Cubierta

Esta tercera edición está dedicada a Elke y Christine en agradecimiento por su apoyo e inspiración.

Este libro invita al lector a la experiencia viva del counseling centrado en la persona. Por sus contenidos teóricos y sus ejemplos prácticos, es de interés para counselors experimentados y en formación, así como para profesionales y estudiantes de diversas orientaciones psicoterapéuticas.
Su lectura también es útil para posibles consultantes, particularmente para quienes tuvieron la experiencia desafortunada de encontrarse con profesionales de la ayuda que fueron renuentes a encontrarse con ellos como personas.

Esperamos alentar a los lectores a reflexionar sobre sus propios procesos terapéuticos –ya sea como counselor o como consultante– y deseamos que se contagien del entusiasmo que sentimos cuando intentamos expresar la belleza y el misterio del encuentro personal que llamamos counseling. Sabemos que el intento será infructuoso, porque sólo la poesía, en su más rica expresión, puede verdaderamente capturar tal belleza y penetrar en el corazón del misterio.

DAVE MEARNS Y BRIAN THORNE

Se prohíbe la reproducción total o parcial, por cualquier medio electrónico o mecánico incluyendo fotocopias, grabación magnetofónica y cualquier otro sistema de almacenamiento de información, sin autorización escrita del editor.

PREFACIO A LA EDICIÓN EN CASTELLANO

Esta edición comenzó a gestarse en el cuarto de un hotel en Buenos Aires a principios de septiembre de 2005. El evento mayor, en su último día, era el Congreso Mundial de Psicoterapia y el evento menor que se desarrollaba en él era “la carpa del enfoque centrado en la persona”.

La “carpa” consistía en un salón con capacidad para cerca de 80 personas, donde se había producido, durante el transcurso de la semana anterior, una gran variedad de presentaciones y diálogos sobre el enfoque centrado en la persona.

Aunque para la mayoría de los 4000 participantes el congreso había finalizado unas pocas horas antes, todavía había 200 personas sentadas apretadas juntas en el piso, compartiendo comida y bebida propias de distintas partes del mundo, cantando canciones y contando historias que también reflejaban sus distintas culturas. Éste era el último de los diarios “encuentros” que tuvieron lugar en la “carpa centrada en la persona” en el 2005. La comunidad había crecido cada tarde de la semana, de 80 a las actuales 200, con personas de distintas partes del mundo y de una amplia variedad de orientaciones terapéuticas que aprendieron acerca de esta experiencia centrada en la persona que tanto valora el encuentro entre personas. El encuentro fue emocionalmente movilizante, porque se encontraban individuos de todos los países de Latinoamérica y también una minoría de otras partes del mundo. Fue un verdadero evento latinoamericano que no habría sido igual en ninguna otra parte del mundo.

Somos conscientes del notable crecimiento del interés en el enfoque centrado en la persona en Latinoamérica durante los últimos diez años, pero esta experiencia en la “carpa del enfoque centrado en la persona” reforzó la comprensión creciente de que el enfoque centrado en la persona se encuentra particularmente “a tono” con las culturas de Latinoamérica en su valoración de la expresión y en el encuentro humano y nos llevó a trabajar junto con colegas de Argentina para crear la presente edición y también la futura traducción del libro de Mearns y Cooper, Trabajando en profundidad relacional en counseling y psicoterapia, cuya publicación en castellano también está prevista por Gran Aldea Editores para 2010.

A lo largo de sus tres ediciones, desde la primera en 1988, Counseling centrado en la persona en acción fue un best seller en el campo del counseling y la psicoterapia en Gran Bretaña y fue traducido a varios idiomas, pero no al castellano, hasta ahora. Por supuesto, que hay “castellano” y “castellano”, con la división marcada por el océano y quinientos años de diferencias políticas e históricas. En esta edición, hemos optado firmemente por un lenguaje que, en líneas generales, refleje la experiencia y la cultura latinoamericana, aunque por supuesto va a haber diferencias en ese contexto. Se tuvo un gran cuidado con la traducción. Después de haber estado inmersa como intérprete en varios cursos de entrenamiento basado en el libro, Silvia Lombardi hizo el trabajo inicial, para después consultar su traducción con otras personas, incluyendo a Martín Lange, María José González Cerezo, Patricia Szychowski y Sergio Daniel López. El control de calidad fue apoyado en todo el proceso por Estela Falicov, la editora de Gran Aldea Editores y cotraductora. Las ediciones en inglés recibieron consistentemente elogios por la claridad de su lenguaje y, con el cuidado de estas personas, esperamos que lo mismo suceda con esta edición.

 

Profesor Dave Mearns

Profesor Brian Thorne

 

Agosto de 2009

INTRODUCCIÓN

El 8 de julio de 1997, se fundó en Lisboa la Asociación Mundial de Psicoterapia y Counseling Centrados en la Persona y Experienciales y tres años más tarde, en Chicago, en una asamblea general, se aprobaron por unanimidad sus estatutos. Estos eventos probablemente habrían sorprendido al Dr. Carl Rogers, el pionero creador del counseling centrado en la persona, y quizás hasta lo hubieran horrorizado, ya que sentía un disgusto casi visceral hacia las asociaciones y organizaciones. Para Rogers, tendían a llevar a una forma de profesionalismo atrincherado en el cual resulta muy fácil que las necesidades y los insights de los consultantes sean obscurecidos por formas de conocimiento experto que sirven para reafirmar la importancia, el prestigio y el poder de los terapeutas. Sin embargo, para los profesionales de todo el mundo la formación de la Asociación Mundial marcó un hito importante en la evolución de un enfoque del counseling y la psicoterapia que tenía sus orígenes en el trabajo de Rogers y sus colegas en las décadas de 1930 y 1940. Ofreció la posibilidad de lograr una identidad más firme y una voz más potente en un momento en el cual, como ahora, las ideas y las creencias imperantes eran menos que favorables a muchos de los principios que desde su inicio sustentaron la teoría y la práctica del counseling centrado en la persona.

La verdad central de Rogers era que el consultante es el que sabe mejor. Es el consultante el que sabe qué le duele, dónde siente el dolor y el que a fin de cuentas descubrirá la forma de salir adelante. La tarea del counselor es ser el tipo de acompañante que pueda relacionarse con el consultante de manera tal que éste pueda acceder a su propia sabiduría y recobrar su propia auto dirección. Los diferentes nombres con los que se identificó a este enfoque a lo largo de los años dan testimonio de los principios fundamentales. Rogers comenzó llamando counseling no directivo a su manera de trabajar, enfatizando así la importancia del counselor más como un compañero no impositivo que como un guía o experto en la vida de otra persona. Como los críticos interpretaron la no directividad como una cierta pasividad mecánica de parte del counselor, Rogers posteriormente describió a su enfoque como centrado en el cliente, poniendo así mayor énfasis en la centralidad del mundo fenomenológico del consultante y en la necesidad del counselor de permanecer sintonizado fielmente con la manera en que el consultante experimenta y percibe la realidad. Muchos profesionales en todo el mundo siguieron llamándose a sí mismos “centrados en el cliente”. Sostienen que cuando Rogers mismo usó por primera vez la expresión centrado en la persona estaba pensando en enfocar con una cierta actitud ciertas actividades realizadas fuera del consultorio de counseling, como el trabajo grupal, los procesos educacionales y la comprensión entre culturas. Sostienen que la expresión enfoque centrado en la persona debería continuar utilizándose sólo para los contextos externos al counseling. Si bien respetamos ese punto de vista, optamos por la expresión counseling centrado en la persona y la utilizamos en todo este libro. Ambos somos miembros comprometidos de la Asociación Mundial y nos parece totalmente apropiado adherir a la descripción que aparece en el nombre de la Asociación.

Nuestra decisión de usar la expresión “centrado en la persona” no se basa solamente en un deseo de alinearnos con la terminología de la Asociación Mundial. Existen por lo menos otras tres poderosas razones. En primer lugar, no es cierto que Rogers mismo haya limitado siempre la expresión enfoque centrado en la persona a actividades externas al counseling. Hay claros ejemplos en los que utilizó “centrado en la persona” y “centrado en el cliente” en forma indistinta y se sentía plenamente satisfecho de participar en cursos de entrenamiento que apuntaban a formar counselors y psicoterapeutas centrados en la persona. Sin embargo, es más importante la segunda razón, que se basa en nuestra creencia de que la descripción “centrado en la persona” transmite más fielmente el doble énfasis en el mundo fenomenológico del consultante y en el modo de estar del counselor. Nuestra actividad terapéutica es esencialmente el desarrollo de una relación entre dos personas; tanto el mundo interno del consultante como el del counselor tienen igual importancia para forjar una relación que servirá, de la mejor manera posible, a las necesidades y los intereses del consultante. El concepto de profundidad relacional tiene gran importancia en la búsqueda de eficacia terapéutica y la habilidad del counselor de vincularse en profundidad con el consultante depende de su propia disponibilidad para entrar sin temor en el encuentro. El counseling centrado en la persona es, esencialmente, una relación entre dos personas, y ambas están comprometidas a avanzar hacia una mayor plenitud de ser. La tercera razón para optar por la expresión “counseling centrado en la persona” tiene que ver con la continuación del trabajo de Rogers que distintos profesionales realizaron después de su muerte, en 1987. Cuando estábamos trabajando en la primera edición de este libro, Rogers todavía estaba vivo y en el Reino Unido sólo había pocas oportunidades para formarse con profundidad en este enfoque. El resultado fue una situación que nos parecía muy lamentable, en la cual muchos profesionales con inadecuada o mínima comprensión fueron formados para llamarse “centrados en la persona”, trayendo desprestigio al enfoque con su práctica superficial, confusa o erróneamente anárquica, que no tenía ninguna base sólida en la verdadera teoría centrada en la persona. En una segunda edición, unos diez años más tarde, relatamos que aunque todavía quedaban elementos de la situación de los años 80, que aún alimentaban nuestra exasperación, existía un cierto número de cursos formativos especializados que tenían una trayectoria académica consolidada. En síntesis, era cada vez más factible identificar a un creciente grupo de profesionales que había recibido un entrenamiento profundo en el enfoque. Al mismo tiempo, se había producido un florecimiento de la literatura sobre el enfoque, se crearon asociaciones profesionales y se concretó un considerable número de nombramientos docentes en universidades británicas. Era mucho más difícil, ahora, lucir una falsa etiqueta de “centrado en la persona” o alegar ignorancia de la real, frente al desarrollo cada vez mayor del enfoque en institutos de formación y actividad académica.

En años recientes, la situación tanto aquí (en Gran Bretaña) como en otros países ha dado un giro que, a la vez que complejizó el campo, fortaleció nuestra convicción de conservar la expresión “centrado en la persona”. Como es quizás inevitable después de la muerte de una figura destacada, quienes fueron más influenciados por su trabajo comienzan a seguir sus propios caminos, desarrollando algunos aspectos del trabajo original y abandonando otros. En el caso de Rogers, esto era predecible, ya que a lo largo de toda su vida siempre había insistido en el carácter provisional de la teoría y había estado totalmente abierto a las nuevas experiencias y los nuevos resultados de la investigación. El nombre de la Asociación Mundial es también revelador. La incorporación de la palabra “experiencial”1 indica que la asociación invita a los profesionales que han sido profundamente influenciados por el trabajo de Eugene Gendlin y su psicoterapia orientada al focusing, así como también a aquellos que enfatizan el proceso de experienciar del consultante y ven al counselor como facilitador experto del proceso, mientras que mantienen una postura de no directividad con respecto al contenido. Tales vástagos de la rama principal de lo que se podría llamar counseling clásico centrado en el cliente son, para nosotros, evidencia de una situación sana. Demuestran un enfoque que no está moribundo y en el cual los profesionales están abiertos a nuevos desarrollos prácticos y teóricos a la luz de la experiencia. Al mismo tiempo, escritores como Lietaer (2002), Schmid (2003) y Sanders (2000) intentaron elucidar los principios o los criterios irreducibles del trabajo centrado en la persona, haciendo así posible diferenciar los desarrollos que siguen siendo fieles al núcleo central de los conceptos básicos de los que se han desviado tanto de los orígenes del enfoque que ya no son lo que Margaret Warner (2000b) describió como “tribus” de la nación centrada en la persona. Para nosotros, el counseling centrado en la persona es una denominación apropiada para aglutinar a todas esas “tribus” que suscriben a los principios primarios o del enfoque; anhelamos que lo que sigue sea valioso para los profesionales o aquellos que se están formando, ya sea que se consideren counselors centrados en el cliente “clásicos” o prefieran identificarse con una u otra de las tribus centradas en la persona más recientes. Por nuestra parte, mientras que por temperamento y experiencia nos ubicamos en el extremo clásico del continuo, pusimos nuestro mejor esfuerzo en desarrollar y refinar muchos de los constructos teóricos originales de Rogers y ese trabajo está incorporado en este libro. El counseling centrado en la persona, como nosotros lo vemos, no está grabado en tablas teóricas de piedra, ni restringido a una forma particular y exclusiva de la práctica.

Donde el libro se limita intencionalmente es en su foco primario en la práctica informada –como es ésta– por lo que confiamos que sea una exposición clara de la teoría. No pretende ofrecer una exploración detallada de estudios de investigación o elaborar un análisis de la investigación. Por lo tanto, no se menciona gran parte del cuidadoso trabajo de los investigadores norteamericanos de las últimas generaciones, como tampoco el trabajo más reciente de eminentes investigadores europeos. Invitamos a los lectores que desean subsanar esta deficiencia a consultar la monumental historia del enfoque de Goff Barrett-Lennard (Sage, 1998), que presenta, entre otras cosas, un completo informe de la inserción del enfoque en la investigación. PCCS Books (una editorial dedicada al enfoque centrado en la persona y fundada a principio de los ‘90) también ha publicado una colección de escritos de la Conferencia Internacional de Chicago de 2000, incluyendo informes de recientes estudios de investigación sobre este punto (Watson, Goldman y Warner, 2002). Desde 2002, la Revista Internacional de Psicoterapias Centradas en la Persona y Experienciales, actualmente en su sexto volumen, representa el vehículo principal para divulgar nuevos desarrollos en el enfoque.

Esperamos que también esta nueva edición de Counseling centrado en la persona en acción esté escrita de manera tal que resulte útil a los profesionales y estudiantes en Europa, América y otras partes del mundo donde el enfoque centrado en la persona está prosperando. Sin embargo, hay dos temas que quizás son característicos de Gran Bretaña y necesitan aclaración para los lectores de otros países. En primer lugar, hay varias referencias al trabajo que el counselor hace con su supervisor. Este énfasis en la supervisión refleja el encuadre británico, donde la acreditación continua con la Asociación Británica de Counseling y Psicoterapia requiere supervisión de por vida, una condición que, por lo que sabemos, no es obligatoria en la mayor parte de América y de Europa continental. En segundo lugar, debe entenderse que, en lo que se refiere al enfoque centrado en la persona, las actividades de counseling y psicoterapia suelen considerarse indistinguibles porque los procesos implicados entre el profesional y el consultante siguen siendo iguales, independientemente del nombre dado a la actividad. Para los lectores norteamericanos, la situación es aún más confusa, porque en Gran Bretaña la palabra counseling tiende a ser utilizada mucho más en contextos que en América del Norte serían denominados psicoterapia. En este libro, seguimos siendo congruentes con el espíritu de la serie refiriéndonos a lo que hacemos como “counseling” y limitándonos a relaciones terapéuticas relativamente cortas. Ninguno de los casos que presentamos duró más de un año.

Este libro, como en sus ediciones anteriores, procura invitar al lector a la experiencia viva del counseling centrado en la persona. Intenta atraer a profesionales y estudiantes tanto a nivel emocional como intelectual. Sobre todo, intenta transmitir el entusiasmo –a veces, combinado con la ansiedad y el riesgo– de relacionarse con otro ser humano en profundidad. También, esperamos que el libro sea leído por algunos posibles consultantes y más particularmente por los que pudieron haber tenido la experiencia desafortunada de encontrarse con profesionales de la ayuda que, por temperamento o por entrenamiento, hayan sido renuentes a encontrarse con ellos como personas. Los capítulos iniciales presentan una descripción contemporánea de los principales constructos teóricos del enfoque y de las demandas sobre el counselor en términos de su propio conocimiento y actitud disciplinada con su sí mismo.2 De ahí en adelante, el lector se zambulle en los desafíos que el counselor centrado en la persona enfrenta momento a momento en su trabajo y con todos los dilemas que inevitablemente se le presentan. Se exploran de cerca las actitudes y las habilidades, especialmente cuando éstas disparan en el counselor la capacidad y el atrevimiento de entrar en profundidad relacional con las personas que antes pudieron haber sido gravemente heridas dentro del contexto de relaciones que resultaron traicioneras o abusivas. Una parte substancial del libro se dedica a la experiencia de una relación terapéutica en particular a la que la buena voluntad de la consultante de participar plenamente en el proceso de reflexión sobre su viaje terapéutico hace más vívida. El libro concluye con los dos co-autores pasando un momento agradable, respondiendo a las preguntas hechas a menudo por los alumnos, nuevos profesionales, profesionales experimentados y counselors curiosos u hostiles de otras orientaciones. Damos la bienvenida a la oportunidad de hacer frente a estas preguntas, que se dan con frecuencia al final de una conferencia agotadora o de un taller, cuando lo que estamos deseando es un gin tonic.

Esperamos alentar a los lectores a reflexionar acerca de sus propios procesos terapéuticos –ya sea como counselor o consultante– y que puedan contagiarse de algo del entusiasmo que siempre experimentamos cuando intentamos poner en palabras la belleza y el misterio del encuentro persona a persona al que llamamos counseling. Sabemos, por supuesto, que el intento será infructuoso porque solamente la poesía, en su más rica expresión, puede verdaderamente capturar tal belleza y penetrar en el corazón del misterio.

1 Ver Glosario al final del libro. (N. del E.).

2 Ver Glosario al final del libro. (N. del E.).

RECONOCIMIENTOS

Nuestra deuda con nuestros primeros formadores y colegas cercanos sigue siendo tan profunda como siempre y muy especialmente, por supuesto, con el Dr. Carl Rogers sin cuya vida y obra nuestras propias vidas personales y profesionales habrían sido muy diferentes. Más recientemente, nos han enriquecido y estimulado las contribuciones de otros profesionales más jóvenes y, en especial, queremos reconocer la influencia de Mick Cooper, Judy Moore, Margaret Warner y Peter F. Schmid.

Como siempre, estamos muy agradecidos a nuestra editorial y al equipo de marketing de Sage Publications, cuyo apoyo y eficiencia han sido ejemplares, que lograron que escribir libros sea una actividad desafiante y divertida a la vez. Finalmente, queremos agradecerle a Tessa Mearns, por su trabajo paciente y meticuloso con el procesador de textos. Representó una fuente constante de aliento y su prolongado e íntimo conocimiento de ambos autores, nos hizo sentir seguros a la vez que nos ayudaba a dar lo mejor de nosotros.

PREFACIO A LA TERCERA EDICIÓN

Pasaron más de veinte años desde que se publicó la primera edición de Counseling centrado en la persona en acción. Durante este período, se produjo un notable florecimiento de la práctica del counseling y la psicoterapia y un desarrollo comparable en el campo del counseling centrado en la persona. En 1988, además de los escritos de Carl Rogers, había poca literatura disponible para ayudar al aspirante a counselor centrado en la persona y la primera edición de este libro aportó tanto sustancia como disciplina a una orientación que estaba en peligro de volverse anárquica. En verdad, no era raro en esa época que los profesionales se adjudicaran la denominación “centrados en la persona” sin tener conocimientos firmes de la teoría y la práctica de lo que es, de hecho, uno de los enfoques terapéuticos más exigentes que surgieron en el siglo XX. Irónicamente, el uso inapropiado y desinformado de la expresión “centrado en la persona” se encuentra todavía en la literatura oficial, especialmente en el contexto del Sistema Nacional de Salud británico, en el cual el énfasis de poner al paciente en el centro del tratamiento es reforzado por terminología que nada tiene que ver con la teoría y la práctica del counseling centrado en la persona tal como lo entendemos nosotros. Es verdaderamente difícil evitar el pensamiento malicioso de que si el Sistema Nacional de Salud estuviera verdaderamente imbuido de una genuina filosofía centrada en la persona, estaríamos viviendo en una cultura muy diferente del ambiente orientado a objetivos, obsesionado con la eficiencia, con vigilancia monitoreada, que prevalece en tantos campos profesionales en el presente.

Esta tercera edición aparece en el contexto de los profundos cambios que se produjeron en el mundo centrado en la persona durante las dos últimas décadas. En Gran Bretaña, el enfoque está bien consolidado y es aplicado por miles de profesionales. Existen varios cursos muy serios de formación y encontramos profesionales centrados en la persona, especialistas e investigadores en prestigiosas universidades –las más notables son las de Strathclyde y de East Anglia– en las que estos autores han sido responsables del desarrollo de centros reconocidos a escala internacional. También, se produjeron importantes contribuciones al enfoque desde la literatura, ya que hay varios autores centrados en la persona cuyos libros son leídos y apreciados internacionalmente (Merry, 1995, 1999; Keys, 2003; Tolan, 2003; Wilkins, 2003; Sanders, 2006; Tudor y Worrall, 2006). Existen dos asociaciones profesionales florecientes, la Asociación Británica para el Enfoque Centrado en la Persona (BAPCA, por sus siglas en inglés) y su hermana escocesa, la Asociación para la Terapia Centrada en la Persona. El enfoque, también, está admirablemente provisto por PCCS Books Limited de Ross-on-Wye que, bajo el liderazgo inspirado de Pete Sanders y Maggie Taylor-Sanders, está casi completamente dedicada a la publicación de libros centrados en la persona y se han convertido en los principales editores de este tipo de material, no sólo en Gran Bretaña sino en todo el mundo. A su vez, Sage (UK) continúa ocupando un rol central en la publicación de libros (como éste) que abrieron caminos en la tradición centrada en la persona. Más recientemente, se creó la Asociación Mundial de Psicoterapia y Counseling Centrados en la Persona y Experienciales (WAPCEPC, sus siglas en inglés) y su revista Psicoterapias Experienciales y Centradas en la Persona tiene actualmente dos mil subscriptores en todo el mundo.

La rápida expansión y consolidación de este enfoque en Gran Bretaña y en otras partes del mundo también ha asegurado su vitalidad. Se crearon nuevas escuelas de pensamiento que permanecieron fieles a los elementos centrales del enfoque y, a la vez, resaltaron distintos énfasis y abrieron nuevas posibilidades terapéuticas. Nosotros, los autores, damos la bienvenida a estos desarrollos; y, al mismo tiempo, nos mantenemos alertas a desviaciones que amenazan con el abandono de los elementos claves del enfoque. También, revisamos continuamente la base teórica del trabajo centrado en la persona para ver dónde necesita ser extendido o elaborado. Dave Mearns ha sido especialmente activo y su trabajo sobre las configuraciones y el proceso egosintónico resulta particularmente esclarecedor y de relevante importancia en la práctica clínica. Ambos adoptamos el concepto de profundidad relacional como una noción de excepcional utilidad para evaluar la competencia y la eficacia terapéutica del counselor. A Dave Mearns le resulta un concepto valioso para encarar el desafío de la desesperación existencial, mientras que a Brian Thorne le brinda un contexto para explorar la cualidad de la presencia y el movimiento hacia la experiencia espiritual. Desde el comienzo de nuestra amistad y colaboración, que ya lleva treinta y dos años, el hecho de que Dave sea un ateo humanista y Brian un cristiano anglicano del credo católico liberal resultó ser una inesperada fortaleza y dotó a nuestra obra de una energía creativa que parece atraer a una amplia gama de lectores. Quizás, también, refleja el hecho de que los profesionales centrados en la persona tienden a estar divididos en forma pareja entre aquellos que se consideran a sí mismos agnósticos o ateos y aquellos que tienen un sistema de creencias religioso o espiritual que postula algún tipo de poder superior o significado universal.

Dentro de este contexto, tratamos por todos los medios de producir un libro que tanto en estilo como en contenido sea valioso para profesionales cuyo nivel de experiencia puede ser muy diverso. Aquellos que sean nuevos en el enfoque y puedan estar en las primeras etapas de su formación encontrarán en estas páginas una clara exposición de los aspectos claves de la teoría y la práctica. También obtendrán conocimiento de primera mano de la desafiante y, a veces dramática, experiencia diaria de ser un counselor centrado en la persona. Sin embargo, creemos que los profesionales sólidos, y aun los estudiosos experimentados del enfoque, encontrarán mucho que les interese y los estimule. En un libro anterior, Person-Centred Therapy Today (Sage, 2000), intentamos explorar las nuevas fronteras tanto en la teoría como en la práctica y en este volumen se incorporó una introducción a ese libro. Estamos orgullosos, sin embargo, de pertenecer a una tradición que permanece siempre abierta a nuevos insights y posibilidades y en esta nueva edición hay momentos en los que damos pasos tentativos adentrándonos en terrenos poco explorados.

Los lectores de las primeras dos ediciones fueron generosos en sus elogios al libro, que encontraron claro, cautivante, accesible y, a la vez, inspirador de profunda reflexión. También comentaron en muchas oportunidades acerca del placer de estar acompañados por dos autores tan evidentemente diferentes en temperamento y, al mismo tiempo, tan unidos en valores y propósitos. Las dos primeras ediciones vendieron 130.000 ejemplares. Quizás, estemos algo “locos” en hacer esta revisión tan radical en la tercera edición, agregando 20.000 palabras y triplicando las referencias. Aun así creemos que esta nueva edición no perdió nada de la claridad y el fácil acceso de las anteriores y que su contenido será lo suficientemente convincente como para conservar la lealtad de nuestros viejos lectores, al mismo tiempo que les damos la bienvenida a nuevos investigadores. Hay algo de lo que estamos seguros: no nos aburrimos de la compañía mutua y no perdimos la capacidad de sorprendernos el uno al otro con nuestras percepciones diferentes pero complementarias acerca del fascinante escenario de un enfoque terapéutico que, creemos, tiene mucho que ofrecer a un mundo desesperado. Por encima de todo, puede contribuir a restablecer la confianza en la capacidad de los seres humanos de avanzar, a pesar de todo lo que está en contra, hacia un futuro más constructivo.

 

Profesor Dave Mearns,

Universidad de Strathclyde, Glasgow

 

Profesor Brian Thorne,

Universidad de East Anglia, Norwich

1

EL ENFOQUE CENTRADO EN LA PERSONA: UNA REVISIÓN CONTEMPORÁNEA Y TEORÍA BÁSICA

El paradigma actual

El concepto de sí mismo

Condiciones de valor

El proceso de valoración organísmica

El locus de evaluación

Crear las condiciones para el crecimiento

El paradigma actual

Cuando salió la primera edición de este libro, en 1988, había mucha evidencia que sugería que el counseling centrado en la persona estaba en contradicción con la cultura predominante. Su insistencia en la singularidad de las personas, en la necesidad de prestar constante atención al proceso, en la confiabilidad del organismo humano, parecían estar totalmente fuera de sintonía con una cultura vorazmente materialista, en la cual el fin de lucro, las metas a corto plazo, la eficiencia tecnológica y las sofisticadas técnicas de vigilancia gobiernan las vidas de la gran mayoría de ciudadanos, en Gran Bretaña así como en la mayor parte del mundo desarrollado. En los años transcurridos desde entonces, el impulso de una cultura cada vez más despersonalizada se ha intensificado a un punto tal que está creciendo toda una generación que no conoce otra cosa que el frenesí de una sociedad brutalmente competitiva, en la que las repuestas rápidas, los expertos que logran una fama efímera, la maravilla tecnológica y la dominación de las fuerzas del mercado son aceptados como telón de fondo inevitable de la llamada existencia civilizada.

La situación tomó un giro más siniestro en los últimos años del milenio pasado y el comienzo del actual. A los terribles conflictos en Ruanda, Somalia, Bosnia, Kosovo y Chechenia, les siguió la llamada guerra del terror en la que estamos embarcados desde el ataque a las Torres Gemelas y el Pentágono en 2001. La desesperada situación de Afganistán e Irak continúa, mientras que el conflicto de Oriente Medio entre Israel y la autoridad palestina sigue sin resolverse. La situación en Irán y Corea del Norte promete más inestabilidad en el futuro. Por si esto no fuera suficiente, los efectos cada vez más alarmantes del calentamiento global son evidentes en todos lados y el avance meteórico de las economías de India y China contribuyó enormemente a la contaminación que la insensatez humana inflige sobre el planeta. El resultado neto de estas catástrofes es inducir pánico y un sentido casi global de impotencia. En tal contexto, los gobiernos inevitablemente desarrollan políticas defensivas y se obsesionan con la seguridad, la vigilancia y las medidas draconianas para asegurar la supervivencia. Se ha creado un mundo psicológico donde escasea la confianza, la ansiedad genera suspicacia, se restringen las libertades individuales en favor de la seguridad corporativa y se imponen soluciones impulsivas ante la proliferación de problemas engendrados por una sociedad bajo amenaza.

Es difícil imaginar un escenario menos propicio para la recepción de los valores que sustenta el enfoque centrado en la persona. La cultura actual no otorga un alto valor a la singularidad de la persona y a la importancia de su realidad subjetiva. No es una cultura que dota a la naturaleza humana con la capacidad de moverse hacia el desarrollo creativo de su potencial inherente. Por cierto que no intenta afirmar el poder personal de cada individuo o dar máxima importancia a fomentar la profundidad relacional entre padres e hijos, maridos y esposas, amigos y compañeros, colegas en el lugar de trabajo o profesores y estudiantes. Por el contrario, es una cultura que se ha vuelto profundamente suspicaz de la autonomía personal e intenta regular casi todas las áreas de participación interpersonal. Cada vez más, vivimos en una pesadilla regulada, en la que los docentes temen ser compasivos con los niños que sufren, las enfermeras ya no tienen ni el tiempo ni la voluntad de relacionarse con los pacientes y los counselors y psicoterapeutas pueden encontrarse tildando mentalmente párrafos en códigos de ética para la práctica profesional de sus asociaciones profesionales antes de responder a la señal de angustia de un consultante particularmente difícil.

Es bastante extraño que, en lo que parecería ser un mundo cada vez más triste, no sintamos desesperación. Por el contrario, creemos que la situación actual es tan desesperante que quizás nos estemos acercando a un momento crucial en el que se produzca un cambio de paradigma y el mundo recupere su sentido común. En cierto modo, nuestros consultantes y alumnos nos alientan en esta esperanza. Suelen ser personas que padecieron todo el rigor de las fuerzas de la cultura que acabamos de describir, pero que descubren en el contexto del counseling centrado en la persona una nueva fuente de fortaleza e inspiración. Especialmente llegan a conocer –quizás por primera vez– qué significa tener la sensación de autoestima y tener acceso a sus propios pensamientos y sentimientos. Son cada vez más conscientes de su propio poder personal. Con esa conciencia1 viene una nueva libertad para tomar decisiones y lograr un sentido de propósito. Quizás lo más transformador es el escape de la soledad que acompaña a la experiencia de ser recibido en profundidad relacional por alguien que no les impone ninguna exigencia, sino que sólo insiste en ser plenamente humano en el consultorio.

El lector no estaría del todo equivocado si detectara un tono levemente evangélico en estos últimos comentarios. La experiencia de vivir los principios del enfoque centrado en la persona, tanto en nuestra vida profesional como personal, nos permite captar una esperanza que trasciende la desesperación. Cuando nos encontramos con la actitud despectiva hacia el counseling centrado en la persona aún frecuente en los ámbitos académicos, o cuando presenciamos una vez más la aceptación basada en criterios cuestionables de la terapia cognitiva conductual tanto en el gobierno como en los círculos médicos, ya no nos sentimos tan afligidos. Gracias a nuestros consultantes y estudiantes encontramos la confirmación diaria del poder y la eficacia del enfoque que adoptamos. Estamos conscientes de su base sólida tanto en la teoría como en la investigación y, sobre todo, tenemos presente la disciplina necesaria para esperar el proceso y lo importante que es la disposición del consultante para emprender el counseling. Creemos que nuestra cultura se está acercando rápidamente a un punto crítico en el que el espíritu humano no tolerará más el estéril atolladero al que hemos llegado. Creemos que entonces habrá una mayor disposición para adoptar los conceptos claves del enfoque centrado en la persona y encontrar en ellos la fuente de una manera más positiva y esperanzada de relacionarse consigo mismo, con los otros y con todo el orden creado. Es a esos conceptos que ahora nos abocaremos.

El concepto de sí mismo

La desconfianza hacia los expertos es muy profunda entre los profesionales centrados en la persona. Para ser un counselor eficaz, quien practica el enfoque centrado en la persona debe aprender a usar su pericia como una prenda invisible. Se espera que los expertos brinden su maestría para recomendar qué se debe hacer, para ofrecer orientación calificada o hasta para dar órdenes. Sin duda, en algunas áreas de la experiencia humana esa pericia es esencial y adecuada. Lamentablemente, la gran mayoría de los que buscan la ayuda de counselors han pasado gran parte de su vida rodeados de personas que de manera avasallante e inapropiada se han autoproclamado como expertos en la conducción de la vida de otras personas. En consecuencia, esos consultantes se sienten desesperados por su incapacidad de satisfacer las expectativas de los otros, ya sean padres, profesores, colegas o los llamados amigos, y no sienten respeto por sí mismos ni autoestima. Y sin embargo, a pesar del daño que han sufrido a manos de los que han intentado dirigir su vida, esas personas a menudo recurrirán a un counselor buscando a otro experto más para que les diga qué hacer. Los counselors centrados en la persona, a la vez que aceptan y entienden esta necesidad desesperada de autoridad externa, harán todo lo posible para evitar caer en la trampa de desempeñar ese rol. Hacerlo sería negar un supuesto central del enfoque: que se puede confiar en que el consultante encontrará su propia manera de seguir adelante sólo si el counselor puede ser la clase de compañero capaz de alentar una relación en la que el consultante pueda comenzar, al menos tentativamente, a sentirse seguro y a experimentar los primeros indicios de la autoaceptación. Las probabilidades de que esto no suceda son a veces muy altas porque la percepción que el consultante tiene de sí mismo es pobre y porque los “expertos” críticos con quienes se encontró en su vida, en el pasado y en el presente, fueron muy destructivos. La gradual revelación del concepto de sí mismo de un consultante, es decir, la construcción conceptual que la persona hace de sí misma (aunque se exprese de una manera muy deficiente), puede ser tremendamente desgarradora para el que escucha. Esta revelación pone de manifiesto el alcance del rechazo que un individuo siente por sí mismo y esto suele presentar un severo desafío para la fe del counselor, tanto en el consultante como en su propia capacidad de ser un compañero confiable en el proceso terapéutico.

El breve extracto del recuadro 1.1 resume el desarrollo triste y casi inexorable de un concepto de sí mismo que socava todo lo que la persona hace o intenta ser. Hay un sentido de desvalorización y de estar condenado al rechazo y a la desaprobación. Una vez que se ha internalizado ese concepto de sí mismo, la persona tiende a reforzarlo, porque es un principio fundamental del punto de vista centrado en la persona que nuestro comportamiento es en gran parte una expresión de cómo nos sentimos en verdad sobre nosotros mismos y sobre el mundo en que vivimos. Esencialmente, lo que hacemos suele ser un reflejo de cómo nos evaluamos a nosotros mismos; si llegamos a la conclusión de que somos ineptos, sin valor e inaceptables, es más que probable que nos comportemos de una manera que demuestre la validez de tal valoración. Por lo tanto, las probabilidades de lograr estima o aprobación se vuelven más remotas a medida que pasa el tiempo.

Recuadro 1.1

La evolución del bajo concepto de sí mismo

 

Consultante:

No recuerdo que mis padres me hayan elogiado nunca por nada. Ellos tenían siempre algo crítico para decir. Mi madre estaba siempre encima mío por mi desprolijidad, mi falta de pensamiento sobre todo. Mi padre siempre me decía estúpida. Cuando saqué seis “A” en mis GCSEs (exámenes de ingreso a la universidad) me dijo que era típico que me hubiera ido bien en las materias equivocadas.

Counselor:

Parece que nunca podías hacer nada bien para ellos por más que trataras o por bien que te fuera.

Consultante:

Mis amigos eran igual de malos. Siempre criticaban mi aspecto y me decían que era una tragalibros granujienta. Lo único que quería era moverme sin que nadie me viera.

Counselor:

Te sentías tan mal acerca de ti misma que habrías querido ser invisible.

Consultante:

No todo quedó en el pasado. Ahora pasa lo mismo. Mi marido nunca aprueba nada de lo que hago y mi hija dice que a ella le da vergüenza traer a sus amigos a casa por si yo los molesto. Parece que no le sirvo a nadie. Sería mejor si simplemente desapareciera.

Condiciones de valor

Por suerte, la desaprobación y el rechazo que mucha gente experiencia no llega a ser totalmente aniquilante. Conservan algunos rastros de autoestima, aunque puedan sentirse tan frágiles que el miedo a la condena final nunca está lejos. Es como si estuvieran viviendo según una especie de contrato legal, y sólo tienen que dar un mal paso para que todo el peso de la ley caiga sobre ellos. Luchan, por lo tanto, para mantener la cabeza afuera del agua intentando hacer y ser esas cosas que saben que obtendrán aprobación, mientras que, con gran cuidado, evitan o suprimen los pensamientos, los sentimientos y las actividades que sienten que les acarrearán un juicio adverso. Su sentido del valor, tanto ante sus propios ojos como a los de quienes fueron importantes para ellos, está condicionado a obtener aprobación y evitar desaprobación, y esto significa que la gama de acciones está severamente restringida porque su comportamiento está supeditado a la aprobación de los demás. Son las víctimas de las condiciones de valor que otros les impusieron, pero su necesidad de aprobación positiva es tan fuerte que aceptan esta camisa de fuerza antes que arriesgarse al rechazo en el caso de violar las condiciones establecidas para ser aceptados.

A veces, sin embargo, la situación es tal que ya no pueden seguir jugando a este juego acordado y, entonces, cuando experiencian la desaprobación y el rechazo cada vez mayor de la otra persona sus peores miedos pueden llegar a hacerse realidad. (Ver recuadro 1.2).

Recuadro 1.2
Condiciones de valor

 

Consultante:

Todo estaba bien al principio. Sabía que él admiraba mi brillante conversación y la manera en que me vestía. También le gustaba cómo hacía el amor con él. Me proponía charlar cuando él venía y me aseguraba de estar bien incluso después de un día de mucho trabajo en la oficina.

Counselor:

Sabías cómo ganar su aprobación y estabas feliz de satisfacer las condiciones necesarias.

Consultante:

Sí, pero eso cambió cuando quedé embarazada. Quería hablar sobre el bebé pero parecía que él no estaba interesado. Obviamente no le gustaba lo que estaba pasando con mi figura y me sentía tan cansada que no tenía energía para la manera de hacer el amor que a él le gustaba. Él se puso cada vez más malhumorado y yo empecé a sentirme cada vez más deprimida.

Counselor:

Ya no eras aceptable ni para él ni para ti.

El proceso de valoración organísmica

Carl Rogers creía que había una fuerza motivacional que determina el desarrollo del ser humano. Él la llamó tendencia actualizante. Era la tendencia actualizante la que, a pesar de todo tipo de oposición u obstáculo, aseguraría que un individuo continuara esforzándose por crecer hacia la mejor realización de su potencial. Quienes fueron suficientemente afortunados de haber tenido un ambiente cariñoso y de apoyo durante sus primeros años recibirían el refuerzo necesario para garantizar la nutrición de la tendencia actualizante. También serían confirmados en su capacidad de confiar en sus propios pensamientos y sentimientos y de tomar decisiones de acuerdo con sus propias percepciones y deseos. Su proceso de valoración organísmica, para utilizar la terminología de Rogers, funcionaría bien y les permitiría moverse en la vida con un sentido de satisfacción y logro.

Aquellos que no tuvieron la suerte de tener ese tipo de relaciones de apoyo, sino que, al contrario, sufrieron la imposición de muchas condiciones de valor punitivas, pronto descubrirían que sentían una abrumadora necesidad de valoración positiva. Tan grande es esta necesidad en todos nosotros que su satisfacción puede, con mucha frecuencia, tener prioridad por sobre las iniciativas de la tendencia actualizante y, por consiguiente, crear una gran confusión en el proceso de valoración organísmica. (Ver recuadro 1.3). Este conflicto entre la desesperada necesidad de aprobación y la sabiduría del proceso de valoración organísmica del individuo es la raíz de muchos trastornos y suele producir un desconcierto interno que socava la confianza y hace imposible una eficaz toma de decisiones.

Recuadro 1.3
Confusión temprana del proceso de valoración organísmica

 

Niño:

(Se cae y se corta la rodilla: corre llorando hacia su madre buscando consuelo o seguridad.)

Madre:

¡Qué tontería! Deja de llorar y no te portes como un bebé. Apenas te sale un poquito de sangre.

Niño:

(Piensa: es estúpido caerse; está mal llorar; no debería querer que mami me ayude pero lo necesito. Pero yo quería llorar; quería que mami me abrazara. No fui estúpido. No sé qué hacer. ¿En quién puedo confiar? Necesito el amor de mami pero quiero llorar.)