GuíaBurros El camino del éxito

Sobre el Autor

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Daniel Pérez nació en Yeste (Albacete). Es psicólogo por la Universidad Complutense de Madrid, y jefe de servicio y director de programas en la Comunidad Autónoma de Murcia.

Es autor y profesor de cursos sobre Técnicas de Investigación en Desarrollo Personal, y ejerce como psicoterapeuta individual y de grupos. Es asesor personal de directivos de empresa y formador en máster de Psicología Clínica, así como ponente a nivel nacional e internacional en temas relacionados con el desarrollo humano.

Fue cofundador de la primera comunidad “No-violencia activa” en España junto a Lanza del Vasto, discípulo de Gandhi.

Fue fundador y director del centro de Psicología aplicada “Espacio Humano” de Murcia.

Es autor de GuíaBurros La vida se graba en el cuerpo y GuíaBurros El arte de educar publicados en esta misma editorial.

Si en estas páginas se atisban retazos de sabiduría se debe, sin duda alguna, al tiempo que pasé aprendiendo de grandes profesores y maestros como Vidal Martínez, Guillermo Sánchez, Fernando Parra, Jerónimo Molina, Pedro Villamarzo, Jean Ambrosí, José María Morales Meseguer, Lanza del Vasto y Doménico Douaddy, entre otros. Vaya mi más profundo agradecimiento a todos ellos y, especialmente, a mis padres Daniel y Ramona, educadores de calidad.

Así mismo siento agradecimiento por todos los vecinos de mi pueblo, Yeste. Me vieron crecer, alejarme para ampliar mi formación y regresar de tiempo en tiempo. Siempre estaré dispuesto para ellos.

A Monchi, mi hermana, que siempre sabe permanecer cerca. A Francisca, Mari Carmen Monzonís y Ami, aplicadas alumnas en su tiempo y actuales colegas; sus apuntes, aportaciones y sugerencias han posibilitado que salgan ahora estas páginas.

A Miguel Escrivá, cuya colaboración ha hecho posible este libro.

Ver donde otros no ven

(Adaptación del autor de un texto anónimo)

Esto es para los inconformes,los rebeldes,los polémicos.Para los que van contra la corriente.Para los que ven las cosas de una manera distinta.

Puedes alabarlos, estar en desacuerdo con ellos,citarlos, glorificarlos o condenarlos.Lo único que no puedes hacer es ignorarlos,pues ellos son los que cambian las cosas.

Inventan, imaginan, curan,exploran, crean, inspiran...Ellos impulsan a la humanidad hacia adelante.A lo mejor tienen que ser un tanto extraños,si no, ¿cómo serían capaces de observar un lienzo vacío y ver en él una obra de arte?o ¿cómo podrían sentarse en silencio y escuchar una canción que aún no se ha escrito?

Y mientras algunos los ven como locos,nosotros podemos percibirlos como genios.Solo los osados que creen que pueden cambiar el mundo son capaces de hacerlo.

¿De qué manera se pueden cambiar las cosas si no es arriesgando, innovando o viendo donde otros no ven?

Preámbulo

A lo largo de mi trayectoria profesional me he encontrado con personas que consideraban que su vida carecía de sentido, al menos aparentemente. Gente que creía saber de dónde procedía y cuál era su destino pero, poco a poco o bruscamente, perdió de vista sus raíces, desapareciendo así su enfoque de futuro.

Tales hechos inducen a la siguiente reflexión: cada Ser Humano ha de vivir su propia vida en pos de un provenir atractivo usando todos los medios que estén a su disposición. Pero no todo el mundo tiene acceso a los principios y herramientas que posibilitan una mejor realización personal.

Por todo ello, me he planteado la labor de divulgar los conocimientos y vivencias que considero fundamentales a la hora de desarrollarnos profesional y personalmente con éxito.

La elaboración de este aprendizaje adquirido, ha dado lugar a un modelo de intervención que facilitará a los individuos conocerse, aceptarse, saber dónde dirigirse y, en definitiva, dar sentido a sus vidas.

Esta manera personal de estructurar la intervención posibilita que cada cual, retomando su conflicto desde el origen, acabe siendo el protagonista de su propia historia.

A raíz de esta exposición me vienen a la memoria profesores y autores que han sido verdaderos maestros para mí. Y así, mis recuerdos me llevan a Sigmund Freud y a los años que dediqué a profundizar en su obra. Él me abrió el vasto campo de la estructura de la personalidad. En este aprendizaje, fue básica la ayuda del psiquiatra Jerónimo Molina, cuya muerte supuso una importante pérdida. Recibí otro gran apoyo del Doctor en Psicología Pedro Villamarzo, quien me guió a la hora de asimilar la obra de Freud y la escuela psicoanalítica.

La obra de Perls, me introdujo de lleno en el estudio de las formas, un mundo rico y apasionante. Gracias a aquel aprendizaje tomé conciencia de que la complementariedad en psicología era factible y que cada profesional es capaz de estructurar una síntesis personal de todos los conocimientos adquiridos. Así comprobé que el psicodrama, técnica a la que dediqué varios años, podría ser un ejemplo de esa complementariedad. El hecho de conocer diferentes escuelas psicológicas no implica, necesariamente, unirse a una de ellas y desdeñar el resto.

El no excluir corrientes psicológicas me llevó a adentrarme en los mensajes corporales y en la riqueza de las expresiones gestuales de Wilhelm Reich y su novedoso contexto bioenergético. Era un campo de conocimiento que se imponía y ante el que no podía, ni deseaba, cerrar los ojos.

Apareció también Carl Rogers, en cuya obra sentí enseguida un imperioso deseo de adentrarme. Recurrí a este autor con frecuencia para confirmar los planteamientos que iba consolidando.

En esa misma etapa (1977-78), tuve la oportunidad de conocer al profesor Jean Ambrosí y su peculiar y atractivo método terapéutico. De este modo descubrí la Psicología Humanista y nuevas formas de desempeñarme como psicólogo.

Rondaba el año 1980 cuando, fruto de estar junto a personas que quieren disfrutar de la vida y comprometerse con ella, me encontré con otro brillante y extraordinario maestro: Lanza del Vasto, discípulo a su vez de Gandhi y propulsor de la “No-violencia activa” en Europa.

Mi colaboración en proyectos de atención a colectivos marginales desde el ámbito de instituciones públicas (ayuntamiento y administración regional) han añadido a mi manera de trabajar una visión más amplia sobre el desarrollo humano. Conceptos como comunitario, bien común, colectividad, servicios sociales, grupo, clan, familia, pueblo o barrio han cobrado fuerza y significado para mí. Lo común contradice lo individual. Lo pluriforme no se opone a lo singular. El todo no se riñe con las partes.

Retomo de nuevo las primeras frases de este escrito para afianzar mi compromiso de comunicar lo aprendido.

En esta nueva etapa vital, tras muchas horas como alumno, muchas dudas resueltas, tantos días intensos y tantas vivencias a veces difíciles de entender o de asumir, sigo convencido de que la vida merece la pena.

Como para un eterno aprendiz, cada respiración suena a milagro, cada latido emociona y cada momento sigue siendo otra oportunidad creativa. De ahí mi deseo de transmitir lo aprendido, lógica aportación de una persona agradecida. Y por eso, también mi atrevimiento al intentar comunicar estos conceptos a pesar de mi escaso entrenamiento literario.

Introducción

Nos corresponde una importante tarea: saber qué hacer para realizar nuestro mayor cometido, que es alcanzar satisfacción personal de forma continua.

Ante tal cometido, se aceleran las preguntas, pues muchas son las dudas y desconfianzas. No creemos que sea posible para nosotros una satisfacción continua, pues para tener seguridad sobre algo hay que haberlo conocido previamente. No podemos entender nada que no hayamos experimentado con anterioridad. Como mucho, en estas condiciones, podríamos aspirar a intuir mentalmente en qué consiste ese bienestar o imaginar que otros lo hayan vivido.

La satisfacción personal ha de experimentarse, tenemos que sentirla, notarla en nuestra propia piel; no basta con aceptar determinados planteamientos teóricos, sean propios o ajenos. El desarrollo humano se ve, se escucha, se toca; pertenece al campo de la vida sensitiva y exige la emoción de ser sentido. Es posible apropiarse de este bienestar, pues solo precisa ser experimentado.

De nuestra piel hacia dentro decidimos nosotros; de nadie más depende nuestro disfrute. Por tanto hemos de abrir bien nuestra mente, nuestro cuerpo y nuestro corazón y acostumbrarnos a escucharlos. También deberemos de acercarnos a aquellas personas que irradien bienestar, observar qué hacen y aplicarlo en nosotros.

Vamos a conocer los medios necesarios para sentirnos bien. Mejor dicho, vamos a reconocerlos en nosotros mismos, pues siempre han estado, y estarán, con nosotros. Es posible que lo que nos haya sucedido es que, al no tomar conciencia de que eran necesarios, no les hayamos dado la importancia que se merecen y por ello no los hayamos incorporado a nuestras vidas en la medida que nos conviene.

Todos los seres humanos aspiran al máximo bienestar y tienen la capacidad de conseguirlo. No es una fantasía, no es una quimera. Si creemos que la plenitud nos pertenece, es porque de alguna forma, aunque escondida, la notamos en nosotros. Si creemos que el bienestar personal nos puede estar esperando, hemos de ir a su encuentro.

Capítulo I

La percepción

Si pretendemos aspirar a nuestro máximo bienestar personal, no está de más recordar qué significa ser persona. Un Ser Humano no puede ser lo que a cada quien le parezca.

Es posible que cada cual entienda al Ser Humano a través del prisma de sus propias vivencias. Pues bien, una cosa es lo que somos, y otra la utilidad que hacemos de nosotros mismos.

Por determinadas circunstancias, los seres humanos no se sitúan a veces en lo verdadero, y en lugar de ver la vida tal y como es, la perciben de forma subjetiva, filtrándola a través de sus experiencias personales. Debido a la subjetividad de dichas experiencias, no es nada fuera de lo común que las maneras de percibir el mundo de unos choquen con las de otros. De esta multiplicidad de visiones surge la dificultad para comprender la realidad ajena, lo que propicia la falta de entendimiento. La distinta interpretación que hacemos de las cosas tiene que darnos un motivo para reflexionar sobre el propio punto de vista y el de los demás. Puede ser que diferentes personas viendo a la vez un mismo objeto, o viviendo una situación idéntica, no perciban lo mismo, e incluso es también posible que nosotros mismos no veamos el mismo acontecimiento de igual manera siempre.

En ocasiones, nos cerramos ante lo que otros dicen negando así las aportaciones del exterior que no concuerdan con las nuestras. De este modo perdemos valiosísimas oportunidades de seguir aprendiendo, creciendo y respetando a los demás. Asentarnos en la propia realidad puede dificultarnos comprender la ajena, propiciar falta de entendimiento y limitar nuestra experiencia vital. Esto ocurre porque necesitamos tener la seguridad de que lo que pensamos es verdad, de que estamos en lo cierto. Las realidades personales son múltiples. Cada persona según su criterio se cree poseedora de la verdad. Cerrarse a otras visiones del mundo puede suponer un impedimento al aprendizaje y al crecimiento (entendiendo por aprendizaje la introducción progresiva de conceptos de verdad y por crecimiento la puesta en práctica de tales aprendizajes).

El crecimiento personal consiste en desarrollar elementos de verdad (necesarios) en todos los niveles de la personalidad:

  1. Físico: descansar, alimentarse adecuadamente, respirar, etc.
  2. Afectivo: recibir, intercambiar afectos, caricias, etc.
  3. Intelectual: instruirse, estructurarse, recibir orientación, etc.
  4. Espiritual: conectar con la dignidad personal, etc.

Estas consideraciones nos llevan a adentrarnos en lo que entendemos por percepción.

Verdad y realidad

Todos hemos oído, desde que éramos niños, que había que decir siempre la verdad, pero al ir creciendo nos dimos cuenta de que no todo el mundo tiene el mismo concepto de verdad. Cada cual percibe las cosas a su modo y conforme a dichas percepciones opina, provocando de esta manera que el concepto de verdad nos resulte cada vez más confuso.

Hemos llegado a creer que la verdad no es universal e inamovible, sino que debe depender de otras cosas como:

Todo ello, nos ha podido llevar a creer que la verdad sea lo que cada uno percibe de forma individual. Incluso hemos llegado a escuchar que cada persona tiene su propia verdad, cuando lo cierto es que todos los objetos y situaciones tienen una esencia propia y unos fines que los hacen únicos.

La percepción es el acto por el cual los sentidos captan lo que nos rodea y lo graban en nuestro cerebro.

Gracias a los datos captados por la percepción, al entrar en relación con otras personas, podemos reconocer situaciones parecidas y aceptarlas. Esto ocurre porque necesitamos tener la certeza de que nuestras percepciones son válidas

La forma diferente que tenemos de percibir un objeto o situación, con sus características peculiares, es lo que entendemos como realidad. Por tanto, la percepción de cada situación está condicionada por la subjetividad de cada individuo y, por muy objetivos que parezcan los hechos, siempre están sujetos a interpretación personal. Nos fijamos en aspectos puntuales, y a partir de esta visión parcial emitimos nuestros juicios y opiniones, comparando lo vivido en ese momento con experiencias anteriores, siendo conscientes de que nuestra visión de las cosas difiere de la visión de otras personas. De ahí que la impresión particular de lo que percibimos pueda propiciar falta de entendimiento con otros.

Cada uno ve lo que es capaz de ver y siente en función de la reacción provocada por la información que recibe, por eso podemos afirmar de manera coloquial que “cada uno ve lo que ve” y “siente lo que siente”. Nuestra naturaleza está configurada para que, al percibir, captemos de forma singular y única, pues cada uno de nosotros tiene una manera peculiar de fijarse en lo que se observa o de sentirse afectado en relación a la información recibida, dando lugar a una percepción diferente o a una realidad concreta.

Así pues, podemos afirmar que la percepción es única para cada sujeto que observa y depende del momento en que se encuentre. Debido a esto se hace muy difícil que se lleguen a acuerdos, a no ser que, más allá de la percepción de cada persona (realidad), exista algo que pertenezca a la esencia de cada situación u objeto observado y permita que todos captemos lo mismo (verdad). Para acceder a la verdad hemos de observar sin juicio.

La verdad es universal y demostrable; no depende de opiniones. La verdad es la vida tal como es, mientras que la realidad es la vida tal y como la persona la percibe. La verdad ha de ser válida para todas las culturas y para todas las personas, pues es invariable; da seguridad. En la verdad no se sufre. La verdad no depende de la visión de quien la contempla. Cada momento, cada cosa, cada instante, tiene su verdad, a la que deberíamos acercarnos de forma directa y transparente viéndola tal como es, al margen de las percepciones.

No todas las cosas encierran una verdad universal. Por ejemplo, las modas, los gustos y las aficiones pertenecen a la propia singularidad de cada individuo, o grupo, y conforman la diferencia.

A menudo sabemos que estamos ante la verdad porque se manifiesta inequívocamente como tal y nos damos cuenta de que es incuestionable.

Para acercarnos a la verdad, habrá que atenerse a los principios de: