Claudio Rizzo

“El amor no procede con bajeza”

(1 Cor 13, 5)

Histeria, angustias,

fobias, traumas, tristeza, crisis, perturbaciones y pérdidas

Formación Interdisciplinaria

Predicaciones IV







Rizzo, Claudio

El amor no procede con bajeza : 1 Cor 13, 5 : histeria, angustias, fobias, traumas, tristeza, crisis, perturbaciones y pérdidas / Claudio Rizzo. - 1a ed. - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Guadalupe, 2020.

Libro digital, Book “app” for Android - (Predicaciones)

Archivo Digital: descarga y online

ISBN 978-950-500-800-1

1. Espiritualidad. I. Título.

CDD 248.4

Diagramación de interior y tapa: Patricia Leguizamón

I.S.B.N. Nº 978-950-500-800-1

© Editorial Guadalupe

Mansilla 3865.

1425 Buenos Aires, Argentina.

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Internet: http://www.editorialguadalupe.com.ar

E-mail: ventas@editorialguadalupe.com.ar

Queda hecho el depósito que establece la Ley 11.723.

Todos los derechos reservados.

Impreso en Argentina.

© Editorial Guadalupe, 2020.

ÍNDICE


Predicación: “La histeria I”

Predicación: “La histeria II”

Predicación: “La histeria III”

Predicación: “La histeria IV”

Predicación: “La histeria V”

Predicación: “La histeria VI”

Predicación: “La histeria VII”

Predicación: “Angustias y fobias I”

Predicación: “Angustias y fobias II”

10ª Predicación: “Angustias y fobias III”

11ª Predicación: “Angustias y fobias IV”

12ª Predicación: “Angustias y fobias V”

13ª Predicación: “Angustias, fobias y crisis”

14ª Predicación: “Angustias, fobias

y perturbaciones”

15ª Predicación: “Angustias, fobias, perturbaciones y pérdidas I”

16ª Predicación: “Angustias, fobias, perturbaciones y pérdidas II”

17ª Predicación: “Angustias, fobias, perturbaciones y pérdidas III”

Presentación


Llegamos así a la presentación de este mi cuarto libro publicado. Aquellos que van siguiendo la lectura de los previos conocen que mi orientación bíblica, espiritual, ética y moral que se centraliza en una integración total con el aporte de otras ciencias humanas. Entiendo que somos una realidad polivalente; tenemos un yo multidimensional.

Si bien la Palabra de Dios es Luz para nuestra vida, la interpretación del Magisterio de la Iglesia junto con su Tradición no siempre la conocemos. El abordaje mixto que realizo, permitió y sigue permitiendo a tantos hermanos y hermanas de la Iglesia a encontrar más cercano el camino de conversión conociendo y reconociendo el sentido y plan de Dios en nuestras vidas: la conversión. Esta lleva a la santidad. Hacia ello marchamos por estar en el Camino… Como enseña el mismo San Pablo en la Segunda Carta a los Corintios “los que estamos en el Camino somos nuevas criaturas”. Ojalá a través de este Libro “El amor no procede con bajeza” muchos hermanos avancen en su proceso de conversión y otros encuentren que la conversión es un proceso continuo de integración de nuestras luces y sombras.

¿Qué hombre no padece en algún o algunos momentos de su vida histeria, angustias, fobias, traumas, tristezas, crisis, perturbaciones o pérdidas? Todo esto conduce a una frustración. Sin embargo, nada es para siempre. Podemos salir de situaciones vitales y cambiar nosotros. La voluntad y la inteligencia deben marchar juntas en el Camino de la vida… Es el mismo Dios quien nos las da para que lo conozcamos, como lo insinúa el mismo San Juan. La acción del Espíritu es gratis, “gratis data”, como enseña Santo Tomás de Aquino, lo cual no quita nuestro movimiento interior y a veces también corporal para salir al encuentro de aquello que nos hace bien: la formación. Recordemos la multiplicación de los panes en Tabgha. El Señor Jesús pidió a sus discípulos que busquen, esto es, que hagan su esfuerzo.

El Evangelio de Lc 12, 22-32 nos conduce a cambiar actitudinalmente. Todas las actitudes se construyen. No son espontáneas. Son el resultado de nuestras transformaciones en pensamientos, emociones, reacciones, palabras y actitudes. El Evangelio no es lírico. Es vida. Claro que nuestra adhesión depende de nosotros. Lo obedecemos o no. Esta perícopa es muy precisa en cuanto concierne al modo de llegar a vivir. Por eso, a través de la formación y la puesta en práctica de las Palabras del Señor Jesucristo podremos salir airosos. Lo recordamos… versículos 27 y siguientes: “Fíjense en los lirios: no hilan, ni tejen, sin embargo, les aseguro que ni Salomón, en el esplendor de su gloria, se vistió como uno de ellos…”. Y en el versículo 29, se nos continúa diciendo: “Tampoco tienen que preocuparse por lo que van a comer o beber; no se inquieten, porque son los paganos de este mundo los que van detrás de esas cosas. El Padre sabe que ustedes las necesitan. Busquen más bien su Reino, y lo demás se les dará por añadidura”.

En este Libro encontraremos muchos elementos que podemos profundizar en nuestras vidas e incluso nos servirán para entender más a los otros…

Deseo sinceramente que podamos juntos nutrirnos de este caudal que con la Editorial Guadalupe y yo hemos decido publicar y sea luz pascual para renacer siempre a una nueva vida en nuestra Amado Jesús.

Son temas de reflexión para la vida que no conocen un ocaso... Siempre serán vida para cada hombre de buena voluntad.

La Gracia del Señor los acompañe siempre.

Agradezco a tantos hermanos que me rodean en la Casa de formación la Divina Misericordia y a los oyentes de mi programa radial ACOMPAÑÁNDOTE los Domingos de 21 a 0 hs por AM 660 AMPLITUD Y por am660.com.ar por su continuo amor fraterno y reconocimiento de lo que puedo brindarles junto a mi canal de youtube Claudio Rizzo teólogo.

Claudio Rizzo


Predicación: “La histeria I”


“No se inquieten por el día de mañana:

el mañana se inquietará por sí mismo.

A cada día le basta su aflicción”.

Mateo 6, 34


El Dios que anuncia Jesús es el Padre absolutamente confiable, que se adelanta con su cuidado providencial a todas las necesidades de los creyentes.

Además de esta cita, también lo encontramos en Lc 12, 22-32. Claro está que esto no es un llamado a la irresponsabilidad. Tampoco significa que el hombre está protegido de la desgracia, o de las penurias y preocupaciones de la vida cotidiana. Es justamente la incomprensión del “santo abandono” en la Providencia. Muchas personas asumen que porque le han entregado a Dios sus cosas, sus asuntos, sus límites, la vida les va a sonreír…, algo así como desligarse de todo hasta incluso afirmar cuando las cosas presentan incomprensión o inexplicabilidad, sostienen que Dios así lo dispuso. Esta última frase nos lleva a la reflexión de poder interrogarnos y descubrir en nuestro interior si estamos viviendo de ese modo.

Es trabajoso interiormente descubrir la disponibilidad de Dios en cuanto a saber su Voluntad. Más aún, sería conveniente que antes de dar el veredicto en los asuntos que nos competen, hagamos oración constante, algún ofrecimiento, pidamos ayuda a los “más íntimos” para no vivir en el “plano del como sí” y creer que esa es la Voluntad de Dios. Toda persona que posee una actitud humilde ha de reconocer que, si hay una objetivación que es aconsejable revisar una y otra vez, es aquella referida al designio de Dios.

La exhortación a contemplar los lirios del campo y los pájaros del cielo, no es tampoco la expresión ingenua de alguien que vive encerrado en un modo ilusorio, o que se niega a ver la realidad en toda su crudeza. El anuncio de Dios como Padre quiere decir que el hombre, más allá de todas las adversidades y peligros de la vida, puede entregarse confiadamente a él.

La actitud de confianza que se le exige se apoya en la certeza elemental que escapa a toda demostración racional de que el poder de Dios está orientado totalmente a la salvación del hombre. La afirmación de que esta certeza escapa a toda demostración racional no quiere decir que el creyente se enfrente a una decisión privada de todo carácter “sensato”, como si se exigiera de él una decisión absurda. La certeza nace del carácter anticipatorio del amor libre de Dios, previo a toda consideración de parte de la criatura. ¿Puede demostrarse acaso la certeza del amor más que por su propia realidad? Lo que se experimentará en ese ámbito forma parte ya de esa certeza, como reflejos de diversa intensidad que surgen de la misma luz.

Nosotros, creyentes, aceptamos ante todo la realidad de la presencia de Dios como Padre, y pedimos que él mismo revele completamente el misterio de su poder en este mundo: “¡Santificado sea tu Nombre! ¡Venga a nosotros tu Reino!”. Al mismo tiempo nos sabemos siempre referidos a ese poder salvador, a quien le podemos pedir el don del pan de cada día y la gracia del perdón. Los creyentes somos los destinatarios privilegiados de la Obra de Dios. Formamos un pequeño rebaño, y justamente como parte de esa realidad somos los receptores del don del Reino según la voluntad del Padre (Mt 12, 32).

La vida, los hechos, los resultados de las actitudes con características neuróticas-existenciales, dan a luz una balumba de hipótesis, de controversias, de estudios investigativos…

Para el psicoanálisis, ha sido la histeria la enfermedad nerviosa que más y mejor material le ha proporcionado. Del estudio de una histérica, partieron los primeros atisbos de Freud sobre el inconsciente y, de la observación de histéricos, fueron saliendo las sucesivas “inspiraciones” de su doctrina. El tomo de sus Obras Completas dedicado a la histeria pone bien de manifiesto esta evolución.

No obstante, la visión psicoanalítica de la histeria es parcial, como vamos a poder apreciar en nuestro desarrollo progresivo. Los cristianos manejamos códigos propios trascendentes tales como la confianza ilimitada en el Poder de Dios que no conoce fracaso, en el Tiempo de espera: Tiempo de Gracia, en la convicción de que nada ha de suceder más allá ni más acá de lo que Dios tiene previsto, y por sobre todo aquello que se sostiene desde la voz profética y ratificada en boca de Jesús: “lo que es imposible para los hombres no lo es para Dios”. Una nueva vez, conviene esclarecer la diferencia entre dos términos que se rozan entre sí, uno gnoseológico: me refiero a la certeza y otro teológico espiritual, la convicción. La certeza es el grado de la inteligencia que puede aseverar algo. Por eso, decimos que tenemos certeza de… cuando contamos con los elementos fehacientes. Y en el orden de la fe, manejamos el término convicción como la experiencia interior con que el Espíritu Santo insufla en nuestra mente un poder irrevocable respecto de nuestra creencia conforme a las circunstancias de la vida.

Tanto para la certeza como para la convicción, conviene dar pasos ascendentes y prospectivos, es decir, que impliquen “adelanto” en una amistad, en una obra apostólica, en nuestro compromiso con la Iglesia, en nuestra ocupación o profesión… Por eso, la voluntad debe tratar de acceder con fluidez al entendimiento para ejecutar los distintos grados de madurez que éticamente ambas exigen.

Sin entrar siquiera en los campos de controversia, quiero proponerles dos observaciones de interés para nuestra formación.

La primera es la reducción progresiva que el diagnóstico de histeria ha ido sufriendo. Dejando los conceptos antiguos y medievales sobre esta enfermedad misteriosa, en la que tantas veces se vio la intervención del mal espíritu. Entonces comienza a ser una especie de “reservorio” para diagnósticos de toda clase de trastornos, en los que se veía algo nervioso. Poco a poco, esta amplitud del concepto de histeria va limitándose, en la medida en que se van precisando sus rasgos típicos. Babinski, Janet, Freud y Kretschmer, fijan con solidez muchas de sus características y precisan el cuadro que actualmente tenemos de la misma.

La otra observación es que la delimitación de la histeria no se hace tanto, por una selección de síntomas específicos, cuanto por la causa de los mismo. No es histérico el síntoma, sino la personalidad. El poliformismo de la histeria, capaz de presentarse con los síntomas de las enfermedades más variadas, adquiere así unidad. Es cierto que determinados síntomas inducen especialmente el diagnóstico de histeria, pero ni siempre puede esperarse su aparición, ni siempre son necesariamente histéricos. Desde el momento en que veamos la histeria definida como “un modo de reacción” estaremos obligados a buscar sus indicios en la modalidad, no en la cosa misma.

Desde la espiritualidad que todos intentamos madurar con amor y paz interior, advirtamos y clarifiquemos dos aspectos de la histeria:

El “tono histérico” y el “carácter histérico”, si es que no está ya incluido en él, lo cual nos permite acceder a las distintas reacciones del alma. Antes cité a Kretschmer. Este hombre hace de pasada una observación y es la siguiente: “Se ha dado al término histérico un acento moral, el sentido de ineducación, femenino, o el de expresión afectiva desagradablemente teatral y exagerada. Por otra parte, la mujer histérica ha ejercido, aún en sus manifestaciones más banales y de mayor pobreza espiritual, una secreta fascinación sobre la fantasía de los estetas e incluso de los poetas más geniales, venero de ensueños maravillosos. La volubilidad extravagante y versátil de un erotismo semiinfantil y las descargas histéricas impulsivas se han transformado fantásticamente en la conocida figura literaria de la “mujer enigmática”, de alma comprensible. De aquí procede la faz externa, extraña, de la histérica. El resto es obra del poeta”.

Sin lugar a dudas, en el acompañamiento de la vida espiritual he identificado muchos casos en los que las personas aducen quejas constantes y reiteradas, rechazos, invisibilización, desaires…, allí donde van o están, abandono afectivo (se sienten olvidadas), “mártires sin palmas” (ejemplos: “Yo que trabajé tanto…”, “Yo que le di tanto”. “Yo que me esforcé por ella, por él”; en otros portadores perpetuos de “problemas” (sus vidas son conflictos y más conflictos…); portadores de incomprensiones y lamentos reiterados; otros con suma rudencia en su trato, otros con “falsos misticismos” (“yo veo”, “yo siento que Dios me dice”)… todo para llamar la atención…, otros con sexualidades escondidas y vengativas…, otros con el hábito del engaño verbal, emocional (cuánto la quiera/lo quiero… pero lo critico o lo peyorizo – se juntan la admiración y una neurosis descontrolada en sus comentarios y acciones…). Toda patología se percibe y experimenta por la duración del síntoma.

Sin embargo, me siento compelido en poder clarificar que la persona histérica no es un conjunto de perversiones y mala voluntad. Al carácter histérico se le ha atribuido maldad, egoísmo, tendencia a la mentira, soberbia, emotividad sin freno, lascivia. En realidad, es evidente que las personas histéricas son amantes de sus prójimos, aunque ocasionalmente se dejen llevar por la excitación del momento.

una exagerada emotividad aumento de la sugestionabilidadhipersensibilidad del Yo

Al servicio de estos factores van poniéndose todas las funciones psicológicas, orgánicas, reflejas, etc., es decir, todo el caudal de energías humanas, que, primero consciente o semiconsciente y por fin de un modo inconsciente, van entrando como componentes de la gran comedia de la vida del histérico. La característica, por tanto, de los síntomas particulares, que vamos a ir descubriendo es siempre su falta de causalidad orgánica proporcionada al efecto, y el síntoma sirve para los fines secretos del “Yo histérico”.

Nos preguntamos, nos respondemos:

1. ¿Cuáles son tus tendencias a la histeria, según lo compartido hasta el momento?

2. ¿Cuáles son tus tendencias a la simulación?

3. Pensemos en la siguiente afirmación: “El simulador quiere aparentar enfermo: el histérico, serlo” (Bleuler).

Pidamos al Señor JESUCRISTO que nos acompañe en estos retiros. Juntos oremos:

“¿Por dónde se va a donde habita la luz

y dónde está la morada de las tinieblas,

para que puedas guiarla hasta su dominio

y mostrarle el camino de su casa?”.

Job 38, 19