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MUSICALIA SCHERZO






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ROBERT SCHUMANN




CONSEJOS PARA JÓVENES MÚSICOS




Comentados por

STEVEN ISSERLIS




Traducción de

Francisco Campillo

MUSICALIA SCHERZO 14


Colección dirigida por

Javier Alfaya











© Título original: Robert Schumann's. Advice to young misicians


© Steven Isserlis, 2016

Faber & Faber Ltd


© de la traducción, Francisco Campillo


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ISBN: 978-84-9114-313-0

Índice

Introducción

PARA SER MÚSICO

TOCAR

PRACTICAR

COMPONER

UNOS POCOS CONSEJOS DE MI PARTE (POR SI SIRVEN DE ALGO...)

Apéndice

Agradecimientos






Para Joanna, con mi amor

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Introducción

Al margen de que fuera un verdadero genio –y el más amable de los hombres– Robert Schumann fue un auténtico milagro cultural. Sus ideas fueron sorprendentemente avanzadas para su tiempo en muchos sentidos. Su música anticipó un enorme espectro de corrientes estilísticas que encontrarían su desarrollo ciento cincuenta años después de su muerte; casi todos los grandes compositores que siguieron sus intuiciones reconocieron explícitamente esa influencia. El alcance de su luz fue extraordinariamente amplio tanto en su condición de ser humano como en su calidad de artista. Y fue precisamente su ternura a la hora de entender la infancia y la juventud uno de los ámbitos en los que abrió nuevos horizontes a la posteridad. Su música para niños es posiblemente la más popular que jamás se haya escrito dentro de este género. Pero no solo su música para niños, sino que también su música sobre niños – Kinderszenen, por ejemplo– es sin duda cautivadora. Esta compenetración con el mundo de la juventud le nacía de muy dentro. El compositor y escritor Cyril Scott decía a este respecto a principios de los años treinta que Schumann era «el verdadero poeta de las almas inocentes»; e incluso iba más allá al afirmar que fue precisamente esa actitud suya lo que dio lugar a «un mayor amor y a una mayor comprensión hacia el mundo de la infancia, (…) actitud que constituye una característica significativa de nuestra época».

La preocupación de Schumann por la educación no se detuvo en la infancia, pues dedicó el mismo interés por la felicidad de los jóvenes que soñaban con ser músicos. Él mismo dio clases en el Conservatorio de Leipzig creado por Mendelssohn, aunque quizá no lo hiciera con total satisfacción: los profesores como Schumann, que raramente hablan con nadie y pasan la mayor parte de su tiempo en una especie de mundo de sueños donde solo ellos habitan, no suelen ser de mucha utilidad cuando de necesidades prácticas se trata. Pero sí escribió un libro de enorme reputación y éxito, Consejos para jóvenes músicos, en principio concebido como complemento a sus magníficos libros de piezas para piano dirigidas a niños y estudiantes, Álbum para la juventud, aunque solo se publicó años más tarde. Desde siempre he sentido un enorme afecto por este libro –el mismo que siento por cualquiera de sus escritos–. Desgraciadamente, parece como si con el paso del tiempo se leyera cada vez menos, como si sus ideales y su lenguaje no tuvieran lugar en nuestra era de Internet.

¡Pero sí lo tiene! Las palabras de Schumann, poéticas y sabias, tienen tanto que enseñarnos como lo hicieron cuando vieron por primera vez la luz, hace más de ciento cincuenta años. Sí cabe la posibilidad, sin embargo, de que necesiten una cierta explicación y adaptación si van a ser leídas por una generación tentada continuamente por los peligros (no menores que los placeres) de grabaciones y vídeos que nos dan a comer con cuchara lo que otros interpretan, en vez de permitirnos averiguar nuestra propia voz. Aquí es donde aparece en escena esta versión de tan magnífico libro. He seleccionado casi todas las perlas de sabiduría que el maestro ofreciera en su momento (el resto pueden encontrarse en el Apéndice); he cambiado su orden; las he clasificado y he intentado aclarar cuál puede ser su significado para los jóvenes músicos de hoy*. El propio Schumann apuntó al explicar un comentario que él mismo había añadido a uno de sus libros, que se había limitado a «poner algunas señales para que nadie se pierda». Modestamente, creo haber hecho lo mismo.

Bien puede decirse que Schumann se dirigía en su libro especialmente a los jóvenes compositores para piano. En mi opinión sus consejos pueden ser útiles para todo tipo de músicos, e incluso también para quienes escuchan, así que he procurado ampliar el alcance de sus consejos de modo que incluya a todos quienes aman la música. Espero que lo que he precisado o añadido no se entienda como un sacrilegio. No se trata, por supuesto, de «mejorar» a Schumann: ¡Qué majadería! Únicamente pretendo trasladar las ideas del Maestro a una nueva generación, y también (con cierto egoísmo por mi parte) ver qué se siente cuando uno ve su nombre escrito como coautor junto al mágico nombre del mayor de mis héroes.

Como colofón he añadido algunas ideas de mi cosecha, aumentando los setenta consejos de Schumann hasta llegar a setenta y siete (no es como la inflación, pero algo es algo…). Tengo la sensación de que él habría disfrutado con este pequeño capricho mío.

Nada más. Aquí están: una serie de reflexiones poéticas nacidas del espíritu de un ser inmortal (Schumann) que un ordinario mortal (yo) intenta bajar del cielo a la tierra. Espero que os ayuden, e incluso que os diviertan (¿por qué no?).

Notas al pie

* La edición original puede encontrarse fácilmente en Internet: Schumann, Robert (1850): Musikalische Haus- und Lebensregeln, May 3, Neue Zeitschrift für Musik, Bd. XXXII, Nr. 36, Beilage (supplement). También hay ediciones bilingües o traducciones al inglés, como la tan curiosa de Henry Hugo Pierson de 1860, la cual ha servido de punto de partida para realizar mi propia traducción. Agradezco enormemente a mi hermana Rachel y su familia la ayuda prestada para interpretar el texto original.






Para ser músico






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Una libra de hierro cuesta apenas unas monedas, y sin embargo de ella se fabrican cientos de mecanismos de reloj, todos de un valor enorme. Tú has recibido de Dios esa libra: úsala como es debido.



Una pequeña joya. Ciertamente no es este el consejo con el que Schumann da inicio a su breve tratado, pero creo que es el mejor lugar para que empecemos nosotros. ¿Hay realmente algún niño que haya nacido negado para la música? Creo que no. Cualquiera de ellos, casi desde el momento de su nacimiento, es capaz, si le presenta la más mínima oportunidad, de pasárselo en grande siguiendo un ritmo que le resulta divertido y oyendo o tarareando las melodías pegadizas que le cantan. Pero eso es solo el comienzo: a partir de ahí la relación de cada uno con la música se desarrolla de manera única y peculiar. No voy a negar que solo una muy pequeña cantidad de ellos tendrá la posibilidad de «estudiar» música en sentido académico. Y es una pena, pues hoy en día todos los especialistas en la materia coinciden en los enormes beneficios de la educación musical. Además, entre los que puedan estudiarla solo unos acabarán siendo profesionales, cosa lógica: imaginemos que hubiera más intérpretes que público (un poco raro…).

Y en cuanto a esa libra de hierro que se nos ha dado, nadie puede negar que Dios ha dotado a algunos con un talento musical natural mayor que el de otros. Pero esta realidad no es razón suficiente para que aquellos que creen no tener talento se sientan frustrados. Es más, no son pocas las veces en que el talento puede llegar a constituir un auténtico peligro: muchos músicos jóvenes abusan de sus dones naturales, usándolos «como no es debido». Los hay que tienen la sensación de que todo es coser y cantar, con lo que acaban cayendo en la pereza, y al final no hacen sino interpretar una música que suena a vacía. Por el contrario, quienes carecen de tanto talento toman pronto conciencia de que han de esforzarse con tenacidad, lo que con mucha frecuencia les lleva a progresar significativamente. Y a los que piensan que no tienen el más mínimo talento para tocar o cantar hay que decirles: ¡No lo dejéis! Cuanto más te impliques con la música, sea al nivel que sea, más la entenderás, y cuanto más la entiendas con más facilidad podrás enfrentarte a sus dificultades. Ten la esperanza de que ese esfuerzo hará que nazca en ti un amor por la música que multiplicará la riqueza de tu vida. Si no es así, quizá sea porque no te han introducido en su mundo todo lo bien que era de esperar. A todos aquellos que han decidido que odian la música porque su viejo y malhumorado profesor de piano, don Fulanito, les golpeaba en los nudillos cuando tocaban la nota errónea, yo les diría: ¡Dadle a la música otra oportunidad! Creedme: Beethoven no tiene ninguna culpa de que el tal don Fulanito, de tan triste recuerdo, fuera un viejo amargado. Ni tú tampoco tienes la culpa. Pero si destierras la música de tu vida, sí que serás tú quien pierda una magnífica oportunidad.






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En el arte poco puede hacerse sin entusiasmo.



Exacto. ¿Qué sentido tiene ser músico, o siquiera intentarlo, si no amas, amas, AMAS la música con toda tu alma? Posiblemente la buena música sea el mejor amigo que podamos tener: estará contigo cuando las cosas vayan bien, en la felicidad; estará contigo en los malos ratos, en la tristeza. Nunca, jamás, te dejará tirado, nunca te abandonará. ¿Qué razón hay para no declararse su amante apasionado? Una vez dicho esto, he de admitir que hay una gran diferencia entre la música como tal y la profesión de músico. También he de admitir que si eres un profesional, es más que probable que muchas de las vicisitudes propias de este oficio te lleven por la calle de la amargura en más de una ocasión. Esta amenaza hace si cabe aún más importante que recuerdes cuál era la razón fundamental por la que quisiste ser músico: porque la música vive en tu corazón. Allí vive y allí hay que mantenerla.






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Solo el estudio constante y la perseverancia te harán crecer como músico.