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Descripción del Libro

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Epílogo

Libros por Tina

Acerca de Buchenwald

Sobre el Autor

Copyright

La Redención de Zane

 

(Vampiros de Scanguards #5)

 

por

 

Tina Folsom

 

Traducido al español por Gely Rivas

Editado por Stella Ashland, María Riega y Josefina Gil Costa

 

La Redención de Zane

Derechos de Copia © 2012 - 2021 por Tina Folsom

Descripción del Libro

 

Lo último que el vampiro guardaespaldas Zane quiere hacer es cuidar a un híbrido, un ser mitad vampiro, mitad humano, cuyo padre quiere mantenerla virgen. Conocido por su carácter violento y su cruel falta de compasión, la ira, nacida de la crueldad que sufrió durante el Holocausto y cuyo control está fuera del alcance de Zane, lo lleva a concentrarse sólo en la venganza. Tratar de encontrar al último de sus verdugos, es su única meta en la vida.

Portia es una muchacha híbrido con un serio dilema: en pocas semanas su cuerpo asumirá su forma final de vampiro. Si ella quiere evitar tener que vivir su vida inmortal como una virgen, deberá encontrar un amante en ese corto tiempo... algo por lo que su padre contrata a Zane para prevenirlo.

En el momento en que Portia y Zane se conocen, las reglas comienzan a quebrantarse, y una atracción prohibida explota en llamas, más calientes que las del infierno del pasado de Zane. Pero ese pasado amenaza con separarlos a menos que puedan superar sus prejuicios, cambiar el odio por el amor y la venganza por el perdón.

Dedicación

 

Este libro está dedicado a la memoria de mi abuelo, Josef Veselak, prisionero número 29,658. Pereció en el campo de concentración de Dachau el 26 de julio de 1942.

1

 

Zane escuchó un grito y lo bloqueó, prolongando la alimentación desde el cuello suculento del chico latino que había acorralado en un callejón de la Misión, un barrio con gente principalmente de México y de América del Sur, en San Francisco. Era una zona riesgosa, por un lado, los restaurantes de moda y clubes nocturnos, atraían a los residentes ricos de la zona norte de la ciudad, y por el otro los inmigrantes pobres trabajando duro en empleos sin futuro con salarios mínimos. Sin embargo, de alguna manera, Zane se había sentido como en casa cuando puso por primera vez un pie en el barrio.

Mientras sus colmillos se incrustaban más profundamente para extraer más sangre, Zane escuchaba los fuertes latidos del corazón de su víctima, plenamente consciente del poder que tenía sobre la vida del adolescente. Si tomaba demás, el muchacho se desangraría, los latidos de su corazón cesarían, exhalaría el aliento de sus pulmones por última vez, dejando una cáscara sin vida.

Era así como le gustaba alimentarse, no de una botella de sangre donada sin vida, como preferían hacerlo sus colegas en Scanguards, sino directamente de un ser humano, donde sintiera la vida palpitar bajo sus palmas mientras la tibia y rica sangre, recubría su garganta. No había ningún sustituto para este sentimiento. Iba más allá de la mera alimentación, lo atraía por su necesidad de sentirse superior, para ser poderoso, para tener el control de la vida en sus manos.

Cada noche renovaba la lucha para permitir que esa vida continuara. A pesar de que cada noche un ser humano distinto estaba a su merced, no cambiaba nada, y la batalla dentro de él seguía siendo la misma: detenerse mientras el humano todavía estaba vivo o ceder al impulso de destruir y calmar su necesidad de venganza, porque no importaba si se alimentaba de un muchacho latino, una mujer negra, o un hombre asiático, sus rostros se veían todos iguales una vez que sus recuerdos del pasado, se apoderaban de su mente. Sus rasgos se transformaban en las de un hombre blanco, con el pelo rubio oscuro, ojos marrones, y sus pómulos altos: el rostro de uno de sus torturadores, el único que no había podido localizar después de perseguirlo desde hace más de sesenta y cinco años. Y el único que no había matado…todavía.

Zane notó el cambio de presión de la sangre que corría por las venas del muchacho, y alejó los colmillos de su cuello. Rápidamente pasó la lengua sobre la herida para cerrarla y evitar la pérdida de más sangre, sus colmillos regresaron de nuevo a sus orificios, en lo profundo de las encías, satisfecho por el momento. Su propio corazón golpeaba furiosamente en su pecho mientras sentía a su víctima aflojar, pero sus oídos sintieron su pulso débil asegurándole que no había ido demasiado lejos. Había ganado la batalla de esa noche, pero la inquietud que había sentido en los últimos meses iba en aumento y lo hacía tomar cada vez más riesgos con la vida de sus víctimas.

Había llegado a San Francisco hace nueve meses, para una misión en Scanguards, la compañía de guardaespaldas dirigida por vampiros para la que trabajaba desde hacía varias décadas. Su misión inicial se había convertido en una estancia permanente. Al principio, había pensado que el cambio de sede de Nueva York a esa tranquila ciudad de la costa Oeste, la cual se veía a menudo envuelta en niebla, le traería paz, pero fue todo lo contrario. La búsqueda de su verdugo se había estancado, luego había llegado a un callejón sin salida. Las pistas se enfriaban con cada día que pasaba, su fracaso incrementó su ira y odio. Necesitaba herir a alguien. Y pronto.

Al oír un sonido, Zane levantó la cabeza hacia un lado. Bajó al muchacho latino al suelo, apoyándolo contra la pared de un edificio. Él cerró los ojos por un momento y se concentró en la lejana voz que había escuchado. Más allá del ruido que indicaba una vibrante vida nocturna, un gemido bajo mezclado con miedo y desesperación llegó hacia él. Estaba lejos, pero debido a su audición sensible de vampiro, pudo identificarlo como una petición de ayuda.

—¡Mierda!

No debería haber ignorado el grito que había oído antes. Él debió haber sabido que algo andaba mal. Tanto sus instintos de vampiro como su formación como guardaespaldas, le decían lo mismo. Sin darle otra mirada a su víctima, Zane salió del callejón y se dirigió al lugar de donde provenía el sonido. Esperaba que ya no fuera demasiado tarde.

Vio a unos cuantos borrachos tropezando a lo largo de la acera, sus murmullos incoherentes temporalmente bloquearon los sollozos angustiados que él seguía. ¿Había perdido la pista? Zane se paró en seco en la siguiente esquina y obligó a sus oídos a concentrarse. Por un momento, todo estuvo totalmente tranquilo, pero luego el sonido volvió y se intensificó la sensación en su estómago de que lo necesitaban.

Esta vez, el grito estaba acompañado por una voz baja de un hombre. —Cállate, perra, o te voy a matar.

El instinto de Zane se hizo cargo mientras corría alrededor de la esquina y hacia la entrada, donde dos edificios de viviendas en mal estado convergían. Su visión superior nocturna evaluó la situación de inmediato: un hombre forzaba a una joven mujer contra un contenedor de basura, amenazándola con un cuchillo en la garganta. Sus pantalones fruncidos hasta sus rodillas y su trasero desnudo, se movía frenéticamente adelante y atrás mientras él la violaba.

—¡Mierda! — Zane saltó hacia él justo cuando la cabeza del hombre giró alertado por la maldición de Zane.

Sus colmillos se alargaron en pleno vuelo, y sus dedos se transformaron en afiladas garras, capaces de destrozar a un elefante en pedazos. Zane apartó al violador de su víctima con un solo golpe, sus garras se clavaron en los hombros del tipo, rasgándolo a través de su sudadera con capucha.

El grito del hombre fue primero de sorpresa, luego de dolor mientras las garras de Zane se introducían más en su piel. Él disfrutaba el sonido y arrastró una mano, con las garras extendidas, a través de todo el ancho del hombro, desgarrándole la piel, además de romperle el tejido muscular y nervioso. La sangre salía a borbotones de la herida abierta, y el aire se quedó impregnado de su olor metálico. Mostró sus colmillos, asegurándose de que el idiota los viera claramente.

—¡Nooooo! — La desesperada protesta de su víctima, no hizo nada para detener el asalto de Zane. Con deliberada lentitud, permitió a su otra mano atravesar los músculos del hombro izquierdo, haciéndole igual daño. Con los brazos que colgaban inertes de sus hombros, los tendones rotos y los nervios sin sostener más sus movimientos, el violador estaba indefenso.

A su merced.

Si Zane hubiera tenido corazón, habría terminado ello allí mismo, pero ya era demasiado tarde. Una mirada hacia la asustada muchacha, la cual lo miraba horrorizada, hizo que su pasado se apoderara de él. De repente, las facciones de la rubia rojiza con aterrados ojos azules, víctima de la violación, se convirtieron en una cara que conocía muy bien, una cara que no había visto en décadas, pero que nunca había olvidado.

Su cabello color castaño oscuro rizado en sus extremos, acariciaba sus pálidos hombros y enmarcaba su rostro joven. La inocencia perdida, sus ojos marrón chocolate, lo miraron, rogándole que la ayudara, que la salvara. —Zacarías...— A medida que su voz se desvanecía, llegó hacia ella, pero ella se echó para atrás de nuevo, petrificada.

—Rachel—, susurró. —No tengas miedo.

Zane se dio cuenta del hombre que luchaba contra él, y apartó su mirada de ella. Iba a matar al hombre que la estaba lastimando… lastimando a su pequeña Rachel.

Zane tiró al violador contra una pared a pocos metros, llenándose de una satisfacción total al oír el crujido de sus costillas. Cuando cruzó la distancia hacia su víctima, sus pasos fueron deliberados. Él permitió que su cuerpo se endureciera y disfrutó de la expresión de horror en los ojos del hombre. Pero no vio más, la cara del violador. Había cambiado. Vio a un hombre rubio oscuro con ojos marrones. Y, finalmente, los ojos brillaban con miedo y con el conocimiento, de que su tiempo se había finalmente terminado. Estaba atrapado y pagaría por sus crímenes de esa noche.

Sin pensarlo dos veces, Zane golpeó sus garras en el pecho del hombre y lo cortó, abriéndolo con la precisión infalible de un hombre que había realizado esa misma tarea antes. Haciendo caso omiso de sus desgarradores gritos, hundió las manos en su interior y tiró de sus costillas, separándolas. La sangre que brotaba generosamente de la herida abierta del pecho lo salpicó. Aspiró el aroma, el olor de la vida y de la muerte, eran igual de fuertes. A pesar de que se acababa de alimentar, el hambre aumentó, pero esta vez era un tipo diferente de hambre, no de alimentarse, sino de venganza. Más dulce que el hambre, rogaba ser satisfecha por el único medio posible.

Zane metió la mano por la pared torácica y alcanzó el corazón palpitante. La palma de su mano sujetaba el órgano que sustenta la vida, palpitante en su puño, sus espasmos seguían siendo fuertes y luchaban contra lo inevitable. —Nunca lastimarás a nadie otra vez.

Mientras desgarraba el corazón de su cuerpo, los ojos del hombre se quedaron en blanco. Zane se quedó con el corazón latente en su mano, mientras la tibia sangre goteaba de las venas y arterias rotas, recorriendo su mano y muñeca. Un río encontró un túnel debajo de la manga de su camisa de color negra, mojándola, pegándola contra su piel. Su ritmo cardíaco, se redujo cerca de lo normal.

Ya estaba hecho.

—Rachel, está muerto. Ahora estás a salvo.

Zane giró, pero Rachel se había ido. En su lugar, una joven rubia rojiza, se encogía contra la basura, sollozando y temblando como una hoja. Las lágrimas habían disuelto su rímel negro y rodaban rayas oscuras a lo largo de sus mejillas. Sus labios temblaban.

Zane parpadeó. Rachel no estaba segura. Rachel se había ido, y no podía traerla de vuelta. Pero esa chica, allí, estaba viva, y su atacante estaba muerto.

Dio un paso hacia ella para impartir la buena noticia, pero se echó hacia atrás lejos de él.

—¡Noooo! — Ella gritó sin aliento, sus ojos buscaban frenéticamente una ruta de escape, como si pensara que Zane iría detrás de ella después.

—No te haré daño—. Él estiró sus ensangrentadas manos hacia ella, pero su gesto sólo hizo que ella diera un grito de pánico.

Zane sabía lo que había visto. Sus jeans y camisa estaban empapadas en sangre. El líquido pegajoso y cálido había penetrado hasta sus botas. Pero eso no era lo peor. La muchacha a la que había rescatado, vio su lado vampiro con mortales garras, afilados colmillos que se abrían paso entre sus labios y ojos brillantes de color rojo que le daban un aspecto diabólico. Su cabeza calva acentuaba más el aire de peligro que le acompañaba siempre, incluso cuando estaba en su forma humana. Incluso sin que sus colmillos se alargaran, las personas le temían... como debería de ser.

Había masacrado a un hombre, como un carnicero sacrificaba a un cerdo sin sentir ningún remordimiento. Había hecho lo necesario, aun si la mayoría de la gente nunca lo entendiera. El mal tenía que erradicarse de inmediato, antes de que tuviera la oportunidad de crecer más y convertirse en un cáncer enconado que podría destruir a todo un pueblo. Como lo había hecho una vez, mientras el mundo se limitaba a observar.

Se habían quedado mirando hasta que fue demasiado tarde, hasta que lo peor ya se había hecho.

—Voy a hacer que olvides—, prometió Zane a la asustada muchacha y permitió que sus poderes mentales se apoderaran de su mente y borraran todo lo que había sucedido esa noche, incluyendo la violación. Cuando despertara por la mañana, ella no recordaría nada del hombre que la había atacado, ni del hombre que le había salvado de ese monstruo.

¿O era Zane el monstruo? ¿Era él al que debería temer, por ser el malo y querer vengarse de lo que le habían hecho a él y a su familia?

Mientras caminaba por la noche y la tibia sangre de su víctima rápidamente se secaba en su piel y ropa, una vez más el rostro de su verdugo se cernía, burlándose de él. Tenía que cerrar ese capítulo de su vida y enterrarlo, de lo contrario la paz lo eludiría y la felicidad seguiría siendo una palabra extraña.

2

 

—¿Qué diablos estabas pensando? — Samson, fundador de Scanguards, tiró con fuerza un periódico sobre el enorme escritorio de su estudio y se levantó. Tenía más de un metro ochenta de estatura y de hombros un poco más anchos que el delgado Zane, pero no menos letal que cualquiera de sus compañeros vampiros. Rara vez había visto a Samson enojado, pero esa noche su jefe humeaba.

Zane miró el titular: “Monstruoso asesino sacó a cortes el corazón de un inocente”. ¡Qué montón de mierda! No le había cortado nada… los periodistas deberían de obtener la información correcta. Y su víctima estaba muy lejos de ser inocente. —Se lo merecía.

—¿Dije que podías hablar? — Samson se sulfuró, sus colmillos descendieron en el proceso y se asomaron más allá de sus labios. —No estabas pensando para nada, ¿no? ¿Qué fue, Zane, sed de sangre? ¿No podías parar esta vez? ¿No pudiste limitarte sólo a alimentarte de él?

Los latidos del corazón de Zane se aceleraban, mientras Samson arrojaba acusación errónea tras acusación errónea hacia él. —Yo no me alimenté de él.

Samson parpadeó sorprendido. —¿Lo mataste a sangre fría?

Zane juró que aún podía oír los gritos de dolor y miedo del tipo. Recordarlo hizo que su encía le picara, un signo seguro de que sus colmillos estaban dispuestos a descender listos para jugar. —Y he disfrutado cada segundo de ello.

—Dios mío, no tienes corazón—. Samson tomó un paso instintivo hacia atrás, claramente sorprendido por su admisión.

—Yo no diría eso. Durante un momento, tuve dos.

Samson dio un puñetazo sobre la mesa, al parecer, no disfrutaba del sentido del humor de Zane. A Zane no le importaba, no era el bufón de la corte de Samson.

—¿Tienes alguna idea de cuáles son los riesgos que estabas tomando? ¡Esto

podría ponernos al descubierto!

Zane se abalanzó sobre la mesa, apoyando las manos sobre ella. —¿Qué habrías hecho tú? ¿Eh? ¡Ese pendejo de mierda estaba violando a una chica inocente! ¡Y a punta de cuchillo!

Con satisfacción, se dio cuenta de cuán grandes abrió los ojos Samson. —Sí, es cierto. Pero siempre tienes que asumir lo peor de mí, ¿no? — Así como todos los demás lo hacían.

—Era una joven inocente, y la violó, simplemente le puso un cuchillo en la garganta y la violó. ¿Y si esa hubiese sido tu esposa, o tu hermana? ¿Qué pasaría si alguien se lo hacía a tu hija? ¿Estarías entonces aquí, con superioridad moral hablando sobre ponernos al descubierto? ¿O le arrancarías otra cosa al idiota?

Zane alzó su barbilla desafiándolo, y sabía que esa ronda la había ganado.

Como un vampiro vinculado de sangre, Samson era ferozmente protector de su esposa humana, Delilah, y de su hija Isabelle de tan sólo dos meses de edad. De buena gana daría su propia vida para proteger a los suyos y no pensaría dos veces antes de matar a cualquiera que las amenazara.

Cuando Samson cerró los ojos por un momento y pasó la mano por su pelo negro azabache, Zane relajó su postura agresiva.

—Podrías haberlo matado limpiamente. No había necesidad de ser un carnicero.

—Había necesidad—. Él lo necesitaba. Necesitaba verlo sufrir. Una muerte limpia, no le habría satisfecho. —Romperle el cuello no lo hubiera herido. Tenía que dar el ejemplo.

—¿Un ejemplo de qué?

—Que el mal se erradicará, que los violadores pagarán por sus crímenes.

—¡No puedes hacer un ejemplo de alguien, cuando nadie sabe por qué lo hiciste!

Zane dejó escapar un aliento fuerte. —¿El que tuviera los pantalones hasta los tobillos, no les dijo lo suficiente? ¿Qué es lo que ustedes quieren, un cartel colgado de su cuello que diga: “Violador”?

—El artículo no mencionaba nada sobre pantalones abajo.

—Entonces tal vez deberías comprobar los hechos con tu contacto en la policía, antes de acusarme de ser un asesino a sangre fría.

Debido a la amistad de Samson con el alcalde, que era un híbrido… mitad vampiro, mitad humano... tenía una línea directa con el departamento de policía, un hecho que era muy útil en ciertas ocasiones. Tal vez Samson debería haber utilizado sus contactos, antes de que se enfureciera con él.

Zane se enderezó y giró hacia la puerta.

—Oh, no hemos terminado—, dijo Samson con calma.

Zane alzó una ceja, mientras se daba la vuelta para mirarlo de frente.

—El hecho es que sacrificaste un hombre y dejaste su cuerpo para que alguien lo encontrara. Va en contra de todo lo que Scanguards representa.

Mientras Samson hacía una pausa, una sensación nauseabunda se propagaba por el estómago de Zane. ¿Su jefe estaba pensando despedirlo? Scanguards era su vida, su familia, su único vínculo con la humanidad. Sin él, caería en la oscuridad y eso daría paso a sus deseos más perversos. Él sólo viviría para la venganza y nada más, lo llevaría por un sendero que estaba seguro acabaría con él. Él era lo suficientemente inteligente como para saber, que si Scanguards no estaba ahí para mantenerlo con los pies sobre la tierra, en la realidad, por más tiempo, perdería el último pedazo de su alma y a su vez se convertiría en alguien tan malo, como los hombres responsables de transformarlo en un vampiro.

—No.…— se ahogó, sintiendo que su garganta se contraía con la idea de perder todo lo que significaba algo para él. Las caras de sus colegas y amigos pasaron ante él: la cicatriz en la cara de Gabriel, el segundo al mando y el hombre que lo había contratado en Scanguards; y Thomas, el motociclista gay con el cerebro de genio de la Informática; Amaury, su amigo del tamaño de un jugador de futbol americano, cuya enorme presencia no restaba el hecho de que él tenía el corazón más suave que cualquier hombre que Zane hubiese conocido nunca, sobre todo cuando se trataba de su compañera con vínculo de sangre, Nina; e incluso Yvette, la mujer remilgada, que había sido un dolor en el trasero hasta hace dos meses, cuando había encontrado su alma gemela, Haven, un brujo que se convirtió en vampiro.

Sus pensamientos vagaron más allá, de regreso a Nueva York y a su amigo Quinn, quien era el responsable de que él aun estuviese con vida. Si Quinn no lo hubiese sacado de la espiral descendente en la que había estado en ese momento y no le hubiese presentado a Gabriel, probablemente ahora sería polvo. No podía perder todo eso. Ellos eran sus amigos, las únicas personas en las que podía confiar.

—Siéntate—, ordenó Samson.

—Prefiero estar de pie—. Si Samson iba a despedirlo, él lo tomaría como un hombre.

—Haz lo que quieras. Voy a discutir esta situación con Gabriel más tarde, pero estoy seguro que pensará lo mismo.

¡Tal como se lo imaginó! ¿Cuándo esos dos no estaban de acuerdo en algo, especialmente cuando se trataba de las sanciones que imponían a sus compañeros vampiros? ¡Puntillosos en cuanto a las reglas, ambos! Mierda, era un vampiro, no un humano idiota. Él tenía sus propias reglas.

—Mientras tanto—, continuó Samson, —te retiraré de tu misión y te revocaré de tu estatus clase A.

Zane apretó la mandíbula. Después de haber tenido las autorizaciones más altas en Scanguards, revocarlo significaba que no podía ser elegido para ninguna misión peligrosa o de alta importancia. Significaba ser relegado a tareas de rutina. Samson mejor le hubiera cortado las manos.

—No puedes...— No sería un puto policía contratado con una panza abultada y un mal corte de pelo, sentado en el vestíbulo de un edificio abandonado durante toda la noche, vigilando las oficinas vacías.

Samson levantó la mano. —Antes de decir cualquier cosa que puedas lamentar más adelante, me gustaría que escucharas.

Zane resopló. El lamento, no era parte de su vocabulario. Ni lo era el remordimiento.

—No puedo arriesgarme a tener una bala perdida en mi personal. Hasta que hayamos descubierto la manera de mitigar el riesgo que tú representas, trabajarás en áreas de bajo riesgo y baja tensión. Tendrás mi decisión final en dos días.

Zane asintió con frialdad. —Bien—, terminó diciendo, apenas separando los labios para no dejar al descubierto los colmillos, que habían descendido en el momento en que la rabia había empezado a apoderarse de él.

¡Bajo riesgo! ¡Bajo estrés!

¿Qué mierda estaba insinuando Samson? ¿Estaba pensando que él tenía un ataque de nervios? ¡Esas cosas eran para maricas de mierda, no para hombres como él! Empujaría un ataque de nervios por sus culos, si lo seguían molestando con esa mierda.

Zane dejó el estudio de Samson y resistió la tentación de dar un portazo. Sus largas piernas reducían la distancia mientras se apresuraba a lo largo del oscuro pasillo de paneles de madera que conducía al vestíbulo. Estaba ansioso por salir de la casa victoriana, donde de repente se sintió opresivo. Tenía que romper algo.

—¡Baja tensión! — Maldijo en voz baja.

—¡Buenas noches, Zane! — Dijo la tranquila voz de Delilah a su izquierda.

Giró la cabeza hacia ella y la vio bajar por la escalera de caoba, con su pequeña hija en brazos.

—Delilah—. Él fue incapaz de ser más civilizado que eso. Después de todo, su compañero acababa de insultarlo.

Ella le sonrió cuando un sonido proveniente de la cocina, le hizo poner el ceño fruncido en su rostro. —Oh, no, las galletas, casi se me olvida.

Antes de darse cuenta de lo que quería hacer, ella extendió los brazos y puso al bebé contra su pecho. —Toma, sostenla un momento. Tengo que sacar las galletas o se quemarán.

Instintivamente, sus brazos se acercaron a sostener al bebé antes de que Delilah se precipitara hacia la cocina. —Pero, yo...— Su protesta fue demasiado tarde. ¡Mierda!

Bajó la mirada hacia el pequeño bulto en sus brazos sin saber qué hacer, cuando el bebé abrió los ojos. Eran tan verdes como los de su madre y simplemente hermosos. La niña lo miró directo a sus ojos. Ella era un híbrido, una niña mitad humano y mitad vampiro, y poseía los atributos de ambas especies.

Ella podría estar en la luz del día sin quemarse, sin embargo, tendría la fuerza y la velocidad de un vampiro, una vez que hubiera crecido totalmente. Ya como niña, era más fuerte y crecería más rápido que un niño puramente humano. Mientras ella podía comer alimentos humanos, también podía sustentarse con sangre. Y una vez que hubiera alcanzado la madurez, se detendría el envejecimiento como un vampiro de sangre pura.

Lo mejor de ambos mundos, ella era una pequeña maravilla. Sólo los hombres vampiros eran fértiles, pero podían procrear solamente vinculados por sangre con una hembra humana. Las mujeres vampiro eran infértiles. Sin embargo, esta niña tenía mucha suerte: sus genes humanos le aseguraban que sería fértil. Ella haría de Samson un abuelo algún día, y sus hijos serían híbridos como ella, sin importar quién fuese el padre.

Fascinado, Zane se quedó mirando el milagro en sus brazos y le pasó los nudillos sobre sus mejillas color rosa acariciándola. No había sentido tal suavidad y dulzura, desde que su hermanita había sido un bebé. Siendo él diez años mayor que ella, a menudo la cuidaba, le daba de comer, y la arrullaba para dormir.

—Eres una niña muy dulce—, susurró y se dio cuenta que ella abría su boca para sonreírle. Pequeños colmillos se asomaban por su encía superior.

La manita de la bebé lo alcanzó, y él la aceptó y le permitió que capturara su dedo índice con el puño. Su apretón era fuerte, tirando fácilmente de su dedo hacia la cara. Antes de que pudiera darse cuenta de lo que estaba sucediendo, llevó el dedo hacia la boca y lo envolvió con sus labios. Sus colmillos afilados descendieron sobre la piel.

—¡Ay! — Él sacudió su dedo de ella. La sangre goteaba de él. Zane miró a la bebé y la vio golpear los labios como si quisiera más. ¡La pequeña diablito lo había mordido!

Él negó con la cabeza y levantó la vista, colisionando con la mirada de Delilah. Se quedó boquiabierta mientras miraba su dedo ensangrentado y luego a la boca de su hija.

—Ella te mordió—. No era una pregunta, era una declaración. —Ella nunca ha mordido a nadie antes. Sabes lo que eso significa, ¿no?

Ah, mierda, él lo sabía muy bien.

3

 

Portia Lewis cerró su laptop y la metió en su bolso junto con su libro de texto, esperando que su mejor amiga, Lauren, hiciera lo mismo.

—¿Irás a la fiesta de Michael esta noche?

Portia sacudió la cabeza, mientras ella y Lauren se abrían paso entre la multitud de estudiantes que salían del auditorio. —Todavía tengo que prepararme para la prueba de mañana de psicología criminal.

Lauren hizo un movimiento desdeñoso con la mano. —Es pan comido. Además…—, se inclinó más y bajó la voz. —...siempre puedes usar tus poderes.

Portia se echó hacia atrás y le dio una mirada de reprimenda. —¡Sabes que no estamos autorizadas a hacer eso!

Había sido inculcado en ella, desde que tenía memoria. Tanto su padre, un vampiro de sangre pura, como su madre, un ser humano, le habían instruido que tenía que ocultar lo que era en todo momento: un híbrido, mitad vampiro, mitad humano. La única razón por la que podía hablar con Lauren acerca de eso, era debido a que su amiga era igual que ella.

Cuando Portia y su padre se habían mudado a San Francisco después de la muerte de su madre en un accidente de tráfico seis meses antes, había hecho amistad con la hija del alcalde después de darse cuenta que Lauren era un híbrido también. Ellas se inscribieron para muchos de los mismos cursos en la Universidad de San Francisco, una universidad católica privada. Debido a que el aura de los híbridos era tan diferente de los seres humanos, se habían reconocido al instante entre sí, y ambas estaban contentas de tener una mejor amiga que tuviera mucho en común.

Cuando ella le contó a su padre acerca de su nueva amiga, le había parecido estar disgustado, por lo que Portia se preguntaba si tal vez era un poco de envidia porque había encontrado a una amiga al instante, mientras que él todavía lloraba la pérdida de su esposa. Echaba de menos terriblemente a su madre, pero ella sabía que tenía que seguir adelante con su vida. Por suerte, Portia siempre había sido buena para hacer amigos rápidamente. Era un mecanismo de supervivencia que había desarrollado desde el principio, porque su familia rara vez se quedaba en algún lugar por más de un año. Su padre siempre les trasladaba a una nueva ciudad, justo cuando empezaba a sentirse como en casa. Ella lo entendía hasta cierto punto. Siendo un vampiro, tenía que tener cuidado de no llamar la atención. Los seres humanos a su alrededor encontrarían extraño que nunca se aventurara fuera de la casa durante el día, nunca extendía o aceptaba invitaciones a cenar, y no envejecía. Ella lo había aceptado, pero al mismo tiempo, ansiaba un lugar para echar raíces y quedarse.

—Eric estará allí—, el cebo de Lauren la trajo de vuelta al presente. —Sabes que le gustas.

Portia sintió sus mejillas sonrojarse en llamas y deseó que su lado vampiro le impidiera ruborizarse, pero por desgracia sólo los vampiros puros no se sonrojan. Como tantas otras veces, cubrió su inseguridad sobre los chicos con una observación casual.

—Sabes que él no es tan guapo. He estado con chicos más emocionantes antes.

¡Lo que era una gran mentira! Ella nunca había tenido un novio, pero eso ni siquiera Lauren lo sabía. A pesar de que eran amigas, Portia todavía no había sido capaz de confiar en ella y decirle que desnudarse frente a un hombre, no sólo la ponía nerviosa, sino que la aterrorizaba.

—¿No es guapo? Me estás tomando el pelo. Eric es prácticamente el galán número uno en el campus.

—Shh, no tan fuerte—, advirtió Portia. —No necesito que todo el mundo nos escuche hablando de él—. Dirigió una nerviosa mirada por encima del hombro, con la esperanza de que ninguno de los amigos de Eric, estuvieran cerca.

Lauren puso su mano sobre su brazo, haciendo que Portia se parara a mitad del camino. Se volvió para mirar a su amiga, preguntándose por qué Lauren de repente le daba esa mirada penetrante.

—¿Qué?

Los ojos de Lauren se clavaron en ella. —Oh, Dios mío, ¿por qué no vi esto antes?

—Eh, muévanse o salgan de mi camino—, ordenó una impaciente voz por detrás.

Portia se hizo a un lado, para darle paso a la persona, mientras Lauren la arrastraba hacia la puerta más cercana.

—¿Qué estás haciendo? — Protestó Portia.

—Tenemos que hablar—, insistió Lauren mientras lanzaba una mirada cautelosa por el pasillo, como si fuera a revelarle un gran secreto. Abrió la puerta de un pequeño salón de estudio y, al encontrarlo vacío, prácticamente empujó dentro a Portia, y cerró la puerta detrás de ella.

—Lauren, tengo otra clase en cinco minutos—. Portia echó un vistazo con impaciencia a su reloj de pulsera y abrazó su bolsa contra el pecho. —Ya te he dicho que no puedo ir a la fiesta por la prueba de psicología criminal. Sinceramente, he estado en un montón de fiestas en mi vida, y todas son lo mismo. En realidad, se vuelven aburridas después de un tiempo. Así que no seas una lata.

Lauren dejó escapar un suspiro de impaciencia.

—Olvídate de la fiesta. Esto es más importante.

¿Más importante que una fiesta cuando Lauren sólo vivía en el presente para las fiestas? Escuchar eso, era sin duda algo por lo que valía la pena llegar tarde a su próxima clase.

—¿Qué te hizo cambiar de opinión?

—Háblame de tu último novio—. El casual tono de Lauren, desmentía la intensa mirada de sus ojos, que eran como si una tigresa esperara saltar sobre su presa.

Portia frunció la frente, preguntándose por qué repentinamente su amiga estaba tan interesada —Realmente no hay mucho que contar. ¿Por qué quieres saber de él?

—Sólo responde a la pregunta.

—Él era bueno. Salimos por unos meses, rompimos, me fui. Fin de la historia.

—¿Ah, sí? ¿Cómo fue el sexo?

Instintivamente, el cuerpo de Portia se tensó, y acercó su bolso a su pecho. —Estaba bien.

—Bien, ¿eh? ¿No era caliente, excitante, sudoroso, como si la tierra temblara?

La inquietud trepó por la columna vertebral de Portia con la pregunta insistente de Lauren. —¿Qué quieres, Lauren?

—Nunca has tenido relaciones sexuales.

Portia dio un paso hacia atrás instintivamente, estrellándose contra el banco detrás de ella. Rápidamente se estabilizó, lo que obligó a su rostro a mostrar una máscara de indiferencia que usaba cada vez que no estaba preparada para exponer sus sentimientos.

—Eso es... eso es ridículo. Por supuesto que he tenido relaciones sexuales—. Admitir que no había tenido y que era una total inocente, era demasiado humillante.

—Me doy cuenta cuando estás mintiendo. Tus ojos hacen esto...— Lauren hizo un movimiento circular con la mano. —De todos modos, te conozco lo bastante bien para haberme dado cuenta de eso.

Portia dejó escapar un suspiro. Alguien había puesto fin a su engaño. Y ahí estaba ella, pensando que había desempeñado ese papel lo suficientemente bien: pretender ser mundana y sofisticada, y siempre que el tema de los muchachos y sexo surgían en una conversación, había hablado como si lo supiera todo acerca de eso. Ella había llegado tan lejos como para leer todo sobre eso e incluso, se metía en la conversación con las otras muchachas cuando hablaban de su marca preferida de condones. Lo que era una gran mentira, todo lo que había hecho. Y lo había hecho para que nadie pensara que era extraña, así encajaría cuando sabía que no lo hacía.

Lauren esperó con paciencia y echó un mechón de su cabello castaño por encima del hombro, llamando la atención de Portia a su agraciado cuello y la bonita cabeza que se sentaba sobre él. Levantó sus ojos para encontrarse con los de Lauren, recogió todo su coraje.

—Todavía soy virgen.

—Eso no es bueno—, murmuró Lauren, sacudiendo la cabeza.

—Estoy esperando a la persona correcta.

—Me temo que no tienes ese lujo—. La voz de Lauren se hacía aún más urgente.

Incómoda por la situación y decepcionada por el hecho de que Lauren no parecía entenderlo, Portia giró hacia la puerta. —Tengo que llegar a mi clase.

Con una velocidad de vampiro, un movimiento borroso para el ojo humano, Lauren bloqueó la salida. —No vas a ir a la clase de hoy. Hay cosas más importantes en la vida que la universidad.

—No seas tan dramática, porque los muchachos y el sexo son importantes para ti, no significa que todo el mundo piense lo mismo. Tú y yo, somos muy diferentes—. Portia apretó su bolsa más cerca, como si pudiera protegerla de las cosas a las cuales ella no quería enfrentarse.

—Estoy de acuerdo, los muchachos no son importantes. El sexo lo es.

Portia rodó sus ojos. —Para ti, tal vez—. Imaginándose en la cama con cualquiera de los muchachos a los cuales ella había besado, no tenía ningún atractivo especial. Los estándares de Lauren, sin embargo, parecían ser más bajos.

—¿Cumplirás veintiuno dentro de cuánto, cinco semanas?

Confundida sobre el cambio de tema, respondió de forma automática, —En seis semanas. ¿Por qué?

Lauren apretó los labios y tarareó para sí misma como si contemplara un problema masivo, tales como la erradicación del hambre mundial.

—Entonces, tenemos seis semanas para que pierdas tu virginidad. Por supuesto, eso no es mucho tiempo, pero hay muchachos lo bastante calientes por ahí, que se pueden tomar en caso de no encontrar nada mejor. Puedo contar con al menos una docena de…

—¡Alto ahí! ¿Qué demonios está pasando? Yo no iré por ahí a perder mi virginidad con un idiota. Tendré relaciones sexuales, cuando sienta que es lo correcto. Y, además, no estoy pensando en salir hasta después de que termine la universidad. Se lo prometí a mi padre.

Sus padres le habían dicho siempre, que era importante encontrar a la persona adecuada. Y sabiendo lo felices que habían sido juntos, ella tenía que estar de acuerdo. El amor entre ellos había sido palpable. Portia quería lo mismo para ella. No quería desaprovechar su virginidad con un tipo que no le importaba. Hasta el momento, no había conocido a nadie que siquiera le hubiera tentado en lo más mínimo para dar ese paso.

—¿No me estabas escuchando? No tienes tiempo para esperar—. Lauren lo hacía sonar como si el mundo se fuera a terminar. —¡Tienes que perder la virginidad para tu vigésimo primer cumpleaños, sino serás una virgen para siempre!

—¡Eso es ridículo! Incluso a los veintiún años, estaré lo suficientemente joven como para atraer a los hombres. Además, cuando llegue a mis veintiuno, ya no envejeceré.

—Exactamente— agitó Lauren sus manos, con un gesto dramático. —Y ese es el punto. A los veintiún años, tu cuerpo se congelará en su forma final. Estará grabado en piedra. Tu forma física no cambiará después de eso. Lo que significa que, si aún tienes tu himen en su lugar, entonces, siempre lo tendrás.

Los latidos del corazón de Portia tartamudearon hasta casi detenerse. ¿Su himen se mantendría intacto? —Pero...— No podía ser.

—Cada vez que tengas sexo después de cumplir los veintiún años, tendrás dolor, porque en cada oportunidad el hombre con quien tengas sexo romperá tu himen. Y cada día volverá a crecer, porque tu cuerpo pensará que está lesionado y se reparará a sí mismo. El sexo siempre será doloroso para ti. ¿Ahora lo entiendes?

Portia tragó saliva. Sus rodillas se doblaron, y buscó apoyarse en el escritorio detrás de ella. —No puedes hablar en serio... esto no puede ser verdad.

¿Por qué era la primera vez que había oído acerca de eso? Su madre nunca había mencionado nada al respecto, y su padre solamente le había advertido siempre sobre los muchachos. Ella alzó los ojos hacia su amiga, con la cabeza llena de preguntas.

Lauren sacudió su hermosa cabellera. —Te estoy diciendo la verdad. Ve, pregúntale a mi padre. Se aseguró que perdiera mi virginidad con mucho tiempo de anticipación. Demonios, hasta investigó los antecedentes de los muchachos él mismo y me ayudó a escoger uno.

Portia recordó las pocas veces en que había entablado amistad con muchachos.

—Una vez, mi papá me encontró besando a un muchacho en el asiento trasero de un coche. Nos mudamos a otra ciudad una semana más tarde, pero...

Su voz se quebró al recordar las veces que había tratado de acercarse a los chicos, pero nunca habían llegado a más de unos cuantos besos y a tocarse. Antes de que pudiera seguir adelante con cualquiera de ellos, si alguna vez lo hubiese querido, ella se encontraba en una ciudad nueva y en una nueva escuela.

Lauren se quedó sin aliento. —¿Tu padre te mantenía alejada de los muchachos? Pero él debe saber lo que te está haciendo. Tiene que saberlo.

Portia sacudió la cabeza, sin querer seguir las sugerencias en las palabras de Lauren. —¡No! Mi padre me ama. Él nunca haría nada para hacerme daño.

Ella lo creía. Él era su roca. Siempre había estado ahí para ella. Más aún, después de la muerte de su madre. Sólo lo tenía a él.

—Dijiste que le habías prometido no salir hasta después de la universidad. ¿Tú decidiste eso o él te obligó?

—¿Obligar? — Ella miró a su amiga, pero al mismo tiempo recordaba cómo su padre le había explicado, que sería mejor esperar para ella. Y estuvo de acuerdo con él, secretamente aliviada de que ella no tendría que ocuparse de esa cuestión hasta más tarde. —No me obligó. Lo hablamos.

Lauren chasqueó la lengua. —¿Siempre haces todo lo que tu padre quiere que hagas? ¿Nunca te rebelaste?

—No tengo ninguna razón para rebelarme. Sí, mi padre es estricto, pero es porque quiere lo mejor para mí. Y sólo lo tengo a él. Sin mamá... no tengo a nadie más. Ningún otro familiar. No puedes entender eso. Nunca has estado sola.

Lauren puso su mano sobre el brazo de Portia. —Lo siento. No fue mi intención molestarte. Pero hay que enfrentar los hechos: tienes que perder la virginidad. Tienes que deshacerte de tu himen.

—¿Qué pasa si mi padre no sabe nada de esto? Nunca se junta con otros vampiros. No éramos parte de una sociedad o de un clan. Tal vez él no lo sabe porque nunca se integró en la sociedad vampírica. Nos mudamos mucho para eso.

Lauren negó con la cabeza, con los ojos llenos de compasión. —Él tiene que saberlo. No criaría a una hija híbrida sin saber esto.

—No lo creo—. Y se lo probaría a Lauren. —Hablaré con él esta noche.

4

 

El sol se había puesto ya sobre el Pacífico, cuando Portia llegó a casa y encontró a su padre sentado en el sofá, mirando un archivo que al instante cerró cuando la vio.

—Buenas noches, cariño, ¿cómo estuvieron tus clases? — Su padre le dio una alegre sonrisa.

Portia dejó caer la bolsa en la parte inferior de las escaleras y entró en la sala de estar.

—Estuvo bien—. Vaciló, sin saber cómo iniciar la difícil conversación. Cambió posición de un pie al otro, ella evitó mirarlo y en su lugar se quedó mirando la pared detrás de él.

—¿Pasa algo? Pareces intranquila.

—Eh... sí, hay algo que quería hablar contigo—. Ajustó su mirada hacia él.

Su padre se sentó con el torso rígido de repente. —¿Hay alguien que te da problemas?

Ella negó con la cabeza rápidamente. —No, no es eso. Todo está bien. Es sólo que... me enteré de algo hoy que no estás consciente y.…— Portia se interrumpió de nuevo, buscando las palabras adecuadas. Esto era más difícil de lo que había pensado.

—¿Qué es? Sabes que puedes decirme cualquier cosa.

Por supuesto que lo sabía, pero era un poco incómodo. En ese momento, ella deseaba que su madre aún estuviera viva, y en lugar de abordar ese delicado tema con su padre, pudiera confiar sus preocupaciones a su madre.

—Es sólo que hoy me enteré, que una vez que mi cuerpo haya llegado a su forma final, seguiré... todavía tendré mi himen si no pierdo mi virginidad antes de que eso suceda.

Ella tragó saliva. Ahora estaba fuera, y ella y su padre podrían hablar de ese asunto como dos adultos.

—¿Quién te lo dijo? —, tronó la voz de su padre mientras se levantaba en el mismo instante. —¡Lauren!

Sorprendida por su dura y aparentemente enojada reacción, Portia asintió con la cabeza rápidamente. —¿Quieres decir que no me estabas diciendo la verdad?

—No es de su incumbencia decirte nada. Sólo sabes lo que te digo, y eso es todo. ¡Yo soy el que te está criando!

¿El que la está criando? ¡Ella había crecido! —Padre, yo no soy una niña. Tengo derecho a saberlo.

—¡Silencio! Lauren no tiene derecho a llenar tu mente con estas cosas. ¡No te preocupes por eso!

Confundida, Portia abrió su boca de nuevo. —Pero, ¿ella tenía razón? ¿Es eso lo que va a pasarme?

Su padre la miró, sus ojos brillaban de color rojo por la ira. —Tú eres mi hija. Y yo te diré cuándo y con quién perderás la virginidad.

En ese instante, vio la verdad en su cara. Él entendía las implicaciones. Siempre lo había sabido, pero había elegido mantenerla en la oscuridad.

—¿Por qué? ¿Cómo puedes hacerme esto a mí? — ¿Cómo podía traicionarla así? ¿Acaso no la amaba? Las lágrimas brotaron de sus ojos.

—Lo entenderás con el tiempo, y…— El sonido de su teléfono celular lo interrumpió. Él lo miró, luego la miró a ella.

—Tengo una reunión. Ve a tu habitación y estudia. Estaré de vuelta pronto.

Luego dio media vuelta y simplemente salió como un hombre acostumbrado a que sus órdenes se cumplieran.

Portia se quedó ahí. Nunca se había sentido tan sola en su vida.

Su padre creía que era su derecho el mantenerla con su ignorancia, y lo que era aún peor, pensaba que podía elegir a un hombre para ella y decidir cuándo iba a perder su virginidad, ya sea que estuviera dentro de las próximas seis semanas o no.

Las lágrimas rodaron por sus mejillas antes de que pudiera detenerlas. La decepción oprimió su corazón como un puño que lo apretaba hasta que el dolor se hizo insoportable. Su padre no la quería, porque si lo hiciera, nunca le impondría ese destino. Ella lo había admirado toda su vida. Ya no más.

Nunca más sería su hija obediente.

Esta era su vida, y ella decidiría cómo vivirla.

 

~ ~ ~

 

La fiesta era en una casa de la fraternidad, no muy lejos del campus. La música estaba a todo volumen en varios parlantes, la luz era tenue a lo mucho, el lugar apestaba a alcohol y humo. Portia arrugó la nariz... no era el tipo legal de humo.

Le llevó más de diez minutos localizar a Lauren. Su amiga tenía un aspecto fantástico en sus jeans de cadera baja y un top ajustado, que podía haber usado como un cinturón ancho.

—Pensé que no vendrías—. Lauren le lanzó una mirada sorprendida.

—Y no lo iba a hacer, pero tenía que hablar contigo y no respondías tu celular.

Lauren hizo un gesto hacia la multitud. —La música está demasiado fuerte, no pude oírlo sonar. ¿Qué pasa?

—Tenías razón—. Le costó admitirlo.

Al instante, Lauren la agarró del brazo y la sacó de la habitación hacia un pasillo. Un momento después, ambas se encerraron en uno de los baños.

—¿Qué pasó? —, preguntó Lauren.

Portia sollozó. —Le pregunté. Y él sabía muy bien lo que me estaba haciendo. Sabía que yo seguiría siendo una... — Su voz se quebró.

Lauren la atrajo hacia sus brazos y acarició el cabello de Portia. —Lo siento, cariño.

Portia contuvo sus lágrimas. Ella no iba a llorar. Tenía que ser fuerte. Lentamente, dio un paso atrás, retirándose de los brazos de Lauren.

—He pensado en cómo hacerlo—. Había tenido la idea perfecta de cómo hacerse cargo de su situación, y ahora necesitaba la ayuda de Lauren.

—Bueno, Eric ya está aquí. Estaba decepcionado cuando le dije que no vendrías. Le dejaré saber que…

—¡No! No es la razón por la que estoy aquí. Necesito que me acompañes a comprar un vibrador—. Se estremeció ante la idea de entrar en una tienda de juguetes sexuales por su cuenta.

Los ojos de Lauren se agrandaron. —¿Un vibrador? Pero qué estás... oh no, ¿no estarás refiriéndote a perforar el himen con un vibrador?

—Sí, esa es la solución más fácil. Realmente no quiero tener que acostarme con nadie sólo para…

—No va a funcionar, Portia.

Aturdida, miró a su amiga. —¿Por qué no? Es tan grande como un... ya sabes. Creo que es una idea brillante.

—Claro, si funcionara, pero no lo hará. Atravesará tu himen, pero mañana volverá a crecer. El semen de un hombre, es lo que lo hará desaparecer para siempre.

Portia reprimió la necesidad de vomitar. —Pero entonces... entonces...— Su mente rodaba batiéndose. —Entonces, por qué no obtener un esperma donado. Tienes que ayudarme—. Lauren la tomó por los hombros, casi sacudiéndola. —¿No puedes conseguir uno de tus “amigos” para que donen? Estoy segura que puedes inventarte una excusa del por qué.

Lauren ladeó la cabeza y esbozó una triste sonrisa. —Sabes, tu idea sería fantástica, pero, por desgracia, no va a funcionar bien. Los espermatozoides tienen que estar muy frescos, y tienen que ser entregados por un pene de carne y hueso. Así que cualquier método improvisado que estés pensando, no servirá.

Esa revelación le pegó tan fuerte como la decepción anterior por la tarde. Dejó caer su cabeza. —¿Por qué? ¿Por qué?

—Me gustaría poder decirte algo diferente, pero así es como es.

Portia alzó la cabeza. —¿Y ahora qué?

—Creo que debemos buscar a Eric.

Portia sintió sus manos transpirar ante la idea. —¿Ahora? Por qué no esperar un poco y ver si podemos encontrar otra solución. Tiene que haber algo más.

Lauren negó con la cabeza. —No hay otras soluciones. Confía en mí, no eres el primer híbrido. Vas a sobrevivir. He escuchado que Eric es bueno entre las sábanas.

Portia lanzó un gemido.

 

~ ~ ~

 

Media hora más tarde, Portia se enteró por experiencia propia que Eric era un besador pasable. Sólo que, sin importar las contorsiones que él hacía con su lengua a través de ella, no estaba excitada. Ella se quedó extrañamente indiferente a toda la situación. De hecho, ninguno de los chicos que ella había besado antes, la habían hecho sentir en realidad como si quisiera más. Claro, siempre habían sido agradables, al igual que sentarse bajo el sol y comer un helado era agradable.

¿Era frígida? ¿Era esa la razón del por qué no había querido tener sexo y el por qué no le había molestado que su padre no la dejara tener citas?

Eso no iba a funcionar, no con Eric. Él era un buen tipo y todo, pero por primera vez, ella quería sentirse cautivada y no sentir que se trataba como de una tarea. Quería sentirse débil en sus rodillas con su corazón palpitante, quería un hombre que le robara el aliento cuando la besara y cuyo contacto hiciera chisporrotearle la piel. Y Eric no era esa clase de hombre.

Estaba a punto de salirse de su abrazo, cuando una repentina sensación de hormigueo en la piel, detuvo su corazón. Otro vampiro había entrado en el dormitorio que ella y Eric habían encontrado para tener algo de privacidad. Portia conocía muy bien el aura de un vampiro.