BREVE HISTORIA
DE LOS GRANDES GENERALES
DE LA
ANTIGÜEDAD

Historia de los grandes generales:
volumen 1

BREVE HISTORIA
DE LOS GRANDES GENERALES
DE LA
ANTIGÜEDAD

Historia de los grandes generales:
volumen 1

Carlos Díaz Sánchez

Introducción

Los generales de la antigüedad han sido muy influyentes en la historia del mundo, ya sea por las hazañas que hicieron desarrollarse la cultura clásica o por defender los intereses de su civilización. Además, son un ejemplo para todos los militares de la historia. Breve historia de los grandes generales de la Antigüedad es una obra que desarrolla las vidas de quince personajes que tuvieron un papel primordial en la historia militar, tanto por sus gestas como por su impacto en la sociedad.

En Egipto, Ramsés II tuvo un papel fundamental en la resolución de los últimos conflictos victoriosos en los que participó el país del Nilo. En Grecia, existen numerosos casos de generales que desempeñaron grandes papeles en los conflictos y en el desarrollo de culturas como la ateniense o la tebana. También se exponen las vidas de Temístocles, el principal general en las guerras médicas contra Jerjes y el impulsor del imperialismo ateniense. Otro de los generales fue Epaminondas, principal actor en el ámbito de la hegemonía tebana y uno de los mayores estrategas que ha dado la historia; con su ingenio, consiguió que un ejército no muy formado plantase cara a la tradición espartana y ateniense juntas. La derrota de las técnicas de Epaminondas fue a manos del mayor de los generales de la Antigüedad, Alejandro Magno, quien, gracias a su padre, consiguió todos los recursos y un ejército totalmente novedoso frente a las antiguas tácticas persas y griegas.

El estudio de Alejandro de Macedonia supone la culminación de las tácticas griegas: la falange macedónica, con la cual consiguieron derrotar, tras muchos siglos, a su enemigo acérrimo en oriente, Persia. La ambición y las ansias de poder de este general llevó a la civilización macedónica hasta los recónditos lugares que yacen a las orillas del Indo. Alejandro Magno da paso a otros dos generales que le sucedieron en su forma de pensar y de plantear la batalla: Aníbal Barca y Escipión el Africano. El hijo del temido Amílcar Barca supuso para Roma el choque militar que tanto buscaba, Aníbal puso en jaque constante a una civilización que nunca se rindió y que no lo haría esa vez. Fue un magnífico general que consiguió aunar a diferentes poblaciones en un mismo ejército y deambular por los territorios romanos sin ningún tipo de oposición. No obstante, todo general victorioso tiene su homólogo en el enemigo, Escipión el Africano. Esta figura se analizará junto con Aníbal, pues supone la contraparte de esta historia. Escipión, al igual que Aníbal, fue un general brillantísimo que puso en jaque a Aníbal y que encarnó una victoria intelectual frente a la potencia y táctica de Aníbal. Escipión y Aníbal protagonizaron el momento de mayor esplendor táctico y bélico de la época y la victoria de Escipión sobre Aníbal dio pie a un período de expansionismo romano. Tras él, su nieto fue el destructor de Cartago y de Numancia. Fruto de la brillantez táctica y militar de Escipión Emiliano, surgió Cayo Mario, el reformador del ejército, quien puso a Roma en un escalón inalcanzable, pero cuyas ideas populistas y absolutistas le llevaron a una serie de guerras civiles que culminaron con César y la victoria sobre los optimates. Esto dio paso al Imperio romano, en donde destacan Augusto y Germánico, quienes se enfrentaron contra los temidos germanos, mientras que Trajano puso la Dacia y Partia a los pies de Roma. La brillantez del Imperio fue decayendo hasta un momento en el que los invasores germanos se iban insertando en el Imperio. Fruto de esto, en el seno imperial se alzó Estilicón, quien puso en jaque al temido Alarico frenándole en varias batallas de forma espléndida gracias a su táctica y conocimiento militar. Por otra parte, el último gran general de la antigüedad fue Flavio Aecio, quien venció al temido Atila, rey de los Hunos, en la batalla de los campos cataláunico. Sin su aportación, Roma hubiera sucumbido ante un pueblo de las estepas y no ante los germanos, algo que hubiera cambiado el devenir de la historia. A través de estas biografías, se puede observar cómo fue la formación de estos generales, qué momentos o personas influenciaron en ellos o cuáles fueron sus gestas y batallas principales.

Por último, me gustaría puntualizar que este libro está dirigido a un público que tenga la necesidad de conocer la vida de estos pueblos sin que sea una lectura pesada, algo que no entra en contradicción con que la redacción de este libro se haya basado en las lecturas de las fuentes literarias antiguas, memorias de excavación, investigaciones arqueológicas y bibliografía actualizada, así como en los artículos de investigación que promueven nuevas teorías sobre este tipo de cuestiones. De hecho, para aquellos lectores inquietos y experimentados que deseen ampliar sus conocimientos, se ha recopilado una ingente cantidad de bibliografía que puede servir de ayuda en caso de que se quiera profundizar en el tema.

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Ramsés II. El último gran faraón

CONTEXTO HISTÓRICO DE RAMSÉS II Y ANTECEDENTES FAMILIARES

Ramsés II fue el faraón más importante de los ramésidas de la dinastía XIX, de la cual tenemos mucha información, en parte, por el gran legado dejado por personajes como Ramsés II. No obstante, los precedentes militares de este gran faraón no se encuentran en su dinastía, sino en la anterior, en la XVIII, bajo el gobierno de Tutmosis III.

Bajo el Gobierno de Tutmosis III, se consiguió obtener la hegemonía de los territorios de Canaán y de la costa sirio-palestina tras la batalla de Megido (16 de abril del 1457 a. C.), en la cual Tutmosis III consiguió expandir su influencia y el territorio egipcio. No obstante, a pesar del éxito obtenido por Tutmosis III, la situación política tras su muerte no fue la más favorable. Los faraones que sucedieron al tutmosida no fueron capaces de defender los intereses de Egipto en estos territorios y fueron perdiendo su influencia de forma paulatina debido a la poca capacidad militar de los descendientes de Tutmosis III, con lo que se acabó por abandonar todo el territorio de Mitanni, en el norte de Siria, bajo el Gobierno de Tutmosis IV y Amenhotep III. La historia y la arqueología han demostrado esta pérdida de influencia egipcia en estos territorios. Gracias a las cartas de Amarna, se puede observar cómo los faraones sucesivos mantuvieron una correspondencia con los reyezuelos y jefes de estos territorios, en donde se demuestra el desprecio hacia los faraones egipcios de los que ahora controlaban Mitanni. No obstante, se acrecentó aún más esta pérdida de influencia cuando llegó al poder Akenatón durante 1352 antes de Cristo.

Bajo la influencia de este faraón, se llevó a cabo un tipo de política muy pacifista, sin apenas realizar ningún tipo de campaña militar en los territorios de influencia egipcia, por lo que se acabó por perder mucha de la influencia que Egipto tenía en estos territorios. La muerte de este faraón no mejoró la situación, pues la subida al trono de Tutankamón, en 1336 a. C., tampoco supuso un cambio en el mantenimiento de la grandeza de Egipto y el papel hegemónico que, en su día, tuvo. La muerte de Tutankamón no mejoró la situación. Tras ello, el poder recayó en el faraón Ay, quien había sido el progenitor de Nefertiti. No obstante, a la muerte prematura de este, uno de sus lugartenientes, de nombre Horemheb, subió al poder tras dar una especie de golpe de estado (1323 a. C.) y consiguió hacerse con el poder. El nuevo faraón comenzó su gobierno con una clara política belicista que intentaba recuperar esa hegemonía y esos territorios que habían perdido y no se habían intentado recuperar desde Akenatón. Horemheb consiguió restaurar el Gobierno egipcio, muy pervertido en los últimos años, y se convirtió en uno de los iniciadores que, a través de pequeñas campañas, intentó restaurar la hegemonía en el sur de Canaán. No obstante, a pesar de que este hábil general hubiera iniciado esta política, la sucesión en el trono fue un problema. La solución fue optar por el bien de Egipto y no por la rama familiar, por lo que se nombró como sucesor a Ramsés I. Se iniciaba una nueva dinastía, la XIX.

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Representación de Horemheb con Horus. Museo de Historia del Arte en Viena (Austria).

Con la llegada de Ramsés I, podremos explicar la situación de Egipto y los antecedentes familiares de Ramsés II. La familia de los ramésidas tuvo una larga tradición militar, algo que se observa en los empleos que ejercieron los miembros de su familia. Ramsés I fue un militar muy capaz que heredó de su padre el cargo de jefe de los arqueros. Horemheb se fijó en este militar capaz y le concedió el honor de ser un chaty, un visir, de su Gobierno, es decir, le confirió un poder que le elevaría a ser el segundo hombre con más influencia por detrás del faraón. Ramsés I, de corte belicista, también fue un gestor muy capaz para su Gobierno que se empleó a fondo en recuperar el auge de Egipto. Este hecho queda inmortalizado con la finalización del segundo templo de Karnak. Sin embargo, lo interesante de esta familia era el impulso que tuvieron para recuperar la hegemonía de Egipto en la costa sirio-palestina, donde Ramsés I llegó a realizar algunas campañas punitivas contra los pequeños reinos que allí se asentaban. No obstante, el abuelo de Ramsés II también tuvo planes para garantizar la estabilidad del reino y la recuperación hegemónica de este, pues, cuando llegó al poder (1295 a. C.), inmediatamente puso como corregente a su hijo Seti I, y, juntos, emprendieron varias campañas militares para acrecentar el poder de Egipto. Sin embargo, Ramsés I murió al poco tiempo de subir al trono (1294 a. C.) y dejó a Seti I como sucesor y encargado de recuperar la hegemonía de Egipto en el Mediterráneo oriental. Seti I subió al poder y asoció al trono a su hijo Ramsés II, el cual tenía diez años en esos momentos.

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Relieve donde se representa a Ramsés I. Originalmente, estaba ubicado en Abydos. En la actualidad está expuesto en el Metropolitan Museum de Nueva York.

El padre de Ramsés II continuó con las pretensiones de los faraones Horemheb y Ramsés I y realizó campañas militares contra las regiones de Asia, Libia y Nubia. Este faraón consiguió establecerse en los territorios donde había llegado Tutmosis III, obtuvo numerosas victorias sobre los reinos de la franja sirio-palestina, como en las ciudades de Beit She’an o en Yenoam, y terminó influyendo y logrando la sumisión de muchas ciudades del Líbano, las cuales le proveyeron de la sagrada madera de cedro que allí crecía. Asimismo, consiguió expandir la hegemonía egipcia por Libia al someter y defender las fronteras que Egipto mantenía en Occidente. también realizó una campaña punitiva para reprimir una rebelión en Nubia. Seti I fue un buen regente con un claro perfil belicista, lo que sirvió de ejemplo y como período formativo a su hijo Ramsés II, el cual le acompañó y participó en algunas de estas campañas, como la de Nubia, la cual se fecha aproximadamente en el 1282 a. C. Aunque, sin duda, el mayor logro que obtuvo Seti I fue la toma de la ciudad de Qadesh. Durante esta campaña, se sabe que participó su hijo Ramsés II.

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Momia de Seti I, actualmente expuesta en el Museo Egipcio del Cairo.

La toma de Qadesh por Seti I fue uno de los mayores logros militares de Egipto. Con ella, se logró ejercer influencia en el comercio y en los recursos de esta región. Para ello, debían recuperar la ciudad de Qadesh, la cual no estaba bajo la órbita egipcia desde la dinastía XVIII, que, en el momento del ataque, estaba en manos de los hititas. No se tiene constancia de la batalla que sucedió a sus puertas, lo que sí se recogió fue la abrumadora victoria de Seti I y la entrada en la ciudad con Ramsés II acompañándole. Lo cierto es que esta ocupación militar de la ciudad de Qadesh fue muy breve, por lo que no se sabe si se realizó algún acuerdo o pacto por el que se les devolviera la ciudad a los egipcios. Algunos investigadores han planteado la idea de que el rey hitita Muwatalli pudo haber tenido un encuentro informal con Seti I y que se reformularan los límites y fronteras de la hegemonía egipcia. Sea como fuere, parece que Egipto no mantuvo ese control en las tierras de la costa sirio-palestina, pues Muwatalli consiguió hacerse con Qadesh al poco tiempo, algo que hizo que Ramsés II se plantease la recuperación de esta ciudad. Seti I murió al poco tiempo de reinar (1279 a. C.), con lo que el gobierno pasó a su hijo Ramsés II.

FORMACIÓN MILITAR Y PRIMERAS CAMPAÑAS

La formación militar y política que había obtenido Ramsés II bajo el gobierno de Seti I es primordial para comprender su política continuista en la región de la costa sirio-palestina. Sin embargo, vamos a retrotraernos a unos años antes para entender este hecho. Ramsés II subió al trono cuando tenía veinticuatro o veinticinco años. No obstante, durante su adolescencia, Ramsés había acompañado a su padre a todo tipo de campañas militares y se había hecho valer como un gran militar y un capaz guerrero. Sabemos que, además de en la toma de Qadesh, participó como oficial de su padre en algunas campañas contra los nubios. Sin embargo, la primera prueba militar a la que se enfrentó Ramsés II fue frenar a los diferentes piratas que asolaban las costas mediterráneas del Nilo. Este tipo de piratas se han identificado como los Pueblos del Mar. Esta comunidad estaba formada por un grupo de personas que migraron por el Mediterráneo, migraciones que, como se ha descubierto, fueron hostiles y acabaron por ocasionar el ocaso de diversas civilizaciones. Estos pueblos debieron de provenir, según la investigación, de las costas de Iona o de la isla de Cerdeña. Sea como fuere, esta comunidad llegó y comenzaron a darse saqueos sistemáticos en la costa Mediterránea oriental, como en Chipre o en las regiones costeras de la franja sirio-palestina. Ramsés II tuvo que enfrentarse a ellos cuando apenas llevaba dos años de gobierno. En las fuentes egipcias, se muestran como los shardanas o shirdanas. La comunidad de piratas llegó hasta las costas que bañaba el río Nilo y, en este lugar, se produjo el primer combate en donde Ramsés consiguió derrotarlos. No se sabe cómo sucedió la batalla, ya que el único documento que da cuenta de ella es la Estela de Tanis, donde aparecen representados estos piratas y la batalla. En esta estela, se describe cómo llegó la amenaza de estos pueblos y cómo ninguna civilización les había conseguido frenar. No obstante, Ramsés II se adentró en las aguas con una flota y les consiguió derrotarlos. Sin embargo, comenzamos a observar cómo el faraón quiso aprovecharse de unos guerreros tan valiosos y tan efectivos en el combate y los incluyó en su guardia personal. En la Estela de Tanis y en la posterior documentación de la batalla de Qadesh de Ramsés II, se hace referencia al papel de estos guerreros a su servicio, que estaba distribuido en unidades diferentes. En dicha documentación iconográfica, se les hace representar con grandes escudos redondos y espadas de un gran tamaño. Asimismo, portan yelmos que llevan adosados cuernos. Estas representaciones iconográficas son esenciales para observar cómo formaron parte de las tropas del faraón en sus sucesivas campañas militares.

La formación bélica de Ramsés II y la victoria contra estos pueblos le confirieron una experiencia muy útil para embarcarse en otras campañas. La pacificación de la costa que alcanzó gracias a la batalla del delta del Nilo contra los shardanas provocó que los egipcios asentaran su dominio en las costas del Mediterráneo y que sirvieran de cabeza para plantear diversas campañas en el territorio sirio. Ramsés II continuó con la labor de su padre Seti I y convocó a un ejército inicial para realizar una primera campaña en estos territorios. Durante el cuarto año de su reinado (1275-1274 a. C.), Ramsés II llevó a cabo una campaña en la cual se adentró en el territorio sirio-palestino y llegó hasta los territorios cananitas pasando por la ciudad de Tcharu y cruzando hasta Tiro y Biblos. Se tiene constancia de que esta primera campaña militar fue efectiva, ya que se consiguió que los ejércitos del faraón entrasen hasta el país de Amurru, donde derrotaron al príncipe Benteshina, el cual era un valioso aliado de los hititas. Con la rendición de este rey, el faraón obtuvo la fidelidad del Estado de Amurru y que le rindiesen tributo. La documentación de esta primera campaña se ha descubierto gracias a la estela de Nahr el-Kalb, donde se describe el recorrido del faraón. Esta primera campaña le proporcionó una valiosa formación como militar y estratega y conservar la hegemonía en este territorio. No obstante, su objetivo primordial fue tomar, una vez más, Qadesh, la cual había tomado con su padre años atrás.

LA BATALLA DE QADESH. LA GRAN VICTORIA DE RAMSÉS II

La primera campaña de Ramsés II en los territorios sirio-palestinos provocó un malestar en las poblaciones hititas. Muwatalli II, rey de los hititas, al enterarse de la conquista del territorio de Amurru por parte de los egipcios, decidió declararles la guerra y dirigirse hacia el sur con el fin de enfrentarse a estos. Ramsés II decidió aceptar el desafío propuesto por Muwatalli y preparar una campaña militar que tuvo como objetivo la eliminación de la influencia hitita en estos territorios e implantar un control egipcio en la costa sirio-palestina. Para ello, durante su quinto año de reinado (1274-1273 a. C.), el faraón convocó a todas las tropas y, una vez dispuestos todos los todos los preparativos, salió desde la capital Pi-Ramsés con todas sus fuerzas, avanzando hasta la fortaleza situada en Tjel. Las fuerzas del faraón recorrieron toda la costa del Mediterráneo con el fin de llegar hasta Gaza y dirigirse al continente asiático. Ramsés II, para favorecer la conquista y el avance de sus tropas, las dividió en cuatro grandes cuerpos: el primero, denominado como Amón; el segundo, P’Ra; el tercero, Seth, y el cuarto, Ptah. Asimismo, convocó un gran número de mercenarios que estarían agrupados y que acompañarían, como tropas auxiliares, a estas divisiones. Una vez marcharon hacia el territorio oriental, Ramsés II mandó a un grupo de mercenarios al puerto de Sumur, los cuales acabarían por tener un importante papel en la posterior batalla.

El ejército de Ramsés II tuvo que enfrentarse a una coalición de más de diecinueve pueblos que se unieron bajo el mandato del rey de Hatti, Muwatalli II. Bajo su mandato, reunió a los pueblos de Hakpis, Pitassa, Wilusa, Mira, Hapalla, Masa, Karkisa, Arawanna, Kizzuwadna, Carchemish, Mitanni, Ugarit, Alepo, Qadesh y Lukka, a las tropas del país del río Seha y a las del reino Nuhashshe. En total, el rey de los hititas consiguió reunir a un ejército que superaba las 40 000 unidades, que se enfrentaría al ejército de Ramsés II, el cual constaba de cuatro divisiones de hasta 5000 hombres y 500 carros cada una. Este último ubicó a los más veteranos en la vanguardia, mientras que los más jóvenes e inexpertos se quedaban en la retaguardia.

Las fuentes epigráficas recogidas en el Ramesseum, como fueron el poema de Pentaur y el Boletín de Guerra que quedaron escritos en sus muros, nos describen la ruta que siguió Ramsés II y las unidades que le acompañaron. El faraón primero se dirigió hacia la fortaleza de Sile y entró, con posterioridad, en los territorios cananeos. Tras esto, hizo que su ejército pasara por los estrechos que había de camino al valle del Cedro. En este punto, se dirigieron hacia el río Orontes, donde su ejército se dividió. Primero, llevó a la división de Amón casi hasta la ciudad de Qadesh; tras ella estaba la división de P’Ra, que seguía el camino de la división de Amón, que cruzaba el Orontes en esos instantes. Mientras tanto, la división de Ptah estaba en las cercanías de Arnaim, y la de Seth estaba todavía a un día de distancia de la de Ptah.

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Ramesseum, vista exterior

Ramsés II estaba a unos once kilómetros de Qadesh, al sur de la ciudad de Shabtuna. En este lugar, el faraón y las fuerzas militares que le acompañaban conocieron a unos nómadas, los shasu, los cuales, amedrentados por el faraón, acabaron por decirle que las fuerzas de Muwatalli estaban en Alepo, al norte de Tunip y muy lejos de la ciudad de Qadesh, el principal objetivo de los egipcios. Las fuentes nos describen cómo, en un primer momento, el faraón se creyó la información que estos habían desvelado, por lo que decidió erigir un campamento en las cercanías del río Al-Mukadiyah con el fin de esperar al resto de divisiones allí. El campamento del faraón constaba de un gran parapeto defensivo levantado con la tierra del foso y con muchos escudos clavados encima para formalizar una suerte de muro. En el campamento, se dispusieron las tiendas de los soldados, erigieron un pequeño templo y montaron una tienda para el faraón, su familia y su séquito.

No obstante, los asesores del faraón no se creyeron las palabras de los dos nómadas, así que los torturaron para que revelasen la información real. Ambos sashu confesaron que habían sido enviados por Muwatalli para facilitarle información errónea al faraón. Finalmente, acabaron descubriendo cuál era la posición real del rey hitita, pues no se hallaba en Alepo, sino que había llegado a Qadesh, donde les esperaba un gran ejército formado no solo por las fuerzas de Hatti, sino por la de un gran número de reinos de la zona que apoyaban la causa de Muwatalli con infantería y con carros de combate.

Esta información evidenció la complicada posición en la que se encontraba Ramsés II, pues Muwatalli ya estaba en Qadesh con un ejército fresco, mientras que el suyo estaba cansado por la marcha y no estaba al completo. Entonces, el faraón se reunió con sus consejeros y asesores militares para discutir la estrategia que debían seguir, contabilizaron las fuerzas con las que contaban en ese momento teniendo en cuenta la división de Amón y la guardia personal del faraón, ya que el resto de divisiones estaban aún en marcha para reunirse con ellos. El consejo resolvió enviar al visir hacia la división de P’Ra y ordenarles que marchasen con más rapidez. Para evitar perder más tiempo, el consejero real enviado tuvo que ir cambiando de caballos para poder ir más rápido sin necesidad de parar a que los animales bebieran. Algunos investigadores apuntan que además se enviaron emisarios a las otras divisiones, incluida la de los ne’arin mercenarios, para que apremiaran la marcha.

No se sabe con seguridad por qué Ramsés II dejó libres a los dos nómadas capturados una vez que le dijeron la posición de Muwatalli. Lo cierto es que el rey de los hititas estaba en una posición totalmente ventajosa, pues había situado a su ejército tras los muros de Qadesh y estableció un campamento en una colina de Qadesh, lo que le permitía tener una ventaja táctica mayor que la de su enemigo, a pesar de que no se veía la posición de Ramsés desde ahí.

El Boletín de Guerra nos muestra cómo, durante la noche, mientras Ramsés II estaba en un consejo de guerra, los hititas atacaron la posición. No obstante, esto no parece posible, ya que los ataques nocturnos a gran escala debían de divisarse desde la lejanía. Sea como fuere, es posible que existiera algún tipo de ataque a pequeña escala, aunque, según los hechos posteriores, parece improbable. A la mañana siguiente, el visir llegó hasta donde se encontraba la división de P’Ra, junto al Ribla. Se les dio la noticia de que debían continuar el camino y aumentar la velocidad, por lo que se dispusieron a continuar la marcha de un modo casi desordenado, debido a las necesidades de llegar al campamento de Ramsés II. La división P’Ra aumentó la velocidad y logró cruzar el Orontes dirigiéndose hacia el norte, donde se situaba el campamento de Ramsés y la división de Amón. No obstante, el camino era complicado y seco, lo que dificultaba la visibilidad por el paso de la primera división y por la de P’Ra, que levantaban mucho polvo, el cual tardaba en asentarse. Junto al Al Mukadiyah, en las cercanías de la vegetación que nacía gracias el afluente del Orontes, la división de P’Ra fue sorprendida por una gran cantidad de carros hititas que tenía como objetivo destruir la columna de las fuerzas ramésidas. Los hititas atacaron la columna egipcia por la derecha, destruyendo cuanto se encontraba allí sorprendiendo a los egipcios y arrasaron con parte de la columna atacando a los infantes que allí se encontraban. El grupo de carros aprovechó la inercia y la velocidad provocada por el rápido ataque y acabaron por atacar la zona izquierda de la columna. El resultado de este ataque fue la huida desorganizada de las fuerzas egipcias. Los supervivientes de este ataque huían hacia el campamento de Ramsés II y hacia otros lugares. No obstante, los hititas, en vez de perseguir a los huidos y rematar a los caídos en combate, se lanzaron directos hacia el campamento de Ramsés II.

Las fuerzas con las que contaba Ramsés II eran muy pocas; solamente la división de Amón y su guardia personal. El faraón ordenó formar filas dentro de su campamento a la espera de un ataque y con la disposición de mantenerse con vida hasta la llegada de Ptah y Seth, los cuales no deberían de tardar más de dos días. Sin embargo, la llegada de los primeros huidos de la división de P’Ra puso en alerta al faraón, que comenzó a divisar a los carros hititas. Una vez hubieron entrado, las tropas de Ramsés se habían puesto ya en posición de combate, prevenidas ante cualquier ataque que intentaran perpetrar las fuerzas de Muwatalli. Los carros atacaron la zona noroeste del campamento y llegaron a entrar tras romper la línea de escudos que formaba el parapeto defensivo. Sin embargo, el envite de los carros hititas fue parado por toda la indumentaria del campamento y quedó a merced de los infantes egipcios. El choque de carros provocó una ocupación masiva del espacio, pero sin llegar a dejar entrar a todas las fuerzas hititas, por lo que muchos de ellos tuvieron que luchar desde el exterior de las defensas del campamento. La lucha se volvió una masacre interior donde los carros ya no cumplían su función y se combatía espada en mano. La defensa del campamento fue un éxito moderado. El faraón se colocó toda su armadura y la corona azul para atacar a los hititas desde el lado oriental. Ordenó a Menna, su auriga, que preparase el carro para salir a combatir contra estos. Ramsés II comandó un primer ataque fuera de su campamento para llegar hasta la zona noroeste, donde se focalizaba la lucha. Allí, consiguió dirigir sus carros hacia el éxito y dar muerte a todos los que se hallaban en el lugar. Las investigaciones achacan el éxito de Ramsés II en la defensa de su campamento a la codicia de los hititas, a los cuales, pese a no tener una paga, se les recompensaba por lo que consiguieran saquear de los campamentos enemigos, lo que hizo que su atención estuviera en los bienes materiales y no en la el ataque a los carros egipcios. El faraón puso en fuga a los hititas y muchos de ellos cayeron gracias a las flechas de sus carros y a las espadas de su infantería. El faraón ordenó que los egipcios salieran del campamento para rematar a los heridos hititas y se les amputasen las manos derechas para realizar una estadística de las bajas provocadas.

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Bajorrelieve en el que se representa a Ramsés II subido a su carro combatiendo contra las fuerzas de Muwatalli II en Qadesh. Templo de Abu Simbel, Egipto.

Muwatalli había observado cómo su primer ataque había fracasado, ya que, a pesar de derrotar a una división entera, no pudo derrotar al faraón y había perdido muchos carros, por lo que decidió que, para evitar que los egipcios salieran tras ellos, los nobles de los reinos debían encabezar un ataque con carros hacia el lado oriental del campamento de Ramsés con el fin de que las tropas de este se quedaran en el campamento. Este ataque parece que tenía la ventaja táctica. Sin embargo, los ne’arin que se hallaban en el norte acababan de llegar al campamento, por lo que ocurrió una situación similar a la carga de Ramsés hacia el lado noroeste. Las fuerzas hititas, embotelladas en la zona oriental, no esperaban el ataque de una división desde el norte y salieron arrasadas por los ne’arin. Los carros que intentaron huir por el lado sur se encontraron con otro inconveniente, la llegada de la división Ptah hacia el campamento, por lo que la división de carros enviada hacia el campamento de Ramsés acabó por desaparecer y ser eliminada.

Ramsés II volvió a mandar amputar las manos derechas y rematar a los heridos en combate. Sin embargo, en este ataque habían participado nobles, los cuales fueron conducidos al campamento de Ramsés para que se decidiera sobre su vida. Tras mucho meditar y esperar al resto de sus divisiones, Ramsés decidió salir a la mañana siguiente y convocó a todas sus tropas y a los prisioneros, los cuales vieron cómo el faraón castigaba la insolencia de sus tropas. Se eligió a uno de cada diez soldados para ser ejecutados por no haber podido defender el campamento y dejarse matar. Este castigo no está falto de controversia en la actualidad, ya que parece que la investigación no está conforme con esta explicación, sino que propone que el castigo se debió a la violación de la actitud que debían tener ante el faraón, no por el arrojo en el combate. Sea como fuere, los prisioneros visualizaron con horror el castigo de Ramsés hacia sus propias tropas, a pesar de haber defendido y repelido los ataques hititas. Una vez realizado esto, les liberó para que fueran con su señor.

Muwatalli, al oír lo que los nobles liberados le contaban sobre la crueldad del faraón, sopesó la viabilidad de otro combate o la de un armisticio. Muwatalli supo de la desventaja militar que los hititas tenían ahora, ya que Ramsés estaba con un ejército fresco y ellos habían perdido la mayor fuerza de choque que tenían. No obstante, a nivel económico, Ramsés II no podría mantener Qadesh por mucho tiempo, por lo que decidió pactar un armisticio, para que, cuando los egipcios abandonaran el territorio, Qadesh volviera a pasar a estar bajo la influencia hitita. De esta manera, el rey hitita envió al faraón una embajada para solicitar la paz. Ramsés aceptó tales proposiciones sin discutir mucho, algo que revelaba la debilidad de los egipcios y la imposibilidad de mantener el territorio.

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Tratado de Qadesh, versión egipcia inscrita en el templo de Karnak, Egipto.

Ramsés II abandonó el territorio escoltado por el ejército hitita y siendo abucheado por las poblaciones por donde pasaba. Cuando llegaron al Nilo, los hititas retornaron a la costa sirio-palestina. La victoria de Ramsés no supuso un éxito militar, sino que reveló cómo la civilización egipcia abandonaba las pretensiones hegemónicas de ese lugar, ya que, con el tiempo, muchas localidades que rendían tributo a los del Nilo acabaron por dárselo a los hititas. El éxito militar de Ramsés II quedó eclipsado por el buen hacer diplomático de Muwatalli. El Tratado de Qadesh se ha conservado en láminas de plata y expone cómo los egipcios renunciaban tanto a Qadesh, a Amurru y a las tierras circundantes del río Orontes como a sus tributos. Con el tiempo, Ramsés recibió a una hija del nuevo rey hitita Hattusili III y la hizo su esposa.

Los hechos militares de Ramsés II parecen frenarse tras la victoria de Qadesh. A partir de la firma del Tratado de Qadesh, la guerra en Oriente se vio eclipsada y se focalizó en Libia y en algunas regiones de Nubia, donde parece que estableció varias colonias y diversas fortalezas con el fin de vigilarlas. Así, se formalizó una línea defensiva desde la actual Alejandría hasta el Alamein. No obstante, estas últimas campañas fueron muy minoritarias, ya que acabaron por centrarse más en la política interior. Ramsés II gobernó durante sesenta y seis años y construyó grandes templos y palacios, como el Ramesseum, una oda a su victoria en Qadesh y hacia sus principales hechos en vida.

EJÉRCITO Y REFORMAS DURANTE EL PERÍODO DE RAMSÉS II

Ramsés II se destacó en el ámbito militar por una de las reformas más importantes que se hicieron en esta civilización. A pesar de que este tipo de reformas se llevaran realizando desde la dinastía XVIII, donde el ejército egipcio comenzó a reclutar extranjeros y foráneos en sus filas, Ramsés II mejoró el ejército y lo disciplinó más. Lo amplió, lo reorganizó y lo dotó ahora de cuatro cuerpos de hasta 5000 hombres cada uno, frente a los dos que eran comunes en los ejércitos egipcios anteriores. La investigación ha explicado que, durante los gobiernos de Ramsés I y de Seti I, pudo haber un tercer cuerpo de combate en las fuerzas de Egipto. No obstante, parece que existe una posición de conformidad en la que el cuarto cuerpo del ejército debió de ser creado por Ramsés II tras la incursión en Qadesh. Ramsés II les dotó de cuatro nombres en honor a una divinidad (Seth, Ré, Ammon y Ptah). Estos cuerpos se organizaban en veinte compañías de entre doscientos y doscientos cincuenta hombres cada una.

El ejército de Ramsés II se componía principalmente de dos fuerzas de choque: la infantería, compuesta principalmente por lanceros y arqueros, y otro gran componente armado, que eran los carros de combate. El uso del carro se acrecentó, durante el gobierno de Ramsés II, hasta los veinticinco por cada compañía de soldados. El incremento en el número de estas máquinas de guerra también les hizo mejorar en sus capacidades técnicas. A priori, debemos señalar que los carros egipcios no eran como el carro común que conocemos, sino que tenían el eje en el extremo posterior y su trocha era mucho mayor que el ancho del vehículo, lo que los hacía muy manejables, les permitía girar rápidamente para cambiar de posición y, además, les hacía tener una estabilidad que les impedía volcar con facilidad, por lo que se convirtieron en máquinas de guerra muy útiles. Estos carros eran conducidos por un auriga denominado kedjen y un arquero o combatiente denominado seneny. El papel principal de estos arqueros era primordial, pues les convertían en armas capaces de matar a cualquiera que tuvieran enfrente. El carro de combate debía estar acompañado siempre de un soldado de infantería que corría detrás de este rematando a los que caían bajo sus flechas. Los carros formaban una escuadra de diez carros de guerra, agrupados cada cinco escuadras en un escuadrón y cada cinco escuadrones en un batallón, pedjet. Cada batallón de carros estaba comandado por un jefe de huestes que obedecía directamente al jefe de división del ejército.

La infantería estuvo compuesta principalmente por diferentes cuerpos, que utilizaban lanzas, escudos, khopesh, hachas, etc. No obstante, entre esas unidades destacaban dos tipos: las mercenarias, las cuales comenzaban a ser recurrentes desde principios de la dinastía XVIII y que aumentaron bajo el gobierno de Ramsés II, y los nakhtu-aa, unidades de élite que estaban entrenadas para el combate corporal y cuyo armamento consistía en hachas o mazas junto a unos elementos defensivos como escudos y armaduras de cuero o madera. Otro de los elementos principales del ejército egipcio de Ramsés II fue el arco. Este tipo de arma se utilizó tanto en los carros como en la infantería en la forma de un arco compuesto o triangular que había sido introducido por los hicsos durante el período intermedio. Junto a esta arma, parece que se empleó el khopesh. Este tipo de arma, a menudo de bronce, era una especie de espada con una hoja curvada similar a una hoz. La longitud habitual era la de sesenta centímetros de hoja y, en la punta, tenía un borde romo que debió de servir como maza y como gancho.

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Khopesh de bronce con el nombre de Ramsés II grabado. Museo del Louvre, París.

Junto a este tipo de armamento, se utilizaron también hachas, mazas y lanzas. Además, la indumentaria defensiva fue evolucionando. Durante la época de Ramsés II, los aurigas de los carros portaban armaduras metálicas y de cuero junto con un protector pectoral, pero no llevaban mucha protección en las piernas, mientras que los infantes del ejército egipcio estarían ataviados de armaduras hechas de tela o cuero que se reforzaban con partes metálicas.

El ejército de Ramsés II cambió tras la batalla de Qadesh; principalmente la estructura en los mandos, pues comenzó a promocionar en los mandos a sus hijos y familiares, con lo que la jefatura de los ejércitos recalaba en la familia real. Por otra parte, se fomentó el incremento de los oficiales extranjeros y mercenarios, pues estos servían mejor en sus planes y eran más leales a la persona que les promocionaba en el mando. Asimismo, los mercenarios tuvieron un papel fundamental en su ejército, ya que los shardana comenzaron a ser representados en un gran número de estelas, por lo que se ha deducido que este tipo de unidades mercenarias, por las que el faraón parecía sentir predilección, sirvieron al faraón en muchos de sus combates.

CONTROVERSIAS Y POLÉMICAS ALREDEDOR DE LA BATALLA DE QADESH Y MUERTE DE RAMSÉS

La victoria de Qadesh por parte del bando egipcio fue, en realidad, una derrota. A nivel militar, Ramsés II consiguió defender su posición y tuvo una ventaja táctica con dos divisiones de su ejército completas, en detrimento de unas unidades de carros hititas que habían sido destruidas. No obstante, aunque el abandono del territorio por parte de Ramsés y la firma de un pacto completamente desfavorable para el faraón representaron una victoria militar, fueron una derrota en la campaña, pues Ramsés no pudo mantener los territorios ni la influencia egipcia en la costa sirio-palestina ni en Canaán. Tras esta batalla, la influencia egipcia comenzó a desaparecer de la zona y se focalizó en Libia o en Nubia. No obstante, Ramsés II fue un militar capaz que supo derrotar a los que después se mencionarían como los pueblos del mar y que consiguió defender una posición que parecía perdida. Ramsés falleció con noventa años y se enterró en el Valle de los Reyes, en la tumba KV7. No es objetivo de este libro desarrollar la política interior y el gran hacer de su gobierno, aunque se ha de mencionar que fue un prolifero padre, pues dejó un registro muy grande de hijos en todo Egipto, así como un gran promotor arquitectónico, lo cual demostró en el gran número de construcciones y templos que le fueron dedicados, como el de Abu Simbel, el Ramesseum de Tebas, la gran sala hipóstila de Karnak o las reformas en los templos de Hermópolis.