Fray Luis de León
Poemas
Barcelona 2022
linkgua-digital.com
Título original: Poemas.
© 2022, Red ediciones S.L.
e-mail: info@linkgua.com
Diseño de cubierta: Michel Mallard.
ISBN rústica: 978-84-9816-472-5.
ISBN ebook: 978-84-9897-792-9.
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Sumario
Créditos 4
Brevísima presentación 9
La vida 9
A Nuestra Señora 11
Agora con la aurora se levanta 13
Alargo enfermo el paso, y vuelvo, cuanto 14
Amor casi de un vuelo me ha encumbrado 15
Epitafio al túmulo del príncipe don Carlos 16
Canción a la muerte del mismo 17
Del conocimiento de sí mismo 19
Del mundo y su vanidad 25
Después que no descubren su lucero 32
Oh cortesía, oh dulce acogimiento 33
Oda I. Vida retirada 34
Oda II. A don Pedro Portocarrero 37
Oda III. A Francisco de Salinas 39
Oda IV. Canción al nacimiento de la hija del marqués de Alcañices 41
Oda V. De la avaricia 44
Oda VI. De la Magdalena 45
Oda VII. Profecía del Tajo 48
Oda VIII. Noche serena 51
Oda IX. Las serenas 54
Oda X. A Felipe Ruiz 57
Oda XI. Al licenciado Juan de Grial 60
Oda XII. A Felipe Ruiz 62
Oda XIII. De la vida del cielo 64
Oda XIV. Al apartamiento 66
Oda XV. A don Pedro Portocarrero 68
Oda XVI. Contra un juez avaro 70
Oda XVII. En una esperanza que salió vana 71
Oda XVIII. En la ascensión 73
Oda XIX. A todos los santos 74
Oda XX. A Santiago 77
Oda XXI. A Nuestra Señora 83
Oda XXII. A don Pedro Portocarrero ausente 87
Oda XXIII. A la salida de la cárcel 90
Libros a la carta 93
Fray Luis de León (Belmonte, Cuenca, 1527-Madrigal de las Altas Torres, Ávila, 1591). España.
De familia ilustre con ascendientes judíos, Luis Ponce de León estudió en Alcalá de Henares y Toledo antes de ingresar como novicio en el convento salmantino de San Agustín. Participó en las polémicas que enfrentaban a dominicos y agustinos en la universidad de Salamanca. Frente al tomismo conservador de los primeros, postuló el análisis de las fuentes hebreas en los estudios bíblicos. Cuando se difundió su traducción al castellano del Cantar de los cantares a partir del hebreo, fue acusado de infringir la prohibición del Concilio de Trento, que estableció como oficial la versión latina de san Jerónimo. Procesado por la Inquisición, estuvo encarcelado entre 1572 y 1577, pero fue declarado inocente y pudo volver a sus clases. Hombre vehemente, sufrió otra amonestación inquisitorial en 1584. Tuvo las cátedras de filosofía y estudios bíblicos, y poco antes de su muerte, en 1591, fue nombrado provincial de la orden agustina en Castilla. Dominaba el griego, el latín, el hebreo, el caldeo y el italiano. Fue admirado por Cervantes (que lo llamó «ingenio que al mundo pone espanto»), por Lope de Vega (que escribió: «Tu prosa y verso iguales / conservarán la gloria de tu nombre») y sobre todo por Francisco de Quevedo (quien lo consideró el «mejor blasón de la habla castellana»).
Fray Luis es considerado una de las voces más altas de toda la poesía en castellano. El propio fray Luis dividió sus poemas en tres apartados: los originales, las traducciones de poetas profanos y las traducciones o versiones bíblicas. Quevedo editó por primera vez en 1631 sus poemas, utilizándolo como antinomia del culteranismo en el contexto de la guerra poética que mantenían Quevedo y Góngora (cada uno con sus respectivos secuaces detrás). Sin embargo, no fue hasta fines del XIX, que se hizo una buena edición de los poemas de Fray Luis. Considerado por algunos un poeta místico, dejó poemas de notable sabor íntimo-religioso.
No viéramos el rostro al padre Eterno
alegre, ni en el suelo al Hijo amado
quitar la tiranía del infierno,
ni el fiero Capitán encadenado;
viviéramos en llanto sempiterno,
durara la ponzoña del bocado,
serenísima Virgen, si no hallara
tal Madre Dios en vos donde encarnara.
Que aunque el amor del hombre ya había hecho
mover al padre Eterno a que enviase
el único engendrado de su pecho,
a que encarnando en vos le reparase,
con vos se remedió nuestro derecho,
hicistes nuestro bien se acrecentase,
estuvo nuestra vida en que quisistes,
Madre digna de Dios, y ansí vencistes.
No tuvo el Padre más, Virgen, que daros,
pues quiso que de vos Cristo naciese,
ni vos tuvistes más que desearos,
siendo el deseo tal, que en vos cupiese;
habiendo de ser Madre, contentaros
pudiérades con serlo de quien fuese
menos que Dios, aunque para tal Madre,
bien estuvo ser Dios el Hijo y Padre.
Con la humildad que al cielo enriquecistes
vuestro ser sobre el cielo levantastes;
aquello que fue Dios solo no fuistes,
y cuanto no fue Dios, atrás dejastes;
alma santa del padre concebistes,
y al Verbo en vuestro vientre le cifrastes;
que lo que cielo y tierra no abrazaron,
vuestras santas entrañas encerraron.
Y aunque sois Madre, sois Virgen entera,
hija de Adán, de culpa preservada,
y en orden de nacer vos sois primera,
y antes que fuese el cielo sois criada.
Piadosa sois, pues la seriente fiera
por vos vio su cabeza quebrantada;
a Dios de Dios bajáis del cielo al suelo,
del hombre al hombre alzáis del suelo al cielo.
Estáis agora, Virgen generosa,
con la perpetua Trinidad sentada,
do el Padre os llama Hija, el Hijo Esposa,
y el Espíritu Santo dulce Amada.
De allí con larga mano y poderosa
nos repartís la gracia, que os es dada;
allí gozáis, y aquí para mi pluma,
que en la esencia de Dios está la suma.
Agora con la aurora se levanta
mi Luz; agora coge en rico nudo
el hermoso cabello; agora el crudo
pecho ciñe con oro, y la garganta;
agora vuelta al cielo, pura y santa,
las manos y ojos bellos alza, y pudo
dolerse agora de mi mal agudo;
agora incomparable tañe y canta.
Ansí digo y, del dulce error llevado,
presente ante mis ojos la imagino,
y lleno de humildad y amor la adoro;
mas luego vuelve en sí el engañado
ánimo, y conociendo el desatino,
la rienda suelta largamente al lloro.
Alargo enfermo el paso, y vuelvo, cuanto
alargo el paso, atrás el pensamiento;
no vuelvo, que antes siempre miro atento
la causa de mi gozo y de mi llanto.
Allí estoy firme y quedo, mas en tanto
llevado del contrario movimiento,
cual hace el extendido en el tormento,
padezco fiero mal, fiero quebranto.
En partes, pues, diversas dividida
el alma, por huir tan cruda pena,
desea dar ya al suelo estos despojos.
Gime, suspira y llora dividida,
y en medio del llorar solo esto suena:
—¿Cuándo volveré, Nise, a ver tus ojos?
Amor casi de un vuelo me ha encumbrado
adonde no llegó ni el pensamiento;
mas toda esta grandeza de contento
me turba, y entristece este cuidado,
que temo que no venga derrocado
al suelo por faltarle fundamento;
que lo que en breve sube en alto asiento,
suele desfallecer apresurado.
mas luego me consuela y asegura
el ver que soy, señora ilustre, obra