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La naturaleza nos protege y
nosotros la despreciamos

Desmontando la posverdad

Eduardo Gil Delgado

«Tú tienes una bala.

Yo la palabra.

La bala muere al detonarse.

La palabra vive al replicarse»

Berta Cáceres1


1 Berta Cáceres fue asesinada por unidades especiales del Ejército de su país por defender la verdad, dar voz y visibilidad a las mujeres de su comunidad y proteger la naturaleza de su destrucción irracional.

Introducción

«Cuando muere la verdad, también cae la libertad».

Simon Schama

La generalización de la mendacidad inunda nuestra sociedad actual. Asistimos con estupor a reiteradas faltas de rigor informativo o a manipulaciones interesadas. En el ámbito del medioambiente y la conservación de la naturaleza, las falsedades adquieren una gravedad especial al encontrarse asociadas a intentos de justificación de acciones que ocasionan graves pérdidas económicas y daños irreparables. La interesada confusión al ciudadano propicia, entre otros resultados, la falta de interés y la desidia en la conservación ambiental y la protección de la naturaleza, aspectos clave en nuestra propia existencia como especie al habitar un único y frágil planeta y no disponer de otro de recambio.

El sonlocado mundo en el que vivimos y el frenético ritmo de vida establecido en nuestras sociedades, en particular en las grandes ciudades, nos impide detenernos de manera pausada y reflexiva a recapacitar si nuestra forma de vida consumista y depredadora del entorno es sostenible en el tiempo y puede aportarnos la felicidad y la plenitud personal necesarias para desarrollar todas nuestras capacidades y ser ciudadanos más responsables y comprometidos.

La exploración espacial y los avances científicos han permitido ir descubriendo nuevos sistemas solares y planetas que pueden albergar las condiciones necesarias para acoger vida y, tal vez algún día, desarrollar nuevas comunidades habitadas. Hoy por hoy, su distancia de la Tierra imposibilita su colonización por lo que la conservación de Gaia es una cuestión todavía necesaria e incuestionable.

El hombre ha transformado el planeta prácticamente desde los orígenes de los tiempos. Sin embargo, durante los últimos siglos numerosas transformaciones que se han llevado a cabo se han basado únicamente en la obtención de beneficios rápidos e inmediatos con un absoluto desprecio por el bien común y el medioambiente. Del mismo modo, se han pervertido los avances tecnológicos para crear electrodomésticos o aparatos electrónicos con fecha de caducidad, que dejan de funcionar estando en perfecto estado de funcionamiento, abyecta perversión denominada «obsolescencia programada» que demuestra la estulticia de determinadas personas, y que crea consumidores aherrojados a una espiral de compras insostenibles de la que algunos no son capaces de escapar o desintoxicarse.

La gravedad de las transformaciones ambientales demuestra, según un informe conjunto del Programa de la Naciones Unidas para el Medioambiente (PNUMA) y la Interpol, que la mayoría de ellas son ilegales: deforestación, tráfico de especies protegidas, pesca ilegal, minería irregular o gestión ilegal de residuos son algunas de las actividades que contribuyen a que los daños asociados a los delitos ecológicos superen los 290.000 millones de euros.

El presente libro se encuentra estructurado en cinco capítulos didácticos y divulgativos a través de los cuales se pretende acercar e invitar al lector, en el marco de una literatura comprometida, a reflexionar y recapacitar sobre el necesario e imperioso cambio del paradigma vital actual, para crear uno más sostenible, humanista y en el que prevalezcan la verdad y la información veraz. El conocimiento de la fragilidad de los ecosistemas que hacen habitable el planeta y la información sobre las especies que cumplen un papel fundamental en nuestras vidas, puede contribuir a desterrar el que el egocentrismo y el individualismo sean los elementos centrales de nuestra existencia.

La Tierra siempre ha sufrido transformaciones que han predeterminado su devenir y el futuro de los distintos pueblos; muchas de ellas de origen natural. Sin embargo, en los últimos siglos las actuaciones ocasionadas por el hombre están teniendo graves repercusiones ambientales y están condicionando el futuro y la sostenibilidad del planeta. La huella ecológica de la Humanidad (el indicador del impacto de la actividad humana sobre el planeta) alcanza ya la cifra de 1,5, lo que significa que actualmente necesitaríamos un planeta y medio para poder satisfacer los recursos y los bienes que consumimos cada año. La situación actual nos obliga a adoptar un nuevo paradigma de consumo y desarrollo que no hipoteque nuestro futuro ni arruine las condiciones de vida de cientos de millones de personas. No es necesario caer en alarmismos o en catastrofismos, pero es indudable que se hace vital ser realistas y difundir y divulgar la situación existente porque todavía estamos a tiempo de revertirla.

Imagen 1. La huella ecológica de la Humanidad ha superado ya el umbral de sostenibilidad.

Solamente una sociedad informada y comprometida puede obligar a sus gobernantes a legislar por el bien común y no en función de sus propios intereses, de paraísos fiscales o puertas giratorias. La mayoría de los gobiernos no desean un pueblo informado y con capacidad de reflexión y crítica; una de sus prioridades es evitar que sus ciudadanos sean personas comprometidas y puedan desarrollar capacidades cognitivas propias. Para lograrlo, una de las principales herramientas es la desinformación y la manipulación.

El aumento de los autoritarismos y de las pseudodemocracias, han aupado a la posverdad (la difusión y repetición de noticias falsas que puede llegar a convertir la mentira divulgada en una verdad aceptada por el receptor) en uno de los fenómenos más preocupantes del siglo XXI, haciendo realidad en algunos casos sociedades orwellianas.

En la actualidad estamos asistiendo impasibles a grandes atentados ecológicos y al asesinato de innumerables defensores de la naturaleza y de los bienes comunes, que pagan con su vida la loable acción de luchar por lograr un mundo mejor. Crímenes debidos únicamente a la codicia infinita de determinados empresarios que cuentan con la complacencia y la anuencia de determinados gobiernos corruptos y de políticos despreciables. El incendio y la deforestación de la Amazonia y de selvas vírgenes para ampliar la superficie de cultivos transgénicos, la ampliación y la creación de explotaciones mineras a cielo abierto, o el comercio ilegal de especies protegidas, son algunos de los ejemplos más execrables y que más vidas de activistas se están cobrando.

Recordando las palabras de Henryk Skolimowski, considerado el padre de la eco-filosofía: «La supervivencia del mundo y la nuestra dependen de que nuestra sensibilidad evolucione hacia formas de interacción que completen la responsabilidad y la compasión hacia todas las criaturas vivientes».

Imagen 2. Viñeta El Roto. Diario El País.

Los mares y océanos representan el 71% de la superficie de la Tierra, convirtiéndose en uno de los principales elementos que coadyuvan a la existencia de la vida. Albergan comunidades vegetales y animales que todavía no han sido descubiertas por la Humanidad. El 95% de los fondos marinos todavía no han sido explorados. Fabien Cousteau ha definido gráficamente la presente realidad afirmando que: «se conoce más de la superficie de la Luna que de las profundidades de los océanos».

El conocimiento, la protección y la divulgación de las distintas especies que configuran la biodiversidad se ha convertido en un axioma obligado. La biodiversidad crea y asegura las condiciones naturales para que pueda existir la vida en el planeta. La destrucción y pérdida de especies (diariamente se extinguen en el mundo 150) es un ataque directo a la línea de flotación del planeta. La pérdida de especies es tan amplia que ocasiona la desaparición de algunas que todavía no se han estudiado ni conocido, destruyéndose así la posibilidad de obtención de principios activos necesarios para el tratamiento o la cura de distintas enfermedades, o la solución a determinadas plagas.

Año tras año se superan los récords de temperaturas del planeta y el año vencido se convierte de manera sistemática en el más caluroso desde que se tienen registros. Los informes científicos son explícitos y clarificadores: la actividad humana y las emisiones industriales son las responsables de la alteración del clima y del acelerado incremento de las temperaturas. Después del consenso mundial recogido en la Cumbre del Clima de París, debemos y necesitamos cambiar nuestras arcaicas fuentes de producción de energía e iniciar con denuedo y rapidez una transición hacia energías limpias para evitar los perniciosos efectos del calentamiento global del planeta.

El cambio climático es una realidad incuestionable y ha sido definido como la amenaza más grave a la que se enfrenta la sociedad actual. Solamente identificando con claridad, veracidad y profesionalidad el origen de la enfermedad, podremos aplicar el tratamiento adecuado para curar la actual pandemia del calentamiento global. El problema y su origen se encuentran perfectamente identificados, al igual que se conocen las actuaciones que deben llevarse a cabo para solucionar y minimizar sus efectos. Sin embargo, las medidas no terminan de implementarse por espurios intereses económicos, y por la ignorancia y estupidez de determinados gobernantes y la pasividad de un sector de la población.

Las continuas posverdades publicadas (que reciben también la denominación de fake news o hechos alternativos), dirigidas a una población sumisa y que son reiteradamente repetidas por los medios, ha posibilitado que un sector de la población llegue a creérselas, aceptando como válidas las viles e interesadas mentiras realizadas por indecentes intereses particulares. Un dato estremecedor recogido por los medios establece que en el primer mes de gobierno de Donald Trump el presidente ha comunicado 133 falsedades, una media de cuatro mentiras cada día, lo que lo convierte en maestro de la superchería pero lo inhabilita como presidente.

La falta de divulgación de modelos o proyectos ambientales de éxito que ya existen que pueden ser replicados en distintos países, cuyo desconocimiento viene precedido por haber sido ocultados o desprestigiados por perversos intereses económicos que evitan la mejora de la calidad de vida de los ciudadanos y la conservación ambiental, es un problema cada vez más común en la era de la desinformación.

El conocimiento de que es posible construir un lugar paradigmático y ecológico nos ayuda a reflexionar sobre la necesidad de mejorar la impronta humana sobre nuestro entorno y puede convertirse en un punto de partida para aprender a revaluar la interconectividad humana con la naturaleza. Copenhague es uno de los lugares más sorprendentes y sostenibles del planeta; la lectura de sus especificidades nos puede ayudar a ser mejores ciudadanos y más responsables.

No podemos transitar por esta vida como de paso, ni ser indiferentes ante las injusticias. Debemos dedicar más tiempo a la lectura y a ser personas comprometidas con causas sociales y ambientales, y evitar convertirnos en meros ciudadanos consumistas compulsivos y egocéntricos. Las innumerables personas que tienen como única aspiración vital vivir en una urbanización aislada de la realidad social y ambiental que las rodea, a las que les son indiferentes las crisis humanitarias y de refugiados, la equidad social y ambiental, el cambio climático, o muestran desdén sobre el fin de la sanidad universal, pública y gratuita, demuestran una reprobable actitud hacia sus semejantes y un lacerante desprecio hacia el planeta que los cobija y les permite vivir.

El execrable discurso supremacista y la infame virulencia xenófoba, machista y belicista de Donald Trump, unida a su supina ignorancia y discurso negacionista sobre el cambio climático, representan el paradigma de la deriva que ha tomado una parte de la sociedad que vota ciega a personajes indecentes que desprecian el humanismo, el medioambiente y la defensa del bien común. Por el contrario, formas de gobierno como la bonhomía de José Múgica en Uruguay, o planteamientos como los postulados del Papa Francisco que ha exhortado a todos los católicos a cuidar la naturaleza afirmando que el maltrato al medioambiente es pecado y que cuando se maltrata la naturaleza se maltrata también a los seres humanos, nos ofrecen motivos de esperanza para seguir trabajando en el camino común de implantar una verdadera equidad social, económica y ambiental.

El impulso decidido a la investigación y a la divulgación científica, el apoyo a la literatura ambiental y la garantía de una información veraz deben ser prioritarios en las políticas de cualquier país. Es necesario incrementar el índice de lectura, paupérrimo en países como España, aumentar los programas sobre conservación del medioambiente y programar documentales científicos y de naturaleza en prime time en la parrilla de las distintas televisiones. La falta de información al respecto en los telediarios y programas informativos son algunas de las graves carencias que asolan los medios de comunicación y que repercuten en la desidia de la población para conservar el medio que nos permite vivir.

Los medios de comunicación independientes y la libertad de prensa son uno de los pilares más importantes de cualquier democracia. Los periodistas se encuentran asediados por sus directivos para cercenar la información plural y evitar que ningún programa sea molesto o incomode al establishment o el gobierno. La difusión a la ciudadanía de la gran mentira de la existencia de armas de destrucción masiva en Irak o la supuesta asignación de la autoría a un grupo terrorista español de los luctuosos atentados de Atocha, que fueron planificados y ejecutados por grupos yihadistas, son ejemplos que no deberían repetirse nunca.

Las manipulaciones de las televisiones públicas suponen una pérdida de calidad democrática. Los ejemplos son variados, pero la realizada por el grupo Radiotelevisión española y su judicialización marcaron un hito en la sociedad española. La sentencia sin precedentes dictada por la Audiencia Nacional, en la que condenó al ente público por manipulación, y la denuncia pública de sus propios trabajadores calificando al organismo público de instrumento de propaganda partidista y gubernamental de los distintos gobiernos, unido al oneroso déficit del grupo, deben servir para reformular el servicio que presta como herramienta de utilidad pública o en su defecto acordar su cierre para la regeneración democrática.

Alcanzar una sociedad más justa y sostenible es posible; solo requiere personas más solidarias, salir de nuestra zona de confort y trabajar y comprometerse en ese loable objetivo. Si este libro te ayuda a reflexionar y a adquirir nuevos conocimientos, y dejamos el mundo un poco mejor de lo que lo encontramos, comprendiendo que únicamente la verdad es lo que nos hace realmente libres, habrá merecido pena.