los sofistas son los exponentes más relevantes de este modo diferente de mirar las cosas del mundo; los primeros constructivistas radicales que han existido, aquellos que, ya tres mil años antes de nuestro querido Paul Watzlawick (1988) afirmaban que «el lenguaje construye la realidad» y que la realidad es el lenguaje que utilizamos para describirla. Maestros de la persuasión, son nuestros más grandes predecesores también en el arte del problem-solving estratégico, como asesores de príncipes, emperadores y reyes en la gestión del imperio o del reino y naturalmente de las guerras. Algunos de entre los más grandes sofistas eran terapeutas; en primer lugar Antifonte, el primer psicoterapeuta oficial de la historia, el cual tuvo tanto éxito curando los problemas físicos a través de las palabras que, estresado, decidió retirarse. Pocos saben que Hipócrates, el primer gran médico de la historia, era sobrino de Gorgias, el más insigne de los sofistas, y no es casual que muchas de sus terapias más eficaces no se sirvieran de fármacos o medicamentos, sino de las palabras; no fue, pues, sólo un gran médico sino también un gran psicólogo.

No podemos olvidar un detalle histórico que pocos conocen y es que el caudillo más grande la historia, Alejandro Magno, en contra de lo que citan los libros de texto de filosofía oficial, no fue en absoluto alumno de Aristóteles. Aristóteles fue su tutor solamente durante dos años, luego, al jugarle Alejandro una broma pesada de trasfondo erótico-sexual, se retiró a una isla para escribir un tratado en contra de las mujeres. El verdadero maestro de Alejandro fue Antisarco, un sofista discípulo de Protágoras, fundador más tarde del movimiento filosófico de los escépticos. Antisarco acompañó a un Alejandro Magno que en toda su epopeya no fue un tirano, un loco, un visionario o un violento, sino aquel que consiguió conquistar un territorio tras otro con las palabras, excepción hecha de tres grandes batallas. En efecto, habitualmente llegaba con su ejército a la tierra que quería conquistar y proponía al soberano de turno una de aquellas preguntas con ilusión de alternativas: «¿Prefieres que yo destruya tu ciudad y mate a todo tu pueblo o permanecer en tu rol de rey en nombre de Alejandro, pagando solamente unos derechos pero manteniendo el reino?». De este modo venció en la mayoría de las batallas, sin combatir pero utilizando la persuasión (Ardrey, 1986).

Trabajando más de veinte años para poner a punto intervenciones estratégicas no ordinarias precisamente sobre aquellas patologías o problemas de organización en los que la lógica tradicional no funciona y utilizando la metodología del conocer los problemas a través de su solución (Nardone, Watzlawick, 1990; Watzlawick, Nardone, 1997; Nardone, Rampin, 2002; Nardone, Salvini, 2004; Nardone, Portelli, 2005) he llegado a formular un modelo de lógica no ordinaria. Se trata de un modelo basado en una práctica empírico-experimental y no sólo de una elucubración teórica, un modelo nunca antes formulado porque, como ya se anticipó, los lógicos, incluso los más iluminados, se detuvieron en el paso precedente. Newton da Costa, por ejemplo, que fue el primer matemático en fundar modelos de lógica paraconsistente, ha descrito de manera formal la lógica de la creencia, la lógica de la contradicción, la lógica de la paradoja (da Costa, 1989a, 1989b), pero nunca ha trasformado esto en indicaciones operativas; se detuvo en la formulación teórica, utilizando el lenguaje de la lógica matemática. Nuestra relación se inició cuando estuvo en Italia: yo era ya psicólogo pero continuaba ocupándome de la filosofía de la ciencia y había escrito mi primer libro de terapia breve estratégica. Cuando da Costa lo leyó, me dijo que por primera vez había encontrado aplicadas sus teorías matemáticas y de ahí nació una especie de idilio. Comenzamos a discutir sobre la idea de modelos de lógica estratégica que utilizaran como instrumentos rigurosos la contradicción, la paradoja, la creencia, los autoengaños, las autopredicciones, las profecías y toda una serie de elementos pertenecientes a la lógica no ordinaria. Éste fue el embrión de lo que vino después, porque estamos hablando de hace veinte años. Desde entonces he continuado desarrollando esta idea, no a nivel teórico sino de intervención, poniendo a punto estratagemas terapéuticas no ordinarias para la mayoría de las patologías más importantes y estructurando protocolos de tratamiento con una secuencia lógica rigurosa pero que contuvieran intervenciones no ordinarias.

En los últimos años, impulsado por la presión de alguno de mis alumnos y no sólo esto, releyendo Cambio de Paul Watzlawick (Watzlawick, Weakland, Fisch, 1974), libros de Jon Elster (1979, 1985) y yendo a repescar textos filosóficos que no leía desde hacía mucho, me he dado cuenta de la necesidad de ofrecer una formulación teórica operativa que pueda ayudar mejor a los que quieren aplicar una lógica no ordinaria. Lo que propongo no es, como sucede a menudo, un destello de genio o una idea que seguir a priori e independientemente de su aplicabilidad o funcionalidad, sino el resultado de aquello que ha funcionado; los principios, teorías y lógicas que han permitido que funcionaran. Así, como conozco un problema a través de su solución, del mismo modo conozco una teoría a través de su aplicación.

Podemos resumir estos veinte años con las palabras de mi amigo en la historia Friedrich Nietzsche: «Si intentas hacer unos cientos esbozos de novelas, ninguno más largo de dos páginas, pero de tal claridad que cada palabra sea necesaria en sí misma; si escribes cada día anécdotas, hasta aprender a encontrar la forma más rica en significado, más eficaz; si eres infatigable en recoger y pintar tipos y caracteres humanos; si relatas sobre todo las cosas más difíciles y si escuchas relatar, con ojos y oídos atentos al efecto producido en los otros presentes, si viajas como un pintor de paisajes y de costumbres… Finalmente se reflexiona sobre los motivos de la acción humana, no se desdeña ninguna indicación para instruirse en este campo y se hace, noche y día, colección de cosas semejantes. Y se dejan pasar, en este múltiple ejercitar, una decena de años: lo que se crea después en el laboratorio, puede salir también a la luz del sol» (Nietzsche, 1985).

CAPÍTULO 1

LÓGICA NO ORDINARIA

 

[…] para volver es necesario partir, la parada necesita del movimiento, el liberar necesita al retener, porque cada uno nace del otro, entonces hablad para el silencio, mutad para conocer lo inmutable, vaciaros para poderos saciar. De momento en momento la mente engaña a la mente y los pensamientos indican con claridad el pensamiento. La vía de salida está en el interior, la vía de acceso en el exterior. A través está en el medio. Agarrad ambas por la mitad y abridlas de par en par o cerrad las puertas de la mente.
 La mente colmada coincide con la mente vacía.

 

R. GRIGG, El tao de las relaciones entre hombre y mujer

 

 

No tenemos manera de aferrar el mundo exterior sino es a través de los sentidos, de los cuales podemos recibir imágenes constantemente engañosas; sin embargo, aunque viésemos el mundo del todo correctamente, no tendríamos manera de saberlo.

 

E. VON GLASERSFELD, Radical constructivism

 

 

 

La lógica no es otra cosa que el método a través del cual el hombre, desde siempre, aplica sus propios conocimientos, resuelve problemas, alcanza objetivos, de modo que es el puente entre teoría y aplicación directa. La mayoría de los modelos de psicoterapia pasa de la teoría a la práctica sin recordar que entre los teoremas y la aplicación directa existe un agujero que llenar; esto ocurre solamente a través de un modelo lógico. La lógica es lo que nos permite construir un modelo aplicativo de la teoría a la práctica; por lo tanto, no sólo pura teoría por «encima de la observación empírica», sino una cosa que debe producir a nivel empírico lo que se ha buscado comprender a nivel teórico.

La lógica ordinaria es la que tradicionalmente se puede resumir en conceptos como «verdadero/falso» o «tercero excluido» de Aristóteles en adelante, en los principios de «no contradicción», de «coherencia interna» y de «congruencia de los modelos lógicos». La lógica ordinaria, en otras palabras, es nuestra costumbre de discriminar las cosas a través de la negación –«Si no es, es. Si es, no es»– , a través del reconocimiento asociativo –«Si pertenece a esta categoría, tendrá las características de esta categoría»–, a través de los silogismos –«Si pertenece a esta clase significa que tiene todas las características de esta clase»–, a través del principio de no contradicción –«Si es así, no puede ser lo contrario»–, a través del principio de coherencia –«Las cosas han de ser coherentes o han de tener un hilo de conexión lineal»–, a través de la congruencia –«Dentro de un sistema ha de haber un nexo congruente entre sus componentes»–.

Pensemos cuántas veces utilizamos las fórmulas negativas «No hacer», «No decir», sencillamente porque estamos acostumbrados a un tipo de lógica en la que el «no» es un fuerte discriminante, aunque empíricamente se ha demostrado que no sólo es ineficaz sino también contraproducente cuando se quiere persuadir a alguien de algo. Continuamos utilizando este tipo de lógica sencillamente porque forma parte de nuestra idiosincrasia cultural. Si esto funciona cuando analizamos fenómenos lineales, los fenómenos de causaefecto, cuando vamos a aplicarlo a fenómenos complejos como la dinámica entre la mente y la mente o, como sugería Gregory Bateson, entre la mente individual y la mente colectiva, ya no encaja porque para el ser humano el estar en contradicción es una regla, no una excepción. ¿Cuántas veces nuestras emociones y nuestras sensaciones nos hacen hacer algo que no es coherente con nuestro habitual modo de actuar? Lo mismo vale para la congruencia: muchas veces nuestras reacciones no son congruentes con nuestras acciones.

Cuando hablamos de lógica no ordinaria ya no podemos hacer referencia a procesos puramente cognitivos de racionalización de las elecciones, de las decisiones y de las acciones, como haría, en cambio, la lógica ordinaria, precisamente porque cada uno de nosotros, como nos indica Gödel, es parte del sistema y no puede controlar el sistema desde su interior (Gödel, 1961). En nuestra relación con la realidad tendemos a ser lineales, autorrecursivos, precisamente en virtud de las experiencias o de las creencias que se han estructurado, motivo por el cual ninguno de nosotros puede tener un conocimiento puro. Como dirían ciertos filósofos, esto solamente sería posible en el momento en que venimos al mundo, es decir, cuando teóricamente seríamos una especie de «tabula rasa», si naturalmente no consideráramos la vida en embrión. No podemos infravalorar, como diría Jung, las idiosincrasias culturales, o sea lo que nos es transmitido (Jung, 1975). La posibilidad de un conocimiento puro de la realidad deriva sencillamente de la necesidad y de la habilidad de los seres humanos en encontrar explicaciones, incluso reductivas, a las cosas del mundo cuando son inexplicables, y de tomarlas por verdaderas porque necesitan tranquilizarse. En El instinto de la causa, Nietzsche escribe: «Cuando no se tiene ninguna explicación, se escoge una que sabemos que es falsa, pero nos comportamos como si fuera verdadera porque nos tranquiliza» (1994). Hemos de partir del presupuesto de que, al ser nosotros el instrumento cognoscitivo de nosotros mismos, ya estamos contaminados y, en el acto del conocer, contaminamos todo aquello que conocemos. Si, todavía con Heisenberg, el hombre de ciencia mientras observa una cosa la influencia, esto aún vale más para los seres humanos en relación con la propia realidad (Heisenberg, 1958).

Somos continuamente «no ordinarios» y desafío a cualquiera a que encuentre en su propia vida un ejemplo de aplicación –desde mi punto de vista, imposible– de lógica puramente ordinaria, sin ambivalencias; es dificilísimo encontrar alguna cosa que funcione sin que detrás exista un autoengaño. Pensemos en la matemática: el estupor de los seres humanos es que dos y dos son cuatro, cinco por cinco veinticinco. Todo vuelve. Lo creo, lo he construido yo para que volviese; es un autoengaño sublime que como todos los autoengaños puede tener una función, una eficacia operativa. «Estoy enamorado» es el más sublime de los autoengaños.

Todo es autoengaño. En Guardarsi dentro rende ciechi, una selección de fragmentos seleccionados por Paul Watzlawick recientemente publicada (2007), hay una bellísima conferencia que lleva por título La ilusión de la ilusión que termina de este modo: «No existe ninguna ilusión, porque sólo existe ilusión». Por lo demás, pensemos en Hermann Hesse con el pequeño teatro para locos descrito en su libro El lobo estepario (1927). De la ilusión no se sale. La lógica del autoengaño, que es un fenómeno oscuro y por ello durante siglos ha estado refugiado en los secretos de la lógica lineal, en los últimos treinta años ha vuelto a la palestra porque, al empezar a estudiar con mayor pulcritud metodológica y epistemológica la relación entre la persona y su realidad, ya no se ha podido eludir el hecho de que tendemos a alterar la realidad que percibimos y a construir constantemente la realidad sobre la base de nuestros autoengaños. Tenemos ejemplos continuos de ello: me levanto por la mañana y he dormido mal, cada mínimo acontecimiento resulta fastidioso por efecto de lo que he experimentado anteriormente; es un autoengaño. Puedo ser un paranoico y pensar que todos la han tomado conmigo, miro a mi alrededor y constantemente encuentro pruebas de ello; es un autoengaño. Puedo ser un exaltado, pensar que soy capaz de hacer cosas extraordinarias y me convenzo continuamente de ello incluso en los mínimos detalles: si mientras bajo las escaleras, tropiezo y mantengo el equilibrio, soy un funambulista. También se autoengaña una persona que no se da cuenta de que su pareja la está traicionando, cuando todos excepto ella lo saben. El autoengaño es un don natural que nos protege de las cosas que nos dañan; es algo positivo pero que, si se abusa de él, puede resultar patógeno. Pensemos en el miedo que, negativo en apariencia, es en realidad nuestra sensación más primitiva, la más sana que tenemos; aquel mecanismo fisiológico que detona, gracias a ciertas percepciones, las activaciones del organismo que nos hacen mejores. Sin el miedo no haríamos nada. Todos sabemos que la ansiedad, su correspondiente en términos puramente fisiológicos, sigue una curva por la que, hasta un cierto punto, nos vuelve mucho más eficaces; cuando supera el umbral es cuando nos vuelve incapaces. El autoengaño, por lo tanto, no es algo que hay que denigrar como quisieran hacer los cognitivistas y todos aquellos que piensan en virtud de la ilusión del control racional; el autoengaño es un don que hemos de utilizar, dado que no lo podemos evitar.

La tradición interaccional-sistémica ha estudiado las ambivalencias lógicas en la comunicación e introdujo el constructo de doble vínculo, entonces identificado con la paradoja lógica, o un mensaje que transporta un contenido y su contrario. Ya los estudios de Gregory Bateson, John Weakland y Don D. Jackson sobre la etiología de la esquizofrenia (1956) resaltaban que el paciente esquizofrénico podía ser «construido» como tal a través de la redundancia de una comunicación paradójica en las dinámicas de su familia. Watzlawick y otros fueron los primeros en llevar al campo de la Psicoterapia y de la Psicología el estudio de los niveles lógicos de Bertrand Russell (Whitehead, Russell, 1910-13), es decir, la lógica más refinada. Al estudiar las ambivalencias de la comunicación y las ambivalencias en las respuestas de las personas, llegaron a constituir precisamente la lógica de la paradoja, que se convirtió en uno de los conceptos básicos del enfoque estratégico tradicional. El fenómeno de la paradoja comunicativa con uno mismo, con los demás y con el mundo es el fundamento de la etiología de las patologías psíquicas más graves y, al mismo tiempo, el fundamento de la estructura de las intervenciones terapéuticas. Sin embargo, aún se hablaba en términos de paradoja y no de autoengaño; este último, en efecto, es el mecanismo más primitivo en el que está incluida la paradoja como nuestro autoengaño; pero no sólo esto. Cuando dentro de mí siento una cosa y al mismo tiempo su contrario –«le amo y le odio»– es una paradoja, así como cuando deseo una cosa y la temo al mismo tiempo. Sin embargo, cuando pienso que es correcto actuar de un modo pero luego hago lo contrario, o cuando realmente creo mucho en una cosa que todas mis acciones van dirigidas a confirmar mi creencia, o aún, cuando un cierto pensamiento, repetido en el tiempo, y precisamente al repetirse se convierte en verdadero, no estamos en presencia de paradojas.

Es, entonces, posible construir subgrupos, subclases dentro de la lógica del autoengaño. Con este empeño, como veremos, hemos puesto a punto estratagemas terapéuticas no ordinarias para la mayoría de las patologías más importantes y protocolos de tratamiento relacionados. La idea es que si no he metabolizado los criterios de lógica no ordinaria, no seré capaz de aplicarlos, ni tan siquiera cuando estén prescritos a través de protocolos a seguir; esto en particular cuando tengo que utilizar técnicas incisivas. Conocer los diferentes criterios de lógica no ordinaria y el funcionamiento de dicha lógica, en consecuencia, resulta fundamental para un terapeuta estratégico. Obviamente, si un paciente nos trae lúcidamente la descripción de su problema y podemos negociar con él lúcidamente la solución, pasamos enseguida a la indicación directa y no tenemos necesidad de la lógica no ordinaria. El problema es que en mi experiencia, entre más de diez mil casos, quizás unas diez personas pertenecían a este tipo. Cierto, es posible que desde hace veinte años sólo vea «pacientes extremos»; sin embargo, si analizamos la mayoría de las denominadas patologías, vemos que funcionan sobre la base de criterios no ordinarios. Raramente se encuentra una patología que se funde en una lógica ordinaria. El paranoico que ha de defenderse de la agresividad de los demás, que tiene miedo de la mafia porque ha recibido una amenaza, utiliza una lógica aparentemente ordinaria, pero en su percepción cualquiera es un mafioso que lo espera en el portal de su casa; por lo tanto, después de las ocho de la noche ya no puede salir, porque teme ser víctima de un atentado mafioso. Se entra en otro nivel lógico: una obsesión fóbica se transforma en creencia que construye la realidad percibida y que conduce a la reacción patológica. Como sugiere Pinel (1991), quizás «la lógica es restringida pero es la premisa la que es errónea».

Para intervenir de modo eficaz sobre esta realidad se hace, pues, necesaria una lógica que encaje con la estructura y que sea capaz de reorientar el sentido en la dimensión de su gestión funcional. O sea, de transformar el autoengaño de disfuncional en funcional.