El Bosque de los Personajes Olvidados

Portadilla

Primera parte (la de los capítulos cortos)

Capítulo I. Un cuento de hadas que se quedó sin princesa

Capítulo II. La llegada de un heraldo

Capítulo III. Es un(a)… ¿?

Capítulo IV. Una no tan típica princesa

Capítulo V. Unos sombríos ojos que contenían la esperanza

Capít…

Segunda parte (la de los capítulos largos)

Capítulo ¿VI? VII. El Príncipe Verde

Capítulo VIII. Un aliado de última hora, ni muy muy ni tan tan

Capítulo IX. La dragona que le temía a la oscuridad

Capítulo X. Un rápido final para una larga historia

Te cuento que…

Créditos

Contenido

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TE CUENTO QUE LUIS ALBERTO PAZ…

… estudió Administración en la UNAM y Creación Literaria en la SOGEM. En 2017 ganó el II Premio Nacional de Narrativa LGBTTTI. Disfruta mucho la fantasía porque la considera una forma más amable de acercarse a la realidad y reflexiona en que, si de niño nunca dijo que sería escritor, fue quizá porque temía que le preguntaran “¿Y de qué vas a vivir?”, como les pasa a quienes dicen “Quiero ser pintor, bailarín o astronauta”. Hoy sabe que la respuesta es simple: “Pues de escribir”, y no entiende por qué no se le ocurrió antes.

Paz, Luis Alberto

El Bosque de los Personajes Olvidados / Oche Califa; ilustraciones de Manuel Monroy. – México: Ediciones SM, 2018

Formato digital – (El Barco de Vapor. Roja)

ISBN SM: 978-607-24-3224-6

1. Novela mexicana. 2. Familia - Literatura infantil. 3. Personajes literarios - Literatura infantil

Dewey 863 R39


Edición digital

Irma Itzihuara Ibarra Bolaños
Gerente de Literatura Infantil y Juvenil

Valeria Moreno Medal
Coordinación editorial digital

El Bosque de los Personajes Olvidados

© del texto: Luis Alberto Paz González, 2018

1. Novela mexicana 2. Familia – Literatura infantil 3. Personajes literarios – Literatura infantil

Dewey 863 R39

Primera edición digital, 2018

D. R. © SM de Ediciones, S. A. de C. V., 2006
Magdalena 211, Del Valle,
03100, Ciudad de México
Tel. (55) 1087 8400
www.ediciones-sm.com.mx

ISBN: 978-607-24-3224-6
ISBN: 978-968-779-176-0 de la colección El Barco de Vapor

Miembro de la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana
Registro número 2830

No está permitida la reproducción total o parcial de este libro, ni su tratamiento informático, ni la transmisión de ninguna forma o por cualquier medio, sea electrónico, mecánico, por fotocopia, por registro u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito de los titulares del copyright.

La marca El Barco de Vapor® es propiedad de Fundación Santa María.

Conversión de ebook: Capture, S.A. de C.V.

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Para aquellas personas
y circunstancias que me han
enseñado que la fantasía es útil
ante la dureza de la realidad

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ACÉRCATE, PEQUEÑO(A) LECTOR(A);
, un poco más;
no, no tanto.
Allí está bien.

Conoce la historia de una niña, pero no de cualquier niña, sino la de una que era una princesa, y no cualquier princesa, sino una que quiso renunciar a su papel en este libro para convertirse en la bruja del cuento, bueno, más bien de la novela, y cambiar así el rumbo de esta historia; aunque, eso de si llegó o no a ser la bruja está por verse.

Ya sé lo que estás pensando: “¡Otra historia de princesas!”. Sí, pero no te dejes engañar: aquí no va a haber un príncipe que la salve, ni un hada madrina que la ayude, ni tampoco un hechicero malvado que sea el más malo de los malosos, aunque sí encontrarás a dichos personajes. ¡Ah!, y por si te preguntabas: “¿Entonces contra quién va a pelear?”, te diré que contra quien se le ocurrió idear este embrollo: el escritor.

Bienvenido(a) a esta historia, que podría, si lo permites, ser tuya también.

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PRIMERA PARTE

 (LA DE LOS CAPÍTULOS CORTOS)

vineta CAPÍTULO I

UN CUENTO DE HADAS QUE SE QUEDÓ SIN PRINCESA

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HACE MUCHO, MUCHO, MUCHO TIEMPO (bueno, no tanto, la verdad), había un escritor, de ésos no muy buenos, que deseaba crear un texto original, único, distinto, como casi todos los escritores. Había desechado ya las historias de El Príncipe Verde, El Octavo Enano, que no era tan enano, La dragona que le temía a la oscuridad, y bastantes más. Y las había desechado no porque no le parecieran interesantes, sino porque las veía como ocurrencias exóticas y sin futuro. Él quería hacer algo innovador, pero no se atrevía a dar rienda suelta a su imaginación, y sus personajes llevaban años en su cabeza, esperando que se decidiera a contar al mundo sus hazañas y aventuras; aunque, desgraciadamente para ellos, tal cosa no sucedía. Lo único que tenía claro era que el personaje principal de su gran texto, del cual sólo tenía el primer párrafo, sería la princesa Anjana. Una princesa que… No, no debo ser yo quien te lo cuente, mejor demos un vistazo a su trabajo:

Había una vez una princesa que vivía en un reino muy lejano. Ella era la más bella de todas las princesas de los reinos lejanos, y también de los cercanos. Su cabello era dorado como el sol, sus ojos parecían dos zafiros y su voz era como el trino de los cenzontles, que cada amanecer cantaban en su ventana…

Como puedes ver, no había nada extraordinario en su texto. Salvo porque, una mañana, no estoy seguro de si fue de invierno, de verano, o de si llovía o había sol, pero sé que fue una mañana, la princesa Anjana decidió interpelar al escritor y se manifestó en el monitor donde éste trabajaba, justo bajo el texto que él apenas iniciaba.

Y ésta, mi querido lector, es la curiosa historia de aquel peculiar día:

Perdone, señor escritor, ¿podría darme un minuto? Tengo que hablar con usted.

El escritor apenas daba crédito a que, frente a sus ojos, en el monitor de su computadora, las palabras se materializaran y, además, lo interpelaran. Quería convencerse de que era un sueño, y que tal vez continuaba dormido. Se pellizcó y vio que no: ¡estaba despierto!, así que, un tanto sorprendido, pero sin nada mejor que hacer, salvo contemplar su primer y único párrafo, decidió contestar a lo que supuso entonces era un mero producto de su imaginación:

¡Qué!¿Quién se atreve a interrumpir mis momentos de trabajo literario?

Yo.

¿Quién yo?

La princesa de su novela.

¿Anjana?

La misma.

¿Y qué haces aquí? Se supone que estoy comenzando a escribir tu historia; aún no te toca hablar en ella. Faltan cinco páginas para tu primer diálogo.

Sí, ya sé. Por eso decidí que lo mejor era hablar ahora con usted.

Pero me interrumpiste. A los artistas nadie debe interrumpirlos. Tal acción no es válida bajo ninguna circunstancia.

¡Oh!, lo siento. No era mi intención quitarle la inspiración, es sólo que

Pues si no lo era, ¿por qué lo hiciste? Todo iba muy bien. Este día realmente iba a avanzar. Estaba a punto de llegar a la parte donde hablaba de tus padres, del reino y también de la felicidad de quienes vivían allí.

Sí, ya lo sé, y por eso me atreví a interrumpirlo.

¿Y cómo lo sabes? ¿Acaso alguien me espía para robarse mi historia?

Lo sé porque estoy en su cabeza.

Al escritor aquella respuesta lo tomó por sorpresa. Le pareció medio rara, pero lógica al fin y al cabo si consideraba las circunstancias. Sin querer, las palabras que algún día escuchó, causantes en parte de que no diera del todo rienda suelta a su imaginación, retumbaron en su cabeza: “Si sigues con esa idea de contar historias vas a terminar loco, desempleado y loco. Nadie vive de inventarse cosas”.

Y, sin embargo, allí estaba él, hablando con una princesa producto de su imaginación. Loco y temeroso, tal vez, pero con una emoción que apenas le cabía en el cuerpo. Así que, con una felicidad naciente e incontrolable, pero aún receloso de dejarse llevar por aquel sentimiento de dicha, escribió:

De acuerdo. Aun así no comprendo qué haces aquí, es decir, allí en el monitor.

Es que sé que, justo ahora, usted iba a escribir lo perfecta que era mi vida y lo perfecta que yo era, e iba a presentar al villano que genera el conflicto de la historia y me iba a poner en aprietos.

Exactamente —contestó el escritor mientras veía aparecer frente a sus ojos frases completas que no eran tecleadas por él. Y como se dio el permiso de continuar con el juego que, según él, no era más que una mala pasada de su imaginación, motivada por la frustración de no poder contar la historia que tanto deseaba, preguntó:

¿Estás segura de que no eres una espía?

Tranquilo, nadie pretende robar su historia, pues aún no hay nada que robar, tan sólo un párrafo —aquello hizo que el escritor frunciera el ceño, pero igual tuvo que aceptar que era verdad y se limitó a seguir leyendo—: Sé muy bien lo que va a pasar porque siempre pasa lo mismo con las princesas de los cuentos de hadas.

¿Y cuál es el problema entonces? ¿No podrías esperar simplemente?

No, porque

¡Ah, ya sé! Quieres que tu castillo sea más grande que el de la Bella Durmiente.

Pues no, lo que yo

O que tu cabello sea más largo que el de Rapunzel. Te advierto que si es así pasarás la mitad del tiempo cepillándolo, porque no hay modo de ponerte un asistente sin que la estructura narrativa se complique, pues habría que idear una historia para tal asistente.

No, tampoco es eso, yo lo que

Si lo que quieres son zapatos más ergonómicos que los de Cenicienta, en eso sí que te doy la razón. ¿Qué locura fue ésa de las zapatillas de cristal?

No, no, aunque, sí, no quiero zapatos como ésos. Pero lo que yo

Si lo que quieres son enanos, Blanca Nieves ya los acaparó a todos para

¡¡Ahh, lo que quiero es que me deje hablar!!

El escritor apenas podía creer el tono con el que la princesa se dirigía a él. Poner su frase entre signos de exclamación equivalía a gritarle, lo cual lo alarmó. Y entonces sí que tomó conciencia de estar sosteniendo un diálogo de verdad con la protagonista de su historia. Muy asustado, despegó sus manos del teclado y miró alrededor, intentando comprender lo que estaba ocurriendo. En la pantalla continuaron apareciendo letras que nadie escribía desde su teclado:

Escritor, ¿sigue allí?

Aquel miserable hombre, quien siempre había querido que le sucediera algo extraordinario para escribir una historia que el mundo reconociera como original o, por lo menos, novedosa, apenas pestañeaba ante lo que tenía enfrente. Tras reflexionar un momento, se prometió nunca volver a pedir un deseo sin estar seguro de anhelar realmente que éste se cumpliera. Sus ojos seguían fijos en el monitor, pero sus manos temían acercarse al teclado para responder.

Escritor, por favor, lo que quiero decirle es importante. Se trata, entre otras cosas, del Príncipe Azul.

El hombre se puso nervioso; no recordaba haberle revelado a nadie (ni siquiera en su imaginación) su plan de que el Príncipe Azul fuera quien rescatara a la Princesa Anjana al desatarse el conflicto, pues le parecía un personaje muy original y que sería bien aceptado por los lectores.

¿Escritor?

Con más curiosidad que miedo, el hombre pudo acercase finalmente al teclado para continuar su inverosímil diálogo con la princesa Anjana.

Esto sí que es nuevo.

¿Que no quiera al Príncipe Azul? Es que

No, que quieras hablar sobre tu historia conmigo.

Sí, ya sé. Es que he conversado con otras princesas y, aunque están por demás agradecidas de que otros autores las hayan hecho tan lindas y tan perfectas, y les hayan dado a todas un “final feliz”, algunas de ellas piensan que eso del “felices para siempre ” se ha vuelto aburrido con los años. Supongo que usted lo entiende.

No, no lo entiendo.

Ya sabe, eso de no tener que preocuparse nunca más por nada las ha dejado un poco vacías emocionalmente. Tampoco se quejan demasiado. Dicen que es genial estar feliz siempre, básicamente de la nada, pero que eso les da poco margen para cambiar, para divertirse.

Vaya, pues no sabía que hubiera alguna molestia al respecto.

No, pues en apariencia no tienen razón para estar molestas, aunque si consideramos que

Pues si no hay ninguna queja, te ruego que guardes silencio hasta que termine tu historia, pues estaba a punto de

Es que es eso lo que vengo a decirle.

¿Qué?

Que quiero que cambie mi historia.

Pero… ¡¿qué estás diciendo?!

Técnicamente nada, pues lo estoy escribiendo. Verá, últimamente he pensado en que los personajes como yo somos, de una u otra forma, el ejemplo de muchos niños y niñas en cuanto a lo que se debe y a lo que no se debe ser, y

¿Qué quieres decir con eso de que has pensado?

Pues eso, que he pensado.

Cosa curiosa —tecleó el escritor y acto seguido se acarició la barbilla.

Sí, pero me encanta.

Aunque hacer algo así, pensar, en tu caso no tiene ningún sentido —tecleó meditativo el escritor—. Podrías limitarte a esperar a que diseñe esa perfecta vida que tengo en mente para ti. No tienes nada de qué preocuparte, ni tampoco la necesidad de volver a interrumpirme, que yo hago muy bien mi trabajo. Es más, ni siquiera debe preocuparte la malvada bruja que estará en tu historia, aunque ella sea la más mala de las malas.

¿Ah, sí? ¿Y por qué no debo preocuparme? Sé, según las notas de su cabeza, que también será la más poderosa.

Sí, tienes razón. La bruja será la más poderosa de los personajes, pues dominará los misterios de la magia más profunda, no temerá romper las reglas para hacer lo que considera correcto y podría tener el destino de ese mundo en sus manos.

¡Oh, suena maravilloso!

Lo sé, y como te dije, no tienes de qué preocuparte, porque para salvarte de ella tendrás al príncipe más valiente de todos, al más guapo, al más gallardo, al más fuerte, al más azul.

Exacto, llegamos al tema del que quería hablarle.

¿Cuál?

No estoy segura de querer un príncipe en esta historia. Aunque sea el Azul.

El escritor arqueó una ceja antes de seguir escribiendo, pues, sin quererlo, una idea cruzó por su cabeza:

¿Lo prefieres verde?—preguntó con cierto recelo—. En mi opinión eso sería una excentricidad, tal vez a la gente no le guste el color; y, si lo analizas, no suena muy bien: “El Príncipe Verde entró en el castillo a…”. No, el azul siempre ha combinado con todo, con el cielo, con el mar

Me refiero a que me gustaría hacer algunos cambios en la trama; digamos, por ejemplo, que no haya príncipes de ningún color por ahora, y, si no es mucho pedir, que nadie tenga que rescatarme.

¡¿Qué?! Eso jamás se ha visto. No puede haber princesa sin príncipe. De ninguna manera pienso permitirlo. ¡Sería inaudito! —tecleó frenético el escritor.

Pero

No quiero ni imaginar qué dirían los demás escritores de mí. ¿Cómo voy a escribir una historia donde nadie vaya al rescate de la princesa en apuros?

¡Ash, ya cállese!

¡¿Qué?!

Quiero decir, haga el favor de leerme y permanezca con los dedos alejados del teclado por un momento, mientras le explico.

El escritor no accedió a la petición de la princesa Anjana y, peor que un energúmeno, tecleó la respuesta a toda la velocidad que pudo, la cual no era mucha, para ser honestos, pues usaba únicamente tres o cuatro dedos para escribir.

Nunca, en mis años como escritor, me habían faltado de este modo al respeto. Nunca. ¡Esto es un escándalo!

Por favor, no lo tome como algo personal. Es sólo que llevamos ya varias páginas y no me ha dejado explicarle mis razones para interpelarlo.

¿Ah, no?

No. Se la ha pasado divagando.

Pues ése es mi trabajo. Así funciona la creatividad.

Estoy de acuerdo, pero necesito decirle algo.

Pues dilo entonces, ya me hiciste perder parte de la mañana en que por fin avanzaría en esta historia. Como bien dices, llevamos ya varias páginas de diálogo que podrían aburrir al lector, quien tal vez ya esté pensando en abandonar esta aventura y tomar otro libro, uno donde la princesa sólo se limite a seguir lo que el escritor dicta.

Exactamente ése es el asunto: no quiero, bajo ninguna circunstancia, ser una princesa que sólo sigue las instrucciones sin preguntar, sin pensar en por qué hace las cosas. Es más, si así lo plantea, ni siquiera quiero ser una princesa.

El escritor se puso pálido, el sudor comenzó a formar perlas en su frente y sus manos se tensaron. Era inaudito lo que le sucedía.

¡¿Qué?!

Lo que leyó.

Y entonces, ¿por qué aceptaste tomar ese papel en mi libro?

Pues porque me encantó el nombre. Es de lo más original: Anjana, la princesa Anjana.

¡Qué barbaridad!¿Cuándo se ha visto que una princesa no quiera ser feliz por siempre ni tener un príncipe azul?

Me parece que nunca.

Exacto, y si no se ha visto es porque no debería pasar.

O porque a nadie se le ha ocurrido preguntarnos a los personajes lo que realmente queremos.

Yo tampoco te pregunté y mira lo que está pasando.

Pues debería habérmelo consultado. ¿Nunca se le ha ocurrido que a las princesas casi siempre nos toca el papel más aburrido?

¿De qué hablas? Todas quieren ser como ustedes.

Sí, y eso no es para nada interesante.

Son perfectas, ¿qué puede haber más interesante?

Decir que somos perfectas es muy subjetivo. Además, un tipo, a quien le pareció fantástica la idea de que los ratones hablaran, de pronto decidió lanzarnos a la fama internacional con papeles en los que casi nunca hacemos nada, salvo pasárnosla cantando y poniéndonos en peligro; durmiéndonos al morder una manzana o al pincharnos con una rueca, o esperando en una torre mientras el príncipe en turno, al cual ni conocemos bien, hace el trabajo para “rescatarnos”, y entonces, de buenas a primeras, nos planta un beso, o algo así, y se supone que somos “felices para siempre”.

”Casi nadie presta atención a lo difícil que es ser una princesa: la presión de separarnos de casa para que haya historia; padecer el miedo a que las cosas salgan mal y el dragón nos coma o la bruja nos mate al final del cuento; tener la responsabilidad de gobernar sin haberlo pedido. Muchos piensan que ser el centro de atención es maravilloso, pero a las princesas no se nos suele permitir estar despeinadas o dormir hasta mediodía los domingos o quedarnos en piyama toda la tarde, porque, ¿qué tal si ese día llega el malo de la historia a raptarnos o a alguien se le ocurre envenenarnos? Y ni modo de ir por la mitad de las páginas con nuestra ropa de dormir favorita, ésa de felpa y pachoncita.

El escritor leyó con atención los razonamientos de Anjana. Meditó bastante antes de volver a escribir, y cuando lo hizo dio el argumento que consideró más importante para cualquier historia:

Pero ¿acaso no crees que vale la pena pasar por todo eso a cambio del amor verdadero?

Podría ser, pero no veo tal cosa en la historia que pretende darme. ¿Cómo va a haber amor verdadero entre el Príncipe Azul y yo si ni nos conoceremos, porque me la pasaré de ociosa mientras él vive la aventura?

Habrá amor verdadero porque ambos serán hermosos y buenos, y por eso se enamorarán a primera vista.

Entonces, ¿si no fuera “hermosa”, según los parámetros de los cuentos de princesas, no habría amor?

Pues si no fueras hermosa… no lo sé —el escritor alejó sus dedos del teclado y pensó en lo mucho que él había deseado encontrar el amor verdadero. Y, mientras cavilaba, Anjana respondió:

Parece que si no lo fuera, según lo que significa ser hermosa en estas historias, el príncipe ni siquiera iría a buscarme. ¿Ha pensado en qué habría ocurrido en La Bella y la Bestia si la protagonista no hubiera sido tan hermosa? —el escritor seguía suspirando por su historia de amor aún no vivida, así que Anjana continuó—: ¿Ya ve como no hacemos nada interesante? Somos simples seres a los que nada nos costó ser como somos.

Claro que las princesas hacen cosas —increpó al fin el escritor después de un profundo suspiro—: esperan a que los príncipes las rescaten.

Ese es el problema: ellos van de aventura en aventura, viajan por el mundo, sortean obstáculos, aprenden cosas.

¿Y eso qué tiene de malo?

Que, mientras tanto, nosotras desaparecemos de nuestras propias historias.

Pues lo siento, pero así son las cosas, y si me permites, voy a continuar:

Todos eran felices en aquel mundo lleno de magia, de dicha, de 

Pero es que

¿Otra vez interrumpiéndome? Ya te dije que no hay nada que hacer al respecto. Los papeles están dados y te toca ser la bella princesa.

Es que no quiero pasármela allí sentadota.

Ese no es mi problema. Usa tu imaginación, ponte a armar rompecabezas mientras esperas… yo qué sé.

Tiene que haber alguna forma de no aburrirme tanto.

No, no hay. Aquí, para mujeres, sólo hay papeles de princesa, reina, hada madrina y bruja. Y ya todos están asignados.

¡Eso es!

¿Qué?

Usted dijo que la bruja de esta historia iba a ser la más poderosa, la más intrépida, la que hacía lo que quería, ¿no?

Nunca mencioné la palabra intrépida, pero sí, podríamos decir que sí.

Entonces ya está. Quiero ser la bruja del cuento. Sí, es fácil: que la princesa sea también una bruja que hace lo que quiere.

¡¿Te volviste loca?! —exclamó el escritor y tecleó al mismo tiempo. Su vecino, que paseaba en ese momento a su mascota en la acera de enfrente, echó un vistazo por la ventana y lo vio sentado solo ante la computadora. Pensó: “No cabe duda de que todos los escritores están mal de la cabeza”, y se alejó. El escritor prosiguió—: ¿Cómo voy a despedir a la bruja a estas alturas? Con el trabajo que me costó que aceptara el papel. Además, si no hay bruja tampoco necesitaremos un príncipe azul y no habrá ningún villano a quien vencer. No. ¡Jamás! Definitivamente esto no va a pasar.

Pues si no soy la bruja, renuncio a este cuento y listo. A ver cómo escribe una historia de princesas sin princesa. Puede escribirla sin la bruja mala o sin el príncipe, pero no sin mí.

No te pongas en ese plan. Reflexiona: si no hay bruja, ¿contra quién pelearía la princesa?

La princesa ya está peleando por su propia historia.

Eso fue lo último que Anjana dijo al escritor. Por más que él tecleó para hacerla recapacitar, la princesa ya no respondió. Aturdido, se volvió a pellizcar para corroborar que no estaba soñando, pues era incapaz de dar crédito a lo que leía una y otra vez en su monitor. Anjana hablaba en serio. Y entonces cayó en la cuenta de que, mientras la princesa siguiera en huelga, ésta ya no estaría en su imaginación y no podría terminar de escribir su historia.

Así que optó por salir a dar un paseo para reflexionar en lo sucedido. Primero pensó en hablar con sus amigos escritores al respecto, pero temió que lo tacharan de loco o de desesperado. Él mismo no habría creído semejante historia si alguien más se la hubiera contado.

Y mientras el escritor cavilaba en un parque cercano, en el monitor de su computadora apareció lo siguiente:

Si usted no se atreve a contar mi historia, lo haré yo misma.

vinetaCAPÍTULO II

LA LLEGADA DE UN HERALDO

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Querido señor escritor.:

Como al parecer usted no tiene el valor de contar las cosas tal como sucedieron en su cabeza, por temor a salirse de la línea de lo establecido y, dicho sea de paso, sin darme un papel más que de mero adorno, aquí va la historia como usted y yo sabemos que debió ser, y fue, en su imaginación:

Para quien lea esto algún día:

Una historia como la mía debió ser contada mucho antes, y no sólo porque la verdad tuve una aventura súper interesante, sino porque muchos personajes llevamos años esperando nuestra propia novela, cuento, fábula… en fin, nuestro momento de fama.

… .